UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS (segunda parte)

UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS

Esta modificación en la actitud de la niña frente a sus padres se debió a los grandes cambios en su vida de ficción e instintiva. Su sadismo disminuyó y sus fantasías de persecución fueron menores en número e intensidad.
    Se produjeron importantes cambios en su relación con la realidad, que se manifestaron entre otras cosas en una mayor infiltración de la realidad dentro de sus fantasías.
    En este período del análisis, después de haber representado en el juego sus ideas de persecución, Erna decía a menudo con sorpresa: «Pero mamá realmente no pudo haber querido hacer esto. Realmente ella me quiere». Pero como su contacto con la realidad era mayor y su odio inconsciente a la madre se hizo consciente, comenzó a criticarla como persona real, con creciente libertad. Mejoraron al mismo tiempo sus relaciones con ella y aparecieron al mismo tiempo sentimientos maternales genuinos y tiernos frente a su hijo imaginario. Una vez, luego de haber sido cruel con él, me preguntó con voz profundamente emocionada: «¿Verdaderamente habré tratado a mis hijos así?» El análisis de sus ideas de persecución y la disminución de su ansiedad no sólo lograron afirmar su posición heterosexual sino que hicieron que las relaciones con su madre mejorara, aumentando sus propios sentimientos maternales.
    Me gustaría decir aquí que, en mi opinión, la normalización de estas actitudes fundamentales que son las que permitirán más tarde al niño elegir su objeto amoroso y determinarán el curso total de su vida, es uno de los principios fundamentales del éxito del análisis de un niño.
    La neurosis de Erna apareció muy temprano. Antes del año evidenció acentuados síntomas de enfermedad (debe hacerse notar que era mentalmente muy precoz). Desde entonces aumentaron las dificultades y entre los 2 y 3 años su crianza se transformó en un problema sin solución; su carácter ya era anormal y padecía de una franca neurosis obsesiva. Sin embargo, recién a los 4 años se percibió la naturaleza anormal de sus hábitos de chupeteo y masturbación. Se comprenderá, pues, que a los 6 años su neurosis obsesiva fuera ya crónica. En fotografías de sus 3 años ya se ve la misma expresión neurótica que se observaba en su rostro preocupado de los 6 años.
    Querría dar al lector la impresión de lo excepcionalmente grave de este caso. Los síntomas obsesivos, que entre otras cosas privaban a la niña casi completamente del sueño, la depresión y otros signos de enfermedad, el anormal desarrollo de su carácter, eran sólo un débil reflejo de la anormal, incontrolable y extravagante vida instintiva subyacente. El pronóstico de una neurosis obsesiva como ésta, que desde años había tenido un carácter progresivo, era necesariamente grave. Puedo afirmar con seguridad absoluta que en un caso semejante la única posibilidad de curación está en un tratamiento psicoanalítico hecho a tiempo.
    Entraré ahora a estudiar la estructura del caso con todo detalle. Los hábitos de limpieza de Erna no presentaron dificultad y se lograron tempranamente, cuando tenía un año. La severidad no fue necesaria; la ambición de esa niña precoz había sido un fuerte incentivo para la adquisición rápida de los hábitos de limpieza . Pero este éxito fue acompañado de un completo fracaso interno. Las tremendas fantasías analsádicas de Erna mostraron hasta qué punto estaba fijada en este estadío y cuánto odio y ambivalencia surgía de él. Un factor de este fracaso era la fuerte predisposición constitucional analsádica; pero otro factor que desempeñó un papel importante, ya señalado por Freud  como uno de los factores de la predisposición a la neurosis obsesiva, fue el precoz desarrollo de su yo en comparación con el desarrollo de la libido. Además el análisis mostró otra faz crítica en el desarrollo de Erna que también se había cumplido con un aparente éxito externo. No había aceptado todavía el destete. Padeció también una tercera privación cuando tenía entre 6 y 9 meses: la madre advirtió el placer experimentado por la niña cuando limpiaban su cuerpo, especialmente los genitales y el ano. La hiperexcitabilidad de esta zona era evidente. La madre cuidó de ella con mayor discreción al lavar esas partes, siendo fácil de realizar cuanto mayor y más limpia se volvía la niña. Pero ésta, que había sentido la minuciosidad primera como una forma de seducción, sintió la reserva de su madre como una frustración. Los sentimientos de ser seducida, tras lo cual estaba el deseo de ser seducida, se repitieron constantemente en su vida. En cada relación, por ejemplo, con la niñera o con cualquier otra persona que se ocupaba de su educación, como también en el análisis, trataba de reproducir la situación de ser seducida o bien acusar de haber sido seducida. Analizando esta específica situación de transferencia fue posible seguir las huellas de su actitud hasta las situaciones más tempranas, es decir, hasta la experiencia de ser cuidada cuando era pequeña.
    Así, en cada uno de los tres acontecimientos que llevaron a la producción de la neurosis de Erna, podemos discernir el papel desempeñado por los factores constitucionales . Ahora nos queda por ver de qué modo la experiencia de la escena primaria cuando tenía 2 años y medio, combinada con esos factores constitucionales, desencadenó el desarrollo de la neurosis. A los 2 años y medio, y otra vez a los 3 años y medio , compartió el dormitorio de sus padres durante un veraneo. Durante ese tiempo pudo observar el coito entre ellos. Los efectos de esto no sólo se observaron en el análisis, sino que se habían evidenciado externamente. Durante el veraneo en que hizo sus primeras observaciones se produjo en ella un cambio absolutamente desfavorable. El análisis mostró que el ver a sus padres copulando desencadenó la neurosis con toda su fuerza. Se intensificó su sentimiento de frustración y envidia en relación con sus padres y elevó a un punto agudo sus fantasías e impulsos sádicos frente a la gratificación sexual que ellos estaban obteniendo .
Los síntomas obsesivos de Erna fueron explicados como sigue. El carácter obsesivo de su chupeteo fue causado por fantasías de chupar, morder y devorar el pene de su padre y el pecho de su madre . El pene representaba a todo su padre y los pechos a toda su madre. Y además, como hemos visto, la cabeza, para su inconsciente, simbolizaba el pene. La acción de golpear la cabeza sobre la almohada tenía por objeto representar los movimientos del padre en el coito. Ella me dijo que durante la noche tenía miedo a ladrones y asaltantes no bien cesaba de golpear su cabeza. De este modo se liberaba de este temor identificándose ella misma con el objeto temido.
    La estructura de su masturbación obsesiva fue muy complicada. Erna diferenciaba varias formas de masturbación: una presión de sus piernas que ella llamaba «ranking» ; un movimiento de balanceo, ya mencionado, que llamaba «sculpting»•, y un tirón en el clítoris, llamado «juego del armario», del que ella «quería sacar algo muy largo». Más aun, solía provocar una presión en la vagina tirando la punta de la sábana entre sus piernas. Varias identificaciones actuaban en estas diferentes formas de masturbación, de acuerdo con las cuales, en las fantasías que las acompañaban, ella representaba el papel activo del padre o el pasivo de la madre, o ambos a la vez. Estas fantasías de masturbación de Erna, que eran muy fuertemente sadomasoquistas, mostraban una clara conexión con la escena primaria y con las fantasías primarias. Su sadismo estaba dirigido contra sus padres en el acto del coito, y como reacción a esto tenía fantasías correspondientes de carácter masoquista.
    Durante una serie de horas analíticas Erna se masturbó de estas diferentes maneras. Debido a la transferencia bien establecida fue posible inducirla a describir estas fantasías de masturbación en los períodos de intervalo. De este modo pude descubrir las causas de su masturbación obsesiva y así librarla de ella. Los movimientos de balanceo, que comenzaron en la segunda mitad de su primer año de vida, surgieron de su deseo de ser masturbada y se originaron en las manipulaciones relacionadas con su toilette cuando era muy pequeña. Hubo un período del análisis durante el cual describía a sus padres copulando por medio de distintas formas de juego, y luego desahogaba su furia contra la frustración que esto involucraba. Durante esas escenas no dejó nunca de producir una situación en la que ella misma se balanceaba adoptando una postura entre acostada y sentada, exhibiéndose y eventualmente pidiéndome abiertamente que tocara sus genitales y a veces que los oliera. En esa época asombró una vez a su madre pidiéndole, después del baño, que levantara una de sus piernas y la palmeara o tocara debajo, tomando al mismo tiempo la posición de un niño al que empolvan sus genitales, posición que ella no había adoptado durante muchos años. La explicación de sus movimientos de balanceo llevaron a la completa cesación del síntoma obsesivo.
    El síntoma más rebelde de Erna fue su inhibición para aprender. Era tan intensa, que a pesar de todos sus esfuerzos tardó 2 años en aprender lo que habitualmente los niños aprenden en pocos meses.
    Esta dificultad se vio francamente disminuida en la última parte del análisis, y cuando concluí el tratamiento había sido reducida, aunque no completamente dominada.
    Ya hemos hablado del favorable cambio que se efectuó en la relación de Erna con sus padres y en la posición general de su libido como resultado del análisis, y hemos visto cómo sólo gracias al análisis fue capaz de dar los primeros pasos hacía una adaptación social. Sus síntomas obsesivos desaparecieron (masturbación obsesiva, chupeteo, balanceo, etc.), no obstante haber sido tal su gravedad, que ocasionaron en parte su insomnio. Con su cura y la disminución de su ansiedad su sueño se hizo normal. Las crisis de depresión también desaparecieron .
A pesar de todos estos resultados favorables no consideré que el análisis estuviera completo cuando fue interrumpido por razones externas después de 575 horas de tratamiento, habiendo durado 2 años y medio. La extraordinaria gravedad del caso, que no sólo se manifestaba en los síntomas presentados por la niña sino en la deformación de su carácter y en su personalidad completamente anormal, hubiera exigido un análisis adicional con el objeto de eliminar las dificultades que aún tenía. Se interrumpió en un estadío insuficientemente estable, lo que se veía cuando frente a situaciones difíciles tenía una marcada tendencia a recaer en algunos de sus antiguos trastornos, aunque estas recaídas eran siempre más leves que en la situación primera. En estas circunstancias podía temerse siempre que en situaciones difíciles, o a la entrada de la pubertad, pudiese enfermar otra vez o manifestar otros trastornos.
    Llegamos con esto a un problema de importancia capital, y es el de saber cuándo puede decirse que el análisis de un niño está terminado. En el período de latencia, por buenos que sean los resultados obtenidos y por más que satisfagan a la gente que rodea al niño, no podemos considerar esto como evidencia suficiente de que el análisis está terminado. He llegado a la conclusión de que aunque un análisis haya tenido un desarrollo bastante favorable durante el período de latencia, cosa ésta muy importante, no es una garantía suficiente de que el desarrollo futuro del paciente sea exitoso . La transición a la pubertad y de ésta a la madurez parecería ser la prueba de si el análisis de un niño ha sido suficiente o no. Más adelante, en el capítulo 6, ahondaremos este problema, pero quiero dejar sentado el hecho empírico de que el análisis asegura la futura estabilidad del niño en proporción directa con la cantidad de ansiedad que ha podido resolver en las más profundas capas mentales. En esto, y en el carácter de sus fantasías inconscientes, o más bien en los cambios que éstas han sufrido por el análisis, debemos encontrar un criterio que nos ayude a juzgar si un análisis ha sido suficiente.
    Volvamos al caso de Erna. Como ya he dicho, al finalizar el análisis sus fantasías de persecución habían disminuido tanto en cantidad como en intensidad. En mi opinión, sin embargo, el sadismo y la ansiedad pudieron y deberían haber disminuido mucho más, con el objeto de prevenir una enfermedad en la pubertad o al entrar en la adultez. Ya que no fue posible en ese momento continuar el análisis, el completarlo se dejó para el futuro.
    Trataré ahora algunos problemas relacionados con la historia de Erna y que son de importancia general; algunos de ellos surgieron del análisis de este caso. He encontrado que, en el análisis de Erna, el trato extenso de temas sexuales y la libertad concedida en los juegos y fantasías  condujo a una disminución y no a un aumento de la excitación y preocupaciones en materia sexual. Erna era una niña cuya excesiva precocidad sexual chocaba a todo el mundo. No solamente su tipo de fantasías sino su conducta y modales eran los de una niña púber muy sensual. Esto se mostró en su conducta provocativa frente a hombres y muchachos. En este aspecto también mejoró su conducta durante el análisis, y al finalizar éste mostraba una naturaleza más infantil en todo sentido. Aun más, así, con el análisis de sus fantasías de masturbación desapareció su masturbación obsesiva .
Otro principio analítico que quiero subrayar aquí es la necesidad de hacer consciente, tanto cuanto sea posible, las dudas y críticas albergadas por el niño en su inconsciente en lo que se refiere a sus padres y especialmente a su vida sexual. Su actitud frente al ambiente también se beneficia con esto, haciendo emerger a la conciencia las quejas inconscientes y los juicios adversos, que al ser confrontados con la realidad pierden su virulencia originaria, permitiendo así una mejoría en su relación con la realidad. Además, la capacidad de criticar conscientemente a sus padres ya es, como lo mostró el caso de Erna, el resultado de una mejoría en su relación con la realidad .
Llegamos ahora a un problema técnico especial. Se ha dicho más de una vez que Erna tenía frecuentes ataques de rabia durante la hora de análisis. Estas crisis de furia e impulsos sádicos no pocas veces asumían formas convergentes hacia mí. En los neuróticos obsesivos es común el hecho de que el análisis libere fuertes afectos, y en los niños la liberación es más directa e incontrolable que en los adultos. Muy al comienzo del tratamiento hice comprender a Erna que no debía atacarme físicamente, pero que tenía libertad de descargar sus afectos de otro modo; acostumbraba así a romper sus juguetes o despedazarlos, a derribar las sillas, desparramar los almohadones, patear el sofá, volcar agua, ensuciar papel, ensuciar los muñecos o el lavatorio, injuriarme, etc., sin el menor impedimento de mi parte . Pero al mismo tiempo yo solía analizar su ira y lograba así disminuirla, esclareciéndola a veces por completo. En la técnica analítica hay tres maneras de manejar estos estallidos emocionales durante el tratamiento: 1) El niño tiene que dominar parte de sus afectos, pero se le debería exigir esto únicamente cuando la realidad lo exige; 2) Puede liberar estos afectos injuriando, o por los otros modos ya mencionados; 3) Estos afectos disminuyen y se aclaran por continuas interpretaciones, rehaciendo el camino desde la situación presente a la originaria. Claro que el tiempo empleado en estos métodos varía mucho. Por ejemplo, con Erna, desde el principio yo había tenido que idear el siguiente plan:
    En una época acostumbraba a tener crisis de rabia cuando le decía que su hora había terminado, y entonces abría yo las dobles puertas de mi cuarto para que se refrenara, sabiendo que le era muy penoso que la persona que la venía a buscar viese cualquiera de estas explosiones. En este período, cuando Erna se iba, mí cuarto parecía un campo de batalla. Cuando el análisis estuvo más adelantado se satisfacía desparramando rápidamente todos los almohadones antes de irse, y algún tiempo después dejaba mi cuarto perfectamente tranquila. He aquí otro ejemplo, tomado del caso de Pedro (3 años y 9 meses), que en una época tuvo también fuertes crisis de rabia. En el último período de su análisis dijo espontáneamente señalando un juguete: «Me basta con pensar que he roto eso» .
Conviene señalar acá que la insistencia con que el analista debe subrayar el ejercicio del control parcial de las emociones por parte del niño, regla que naturalmente el niño no siempre puede respetar, de ningún modo debe ser considerada como medida pedagógica. Tal exigencia se funda en las necesidades de las situaciones reales que puede comprender el niño más pequeño.
Del mismo modo hay ocasiones en las que yo no ejecuto en su totalidad todas las acciones que me han sido atribuidas en el juego, sobre la base de que su realización completa seria muy difícil o muy desagradable para mí.
    Sin embargo, en tales casos, sigo las ideas del niño hasta donde sea posible. Es muy importante que el analista traduzca el mínimum de emoción posible frente a las crisis emocionales del niño.
    Utilizaré ahora los datos obtenidos en este caso para ilustrar los puntos de vista teóricos obtenidos desde entonces y que desarrollaré en la segunda parte de este volumen . Las doradas lámparas de la locomotora, que eran para Erna «tan lindas, rojas y ardientes» y que ella chupaba, representaban el pene de su padre (así como el «algo largo y dorado» que ayudaba al capitán a salir del agua) tanto como el pecho de su madre. El sentimiento de culpa que acompañaba al acto de chupar se hizo evidente porque cuando yo representaba el papel de niño, el chupar esa lámpara era, según ella, mi falta más grave. El sentimiento de culpa puede ser explicado porque para ella chupar era también morder y devorar el pecho de la madre y el pene del padre. Quiero referirme aquí a mi creencia de que el proceso del destete, junto con los deseos del niño de incorporar el pene del padre y sus sentimientos de envidia y odio frente a la madre, son los que ponen en movimiento el complejo de Edipo. En la base de esta envidia está la primera teoría sexual infantil de que la madre, al copular con el padre, incorpora el pene de éste y lo retiene dentro de si .    
En el caso de Erna comprobé que esta envidia era el punto central de su neurosis. Las agresiones que al comenzar el análisis ella realizaba en su papel de «tercera persona» contra la casa ocupada sólo por un hombre y una mujer, resultaron ser la descripción de sus impulsos destructivos contra el cuerpo de la madre y el pene del padre, que ella imaginaba en el interior de la primera. Estos impulsos, estimulados por la envidia oral de la niña, se expresaban en el juego de hundir un barco (su madre) y separar del capitán (su padre) la «cosa larga y dorada» y su cabeza, que lo hacía flotar, es decir, lo castraba cuando copulaba con la madre. Los detalles de sus fantasías de agresión mostraban lo intenso de su ingenio sádico para atacar el cuerpo de su madre. Ella quería, por ejemplo, transformar los excrementos en combustibles y explosivos para destrozarla. Esto se representaba en el incendio y destrucción de la casa y en la «explosión» de los que estaban dentro. El cortar papel (haciendo «picadillo» y «ensalada de ojos») representaba la completa destrucción de su padre en el acto sexual. El deseo de Erna de morder mi nariz y reducirla a flecos, era no sólo un ataque directo contra mí, sino también simbolizaba una agresión contra el pene incorporado de su padre, como se pudo ver en el material producido en conexión con esto .
Que Erna atacó el cuerpo de su madre no sólo con el fin de tomar y destrozar el pene del padre, sino también las heces y niños, se evidenció en las luchas que cada variedad de pescado, sucesivamente, despertaba entre la vendedora de pescado (su madre) y yo como la niña, en las que empleaba todos los recursos. Imaginaba, además, como hemos visto, que yo después de haber observado cómo ella y el policía batían juntos monedas y pescado, trataría de tomar el pescado por cualquier medio. El ver a sus padres en el acto sexual despertó en ella el deseo de robar el pene de su padre o cualquier otra cosa del interior de su madre. Recordarán que la reacción de Erna frente a su deseo de robar y destrozar completamente el cuerpo de su madre se expresó en el miedo que tuvo, después de luchar con la vendedora de pescado, de que una ladrona le robase todo cuanto tenía dentro de sí. Es este miedo el que he descripto en el capítulo 11 como perteneciente a las primeras situaciones de peligro en la niña  y que equivale a la ansiedad de castración del varón. Quiero mencionar aquí la relación entre esta temprana situación de ansiedad de Erna y su extraordinaria inhibición para aprender, conexión que he encontrado después en otros análisis. Ya he señalado que en Erna se produjo un cambio de inhibición sólo después del análisis de las capas más profundas de su sadismo y de su temprana situación edípica. Su deseo de saber, fuertemente desarrollado, estaba tan intensamente enlazado con su intenso sadismo, que la defensa frente a este último la llevó a una completa inhibición de un número de actividades basadas en su deseo de aprender. La aritmética y la escritura representaban en su inconsciente violentos ataques contra el cuerpo de la madre y el pene del padre . Ellos significaban destrozar, cortar y quemar el cuerpo de su madre junto con los niños que contenía y castrar al padre. La lectura, también, como consecuencia de la ecuación simbólica entre el cuerpo de su madre y los libros, llegó a significar una violenta extirpación de sustancias, niños, etc., del interior de su madre .
Finalmente, haré uso de este caso para tratar otro punto al que, a través de mis experiencias posteriores, le atribuyo validez general. Creo que no sólo el carácter de las fantasías de Erna y sus relaciones con la realidad, típicas de los casos en los que actúan fuertes rasgos paranoides, sino también las causas subyacentes de estos rasgos paranoides y la homosexualidad a ellos asociada, son factores fundamentales en la etiología de la paranoia en general. En la segunda parte de este libro (cap. 9) discutiré este tema ampliamente. Aquí sólo he querido señalar con brevedad el hecho de haber descubierto rasgos fuertemente paranoides en varios análisis de niños, llegando así a la convicción de que una de las más importantes y prometedoras tareas en el análisis de niños es poner al descubierto y aclarar rasgos psicóticos en la primera infancia.