VIGENCIA: En nombre de mi historia

VIGENCIA: En nombre de mi historia

SABRINA CABARITI

Resumen

El trabajo presenta una investigación exploratoria y cualitativa acerca de la elección de los nombres dados a los bebés y cómo esta decisión refleja la historia transgeneracional de los padres. Se tomará en cuenta para el desarrollo de la investigación los conceptos de Lebovici (1985) acerca del bebé imaginario como heredero de la transmisión transgeneracional y las nociones de Tania Zittoun (2004) sobre cómo en la transición hacia la paternidad-maternidad, la elección del nombre del primer hijo funciona como un recurso simbólico para desarrollar nuevas habilidades como futuros padres.

Este trabajo se enmarca dentro del área de la Psicología Perinatal, la cual abarca el momento del embarazo, parto, puerperio y los primeros meses de vida del niño. Este enfoque implica un abordaje multifocal centrado en el vínculo que se establece entre la madre y el niño, donde convergen factores: biológicos, psicológicos y sociales.

Molenat (1992) sostiene que el proceso de maternidad (embarazo, parto, puerperio) representa una crisis vital para el grupo familiar. Pero la mujer podrá solucionarlo en función de su historia personal infantil y su historia actual. (Molenat, F, 1992)

Sin embargo, Oiberman (2007) aclara que es necesario diferenciar la maternidad del maternaje. Este ultimo es el proceso psicoafectivo que acontece cuando la madre tiene al niño. La maternidad en cambio es el proceso sólo biológico. 

Dentro de la misma línea de pensamiento, Lebovici (2002), afirma que la parentalidad es algo diferente a ser padre biológico: para ser padre es necesario haber trabajado previamente en sí mismo y comprender primero qué ha heredado de los propios padres en la historia de su vida.

Esta historia consta de elementos de los padres, de los abuelos, los que van a concentrarse en el mandato transgeneracional transmitido al futuro niño. 

A este bebé, los padres le darán un nombre el cual remitirá a secretos, fallecimientos, héroes, etc., por lo tanto, el niño será portador inconscientemente de esa herencia. 

Por eso la elección de un determinado nombre para ser otorgado a los niños es un asunto de suma importancia para él en sus relaciones con otras personas.

Filiación

Según Kletnicki, A. (2000) la función materna es aquella que introduce al sujeto parlante en la vía de la transmisión de un deseo que es siempre singular. 

Lo importante es el lugar que ocupa ese hijo en el deseo del otro y lo que significa que alguien debe donar un sitio donde se pueda alojar este sujeto. (Kletnicki, A. 2000).

¿Para qué se desea al niño?, ¿Qué lugar ocupa en la novela familiar?, ¿Qué se dice, cómo se habla de él, qué circunstancias sociales lo esperan?, son preguntas que al responderse van conformándole un lugar para vivir. (Kletnicki, A. 2000).

Así es como la adopción, por ejemplo, constituye un ejemplo de la autonomía que existe entre la acción biológica de la procreación (que compartimos con las demás especies animales) y la función de filiar, obviamente humana. Puede existir una madre que quede embarazada, que de a luz a un bebé, pero que no desarrolle respecto de este niño el deseo materno (1) . Puede ceder al bebé en adopción a aquellas personas que no están en condiciones biológicas de procrear y que desean un hijo. A través de la ley, estas personas pueden filiar a un hijo, a ese bebé, es decir lo incluyen en una cadena simbólica, otorgándoles un lugar, un nombre, igual que ocurriría con un hijo biológicamente propio y deseado. (Gutiérrez, 2000) De esta manera esta familia le va otorgando un sitio donde este bebé se pueda alojar.

Elección de un nombre

Según Finch (2007), la selección de los nombres de los niños es una forma en que los padres pueden optar por confirmar y reforzar la particularidad de las relaciones de parentesco que son importantes para ellos. De este modo, el tema de la continuidad en el tiempo es un elemento importante –este autor sostiene que se utilizan los nombres de las personas de generaciones anteriores, a modo de “preservar” su vida por muchas décadas más, dándole una vida más larga a través del niño. 

Así, la importancia de la continuidad temporal se ve reforzada por la evidencia de que los primogénitos son los más propensos a ser llamados por nombres de familiares. (Rossi, 1965; y Alford, 1988) Varias explicaciones han sido ofrecidas, incluyendo la idea de que los hijos primogénitos son vistos como los que crean una nueva generación, por ello hay alguna conexión con las generaciones anteriores. 

Según algunas investigaciones antropológicas, nombrar es un acto esencialmente social, esto es un elemento fundamental en los procesos de incorporación social y la constitución de la persona. (Benson, 2006)

Así, el acto social de nombramiento, es el mismo acto de constitución de la personalidad, y está fundamentalmente arraigada en el parentesco. 

Algunas investigaciones (Alford, 1988; Hey, 2000; Scott, et al., 2002) sostienen que la constitución de la personalidad a través de los nombres, visto desde la perspectiva sociológica, también tiene que estar relacionada con contextos sociales, económicos y políticos particulares. El mismo requisito de tener un nombre fijo se remonta al surgimiento del Estado Moderno, vinculado inicialmente a los derechos de propiedad de certificación y, posteriormente, a la necesidad del Estado de mantener la información exacta sobre los ciudadanos individuales. 

Elección de nombre como recurso simbólico

Tania Zittoun (2004), investigadora en la Facultad de las Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, en un estudio realizado en Suiza sobre el proceso de elección del nombre que se le dará al primer hijo, analiza el uso de los recursos simbólicos (2), que influyen en esta decisión. 

Para Zittoun, una tarea concreta de resolver durante la transición a la paternidad es encontrar un nombre para el niño que viene. Los padres piensan en los signos de sus grupos de pertenencia, nacionales, religiosos. Evalúan nombres como algo de los sentidos: según el sonido, el gusto y la forma, y se preocupan por cómo van a encajar con apellidos u otros nombres de la familia. Se imaginan el niño, o ellos mismos, como padre de una niña llamada fulano de tal. 

En la selección de un nombre (especialmente para un primer hijo) los padres no sólo están determinando la personalidad de su hijo, sino también están tomando un paso clave en la definición de su propia identidad nueva como padres. (Zittoun, 2004). 

Entonces podemos decir que elegir el nombre del hijo supone la actualización de representaciones pasadas de los propios padres y activa representaciones futuras.

Ser madre y el deseo de un hijo.

Un aspecto que no debemos olvidar es: ¿Qué es el deseo de un hijo? El deseo de un hijo es deseo de trascender. Es el deseo de todo ser humano de prolongarse y tener continuidad entre los seres vivos, aún cuando ya no esté. 

El deseo de un hijo no se refiere al proceso orgánico de la reproducción, sino que implica la capacidad de donación, reparar los propios traumas infantiles, desplegar logros, transmitiéndoles a la próxima generación, la trascendencia y con ella elaborar lo posible de lo imposible de la muerte.

Según Lebovici (1983) el ansia de la maternidad no viene del día en que una mujer joven, sujeta a un programa de planificación de la natalidad, decide tener un hijo. Los fantasmas que nacen y subsisten en torno de la maternidad dependen sin lugar a dudas del nivel de desarrollo y de la sexualidad infantil. Los juegos de la niña con las muñecas, que comparten con hermanos y amigos; el hacer que se es, el papa o la mama, o que se es la maestra, constituyen algunos ejemplos para referirnos al deseo de ser madre.

Para Lebovici: “El deseo del hijo quizás corresponda con un registro distinto, en el que el acento esta puesto, en ese producto de la maternidad que llamamos “hijo imaginario” 

Del mismo modo, Fainblum sostiene “A un niño se le habla, y se lo habla antes de su nacimiento. Está anticipado en su discurso, tiene un lugar en el deseo de sus padres, un lugar de hijo. Algo de la historia de los progenitores esta en escena, vendrá a completarla, a rectificarla, a realizar los sueños de los mismos”. 

Fainblum (2000) aclara que con respecto al futuro bebé se cifran expectativas, ilusiones, será doctor, será bailarina…tendrá los ojos mas lindos del mundo, no se parecerá a…. Un proyecto se despliega: la trascendencia más allá de la muerte.

En ese hijo “su hijo” se juega el narcisismo de los padres, el ideal de los mismos, dimensión interviniente en la construcción del aparato psíquico del recién nacido.

Según Lebovici (1983) la madre mantiene relaciones reales e imaginarias con el bebé. El bebé se mueve, patea, está quieto y su madre relaciona e interpreta estos movimientos con sucesos de su vida cotidiana y estados de ánimo. Este hijo imaginado se construye, según Lebovici, a partir: a) del deseo de maternidad y sus fantasmas, b) de la situación real de la madre, y c) un trabajo de representación activo análogo a las ensoñaciones diurnas o fantasmas conscientes.

Pero para este autor en realidad, cuando el bebé nace y la madre lo toma en sus manos, no tiene un solo niño en sus brazos, tiene por lo menos tres niños:

1- El primer bebé es el hijo imaginado, elaborado durante el embarazo producto de sus fantasías y ensueños preconscientes. Es el hijo que la madre ha tenido porque quiso estar embarazada. Este es el niño que va a transmitir el destino transgeneracional. Lebovici aclara “Por lo tanto el hijo imaginario es el fruto de la historia transgeneracional de la madre y del padre, la historia que constituye un mandato para el destino del niño”; 

Por lo tanto, este niño imaginario proviene del deseo de embarazo. Sin embargo, el deseo de embarazo no es lo mismo que el deseo de un hijo. (Lebovici, 1985) Durante el primer mes de gestación, la madre tiene la sensación de estar embarazada, más que de tener en su vientre a un niño. O sea la madre sabe que esta embarazada, pero no hay un bebé en su cabeza. En un segundo tiempo tiene la sensación de tener un bebé dentro de su cuerpo, lo que lo hace presente, más real.

Pero recién cuando comienza a percibir los movimientos fetales puede imaginarse al bebé, es decir que será objeto de sus ensueños, que va a imaginar a un futuro niño, o niña, bailarina o futbolista. Es el niño que va a transmitir el destino transgeneracional, lo que se ve muy bien en la elección del nombre.

Entonces, Lebovici, introduce en relación a las interacciones imaginarias, la influencia del peso transgeneracional. La madre incorpora en los cuidados maternos, aquello que siente en tanto madre, pero también lo que siente como hija de sus propios padres. 

Por lo tanto el bebé imaginario es el deseo de un hijo.

2- Sin embargo, nunca la realidad de un hijo se articula exactamente con lo imaginado respecto de él, por eso el segundo es el hijo de las fantasías inconscientes y por lo tanto es aquel niño que remite a su propia infancia. Este segundo hijo es un niño fantasmal, inconsciente y remite a la identificación primaria con sus padres.

3- El tercero es el hijo producto de la interacción. Es el hijo de la realidad material, es real, de carne y hueso con el cual la madre interactúa de acuerdo a sistemas programados, que se enriquecen con sus fantasmas y sus ensoñaciones imaginarias. Es también el hijo que penetra en el universo del sistema familiar y contribuye a asegurar el equilibrio de este, o a modificarlo.

Sabemos que nombrar a una persona evoca una imagen, una historia, un sentimiento de gusto o estilo personal. Por esta razón, la construcción de un nombre, y su uso a través de un curso de la vida, puede reflejar de algún modo la historia transgeneracional de los padres. De estos padres que le dieron el nombre, con una disposición interna y con una red de parientes con los que la totalidad o parte del nombre del bebé se conecta. Por lo tanto, el nombre del bebé tendrá su propia individualidad y reflejará de algún modo esta dimensión familiar.

Por esta razón, la hipótesis que se intentó demostrar en el presente trabajo fue la siguiente: “La elección del nombre del bebé refleja de algún modo la historia transgeneracional de los padres.”

Conclusión

Teniendo en cuenta que la construcción del nombre nos constituye como sujeto y en función de la investigación realizada, esbozaré algunas cuestiones sobre la elección de los nombres en los bebés.

Los bebés tienen la necesidad de una historia y de una historia que no sea únicamente genética. Pero esta historia pasa por la historia de sus padres y la de sus filiaciones. 

Los nombres tienen el doble carácter de denotar la individualidad de la persona, así como marcar las conexiones sociales. 

Entre la variedad de influencias que pesan sobre los padres en la elección de los nombres de sus hijos -religioso, cultural, de la moda- la opción de seleccionar un nombre con alguna conexión a la familia, es muy importante. Es así como los nombres pueden servir para conectar al individuo en las relaciones familiares, aunque el modo en que se refleja esto, puede variar. 

El nombre del familiar que va a ser seleccionado para que sea el nombre del nuevo integrante esta relacionado con el nombre de uno de los padres o de los abuelos. También aparecen los nombres de los padres modificados. Por ejemplo Paula, porque el padre es Pablo.

Varias veces el nombre elegido es de alguien que ha muerto. Esto sirve para preservar la memoria de ese ser querido. (Finch y Mason, 2000). No solo los padres son los que eligen nombres de familiares para sus hijos varones para simbolizar la continuidad de la familia (Alford, 1987), las madres, aunque en menor proporción, también eligen el nombre del padre, o de los abuelos para nombrar a sus hijos. 

Otras opciones para elegir los nombres para los bebés surgen de los distintos gustos por el nombre que esta a la moda, por productos culturales concretos como personajes de películas, de libros, de leyendas, de novelas, paginas de Internet.

Aunque según algunas investigaciones (Alford, 1987; Zonabend, 1980) los primeros nombres indican el grupo de un niño, el grado de pertenencia familiar, o sirven para clasificar su orden dentro las generaciones, nosotros observamos que en realidad el segundo nombre del bebé es el que funciona como este indicador de conexión con la familia. 

Para concluir diré que aunque los padres confirmen que el nombre del bebé fue elegido por moda, gusto, por su connotación semántica, por algún personaje de películas, libros, o novelas; la decisión que lleva a su elección está siempre atravesada de algún modo por su historia transgeneracional. 

Igualmente, se debe tener en cuenta las particularidades y singularidades de cada caso, cada vinculo es diferente y cada historia también, y eso es lo que lo hace único al bebé y lo que diferencia su nombre de los demás, aunque sean nombrados de la misma manera. Por ejemplo, si dos nenes de la misma edad se llaman Valentín, la historia del proceso de elección de ese nombre en cada familia es distinta una de otra, y esto es lo que los hace diferentes.

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[1] Ya mencionamos la diferencia entre  maternidad y maternaje. Maternaje es el proceso psicoafectivo que acontece o no en la mujer cuando tiene al niño. Maternidad es el acontecimiento biológico.

[2] Los recursos simbólicos son constelaciones complejas, como objetos o ritos dentro de la familia, las tradiciones religiosas o nacionales, u objetos que son compartidos  como libros, novelas,  pinturas o experiencias propias que provocan o despiertan recuerdos

[3 Lebovici, S. (1983), El lactante, su madre y el psicoanalista. Las interacciones precoces, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1988.

[4] Fainblum; Alicia.” La familia. El hijo nacido, el hijo esperado, ficha de cátedra de Psicología de la Discapacidad, Facultad de Psicología, UBA, 2000

«En nombre de mi historia” es una investigación realizada para la Cátedra de Psicología Perinatal a cargo de la Dra. Alicia Oiberman. 

En mayo de 2013, a través de una práctica de la facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires y el hospital Naval Cirujano Mayor Pedro Mallo sito en Buenos Aires, fue posible realizar la experiencia, con observación participativa, 10 entrevistas informales y no estructuradas, guiadas por un instrumento creado para los fines de la investigación.

Sabina Cabariti es Licenciada en Comunicación Social (Universidad de La Matanza, 2001), y egresada de Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos Aires (2013).

Entre 2008 y 2010 como estudiante ha investigado las creencias y actitudes hacia la diabetes y su influencia sobre las estrategias de afrontamiento en pacientes diabéticos, dentro del marco del Voluntariado Universitario en Investigación en Psicología (UBACyT 2008-2010). 

También ha sido colaboradora en el área de prensa y difusión de campañas de distintas ONGs. 

Actualmente desarrolla su tarea profesional como psicóloga clínica de adultos en consultorio privado e instituciones privadas dedicadas a la salud mental, y realiza pericias psicológicas para estudios jurídicos y como perito de oficio.

Publicó:

“Afecciones psicosomáticas en cuidadores de familiares enfermos” en la revista Electrónica de la Facultad de Psicología- UBA. Intersecciones Psi. N° 4 de septiembre de 2012.

«La tecnología Informática, una nueva herida narcisista». Publicado en la revista Electrónica de la Facultad de Psicología- UBA. Intersecciones Psi. Año 3 Número 9 de Diciembre de 2013.

“Entre realidades y poemas” Antología de Poesías, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2015

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Manuscript submitted for publication

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FUENTE:

Intersecciones Psi – Revista Electrónica de la-Facultad de Psicología de la UBA (Año 5 – Número 15 – Junio de 2015)