TEORÍA DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA

El método psicoanalítico
La labor de la psicología dinámica consiste en reconstruir, partiendo de ciertas
manifestaciones dadas, la constelación de fuerzas que dio origen a esas manifestaciones. El
psicoanálisis es un sistema de investigación del funcionamiento humano, que a la vez es
también una técnica terapéutica cuyas principales indicaciones son las neurosis crónicas y
las alteraciones caracterológicas que interfieren con el funcionamiento adaptativo del
individuo en la sociedad.
Contrato analítico
El contrato psicoterapéutico es el conjunto de normas que reglan la relación bipersonal
entre terapeuta – paciente, que determina que ambos compartan un objetivo en común.
Implica la idea que el terapeuta es el instrumento de intervención para el paciente, la
consideración del tiempo del tratamiento, la decisión de incluir a otras personas y el
esclarecimiento de la función del terapeuta como parte a cargo del proceso.
La regla básica es la asociación libre, reduciendo al máximo los estímulos externos
(setting) para eliminar los obstáculos que impiden la descarga. Se pide al sujeto que, sin
hacer selección alguna, diga todo aquello que pasa por su mente. Se funciona bajo el
supuesto que sus impulsos hacia la palabra o la acción están determinados por:
a. estímulos externos de toda índole, a los que reacciona.
b. su estado físico, que da origen a estímulos internos y determina la ansiedad y la
modalidad de las impresiones producidas por los estímulos externos.
c. ciertos fines conceptuales, el pensamiento de lo que desea hacer o decir, que le
hacen eliminar todo aquello que no atañe al tema.
d. los derivados de todos los impulsos rechazados que pugnan por encontrar una
descarga.
El objetivo principal de la regla básica es la eliminación del tercero de los factores
perturbadores. En esto, el paciente no debe ser activo en lo absoluto; su única labor consiste
en no impedir la expresión de los impulsos que surgen en su interior.
La contrapartida de la asociación libre es la atención flotante, por la que el terapeuta
escucha lo que se le plantea sin un esfuerzo activo por encontrarle sentido inmediatamente.
Existen también en el contrato algunas colaterales:
1. el tratamiento tiene una frecuencia regular y prefijada y un horario estricto;
2. el costo del tratamiento se determina de antemano;
3. todo tratamiento es tentativo y el paciente tiene el derecho a terminarlo cuando lo
considera adecuado;
4. el psicoanalista sólo actúa como tal y no como psiquiatra o médico, y
5. el tratamiento se hace con el paciente tendido en un diván o con el terapeuta fuera
de su visión.
Regresión
Mediante este fenómeno, los derivados de los impulsos prohibidos y de memorias
reprimidas encuentran una expresión en las emociones y pensamientos del presente. El
paciente es progresivamente capaz de regresar en niveles más profundos de su inconciente;
se hace más infantil y se abre a la posibilidad de renacer, habiendo superado conflictos o
situaciones que no pudo hacer siendo niño.
El fenómeno de la regresión y el proceso analítico son en sí molestos y dolorosos. El
apoyar en forma rápida o el interpretar prematuramente impiden el desarrollo del fenómeno
regresivo, al gratificar muy rápidamente la necesidad del paciente de ayuda, comprensión o
resolución inmediata de sus problemas.
El paciente oscila desde una expectativa de ser ayudado mágicamente por el analista, a otra
de ser cuidado o querido por éste, a otra de enojo y rechazo por no recibir el tipo de ayuda
directa esperada. Para poder ser analizado, es necesario que el paciente tenga un grado de
desarrollo parcial del yo. Éste le posibilita esta «regresión al servicio del yo» que a la larga
le permite superar su neurosis.
Interpretación
Se llama interpretación al método de deducir lo que el paciente realmente tiene en su ánimo
y comunicárselo. El terapeuta debe tratar de reducir el significado de las palabras del sujeto
o ayudarlo para que éstas salgan a la conciencia (siempre sobre el interés del sujeto en ese
momento). El paciente tiene que estar preparado, con el material más cercano a la
conciencia. Freud interpretaba constantemente, hacía interpretaciones detalladas y a veces
muy extensas, transformando la sesión en un franco diálogo, al contrario de la técnica
clásica del psicoanálisis que determina mucho silencio y poca interpretación (en todo caso,
el silencio del analista es un actuar). La interpretación ayuda al analizado a elaborar sus
conflictos inconcientes.
Cuanto más confiesa el analizado, tanto más el analista se convierte en el superyó moral, el
que constituye, en un aspecto, la parte buena del analizado y determina una disociación más
marcada entre su parte buena y mala, identificándose más con la mala. Debido a este
proceso, es que la asociación libre no se recomienda como proceso de curación.
La interpretación está contraindicada para los casos en que no se dispone del tiempo
suficiente o en los que el terapeuta la utiliza como defensa o defensa maníaca. Sin embargo,
cuando se da en el sentido esperado, intensifica la transferencia positiva sublimada y hace
conciente lo inconciente.
El analista debe hacer sus comunicaciones sólo cuando el analizado está en transferencia
positiva, o bien, si no se ha dado el caso, debe analizar las «resistencias de la
transferencia»para poder restablecer la transferencia positiva. La interpretación debe ser
dada cuando el analista sabe lo que el analizado no sabe, necesita saber y es capaz de saber.
La interpretación debe partir de lo que el analizado expresa, llegando después a lo más
lejano a la conciencia. En el aspecto estructural, la interpretación completa debe referirse al
ello, el yo y el superyó, partiendo del yo y de sus mecanismos de defensa.
Una interpretación psicoanalítica, según Menninger, tiene una estructura triangular que toca
tanto a los conflictos que tiene el paciente en su situación vital externa ( allí y afuera ), su
origen en el pasado ( allá y entonces), pero centrada en el presente transferencial ( acá y
ahora ).
Artificios de la deformación: puede que falte continuidad en las asociaciones del paciente,
que los afectos coartados se expresen en otro sentido o que se deforme el contenido por la
sustitución de una idea por otra asociativamente ligada a ella.
El terapeuta debe buscar el factor común entre las expresiones del paciente y la relación
entre la conducta verbal – no verbal. Hay que empatizar con el paciente y por esto, mientras
más conoce el analista la historia de su paciente, tanto más lo puede comprender
Resistencia
El equilibrio psicológico de toda persona se basa en el equilibrio de sus fuerzas internas; al
variar este equilibrio surge la angustia, y toda persona tiende a oponerse a cualquier intento
de provocar angustia, en forma automática.
De forma natural, siempre hay un temor ante lo nuevo y lo desconocido, de modo que a la
corta o a la larga, el paciente se coloca a la defensiva y comienza a sabotear el avance
terapéutico.
Freud distinguió cinco formas de resistencia:
1. Resistencia represiva, la tendencia normativa y automática del yo a bloquear las
emociones displacenteras.
2. Resistencia transferencial, ligada a la frustración que el paciente experimenta
cuando el analista no reacciona como lo espera o como lo hicieron las figuras del
pasado.
3. Resistencia por ganancia epinósica o secundaria, aquella por la cual el paciente
se resiste a ceder las ventajas relativas que le ha procurado tal enfermedad a lo largo
del tiempo.
4. Resistencia por compulsión a la repetición, que surge del ello y se liga a la
tendencia a volver a actuar, pensar o sentir como lo hizo en el pasado.
5. Resistencia por culpa, relacionada al superyó, por la que el paciente puede sentir
inconcientemente que la enfermedad es un castigo justo por su neurosis y que no
debe mejorar.
Clínicamente estas resistencias se evidencian en: Verborrea o silencio, olvido de hechos o
interpretaciones, focalización en un tiempo, racionalidad excesiva y/o crítica a la teoría o el
analista, o aceptación de la teoría como abstracta.
Una resistencia aguda dirigida contra la discusión de un tópico particular es mucho más
fácil de manejar que las «resistencias caracterológicas». Estas últimas consisten en actitudes
en que el paciente ha ido creando previamente con el fin de mantener sus represiones y que
ahora manifiesta con el analista.
Transferencia
La comprensión de los contenidos del inconciente del sujeto partiendo de las ocurrencias de
éste es relativamente la parte más sencilla de la labor del analista; el manejo de la
transferencia constituye la parte más difícil. La transferencia es un fenómeno inconciente y,
como tal, emocional.
La transferencia es un fenómeno universal que consiste en el desplazamiento de emociones
y conductas que originalmente se experimentan en relación a personas significativas de la
infancia y/o hacia personas de la vida presente del sujeto. El paciente exterioriza sus afectos
hacia el terapeuta y también tiene sentimientos específicos frente a él (amor por la ayuda y
odio por las expresiones desagradables). El paciente interpreta erróneamente el presente en
términos del pasado y luego, en lugar de recordar el pasado, y sin reconocer la naturaleza
de sus actos, tiende a vivirlo nuevamente y a hacerlo esta vez en forma más satisfactoria
que en la infancia («transfiere al presente actitudes del pasado»).
La transferencia es lo resistido y la resistencia:
• Resistencia: vive su conflictiva infantil con el terapeuta. Sirven para falsear el
sentido de las situaciones originales, con lo que la descarga obtenida es
necesariamente insuficiente.
• Resistido: permite observar la conflictiva infantil, siempre y cuando el terapeuta
no enganche con ésta.
Favorece la transferencia el que se dé un ambiente constante, el que el terapeuta no
reaccione frente a las emociones del paciente y no lo provoque. De este modo, son
transferidos sobre el analista aquellos objetos internos con los que el analizado ha
vinculado o identificado aquella acción rechazante o rechazada; cuanto más se convierte el
analista en objeto rechazante, tanto mayor será la necesidad del analizado de ser aceptado y
amado por él (no es la necesidad de amor sino la capacidad de amar que se intensifica y se
vuelca hacia el analista).
Son las transferencias negativa y sexual las que Freud denominó como «resistencias de la
transferencia» y para las cuales estableció una regla de timing para interpretarlas por la que
mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente sean dadas sin interrupción, debe
dejarse sin tocar el tema de la transferencia; es decir, hasta que la transferencia se haya
transformado en resistencia.
Cuando los fenómenos transferenciales aparecen en forma explícita y evidente, se habla de
«neurosis de transferencia», entendida como la reedición de la neurosis infantil original, en
la cual el analista aparece como el foco de los conflictos infantiles entre impulsos y
defensas.
La transferencia debe diferenciarse del concepto de alianza terapéutica, que es la parte
conciente de la relación entre paciente y analista, que incluye una división voluntaria del yo
del paciente, en que una parte coopera con el analista en la observación del resto del yo que
está vivenciando el conflicto en un plano más emocional.
Para saber la validez de la interpretación transferencial se tiene que ver la reacción posterior
del paciente. Una interpretación válida determina un cambio dinámico, que se manifiesta en
las asociaciones subsiguientes del paciente y en la totalidad de su conducta.
Contratransferencia
En cuanto aceptamos que la relación del analizado con el analista es, desde el punto de
vista técnico, lo esencial, tenemos que adjudicar significado central también a la
contratransferencia, por varios motivos, pero ante todo porque es a través de ella que
sentimos y podemos comprender lo que el analizado siente y hace en relación con el
analista y lo que siente y hace frente a sus instintos y sentimientos hacia el analista.
La contratransferencia es la contrapartida, en el analista, de la transferencia, refiriéndose a
las actitudes y sentimientos que se experimentan hacia el paciente. Para manejar
satisfactoriamente la contratransferencia es esencial haber tenido una íntegra formación
como terapeuta, que implica una amplia formación teórica, entrenamiento en habilidades de
investigación, relacionales y de intervención, la aplicación de supervisión, además de
autoconocimiento y el trabajo personal del terapeuta, unidos a sus experiencias de vida.
Sólo en la medida en que el analista esté «libre de represiones» podrá suplir lo que el
analizado había reprimido o bloqueado. Los dos aspectos de la contratransferencia son, la
respuesta contratransferencial a la transferencia manifiesta y actual y, por el otro lado, la
respuesta contratransferencial a la transferencia latente y potencial, pero reprimida o
bloqueada.
El papel básico que desempeña la transferencia positiva en el proceso psicoanalítico
consiste en que suministra la energía necesaria para la colaboración del analizado y,
análogamente, la contratransferencia positiva desempeña un papel básico, suministrando la
energía necesaria para ver el inconciente del analizado, superando el analista sus
contrarresistencias. Así como la transferencia negativa y sexual perturba la colaboración del
analizado, así también la contratransferencia negativa o sexual perturba la comprensión del
analista y necesita ser analizada y disuelta .
Análogamente a la neurosis de transferencia existe también la neurosis de
contratransferencia, debido a la identificación con los objetos transferidos del analizado,
implicando la vivencia de las angustias y defensas patológicas de esos objetos.
Normalmente el analista no queda fijado a esta identificación, sino que la utiliza para
comprender e interpretar los procesos del mundo interno del analizado.

CLAVES PARA LAS REACCIONES CONTRATRANSFERENCIALES
1. Incapacidad de comprender material que toca en problemas personales del analista.
2. Descuido en la mantención del encuadre.
3. Reacciones emocionales intensas.
4. Maniobras de apoyo narcisista.
5. Fomentar la dependencia del paciente a través del apoyo excesivo.
6. Compulsión a hablar acerca del paciente.
7. Interpretaciones innecesariamente sarcásticas.
8. Sentir que los comentarios positivos o negativos del paciente acerca del analista le son
personalmente importantes.
9. Discutir con el paciente.
10. Ayudar al paciente en forma extra – analítica.
11. Impulsos frecuentes a pedirle favores al paciente.
12. Soñar con el paciente.
13. Interés o desinterés excesivo por el paciente.