TÉCNICA DEL ANÁLISIS DEL NIÑO, Melanie Klein

TÉCNICA DEL ANÁLISIS DEL NIÑO
FUNDAMENTOS PSICOLÓGICOS DEL ANÁLISIS DEL NIÑO
Los hallazgos del psicoanálisis han conducido a la creación de una nueva psicología del niño. Nos han enseñado que los niños, aun en los primeros años, no sólo experimentan impulsos sexuales y ansiedad, sino que sufren también grandes desilusiones. Ha desaparecido la creencia en el «paraíso de la infancia», y la creencia en la asexualidad del niño. Los análisis de adultos y observaciones realizadas directamente en niños nos han conducido a estas conclusiones, que se han confirmado y ampliado mediante el análisis de niños de corta edad.
Tracemos primeramente, por medio de ejemplos, un cuadro de la mente infantil tal como se nos presenta en los análisis tempranos. Mi paciente Rita, que contaba 2 años y 9 meses al comenzar el tratamiento, tenía una marcada preferencia por su madre hasta el final de su primer año. Manifestó después un gran afecto por su padre y simultáneamente celos de su madre. Por ejemplo, cuando tenía 15 meses, repetidas veces expresaba el deseo de permanecer sola con su padre, en su cuarto, sentada en sus rodillas y mirando libros con él. A los l8 meses cambió nuevamente su actitud y su madre fue su favorita una vez más. Al mismo tiempo comenzó a sufrir terrores nocturnos y miedo a los animales. La fuerte fijación a su madre fue en aumento y desarrolló una intensa aversión por su padre. Al comenzar su tercer año se hizo cada vez más ambivalente y difícil de manejar, hasta que, finalmente, a los 2 años y 9 meses, me la trajeron para ser analizada. En esta época tenía una marcada neurosis obsesiva. Evidenciaba ceremoniales obsesivos y alternaba entre una exagerada «bondad», acompañada de sentimientos de remordimiento, y una incontrolable «maldad». Tenía crisis de paratimia que presentaban todos los síntomas de depresión melancólica; además sufría una fuerte ansiedad, creciente inhibición en el juego, una incapacidad total para soportar ninguna clase de frustración y una excesiva disposición quejumbrosa. Estas dificultades hacían que la niña fuese casi imposible de manejar .
El caso de Rita muestra claramente que el pavor nocturno, cuando aparece a esta edad, 18 meses, es una elaboración neurótica del complejo de Edipo. Sus crisis de ansiedad y rabia, que resultaron de ser una repetición de sus terrores nocturnos, así como sus otras dificultades, estaban íntimamente ligadas a fuertes sentimientos de culpa surgidos de ese temprano conflicto .
Consideraremos ahora el contenido y las causas de estos tempranos sentimientos de culpa refiriéndonos a otro caso.
Trude, de 3 años y 9 meses , acostumbraba repetidamente a fingir durante el análisis que era de noche y que ambas dormíamos. Entonces venía quedamente hacia mi desde el rincón opuesto al mío (y el que se suponía fuese su propio dormitorio) y me amenazaba de varios modos, tales como acuchillarme en la garganta, tirarme por la ventana, quemarme, hacerme prender por la policía, etc. Quería atarme las manos y pies o levantaba la alfombra, diciendo que hacía «PoKakiKuki». Esto significaba que quería buscar dentro del trasero de su madre a «kakis» (heces), que para ella significaban niños. En otra ocasión quiso pegarme en el estómago, diciendo que sacaría mis «aas» (heces) y me haría pobre. Entonces tomaba los almohadones, los que repetidamente significaban niños para ella, y se ponía en cuclillas con ellos detrás del sofá. Manifestaba allí todos los síntomas del miedo, tapándose, chupándose los dedos y mojándose. Este proceso lo repetía en forma completa cada vez que me atacaba. Correspondía en todos sus detalles con su comportamiento en la cama cuando no teniendo todavía 2 años fue presa de graves terrores nocturnos. En esta época también corría al dormitorio de sus padres durante la noche una y otra vez, sin poder expresar nunca lo que quería. El análisis mostró que el mojarse y el ensuciarse eran agresiones contra sus padres en coito, y de este modo suprimió el síntoma. Trude quería robar los niños del vientre de su madre embarazada, matarla y ocupar su lugar en el coito con el padre . Fueron estos impulsos de odio y agresión los que en ese segundo año originaron una fuerte fijación en la madre y un sentimiento de culpa, que se expresaba, entre otros modos, con sus terrores nocturnos. Así vemos que la temprana ansiedad y los sentimientos de culpa de un niño se originan en los impulsos agresivos relacionados con el conflicto edípico , En la época en que Trude mostraba la conducta así descripta, acostumbraba a herirse a sí misma de algún modo, casi siempre antes de venir a su hora de análisis. Resultó que los objetos contra los que se pegaba alacena, mesa, chimenea, etc. significaban, de acuerdo a un proceso primitivo e infantil de identificación, su padre o su madre, castigándola .
El juego de los niños nos permite extraer conclusiones definidas sobre el origen de este sentimiento de culpa en los primeros años.
Volviendo a nuestro primer caso, encontramos que en su segundo año era visible en Rita el remordimiento que sentía frente al más pequeño error que cometía y su hipersensibilidad a los reproches. Por ejemplo, una vez rompió a llorar porque su padre, riéndose, amenazó al oso de su libro de figuras. El miedo al disgusto de su padre era bastante para que se identificase ella misma con el oso. Su inhibición de juego provenía también de su sentimiento de culpa. Cuando tenía sólo 2 años y 3 meses solía jugar con su muñeca un juego que le proporcionaba muy poco placer diciendo repetidas veces que ella no era su madre. El análisis mostró, entre otras cosas, que el bebé de juguete representaba para ella el hermano que deseó robar del vientre de la madre embarazada, y esto no le daba derecho a representar el papel de madre.
Esta prohibición, sin embargo, no se originaba en la madre real, sino en otra introyectada por ella y que la trataba con una severidad y crueldad que la verdadera madre nunca había usado. Otro síntoma que se desarrolló en Rita a los 2 años fue de carácter obsesivo y consistía en un largo ritual antes de dormir. El punto principal de éste era que tenía que estar bien arrebujada con la ropa de cama, porque si no «el ratón o Butzen» entraría por la ventana y le sacaría su Butzen de un mordisco . Su muñeca también debía estar arropada, y este doble ceremonial se hacia cada vez más elaborado y duraba más tiempo, y se ejecutaba con todos los signos de esa actitud compulsiva que ocupaba totalmente su mente. En una ocasión, durante una sesión de análisis, puso el elefante al lado de la cama de su muñeca como para evitar que ésta se levantara y fuera al cuarto de sus padres y «les hiciera algo o les sacara algo a ellos». El elefante (imago del padre) había tomado el papel de sus padres introyectados, cuya influencia prohibitiva había sentido desde que, entre la edad de 1 año y 3 meses y los 2 años, deseó ocupar el lugar de su madre junto al padre, robarle los niños de su interior y dañar y castrar a ambos padres. El significado del ceremonial se hizo entonces claro: el estar arropada en la cama le impedía levantarse y ejecutar los deseos agresivos contra sus padres. Sin embargo, desde que ella esperaba ser castigada por aquellos deseos mediante un ataque similar sobre ella hecho por sus padres, el arrebujarse servía también de defensa contra tales ataques.
Las agresiones iban a ser realizadas, por ejemplo, por el Butzen (el pene de su padre), el cual dañaría los genitales de la niña y le arrancaría su propio Butzen de un mordisco como castigo a su deseo de castrar al padre. En estos juegos solía castigar a su muñeca y luego dar curso a una crisis de rabia y miedo, demostrando así que ella misma realizaba los dos papeles: el de la autoridad que inflige castigo y el del niño castigado.
Es evidente, también, que esta ansiedad era causada no solamente por los padres verdaderos, sino también, y más especialmente, por la excesivamente severa imagen introyectada de sus padres. Esto corresponde a lo que llamamos superyó en los adultos . Los signos típicos del complejo de Edipo, los cuales están más pronunciados cuando éste ha alcanzado su fuerza máxima y preceden inmediatamente a su declinación, son sólo el estadío final de un proceso que se ha estado realizando durante años. Los análisis tempranos muestran que el conflicto de Edipo se hace presente en la segunda mitad del primer año de vida, y que al mismo tiempo el niño comienza a modificarlo y a construir su superyó.
Aceptando que niños aun de muy corta edad viven bajo el peso de sentimientos de culpa, tenemos, por lo menos, una buena manera de enfocar su análisis, aunque parezcan faltar muchas condiciones que favorezcan el éxito de éste. La relación con la realidad es débil; aparentemente no hay ningún atractivo que los lleve a soportar las pruebas de un análisis, ya que, por regla general, no se sienten enfermos; y finalmente, y lo más importante, todavía no pueden ofrecer en grado suficiente aquellas asociaciones verbales que son el instrumento fundamental en el tratamiento analítico de adultos.
Comencemos con esta última objeción. Fueron justamente las diferencias entre la mente infantil y la del adulto las que me revelaron, desde el principio, el modo de llegar a las asociaciones del niño y comprender su inconsciente. Estas características especiales de la psicología infantil han suministrado las bases de la técnica del «análisis del juego» que he elaborado. El niño expresa sus fantasías, sus deseos y experiencias de un modo simbólico por medio de juguetes y juegos. Al hacerlo, utiliza los mismos medios de expresión arcaicos, filogenéticos, el mismo lenguaje que nos es familiar en los sueños y sólo comprenderemos totalmente este lenguaje si nos acercamos a él como Freud nos ha enseñado a acercarnos al lenguaje de los sueños. El simbolismo es sólo una parte de dicho lenguaje. Si deseamos comprender correctamente el juego del niño en relación con su conducta total durante la hora del análisis, debemos no sólo desentrañar el significado de cada símbolo separadamente, por claros que ellos sean, sino tener en cuenta todos los mecanismos y formas de representación usados en el trabajo onírico, sin perder de vista jamás la relación de cada factor con la situación total. El análisis de niños muestra repetidamente los diferentes significados que pueden tener un simple juguete o un fragmento de juego, y sólo comprendemos su significado si conocemos su conexión adicional y la situación analítica global en la que se ha producido. La muñeca de Rita, por ejemplo, representará a veces un pene; a veces, un niño que ella ha robado a su madre, y a veces la representará a ella misma. Sólo se obtendrá un resultado analítico completo si tomamos estos elementos de juego en su verdadera conexión con los sentimientos de culpa del niño, interpretándolos hasta en su menor detalle. El caleidoscópico cuadro, a menudo sin sentido, que muestra el niño durante una hora de análisis, esto es, el contenido de sus juegos, el modo como juega, los medios que utiliza (porque a menudo asignará a sus juguetes o a él mismo diferentes papeles) y los motivos que se ocultan tras un cambio de juego el porqué no jugará más con agua y cortará papel o dibujará, todos estos hechos siguen un plan cuyo significado captaremos si los interpretamos como se interpretan los sueños. Muy a menudo los niños expresan en sus juegos lo mismo que acaban de contarnos en un sueño, y nos darán asociaciones del sueño en el juego consecutivo. Porque el juego es el mejor medio de expresión del niño. Empleando la técnica de juego vemos pronto que el niño proporciona tantas asociaciones a los elementos separados de su juego como los adultos a los elementos separados de sus sueños. Cada uno de estos elementos del juego son indicación para el observador experimentado, ya que, jugando, el niño habla y dice toda clase de cosas que tienen el valor de asociaciones genuinas.
Es asombroso cómo las interpretaciones son fácilmente aceptadas por el niño y a veces con marcado placer. La razón de esto reside, sin duda, en el hecho de que la relación entre los estratos inconscientes y conscientes de su mente es aún comparativamente accesible y, de tal modo, el camino de regreso al inconsciente es más fácil de encontrar. Los efectos de la interpretación son a menudo rápidos, aun cuando a veces no parecen haberse hecho conscientes. Estos efectos se manifiestan en la forma en que el niño reanuda un juego interrumpido a consecuencia de una inhibición y lo cambia o amplía evidenciando estratos más profundos de su mente. Y como la ansiedad ha quedado de este modo resuelta y el placer del juego restaurado, la relación analítica también se afianza nuevamente. La interpretación aumenta el placer del niño en el juego, haciendo innecesario el gasto de energía que tenía que hacer con el objeto de mantener la represión. Por otra parte, a veces chocamos con resistencias difíciles de vencer. Esto, por lo general, significa que nos estamos enfrentando con la ansiedad y sentimiento de culpa del niño, que pertenecen a capas más profundas de su mente.
Las formas arcaicas y simbólicas de representación empleadas por el niño están asociadas a otro mecanismo primitivo. En sus juegos actúa en lugar de hablar. La acción, que es más primitiva que el pensamiento o la palabra, constituye la parte más importante de su conducta. En su Historia de una neurosis infantil, Freud dice: «El análisis de un niño neurótico parecerá más digno de confianza, pero no puede ser muy rico en material demasiadas palabras y pensamientos deben ser prestados al niño, y aun así los más profundos estratos de su mente pueden resultar impenetrables a la conciencia».
Si nos acercamos al niño con la técnica de análisis del adulto, es casi seguro que no penetraremos en los niveles más profundos, y sin embargo, el éxito y el valor, en el análisis de niños como en el de adultos, dependen de que lo consigamos. Pero si consideramos las diferencias que existen entre la psicología del niño y la del adulto el hecho de que su inconsciente está en más estrecho contacto con lo consciente y que sus impulsos primitivos trabajan paralelamente a procesos mentales sumamente complicados y si podemos captar correctamente los modos de pensamiento y expresión característicos del niño, entonces desaparecerán los inconvenientes y desventajas y encontraremos que podemos esperar que el análisis del niño llegue a ser tan profundo y extensivo como el del adulto. Y en realidad aun más. Porque el niño puede recobrar y mostrarnos de un modo directo ciertas experiencias y fijaciones que el adulto puede a menudo sólo producir como reconstrucciones .
En mi comunicación leída en el Congreso de Salzburgo en 1924  dije que detrás de toda forma de actividad de juego yace un proceso de descarga de fantasías de masturbación, operando en la forma de un continuo impulso a jugar; y este proceso, que actúa como una compulsión de repetición, constituye el mecanismo fundamental del juego infantil y de todas las sublimaciones subsiguientes, y que las inhibiciones en el juego y en el trabajo surgen de una represión fuerte e indebida de aquellas fantasías y, con ellas, de toda la vida imaginativa del niño. Las experiencias sexuales del niño están enlazadas con sus fantasías masturbatorias y por medio del juego logran representación y abreacción. En estas repetidas experiencias, el primer plano y el fundamental en los análisis tempranos lo ocupa la representación de la escena primaria. Por regla general, es sólo después de haber realizado una buena parte del análisis y después que la escena primaria y las tendencias genitales del niño han sido, en cierto modo, puestas al descubierto que llegamos a las representaciones de sus experiencias y fantasías pregenitales.
Por ejemplo, Ruth, de 4 años y 3 meses, había sido, cuando lactante, insuficientemente alimentada porque su madre no tenía bastante leche. En sus juegos conmigo solía llamar a la canilla del agua «canilla de la leche». Cuando el agua se iba por los agujeros de la pileta ella decía que la leche iba a las «bocas», pero que les llegaba muy poca cantidad. Mostraba sus deseos orales insatisfechos en numerosos juegos e imaginaciones y en toda su actitud mental. Decía, por ejemplo, que era pobre, que sólo tenía un tapado, que no le daban bastante alimento, etc., todo lo cual era absolutamente falso.
En el caso de Erna, una paciente obsesiva de 6 años , las impresiones recibidas durante su aprendizaje de limpieza desempeñaron un importante papel en su neurosis y durante el análisis esto se vio con todo detalle. Por ejemplo, sentó a una muñequita sobre un ladrillo y la hizo defecar frente a una hilera de muñecas que la admiraban. Luego repitió el mismo tema, pero esta vez debiendo ser nosotras las que representábamos los papeles. Yo tenía que ser el bebé que se ensuciaba y ella la madre. Admiraba y mimaba al bebé por lo que había hecho. Luego se enojaba y bruscamente representaba el papel de una severa institutriz que maltrataba al niño. En esta escena me demostraba lo que ella había sentido en su primera infancia cuando comenzó el aprendizaje de «bebé» y creyó que había perdido el excesivo amor de que había gozado en sus primeros meses de vida.
En un análisis de niños difícilmente sobreestimaremos la importancia de las fantasías y acciones como producto de la compulsión de repetición. Por supuesto que el niño pequeño utiliza especialmente la acción, pero aun el de mayor edad recurre constantemente a este mecanismo primitivo. El placer que consigue de esta manera suministra el estímulo necesario para continuar el análisis. Pero este placer no debe ser otra cosa que un medio para llegar a un fin.
Cuando el análisis ha comenzado, y cierta dosis de ansiedad del pequeño paciente ha sido resuelta por medio de la interpretación, él experimenta, a veces, después de unas pocas sesiones, un gran alivio, que le ayudará a continuar con el trabajo. Hasta entonces le faltaba el incentivo para analizarse, mientras que ahora comprende el uso y valor de este procedimiento y adquiere una comprensión similar a la del adulto, que será un motivo suficientemente eficaz para analizarse, como lo es en el adulto la conciencia de enfermedad.
La capacidad que el niño tiene para comprender la situación certifica de su parte su sorprendente dosis de contacto con la realidad. Es éste un punto que merece más amplia discusión. A medida que prosigue el trabajo analítico, vemos que la relación del niño con la realidad, débil al principio, gana gradualmente en plenitud y en fuerza. Por ejemplo, el pequeño comenzará a distinguir entre su madre verdadera y la imaginaria o entre su hermano real y el de juguete. Insistirá en que él quiso hacer esto o lo otro únicamente al hermano de juguete, pero que quiere mucho a su hermano real. Sólo después de haber vencido poderosas y obstinadas resistencias, será capaz de ver que sus actos agresivos eran dirigidos al objeto real humano. Pero cuando llegue a comprender este punto, por pequeño que sea el niño, habrá dado un paso importante hacia su adaptación a la realidad.
En lo que se refiere a las relaciones del niño pequeño con la realidad, me referiré una vez más a Trude, mi pequeña paciente de 3 años y 9 meses. Después de una sola hora de análisis conmigo se fue con su madre al extranjero por seis meses. Pasado ese tiempo su análisis fue reanudado. Sólo en una ocasión dijo algo de las cosas que había visto y hecho durante ese viaje cuando, algún tiempo más tarde, me contó este sueño: «Ella y su madre estaban nuevamente en Italia en cierto restaurante que ella conocía, y la camarera no le daba jarabe de frambuesa porque no había más». La interpretación de este sueño mostró, entre otras cosas , que no había superado el desagrado que le causó la privación del pecho de su madre, así como su envidia de su hermana menor. Mientras me refería todos los acontecimientos diarios aparentemente sin importancia y repetidas veces aludía a pequeños detalles de su primera hora de análisis, que había ocurrido 6 meses antes, del único modo en que ella mostró el más pequeño interés por su viaje fue en esta alusión surgida de su situación analítica a la frustración que había sufrido en su infancia.
Los niños neuróticos no pueden tolerar bien la realidad debido a su incapacidad de aceptar frustraciones. Buscan protegerse de la realidad, negándola. Pero lo más importante y decisivo para su futura adaptabilidad a la realidad es la mayor o menor facilidad con que toleran estas frustraciones surgidas de la situación edípica.
Aun en los niños pequeños, un rechazo excesivo de la realidad (a menudo disfrazado bajo una aparente forma de docilidad y adaptabilidad) constituye un indicio de neurosis que difiere sólo en su forma de expresión de la fuga neurótica del adulto frente a la realidad. Por esta razón uno de los resultados de los análisis tempranos es capacitar al niño para adaptarse a la realidad. Si esto se logra, disminuirán las dificultades educativas, porque será capaz de tolerar las frustraciones impuestas por la realidad.
Creo haber mostrado que en el análisis de los niños el enfoque debe ser algo distinto del que corresponde al análisis de adultos. Tomando el camino mas corto posible, a través del yo, nos dirigimos en primera instancia al inconsciente del niño, y de aquí, gradualmente, nos ponemos también en contacto con su yo. El análisis ayuda mucho a fortificar el yo, hasta ahora débil, del niño y ayuda a su desarrollo, aliviando el peso excesivo de su superyó, que presiona sobre él mas severamente que sobre el yo del adulto .
Ya he hablado del rápido efecto de la interpretación en el niño, efecto que se manifiesta de diferentes modos: la expansión de sus juegos, el afianzamiento de la transferencia, la disminución de la ansiedad, etc. Sin embargo, durante algún tiempo no parece elaborar conscientemente tales interpretaciones. He encontrado que este trabajo se realiza mas tarde, en conexión con el desarrollo de su yo y el aumento de su adaptación a la realidad. El proceso de esclarecimiento sexual sigue el mismo curso. Durante mucho tiempo el análisis suministra sólo material relacionado con las teorías sexuales y fantasías de nacimiento. Sólo ofrece conocimientos gradualmente al remover las resistencias inconscientes que luchan contra él. Por eso el total esclarecimiento sexual, así como la total adaptación a la realidad, es uno de los resultados de un análisis terminado. Sin esto no puede decirse que un análisis ha terminado con éxito.
De la misma manera que el modo de expresión es diferente en el niño, también es diferente la situación analítica global. Y sin embargo, para ambos, niño y adulto, los principios fundamentales del análisis son los mismos. Interpretación acertada, constante resolución de las resistencias, permanente referencia de la transferencia a las situaciones primeras, ya sea ésta positiva o negativa, todo esto crea y mantiene una correcta situación analítica en el niño no menos que en el adulto. Una condición necesaria para llegar a estos resultados es el abstenerse de toda influencia educacional tanto como en los análisis de adultos. Se debe trabajar con su transferencia igual que en los análisis de adultos. Entonces se verá que los síntomas y dificultades del niño son llevados a la situación analítica del mismo modo. Sus síntomas anteriores o las dificultades o «travesuras» que les corresponden resurgirán nuevamente. Por ejemplo, comenzará nuevamente a mojarse en la cama; o, en ciertas situaciones que repiten alguna anterior, comenzará a hablar como un niño de 1 ó 2 años, aunque en ese momento tenga 3 ó 4.
Viendo que los niños toman y asimilan los nuevos conocimientos de una manera inconsciente en la mayor parte, no se les exigirá, por esta razón, que cambien inmediatamente su punto de vista en relación con sus padres. Este cambio, al principio, será mas bien un cambio de sentimientos. Según mi experiencia, el conocimiento dado de este modo gradual ha sido siempre un gran alivio para el niño y ha mejorado mucho las relaciones con sus padres, de modo que se hace mas adaptable socialmente y mas fácil de educar. Habiendo moderado las exigencias de su superyó por medio del análisis, su yo, ahora menos oprimido y por consiguiente más fuerte, es capaz de llevarlas a la práctica con mas facilidad.
Cuando el análisis continúa, los niños se hacen capaces de sustituir procesos de represión por un rechazo crítico.
Esto se ve con especial claridad en los estadíos posteriores del análisis, cuando se alejan tanto de los impulsos sádicos que anteriormente le dominaban y a cuya interpretación se opusieron con la mayor resistencia, que finalmente hasta pueden reírse o bromear sobre la idea de que quisieron comer a su mamita o cortarla en pedacitos . La disminución del sentimiento de culpa que acompaña estos cambios permite también que se sublimen los deseos sádicos que anteriormente fueron reprimidos por completo. Esto surge al desaparecer las inhibiciones de juego y de trabajo y en la aparición de un número de actividades e intereses nuevos.
En este capítulo he tomado como punto de partida mi técnica del análisis temprano porque es el sostén de los métodos analíticos que he adoptado para los niños de todas las edades. He encontrado necesario usar la misma técnica en los niños mayores, ya que las características mentales de los niños pequeños a menudo persisten con bastante vigor en los mayores.
Por otro lado, claro está, el yo del niño mayor está mas completamente desarrollado, de modo que la técnica tiene que sufrir ciertas modificaciones cuando sea aplicada a niños en período de latencia o en la pubertad. Este tema será tratado mas adelante con especial atención, de modo que no me detendré sobre él aquí. La técnica modificada se aproximará mas al análisis temprano o al análisis de adultos según la edad del niño y el carácter especial del caso.
En términos generales, me guío en la elección del método analítico, para todos los períodos de la infancia, por las siguientes consideraciones principales. Los niños y los jóvenes sufren una ansiedad mas aguda que el adulto y, por consiguiente, debemos ganar acceso a su ansiedad y a su sentimiento de culpa inconsciente y establecer la situación analítica tan rápidamente como sea posible. En los niños pequeños esta ansiedad generalmente encuentra escape en las crisis de ansiedad; en el período de latencia se manifiesta más a menudo bajo la forma de desconfianza y reserva, mientras que en la edad intensamente emotiva de la pubertad conduce a una aguda liberación de ansiedad que se expresa de acuerdo con el yo mas desarrollado del niño, bajo forma de una frecuente resistencia obstinada y violenta que puede provocar fácilmente la interrupción del análisis. Mi experiencia me ha enseñado que el modo de resolver algo esta ansiedad rápidamente en los niños de todas las edades, es el tratar inmediata y sistemáticamente la transferencia negativa. Con el objeto de ganar acceso a las fantasías y al inconsciente del niño, debemos dirigir nuestra atención a aquellos métodos de representación simbólica indirecta que se emplean en cada edad. Una vez que la imaginación del niño se ha hecho mas libre como consecuencia de su ansiedad disminuida, no sólo hemos ganado acceso a su inconsciente, sino que también hemos puesto en movimiento, en mayor grado, los medios de que dispone para la representación de sus fantasías . Y esto es válido aun en aquellos casos en los que tenemos que comenzar con un material en el que parece haber una carencia total de imaginación.
En conclusión, desearía resumir brevemente lo que he dicho en este capítulo. La naturaleza más primitiva de la mente del niño hizo necesario encontrar una técnica analítica más adaptada a él, y la hemos encontrado en la técnica de juego. Mediante el análisis del juego tenemos acceso a las fijaciones y experiencias más profundamente reprimidas del niño, y estamos así en condiciones de ejercer una influencia radical sobre su desarrollo. La diferencia entre nuestros métodos de análisis y del análisis del adulto es puramente de técnica y no de principios. El análisis de juego permite el análisis de la situación de transferencia y de resistencia, la supresión de la amnesia infantil y de los efectos de la represión así como el descubrimiento de la escena primaria. Por lo tanto, no sólo nos ajustamos a las mismas normas del método analítico para adultos, sino que llegamos también a los mismos resultados. La única diferencia reside en que adaptamos sus procedimientos a la mente del niño.