UNA NOTA SOBRE LA DEPRESIÓN EN EL ESQUIZOFRÉNICO (1960)

 UNA NOTA SOBRE LA DEPRESIÓN EN EL ESQUIZOFRÉNICO (1960)

Obras Completas de Melanie Klein
34. UNA NOTA SOBRE LA DEPRESIÓN EN EL
ESQUIZOFRÉNICO
(1960)

En este aporte me concentraré principalmente en la depresión como la
experimenta el esquizofrénico paranoico. Mi primera posición surge de la
afirmación, expresada en 19351, que la posición paranoide (que
posteriormente denominé posición esquizo-paranoide) está vinculada a los
procesos de disociación, y contiene los puntos de fijación para el grupo de
las esquizofrenias, mientras la posición depresiva contiene los puntos de
fijación para la enfermedad maníaco-depresiva. También sostuve, y aún
sostengo, la opinión de que las angustias paranoides y esquizoides y los
sentimientos depresivos, tal como pueden ocurrir en personas mas
normales bajo presión externa o interna, tienen su origen en estas posiciones
tempranas, las que se reviven en tales situaciones.
La conexión frecuentemente observada entre los grupos de
enfermedades esquizofrénicas y maníaco-depresivas puede explicarse, en
mi opinión, por el vínculo evolutivo que existe en la primera infancia entre
las posiciones esquizo-paranoide y depresiva. Las angustias persecutorias y
los procesos de división, característicos de la posición esquizo -paranoide,
persisten, aunque distintos en intensidad y forma, en la posición depresiva.
Las emociones de depresión y de culpa, que se desarrollan más
ampliamente en la etapa cuando surge la posición depresiva, operan ya
(según mis conceptos mas recientes) en cierta medida durante la fase
esquizoparanoide. El vínculo entre estas dos posiciones -con todos los
cambios en el yo que ellas implican- es que ambas son resultado de la lucha
entre los instintos de vida y de muerte. En la más temprana de las dos
etapas (que abarca los primeros tres o cuatro meses de vida) las angustias
que surgen de esta lucha asumen una forma paranoide y el yo, aún
incoherente, está obligado a intensificar los procesos de división. Con el
creciente poder del yo surge la posición depresiva. Durante esta etapa
disminuyen las angustias paranoides y los mecanismos esquizoides y toma
más fuerza la angustia depresiva. Aquí, nuevamente, se puede ver la
actuación del conflicto entre los instintos de vida y de muerte. Los cambios
1 "Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos".
que han acontecido son el resultado de alteraciones en los estados de fusión
entre los dos instintos. Ya en la primera fase el objeto primario, la madre, se
internaliza en sus aspectos bueno y malo. A menudo he sostenido que, a
menos que el objeto bueno llegue a ser por lo menos en algún grado una
parte del yo, la vida no puede continuar. La relación con el objeto bueno,
sin embargo, cambia en el segundo trimestre del primer año, y la
conservación de este objeto bueno es esencial en las angustias depresivas.
Los procesos de división también se modifican. Mientras hay en el
comienzo una división entre el objeto bueno y el malo, esto ocurre
juntamente con gran fragmentación tanto del yo como del objeto. A medida
que se aminoran los procesos de fragmentación, avanza más al primer plano
la división entre el objeto dañado o muerto y el vivo. La disminución de la
fragmentación y el enfoque sobre el objeto corren paralelos como pasos
hacia la integración, que implica una fusión creciente de los dos instintos y
en la cual predomina el instinto de vida.
A continuación presentaré algunas indicaciones para explicar por qué
los rasgos depresivos en los esquizofrénicos paranoides no se experimentan
en una forma tan fácilmente reconocida como en los estados maníacodepresivos,
y sugeriré algunas explicaciones de la diferencia en el carácter
de la depresión tal como se experimenta en estos dos grupos de
enfermedades. Anteriormente yo colocaba el énfasis sobre la distinción
entre la angustia paranoide, que definía como centrada en la conservación
del yo, y la angustia depresiva, que se concentra en la conservación del
objeto bueno internalizado y externo. Ahora veo que esta distinción es
demasiado esquemática, pues hace muchos años que sostengo el punto de
vista de que desde los comienzos de la vida postnatal la internalización del
objeto es la base del desarrollo. Esto implica que algún grado de
internalización del objeto bueno ocurre también en el esquizofrénico
paranoide. Desde el nacimiento en adelante, sin embargo, en un yo carente
de fuerza y sujeto a procesos violentos de escisión, la internalización del
objeto bueno difiere en carácter y en fuerza de la del maníaco-depresivo. Es
menos permanente, menos estable y no permite una suficiente identificación
con él. No obstante, puesto que alguna internalización del objeto
indudablemente ocurre, la angustia en interés del yo -es decir, la angustia
paranoide- incluye también, de manera inevitable, cierto grado de
preocupación por el objeto.
Hay otro punto nuevo para agregar: la angustia depresiva y la culpa
(definida por mi como experimentada en relación con el objeto bueno
internalizado), en la medida en que ocurren ya en la posición esquizoparanoide,
se refieren también a una parte del yo; a saber, aquella parte que
-en el sentir del sujeto- contiene el objeto bueno y es en consecuencia la
parte buena. Es decir, la culpa del esquizofrénico se refiere a la destrucción
de algo bueno dentro de él y también el debilitamiento de su yo por los
procesos de división.
Hay una segunda razón por la cual el sentimiento de culpa es
experimentado por el esquizofrénico en una forma muy particular, y difícil
por lo tanto de discernir. Debido a los procesos de fragmentación –
permítaseme recordar aquí la capacidad que poseía Schreber de dividirse
en sesenta almas- y a la violencia con que se realiza esta división en el
esquizofrénico, la angustia depresiva y la culpa son apartadas con fuerza del
resto de la psique. Mientras la angustia paranoide se experimenta en la
mayoría de las partes del yo subdividido y por lo tanto predomina, la culpa
y la depresión sólo se experimentan en algunas partes que el esquizofrénico
siente como fuera de su alcance, hasta que el análisis las trae a la
conciencia.
Además, ya que la depresión es principalmente un resultado de la
integración del objeto bueno y malo y corre con una mayor integración del
yo, el carácter de la depresión en el esquizofrénico difiere inevitablemente
de la del maníaco-depresivo.
Una tercera razón por la cual es tan difícil detectar la depresión en el
esquizofrénico es que utiliza la identificación proyectiva, que en él es muy
fuerte, para proyectar la depresión y la culpa sobre un objeto -durante el
procedimiento analítico, principalmente en el analista-. Puesto que a la
identificación proyectiva sucede la reintroyección, la tentativa de una
proyección duradera de la depresión no logra éxito.
Casos interesantes que ejemplifican la manera como la identificación
proyectiva es utilizada por los esquizofrénicos ante la depresión han sido
presentados por Hanna Segal en un trabajo reciente (1956). En dicho trabajo
la autora ilustra el proceso de mejoría en los esquizofrénicos por el análisis
de las capas profundas, lo que ayuda a disminuir la división y la proyección
y a acercarse en consecuencia a la posición depresiva, con la culpa y el
impulso a la reparación que entonces sobrevienen.
Es únicamente en el análisis de las capas profundas de la psique que
hallamos en el esquizofrénico sus sentimientos de desesperanza por sentirse
confuso y despedazado. La continuación del análisis nos permite, en
algunos casos, lograr acceso al sentimiento de culpa y depresión, al sentirse
el paciente dominado por impulsos destructivos y por sentir que se ha
destruido a sí mismo y a su objeto bueno por los procesos de división. Tal
vez hallemos que, como defensa contra este dolor, la fragmentación vuelve
a ocurrir; es sólo por la experiencia repetida de este dolor y su análisis que
se puede lograr el progreso.
Quisiera referirme aquí muy brevemente al análisis de un chico de
nueve años, muy enfermo, que era incapaz de aprender y estaba
profundamente perturbado en sus relaciones objetales. En una sesión
experimentó agudamente un sentimiento de desesperanza y culpa por
haberse fragmentado a si mismo y haber destruido lo bueno en él. Surgió
entonces su cariño por su madre, como también su incapacidad de
expresarlo. En ese instante sacó del bolsillo su amado reloj, lo tiró al suelo y
lo pisoteó hasta hacerlo añicos. Esto significaba que tanto expresaba como
repetía la fragmentación de su si-mismo. Yo extraería ahora la conclusión
de que esta fragmentación apareció también como defensa contra el dolor
de la integración. He tenido experiencias similares en el análisis de adultos,
con la diferencia de que no se expresaban destruyendo una propiedad
querida.
Si la tendencia a reparar es movilizada por el análisis de los impulsos
destructivos y del proceso de división, puede avanzarse hacia la mejoría, y
a veces hacia la cura. Los medios de fortalecer el yo, de posibilitar que el
esquizofrénico experimente su propia bondad y la del objeto, que habían
sido separadas por división, están basados en deshacer el proceso de
división en cierta medida y disminuir así la fragmentación, lo cual significa
que las partes perdidas del sí-mismo se le vuelven más accesibles. En
contraste, creo que aunque son útiles los métodos terapéuticos de ayudar al
esquizofrénico facilitándole la realización de actividades constructivas, éstas
no son tan duraderas como el análisis de las capas profundas de la psique y
de los procesos de división.