Teoría de la mente (ToM): trabajos de Premack y Woodruf e investigaciones de Baron-Cohen y Leslie

El origen del concepto de ToM se encuentra en los trabajos pioneros de Premack y Woodruf a finales de los años ochenta, cuando intentaron demostrar que los chimpancés podían comprender la mente humana. En el experimento de estos investigadores con un chimpancé de su laboratorio, o sea, en contacto habitual con humanos, le pasaron a éste un vídeo en el que se veía a alguno de sus cuidadores, encerrado en una jaula, intentando coger un plátano que, en un caso, estaba colgando por encima del techo de la jaula y, en otro, estaba en el suelo pero siempre fuera del alcance de la persona enjaulada. La persona disponía de instrumentos para conseguir su objetivo: una banqueta para alzarse, un palo manipulable a través de los barrotes, etc. En el instante en que el humano iniciaba la acción instrumental directa que podía llevarle a su objetivo, los experimentadores fijaban la imagen y mostraban al chimpancé dos fotografías, una de ellas con la solución correcta (que, en el caso de los plátanos fuera de la jaula, mostraba la imagen del ser humano asiendo un palo largo y sacándolo entre las rejas para acceder a
la fruta). La chimpancé Sarah acertó 21 veces sobre 24. Después de varias sesiones experimentales y contraexperimentales, Premack y Woodruf someten a discusión diversas interpretaciones de la conducta del chimpancé para finalmente aceptar que, de alguna manera, éste es capaz de atribuir al actor humano estados mentales como la intención y el conocimiento.
En concreto, argumentan que el chimpancé ‘supone’ que el actor humano ‘desea’ conseguir el plátano y ‘sabe’ cómo hacerlo. El chimpancé, concluyen, posee una ‘ToM’. Desde la etología se ha estudiado cómo los animales son capaces de concertar sus acciones en beneficio de la comunidad social o utilizar estrategias para engañar al enemigo. Cooperar y también competir con los congéneres requiere, en cierto modo, explorar, anticipar y manipular el comportamiento ajeno. Ello implica una habilidad cognitiva –rudimentaria en el caso de los antropoides– de acceso o reconocimiento del estado mental del otro.
Sólo los humanos y unas pocas especies de los grandes simios son capaces de llevar a cabo este tipo de metarrepresentaciones en las que parecen incluirse aspectos diferenciados como los estados emocionales o los procesos cognitivos.
Como casi siempre que nos acercamos a una realidad compleja, deberíamos establecer diferentes aspectos de la ToM para poder definir adecuadamente el concepto y adecuar las medidas de evaluación a la complejidad de un término que engloba múltiples procesos.
Baron-Cohen y Leslie han centrado sus investigaciones en el autismo, una grave enfermedad que afecta fundamentalmente a niños varones. Según estos autores, estos niños tienen graves problemas para teorizar acerca de la mente de los demás. La forma más pura y menos grave del autismo se denomina ‘síndrome de Asperger’. Es frecuente que a estos niños se les dé mejor la física que a los niños normales; se muestran encantados con los interruptores de la luz o con cualquier máquina, como si fueran ingenieros escudriñando su funcionamiento. Para estudiar las mentes de estos niños, los psicólogos diseñarondos pruebas denominadas ‘la de la falsa creencia’ y ‘la de la falsa fotografía’. En la primera, el niño ve al investigador pasar un objeto de un cajón a otro mientras otra tercera persona no está mirando. Cuando al niño se le pregunta dónde cree que la persona que no observaba buscará el objeto contesta que en el lugar donde nosotros la hemos colocado. En la prueba de la falsa fotografía el niño saca una foto a un conjunto de objetos; luego, mientras la foto se revela, el investigador mueve uno de los objetos de la escena fotografiada. Si le preguntan al niño con síndrome de Asperger qué lugar ocupará el objeto en la fotografía, no muestra problemas para responder correctamente.
En un principio, este término se hallaba confinado al estudio de la etiología del autismo y se proponía que la causa de los trastornos generalizados del desarrollo era una ausencia de ToM.
La explicación del autismo más influyente desde la década de los ochenta es la del grupo de Baron-Cohen a partir de estudios realizados sobre el desarrollo de la comprensión social en los niños pequeños. Baron-Cohen et al establecieron la hipótesis de que las personas con autismo no tienen una ToM, concepto que trataba de expresar la incapacidad de los autistas para atribuir estados mentales independientes a uno mismo y a los demás con el fin de predecir y explicar los comportamientos.
Esta hipótesis estaba parcialmente basada en el análisis de Leslie de las habilidades cognitivas subyacentes en los niños normales de 2 años para comprender el juego de ficción junto con la observación de que los niños con autismo muestran alteraciones en la imaginación. Estos datos condujeron a la hipótesis de que el autismo podría constituir una alteración específica del mecanismo cognitivo necesario para representarse estados mentales o ‘mentalizar’. Leslie ha sugerido que este mecanismo puede ser innato y específico (el ‘módulo de la
ToM’, ToMM o theory of mind module), lo que haría posible que esta función estuviera dañada en una persona con una inteligencia normal en otros aspectos.
El primer test de esta teoría consistía en reconocer la creencia falsa de un personaje en la prueba de Sally y Ana (una variante de la tarea de Maxi de Wimmer et al que posteriormente
veremos). Como se puede observar, los primeros acercamientos al estudio de la ToM se circunscribían a la primatología y a los trastornos generalizados del desarrollo; posteriormente, se extendían a otras alteraciones como el daño cerebral adquirido, la esquizofrenia o las alteraciones cognitivas relacionadas con el envejecimiento.
Como bien se sabe, los lóbulos frontales se han considerado cruciales en cuanto a su función en las conductas más específicamente humanas como la autoconciencia, la personalidad, la
inteligencia o el juicio ético. En este sentido, diversas regiones cerebrales se han relacionado con la ToM y, cómo no, la corteza prefrontal y, particularmente, la corteza prefrontal del hemisferio derecho. La experiencia clínica y la bibliografía señalan que las lesiones del hemisferio derecho producen alteraciones del uso pragmático del discurso, afectación del lenguaje
no verbal, incapacidad para comprender el sarcasmo o la ironía, incapacidad de empatizar y, en definitiva, todas aquellas capacidades que impliquen inferencias o atribuciones. Sin embargo,
otros modelos han incluido otras estructuras como la amígdala en los modelos explicativos de la ToM como parte de una red distribuida que incluye otras regiones del lóbulo temporal,
los lóbulos frontales y la corteza cingulada anterior.