Obras de Winnicott: Sobre los elementos masculino y femenino escindidos (1966) Segunda Parte

Sobre los elementos masculino y femenino escindidos (1966)

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A este caso le corresponde otra observación clínica. Parte del alivio que siguió a nuestra llegada a la nueva plataforma de nuestro trabajo juntos provenía de que ahora podíamos explicar por qué mis interpretaciones, de buenos fundamentos, respecto del uso de objetos de las satisfacciones eróticas orales en la transferencia, de las ideas sádicas en relación con el interés del patente por el analista como objeto parcial o como persona con pechos o pene; por qué mis interpretaciones, repito, jamás eran mutativas. Se las aceptaba, sí, pero… ¿y después qué? Al llegar a la nueva situación, el paciente experimentó un muy vívido sentimiento de relación conmigo. Tenía que ver con la identidad. El elemento-femenino separado, puro, encontraba una unidad primaria conmigo como analista, y ello le otorgaba el sentimiento de que empezaba a vivir. Este detalle me afectó, como se verá en mi aplicación de lo que descubrí en este caso a la teoría. Agregado a la sección clínica Resulta gratificante revisar los materiales clínicos actuales teniendo en cuenta este ejemplo de disociación, el elemento niña escindido en un paciente masculino. El tema puede volverse muy pronto enorme y complejo, de manera que es preciso elegir unas pocas observaciones para su mención especial. a) Se puede descubrir, con sorpresa, que se está tratando con la parte escindida e intentando analizarla, en tanto que lo principal. de la persona en funcionamiento aparece sólo en forma proyectada. Esto se parece a lo que ocurre en el tratamiento de un chico cuando se descubre que se está tratando a uno .u otro de los padres por delegación. Pueden atravesársele a uno,. en el camino, todas las variedades posibles de este tema. b) Es posible que el elemento del otro sexo esté escindido por completo, de modo tal que un hombre, por ejemplo, no pueda establecer nexo alguno con la parte escindida. Ello rige en especial cuando la personalidad, en otros sentidos, es sana y está integrada. Cuando la personalidad que funciona ya está organizada en múltiples escisiones, se carga menos el acento en el «yo estoy sano» y por lo tanto se presenta menos resistencia contra la idea de «yo soy una niña» (en el caso de un hombre) o «yo soy un varón» (en el caso de una niña). c) En el plano clínico es posible encontrar una disociación casi total del otro sexo, organizada desde muy temprano en relación con factores exteriores, y unida a disociaciones posteriores organizadas como una defensa que se basa, en mayor o menor medida, en identificaciones cruzadas. La realidad de esta última defensa organizada puede oponerse a que el paciente reviva, en el análisis, la escisión reactiva temprana. (En ese sentido existe un axioma: que el paciente siempre se aferrará a la explotación de los factores personales e internos, que le ofrecen cierta medida de control omnipotente, antes que dar cabida a la idea de una reacción burda frente a un factor ambiental, ya se trate de una distorsión o de una falla. La influencia ambiental, mala o incluso buena, entra en nuestro trabajo como una idea traumática, intolerable porque no funciona en el ámbito de omnipotencia del paciente. Compáresela con la afirmación del melancólico dé que es responsable de todos los males.) d) La parte escindida del otro sexo tiende a mantenerse siempre en una misma edad o a crecer con lentitud, mientras que las figuras realmente imaginativas de la realidad psíquica interna de la persona maduran; se interrelacionan, envejecen y mueren. Por ejemplo, un hombre que depende de mujeres jóvenes para mantener vivo su self-niña escindido, puede llegar a ser capaz, poco a poco, de utilizar para ese fin especial a nenas algo mayores, muchachas en edad de casarse; pero si vive hasta los noventa años es improbable que las muchachas así empleadas lleguen a tener treinta. Ahora bien: en un paciente masculino, la nena (que oculta el elemento nena puro, de formación temprana) podría tener características de nena, sentir orgullo de sus pechos, experimentar envidia del pene, quedar embarazada, no contar con genitales externos masculinos e incluso poseer órganos sexuales femeninos y gozar de experiencias sexuales femeninas. e) Un problema importante en este terreno es la valoración de todo esto en términos de salud psiquiátrica. El hombre que inicia a jovencitas en experiencias sexuales puede muy bien estar más identificado con la nena que consigo mismo. Ello le confiere una capacidad para esforzarse por despertar el sexo de la nena y satisfacerla. Paga por ello con la obtención de muy poca satisfacción masculina, y también con su necesidad de buscar siempre una nueva nena, siendo esto lo contrario de la constancia del objeto. En el otro extremo se encuentra la enfermedad de la impotencia. Entre ambas está toda la gama de la potencia relativa, mezclada con distintos tipos y grados de dependencia. Lo normal dependerá de la expectativa social del grupo social en un momento dado. ¿No podría decirse que en el extremo patriarcal de la sociedad el coito es violación, y en el extremo matriarcal el hombre con el elemento femenino escindido, que debe satisfacer a muchas mujeres, es muy buscado, aunque al hacerlo se aniquile? Entre esos dos extremos está la bisexualidad y una expectativa de experiencia sexual que no llega a ser óptima. Ello va acompañado por la idea de que la salud social es moderadamente depresiva – salvo durante las vacaciones-. Resulta interesante el hecho de que la existencia de ese elemento femenino escindido impida en la práctica la experiencia homosexual. En el caso de mi paciente, en el momento crítico siempre huía de las proposiciones homosexuales, porque (vino especialmente a verme para decírmelo) la práctica de la homosexualidad habría establecido su masculinidad, de la cual (por el elemento femenino disociado de su self) nunca quiso darse por enterado. (En el individuo normal que practica la bisexualidad, las ideas homosexuales no chocan de esa manera, en gran parte porque el factor anal [que es un aspecto secundario] no ha logrado supremacía sobre la felación, y en la fantasía de una unión de felación no tiene importancia el sexo biológico de la persona.) f) Parece que en la evolución del mito griego los primero homosexuales fueron hombres que imitaban a las mujeres de modo de llegar a una relación lo más próxima posible con la diosa suprema. Ello correspondía a una era matriarcal, luego de la cual surgió un sistema de dioses patriarcales, con Zeus a la cabeza. Zeus, símbolo del sistema patriarcal, inició la vigencia de la idea del joven amado sexualmente por el hombre, acompañada por la relegación de las mujeres a una posición social inferior. Si ésta es una exposición veraz de la historia del desarrollo de las ideas, proporciona el eslabón que necesito para unir mis observaciones clínicas sobre el elemento femenino escindido, en el caso de pacientes masculinos, con la teoría de la relación con el objeto. (En las pacientes mujeres el elemento masculino escindido no tiene menos importancia para nuestro trabajo, pero lo que debo decir acerca de la relación de objeto sólo puede sostenerse respecto de uno solo de los dos ejemplos posibles de disociación.) Resumen de observaciones preliminares En nuestra teoría debemos dar cabida a la existencia de un elemento masculino y uno femenino, tanto en los varoncitos y hombres como en las nenas y mujeres. Ambos pueden encontrarse escindidos uno del otro en muy alto grado. Esta idea nos impone un estudio de los efectos clínicos de tal tipo de disociación y un examen de los elementos masculino y femenino destilados, en sí mismos. Ya presenté algunas observaciones sobre lo primero, los efectos clínicos; ahora deseo examinar lo que denomino elementos masculino y femenino destilados (no las personas masculina y femenina). Elemento masculino puro y elemento femenino puro Especulación sobre el contraste entre los tipos de relación de objeto Comparemos y contrastemos los elementos masculino y femenino sin mezclas, en el contexto de la relación de objeto. Debo decir que el elemento que llamo «masculino» actúa, al relacionarse, tanto en forma activa como pasiva, basadas ambas formasen el instinto. En el desarrollo de esta idea hablamos de la moción instintiva del bebé respecto del pecho y la alimentación, y luego respecto de todas las experiencias vinculadas con las principales zonas erógenas, y de las mociones y satisfacciones subsidiarias. Sugiero, en cambio, que el elemento femenino puro se relaciona con el pecho (o con la madre) en el sentido de que el bebé se convierte en el pecho (o en la madre), en el sentido en que el objeto es el sujeto. Y en esto no veo moción instintiva alguna. (También es necesario recordar el uso de la palabra «instinto» en la etología; no obstante, dudo mucho de que la impronta sea algo que afecte en algún grado al recién nacido humano. Aquí y ahora, afirmo mi creencia de que todo el tema de la impronta es ajeno al estudio de las tempranas relaciones objetables de los niños. Por cierto que nada tiene que ver con el trauma de la separación a los dos años, momento en que se ha supuesto que alcanza fundamental importancia.) El término «objeto subjetivo» ha sido empleado para describir el primer objeto, el objeto aún no repudiado como fenómeno «distinto de mí’: En esta capacidad de relación del elemento femenino puro con el «pecho» hay una aplicación práctica de la idea de objeto subjetivo, y esa experiencia allana el camino al sujeto objetivo -es decir, la idea de tener un self y el sentimiento de realidad que nace de la sensación de poseer una identidad-. Por compleja que resulte, a la larga, la psicología del sentido del self y del establecimiento de una identidad a medida que un bebé crece, ningún sentido del self emerge si no es sobre la base de la relación con el sentido de SER (sense of being). Este sentido de ser es anterior a la idea de ser-uno-con, porque hasta entonces no hubo otra cosa que identidad. Dos personas separadas pueden sentir que son una, pero aquí, en el lugar que estoy examinando, el bebé y el objeto son uno. Es posible que el término «identificación primaria» haya sido empleado precisamente para esto que describo, y yo pretendo demostrar la importancia vital de esta primera experiencia para la iniciación de todas las posteriores experiencias de identificación. Tanto la identificación proyectiva como la introyectiva surgen de ese lugar en el que cada uno es el otro. En el crecimiento del niño, a medida que el yo comienza a organizarse, eso que llamo relación de objeto del elemento femenino puro establece lo que quizá sea la más simple de las experiencias, la experiencia de ser. Aquí hay una verdadera continuidad de generaciones; el ser se transmite de una generación a otra por la vía del elemento femenino de hombres y mujeres, y de bebés varones y mujeres. Creo que esto ya se dijo, pero siempre en términos de mujeres y chicas, lo cual confunde la cuestión. Se trata de los elementos femeninos tanto en las mujeres como en los hombres. Por el contrario, la relación de objeto del elemento masculino presupone separación. En cuanto se dispone de una organización del yo, el bebé asigna al objeto la cualidad de ser «distinto de mi» o separado, y experimenta satisfacciones del ello que incluyen la rabia relativa a la frustración. La satisfacción de las mociones acentúa la separación del objeto respecto del bebé, y lleva a la objetivación del objeto. A partir de entonces, del lado del elemento masculino, la identificación necesita basarse en complejos mecanismos mentales, a los que es preciso dar tiempo para que aparezcan, se desarrollen y se establezcan como parte de la dotación del nuevo bebé. Pero del lado del elemento femenino, la identidad exige tan poca estructura mental, que esa identidad primaria puede ser una característica presente desde muy temprano, y los cimientos para el simple ser pueden quedar establecidos (digamos) desde el momento de nacimiento, o antes, o poco después, o desde el instante en que la mente se libera de las trabas para su funcionamiento debidas a la inmadurez y a las lesiones cerebrales vinculadas con el proceso del nacimiento. Es posible que los psicoanalistas hayan prestado una atención especial a este elemento masculino o aspecto instintivo de la relación de objeto, pero pasaron por alto la identidad sujeto-objeto sobre la que llamo la atención aquí, y que es la base de la capacidad de ser. El elemento masculino hace, en tanto que el femenino (en los hombres y mujeres) es. Aquí entrarían los varones del mito griego que trataron de ser una sola cosa con la diosa suprema. Y también es una manera de formular la envidia, profundamente arraigada, que las personas masculinas sienten respecto de las mujeres cuyo elemento femenino los hombres dan por sentado, a veces en forma errónea. Según parece, la frustración es inherente a la búsqueda de satisfacción. A la experiencia de ser le es inherente algo distinto: no la frustración sino la mutilación. Deseo estudiar este detalle específico. Identidad: niño y pecho No es posible formular lo que aquí llamo relación del elemento femenino con el pecho sin el concepto de madre suficientemente buena y no suficientemente buena. (Tal observación es más cierta aún en este ámbito que en el terreno comparable que abarcan los términos de «objetos transicionales y «fenómenos transicionales». El objeto transicional representa la capacidad de la madre para presentar el mundo de tal modo que el niño no tenga que saber al comienzo que dicho objeto es creado por él. En nuestro contexto inmediato podemos asignar una importancia total al significado de adaptación, pues la madre o bien le da al bebé la oportunidad de sentir que el pecho es él, o bien no se la da. En este caso el pecho es un símbolo, no de hacer sino de ser.) Esto de ser una proporcionadora suficientemente buena del elemento femenino es cuestión de sutilísimos detalles de manejo, y al examinar estos aspectos puede recurrirse a los escritos de Margaret Mead y Erik Erikson, quienes describen las formas en que los cuidados maternos en distintos tipos de culturas determinan, a una edad muy temprana, las pautas de las defensas del individuo, así como proporcionan los esquemas para la sublimación posterior. Se trata de asuntos muy sutiles, que estudiamos en relación con esta madre y este niño. La naturaleza del factor ambiental Vuelvo ahora a la consideración de la primerísima etapa en que se establece la pauta por medio de las sutiles formas en que la madre maneja a su hijo. Debo referirme en detalle a este ejemplo tan especial de factor ambiental. O bien la madre tiene un pecho que es, de modo que el bebé también puede ser cuando él y ella no se encuentran aún separados en la mente rudimentaria del niño; o bien la madre es incapaz de efectuar esa contribución, en cuyo caso el bebé tiene que desarrollarse sin la capacidad de ser, o con una capacidad de ser mutilada. (En el terreno clínico hay que encarar el caso del bebé que debe arreglárselas con una identidad referida a un pecho que es activo, un pecho de elemento masculino, pero que no resulta satisfactorio para la identidad inicial, que necesita un pecho que es, no uno que hace. En lugar de «ser como» ese bebé tendrá que «hacer como», o se le hará a él, lo cual equivale a lo mismo, desde nuestro punto de vista.) La madre capaz de hacer esa cosa tan sutil a que me refiero no produce un niño cuyo self «femenino puro» tenga envidia del pecho, pues para él el pecho es el self y el self es el pecho. Envidia es un término que se podría aplicar a la experiencia de una falla atormentadora del pecho como algo que ES.

Confrontación de los elementos masculino y femenino

Estas consideraciones me han embarcado en una curiosa exposición sobre los aspectos masculino puro .y femenino puro del niño o niña. He llegado a una situación en que debo decir que la relación de objeto, en términos de ese elemento femenino puro, nada. tiene que ver con la moción (o instinto). La relación de objeto respaldada por la moción instintiva corresponde al elemento masculino de la personalidad no contaminado por el femenino. Esta argumentación me sume en grandes dificultades, y sin embargo parece que en una formulación de las etapas iniciales del desarrollo emocional del individuo es necesario separar (no a los varones de las mujeres, sino) al elemento no contaminado de los varones del elemento no contaminado de las mujeres. La formulación clásica en lo que respecta a encontrar y usar el erotismo anal, el sadismo oral, las etapas anales, etc., nace de considerarla vida del elemento masculino puro. Los estudios de la identificación basados en la introyección o incorporación son estudios de la experiencia de los elementos masculino y femenino ya mezclados. El examen del elemento femenino puro nos lleva a otra parte. El estudio del elemento femenino puro, destilado e incontaminado, nos conduce al SER, única base para el autodescubrimiento y para el sentimiento de existir (y después a la capacidad para desarrollar un interior, para contener, para hacer uso de los mecanismos de proyección e introyección, y para relacionarse con el mundo en términos de introyección y proyección). A riesgo de repetirme quiero volver a decir que cuando el elemento femenino del bebé o paciente varón o mujer encuentra el pecho, lo que se ha encontrado es el self. Si se pregunta, «¿qué hace el bebé mujer con el pecho?», la respuesta es que ese elemento femenino es el pecho, participa de las cualidades del pecho y la madre, y es deseable. Con el correr del tiempo, deseable significa comestible, y ello quiere decir que el niño corre peligro por ser deseable, o en lenguaje más refinado, por ser excitante. Ser excitante implica: capaz de hacer que el elemento masculino de alguien haga algo. Así, el pene de un hombre puede ser un elemento femenino excitante, que provoca en la nena la actividad del elemento masculino.

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