TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN. RECHAZO ESCOLAR Y FOBIA ESCOLAR: La ansiedad por separación

TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN.
RECHAZO ESCOLAR Y FOBIA ESCOLAR
Arturo Bados López
29 de septiembre de 2005

LA ANSIEDAD POR SEPARACIÓN
La ansiedad por separación es un miedo frecuente en los niños entre los 1 y 6 años. Este término se refiere a las protestas del niño ante la marcha de los padres o de las personas que asumen este papel, al malestar ocasionado por su ausencia y a la ansiedad experimentada por la anticipación de su marcha. Este miedo se da también en otras especies y tiene un valor adaptativo, ya que disminuye la probabilidad de posibles daños (Bragado, 1994).
La frecuencia de la ansiedad por separación es del 50-75% hacia los 2 años y del 20-40% a los 3 años. Se ha sugerido que la ansiedad por separación aparece antes y desaparece más tarde en aquellas culturas en que el niño permanece en estrecho contacto físico con la madre durante largos periodos y es atendido exclusivamente por ella (Bragado, 1994).
No hay que confundir la ansiedad por separación con el miedo a los extraños. Un niño puede temer a estos últimos incluso estando cerca de su madre o en sus brazos, mientras que la ansiedad por separación se da aunque no haya extraños. Naturalmente, los dos miedos pueden acumularse (Marks, 1987/1991).
En cuanto al impacto de experiencias de separación forzadas en el comportamiento infantil, Bowlby ha distinguido tres fases en las respuestas que los niños de 4-6 años suelen mostrar en situaciones de separación prolongada (hospitalización): a) Protesta: el niño llora, grita y busca activamente a su madre. b) Desesperanza: el niño se muestra triste y retraído, parece haber perdido la esperanza de ver a su madre. c) Desinterés o desapego: el niño se muestra desinteresado de sus padres y parece haberlos olvidado. Los efectos negativos desaparecen con el tiempo, excepto en casos de estrés extremo u hospitalizaciones repetidas (Bragado, 1994). Es posible que a este patrón de respuesta contribuyan factores inherentes a la hospitalización tales como estar en un lugar extraño, ser atendido por personas desconocidas y estar sometido a la realización de pruebas médicas. El malestar decrece cuando los niños son visitados por sus padres a diario o cuando se les asigna una persona concreta para cuidarles de forma regular (Bragado, 1994).
La ansiedad por separación también se ha observado en la escolarización por vez primera. Los niños evitan al maestro, lloran y se agarran a sus madres. A los 10-15 minutos después de que estas se hayan ido la mayoría de los niños se introducen en las actividades de juego. Los niños menores de 2 años tienden a mostrar más ansiedad. Otros factores que influyen son la experiencia previa con grupos de su edad, la presencia de hermanos, la familiaridad con la situación, la calidad de la relación madre-niño y el comportamiento de la madre durante la separación (Bragado, 1994).
La pérdida temprana de uno de los padres hace que el niño presente retraimiento, problemas de sueño y dificultades escolares, pero no síntomas específicos de ansiedad por separación. Se ha dicho que los niños más pequeños son menos vulnerables a la pérdida de uno de los padres, probablemente porque no comprenden la irreversibilidad de la muerte (Bragado, 1994).
El impacto en el niño de la separación o divorcio entre los padres es difícil de separar de otras fuentes de estrés asociadas: comer en el colegio debido a que la madre tiene que trabajar, disminución del tiempo de interacción con los padres y ajuste a un régimen de visitas determinado, etc. Sin embargo, si los padres intentan minimizar los cambios bruscos y mantienen una relación positiva con sus hijos, las reacciones de estos al comienzo de la nueva situación (tristeza, pérdida, culpa, cólera) tienden a disminuir (Bragado, 1994). De todos modos, de todas las situaciones que implican la separación del niño respecto a sus padres, la separación entre los padres es la que parece producir efectos más negativos en el ajuste psicológico posterior, especialmente si las relaciones entre padres o entre padres e hijos, después de separarse, son frías y hostiles. También es posible el fenómeno inverso, que el comportamiento del niño mejore al crearse una situación familiar más positiva tras la marcha de uno de los progenitores (Bragado, 1994).
En resumen, en situaciones de separación forzada, el niño reaccionará más intensamente si es pequeño, si ha desarrollado una relación insegura con sus padres o cuidadores, si es expuesto a situaciones de separación impredecibles e incontrolables y si la situación comporta cambios bruscos en el funcionamiento cotidiano (Bragado, 1994). Al reunirse de nuevo con sus cuidadores tras una separación forzada, los niños con ansiedad por separación se muestran frecuentemente enfadados con aquellos y los evitan e incluso los atacan. Esto es especialmente probable tras separaciones largas y en niños cuyos padres han sido previamente de carácter airado, inexpresivos o han mostrado rechazo. En los niños, el enfado viene primero y la evitación (p.ej., mirada ausente, retirada de la mirada) después, aunque suele alternar con conducta de aproximación (Marks, 1987/1991).

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