TGD y ADD o ADHD: La psicosis infantil según Winnicott y Tustin

La psicosis infantil según Winnicott y Tustin
En su libro Acerca de los niños, Winnicott dice respecto de la esquizofrenia
infantil: “La expresión ‘esquizofrenia infantil’ está evolucionando poco
a poco hasta adquirir utilidad propia. Los estados clínicos que ella abarca
no son nuevos ni su número va en aumento, pero su reconocimiento está
difundiéndose entre una cantidad cada vez más amplia de profesionales en
el campo de la salud del niño. El término ‘autismo’ (Kanner) tenía valor y tal
vez algunas desventajas. Su valor residía en que transmitía la idea de una
enfermedad bien defi nida, lo cual lo volvía recomendable para los pediatras
habituados a pensar en términos de enfermedades físicas. Pero en psiquiatría
esa noción de una enfermedad bien defi nida es siempre errada, pues cualquier
afección psiquiátrica se confunde con anomalías que corresponden a
un desarrollo normal. De hecho, los detalles propios de la enfermedad de la
esquizofrenia infantil están muy diseminados y es dable encontrarlos en la
descripción de cualquier niño normal.
En otras palabras, a un observador le interesa primordialmente el desarrollo
emocional del individuo y en segundo lugar las desviaciones que presenta
respecto de la normalidad. En tercer lugar, le interesan determinados factores
cuantitativos que exigen un diagnóstico de la enfermedad; y, por último, la
anormalidad física que en ciertos casos está en la base del trastorno del desarrollo
emocional. Estas anormalidades físicas pueden presentarse sin originar
una esquizofrenia infantil y a la vez la esquizofrenia infantil puede surgir (y
comúnmente así ocurre) como un trastorno puramente psicológico en niños
de los que cabe presumir que son físicamente normales y sanos” (Winnicott,
D., 1938, 1963, 1966, pág. 235-236).
Winnicott en sus desarrollos acerca de la psicosis infantil, suministró algunas
ideas en relación con su concepción de los cuidados maternos.
Para él, la psicosis infantil puede considerarse una enfermedad que tiene que
ver con las experiencias del niño en las fases más tempranas.
“Todas las otras enfermedades mentales (es decir, las que no son psiconeurosis)
corresponden a la construcción de la personalidad en la niñez y la infancia
más temprana, junto con una provisión ambiental que falla o no tiene
éxito en su función de facilitar los procesos madurativos del niño” (Winnicott,
D., 1963, pág. 288).
A su vez, sostiene que en la psicosis entran en juego y se organizan defensas
muy primitivas a causa de anormalidades del ambiente.
Para Winnicott la falla del ambiente facilitador genera defectos en el desarrollo
de la personalidad y en el establecimiento del self individual y ese resultado
se denomina esquizofrenia. El colapso esquizofrénico es lo inverso de los
procesos madurativos…
De allí que propone que un estudio de la psicosis se deba interesar en clasifi
car el ambiente y los tipos de anormalidad ambiental. También el punto del
desarrollo del individuo en el que gravitaron esas anormalidades.
“[…] La mala salud mental de naturaleza psicótica tiene su origen en los retrasos
y las deformaciones, las regresiones y confusiones de las primeras fases
del crecimiento de la organización medio-individuo. La mala salud mental
surge imperceptiblemente de las difi cultades ordinarias inherentes a la naturaleza
humana y que dan relieve a la tarea del cuidado infantil, esté a cargo de
los padres, de una niñera o del maestro” (Winnicott, D., 1952, pág. 306).
Cuando Winnicott habla de ambiente facilitador no podemos olvidar su concepción
de que al principio no hay bebé solo sino el bebé y su madre (cuidados
maternos) como unidad. Concibe una “madre sufi cientemente buena”
cuyas funciones son el sostén, el mantenimiento y la presentación de objetos.
Funciones que de cumplirse saludablemente ayudan al armado del psiquismo del niño sano.
También hay que tener en cuenta su teoría sobre los procesos de ilusión-desilusión
que le permitan al niño acceder, descubrir poco a poco el exterior.
Otros conceptos claves son: la importancia del rostro materno como espejo
y el concepto de gesto espontáneo.
Para Winnicott si hay fallas en la función materna, la adaptación madre-niño
es defectuosa, hay invasión del medio y riesgo de una distorsión de la estructura
individuo-medio. Entonces entra en juego una organización defensiva
con tendencia al clivaje, para rechazar la invasión del medio.
“El niño lleva consigo el recuerdo (perdido) de una angustia impensable y su
enfermedad es una estructura mental compleja que lo resguarda contra la recurrencia
de las condiciones de la angustia impensable” (Winnicott, D., 1967, pág. 262).
En cuanto a la atención voluntaria o secundaria, Winnicott refi ere que la posibilidad
de un niño de investir el mundo se debe a que no haya fallas en el sostén
de la mamá. En este sentido escribe:
“Durante la fase de sostén se inician otros procesos, el más importante es el
alborear de la inteligencia y el comienzo de la mente como algo distinto de la
psique. Allí se inicia la historia de los procesos secundarios y del funcionamiento
simbólico así como la organización de un contenido psíquico personal, que
da base al soñar y a las relaciones de vida” (Winnicott, D., 1960, pág. 57-58).
[…] “Puede decirse que la protección del yo sufi cientemente buena proporcionada
por la madre (respecto de las angustias inconcebibles) le permite a la
nueva persona humana erigir una personalidad sobre la base de la pauta de una
continuidad del “seguir siendo”. Si el reaccionar que quiebra el “seguir siendo”
se reitera persistentemente, inicia una pauta de fragmentación del ser… De
modo que en la etiología de la inquietud, la hiperquinesia, la falta de atención
(más tarde denominada incapacidad para concentrarse) podría haber un factor
muy temprano…
Es necesario recordar que existe una etapa anterior al repudio del no-yo por el
individuo. En esa muy temprana etapa no hay factores externos, la madre forma
parte del niño y la pauta de este incluye la experiencia que tiene de la madre,
tal como ella es en su realidad personal” (Winnicott, D., 1962, pág. 79).
En sesión, una mamá comenta en relación con su hijo de siete años: “A Juan no
le gusta leer ni escribir. En preescolar también le empezaron a notar que no hacía
caso. En primer grado a mi hijo le empezaron a agarrar ataques de nervios,
grita, patalea y le pega a los demás. En mi casa yo vivo gritando y mi marido se
suma. Hace años que tengo mi mamá enferma y cuando cae internada yo me
ausento de mi casa por semanas. Mi marido trabaja todo el día y no puede estar
en casa. El embarazo de Juan fue el que peor pasé, muy mal. Los hermanos
mayores eran chicos y yo me la pasaba gritando con él en brazos”.
Frances Tustin, psicoanalista inglesa, también plantea para las psicosis infantiles
la existencia de fracasos en un estadio muy arcaico del desarrollo del niño.
Admite que en el desarrollo del autismo intervienen factores constitucionales
(défi cit sensoriales) como también una carencia en la continuidad de la relación madre-niño.
Para esta autora es importante que la madre esté en condiciones de asumir
la situación de sostén y mantenimiento. Si esta situación se deteriora, el niño
queda solo con sus angustias insoportables y utiliza su cuerpo como si fuera
el de su madre y viceversa. Se protege mediante una ilusión de continuidad,
pero no se diferencia de su madre o se diferencia mal.
Tustin, cuando habla de cuidados maternos y de crianza no satisfactoria, se
refiere a: ausencia total o parcial de crianza esencial, de estímulos sensoriales
debido a defi ciencias graves de las fi guras nutricias; a defi ciencias graves
del bebé, por ejemplo bebés con lesión cerebral; a una madre depresiva o
insegura con actitudes contradictorias respecto del bebé, es decir, exceso de
complacencia o falta de adaptación, rigidez, carácter obsesivo; a una madre
no apoyada por el padre; a una madre cuya confi anza está socavada por sus
propias experiencias infantiles; a padres narcisistas muy preocupados por
una actividad creadora personal que no favorecen las experiencias transicionales.
Una de las hipótesis de su obra es la que concierne a un tipo primitivo de
depresión, la depresión psicótica, que impide un desarrollo afectivo e intelectual
normal. El autismo patológico sería una defensa contra la depresión
psicótica que busca vencerla. Cuando se refi ere a depresión psicótica, introduce
la idea de “agujero negro”. Este agujero es lo que queda cuando la
ilusión de continuidad entre la madre y el niño queda rota, desmentida. El
autismo es un intento de protección contra ese agujero negro.
A partir de su experiencia clínica, Tustin observa variaciones en los niños
que presentan psicosis infantiles. Distingue distintos tipos de autismo, pero
en su obra deja bien claro que ese intento de clasifi cación no implica una
estandarización. Expresa que un niño con psicosis infantil puede no presentar
únicamente los criterios que ella plantea para alguno de los tipos de
autismo. Es más, aclara que un niño puede evolucionar hacia otras de las
formas en que se manifi esta el autismo y otras psicosis infantiles.
La autora distingue varios tipos de autismo:
• Autismo primario anormal, que reserva para los casos en que se presentan
defi ciencias físicas
• Autismo secundario de caparazón
• Autismo secundario regresivo
Diferencia dos síndromes claros: el autismo infantil precoz, que se remite al
autismo secundario de caparazón, y la esquizofrenia, que remite al autismo
secundario regresivo.
En su texto Estados Autísticos en los niños dice: “He llegado a ver el autismo
como un trastorno severo del desarrollo, que aparece como una defensa
contra la confusión de la psicosis, más que como una psicosis en sí misma:
el término autismo se reserva para estados encapsulados” (Tustin, 1981, pág. 17).
Tustin denomina a estos niños encapsulados como “niño del tipo con caparazón”.
En el mismo texto la autora sugerirá que hay dos tipos principales de reacción
autista patológica por medio de la cual el niño psicótico evita la realidad no/
sí mismo, estas son: reacciones de encapsulamiento que bloquean el mundo
externo, “no/sí mismo” y reacciones de confusión que hacen borroso, pero
que no bloquean por completo, el mundo exterior “no/sí mismo”.
En cuanto a las reacciones de encapsulamiento, plantea la existencia de
dos tipos de encapsulamiento: uno global (niños con caparazón) y otros por
segmentos (niños segmentados).
En cuanto a las características de los niños con caparazón, dice que el niño
parece estar metido en una caparazón en la cual yace inactivo, en un estado
global de no integración y de indiferenciación esperando condiciones propicias
para su desarrollo.
La mayor parte del tiempo se comportan como si estuvieran fusionados con
el mundo exterior y los objetos exteriores se experimentan como una prolongación
de sus sensaciones y movimientos corporales.
En cuanto a las reacciones de encapsulamiento de tipo segmentado, lo que
ocurre es que se encapsulan segmentos de objetos no/sí mismo. Disminuye
la conciencia de experiencias no-yo dolorosas aunque no las aparta por
completo como en los casos de los niños de caparazón. Los niños segmentados
con frecuencia son ecolálicos y utilizan la inversión pronominal, a
diferencia de los de caparazón que pueden ser mudos.
En los niños confusionales, fragmentos del sí-mismo se experimentan como
dispersos y desparramados de modo que el sí-mismo y el no-sí mismo están
confundidos. En lugar de detenerse, el desarrollo psíquico está altamente
desorganizado, por la utilización excesiva de la identifi cación proyectiva,
dando lugar a producciones bizarras del niño.
Si la madre se encuentra deprimida, retraída del mundo, como señala Tustin,
difícilmente pueda investir el mundo. Por ende, no proveerá al niño de los
estímulos necesarios que le permitan a él dirigirse al mundo en forma focalizada
y sostenida. Si la madre no puede atender las demandas de afecto de su
hijo y significarlas, difícilmente este pueda investir algo exterior a él mismo, significar el mundo.
Un niño de cinco años entra a sesión dirigiendo todo el tiempo la mirada
a su mano con la que habla en tono centroamericano repitiendo diálogos
copiados de los dibujitos animados. Solo levanta la vista para pedir algo
refi riéndose a él en tercera persona: “El nene quiere abrir la ventana”. Su
papá comenta que antes de separarse vivían peleando, que las discusiones
eran tan grandes que olvidaban de darle de comer al nene o si lo estaban
bañando lo dejaban allí olvidado hasta que el agua se enfriaba. La mamá
comenta que desde que se separó solo quiere estar en la cama, que está
cansada y que le cuesta mucho estar con su hijo. Cuenta que, mientras ella
está recostada, el niño pasa horas frente al televisor.
Si la madre presenta serias defi ciencias en su personalidad, como plantea
la autora, también será difícil que el niño pueda investir el mundo. Carlos
tiene nueve años, no habla, solo balbucea y emite gemidos aislados. No
dirige la mirada a los otros y pica papelitos y hojas todo el tiempo mientras
se mece. A su mamá, a quien diagnosticaron con esquizofrenia, la declaran
insana y le dan la tenencia a su abuela paterna quien nunca se hace cargo
del niño. Por ende, Carlos siempre estuvo bajo el cuidado de la madre. En
una entrevista, su mamá comenta: “Yo quería tener mi hijo porque es como
jugar a las muñecas. Pero, cuando nacen, lloran y no te lo ‘bancás’. El era
muy tranquilo, pero cuando se ponía a llorar y yo me cansaba de darle la
teta me iba a pasear desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde y
lo dejaba en su cuna. Los vecinos me contaban que la primera hora lloraba
pero que después no se lo sentía más. Era tranquilo, ni se movía”.

TGD: Trastorno Generalizado del Desarrollo

ADD/ADHD: Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad

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