Obras de S. Freud: Cuentas y dichos en el sueño (parte IX)

El trabajo del sueño (continuación): Cuentas y dichos en el sueño

Silberer ha mostrado con buenos ejemplos que los fragmentos finales del contenido manifiesto de muchos sueños a los que sigue inmediatamente el despertar no figuran sino el designio o el proceso del despertar mismo. Sirven a este propósito: atravesar un umbral («simbolismo del umbral»), abandonar una habitación para entrar en otra, partir, volver a casa, separarse de un acompañante, zambullirse en el agua, etc. En todo caso, no puedo dejar de observar que en mis propios sueños y en los de las personas analizadas por mí he hallado elementos referibles al simbolismo del umbral con frecuencia muchísimo menor que la esperable según las comunicaciones de Silberer. En modo alguno es inconcebible o inverosímil que este simbolismo del umbral pueda tener valor esclarecedor respecto de muchos elementos en medio de la trama de un sueño, por ejemplo en lugares en que están en juego oscilaciones en la profundidad del dormir y la tendencia a interrumpir el sueño. Empero, todavía no se han aportado ejemplos ciertos de este hecho. Con mayor frecuencia parece presentarse el caso de la sobredeterminación, a saber, que un pasaje del sueño que recibe su contenido material de la ensambladura de los pensamientos oníricos sea usado además para figurar algo atinente al estado de la actividad anímica. El muy interesante fenómeno funcional de Silberer ha dado lugar a muchos abusos (aunque de esto no tiene la culpa su descubridor), pues la vieja tendencia a la interpretación simbólica y abstracta de los sueños halló apuntalamiento en él. La primacía otorgada a la «categoría funcional» llega en muchos tan lejos, que hablan de fenómeno funcional dondequiera que en el contenido de los pensamientos oníricos aparezcan actividades intelectuales o procesos afectivos, cuando en verdad este material no tiene ni más ni menos derecho que otros a entrar en el sueño en calidad de resto diurno. Admitimos que los fenómenos de Silberer configuran una segunda contribución a la formación del sueño de parte del pensamiento de vigilia, si bien menos constante y menos importante que la primera, introducida bajo el nombre de «elaboración secundaria». Había quedado demostrado que una parte de la atención activa durante el día permanece volcada también al sueño en el estado del dormir, lo controla, lo critica y se reserva el poder de interrumpirlo. Ello nos sugirió reconocer en esa instancia anímica que se mantiene despierta desde la vigilia al censor (1) que ejerce una influencia restrictiva tan fuerte sobre la plasmación del sueño. Lo que agregan las observaciones de Silberer es el hecho de que en ciertas circunstancias está activa también una suerte de observación de sí que brinda su contribución al contenido del sueño. Acerca de las relaciones probables entre esta instancia de observación de sí, quizá particularmente activa en mentes filosóficas, y la percepción endopsíquica, el delirio de ser notado (2), la conc iencia moral y el censor del sueño convendrá ocuparse en otro Sitio (3).

Me propongo ahora resumir estas extensas elucidaciones acerca del trabajo del sueño. Nos habíamos encontrado con este problema: en la formación del sueño, ¿usa el alma todas sus capacidades en un despliegue no inhibido, o sólo una parte de ellas inhibida en su operación? Nuestras investigaciones nos llevan a desestimar totalmente ese problema por inadecuado en su planteo. Si en la respuesta hubiéramos de mantenernos en el mismo terreno desde el cual se nos hace la pregunta, deberíamos afirmar ambas concepciones, que al parecer se excluyen entre sí por ser opuestas. El trabajo del alma en la formación del sueño se descompone en dos operaciones: la producción de los pensamientos oníricos y su trasmudación en el contenido del sueño. Los pensamientos oníricos se forman de modo enteramente correcto y con todo el gasto :psíquico de que somos capaces; pertenecen a nuestro pensar no devenido conciente, del cual por una cierta trasposición surgen también los pensamientos concientes. Muy interesantes y enigmáticos pueden ser los problemas que ellos plantean, pero tales enigmas no tienen relación particular con el sueño y no merecen ser tratados entre los problemas de este (4). En cambio, el otro trabajo, el que muda los pensamientos inconcientes en el contenido del sueño, es propio de la vida onírica y característico de ella. Ahora bien, este trabajo específico del sueño se aleja del modelo del pensamiento despierto mucho más de lo que sospecharon aun los más decididos denostadores del rendimiento psíquico en la formación del sueño. No se trata de que sea más descuidado, incorrecto, olvidadizo o incompleto que el pensamiento de vigilia; es algo que cualitativamente difiere por entero de él y, por tanto, en principio no puede comparársele. No piensa ni calcula ni en general juzga, sino que se limita a remodelar pensamientos, cálculos y juicios. Se lo puede describir exhaustivamente si se tienen presentes las condiciones que su producto ha de satisfacer. Este producto, el sueño, debe sustraerse ante todo a la censura, y para este fin el trabajo del sueño se sirve del desplazamiento de las intensidades psíquicas hasta llegar a la subversión de todos los valores psíquicos; los pensamientos deben reflejarse exclusiva o predominantemente dentro del material de huellas mnémicas visuales o acústicas, y este requisito engendra para el trabajo del sueño el miramiento por la figurabilidad, al que él responde mediante nuevos desplazamientos. Deben (probablemente) producirse intensidades mayores que aquellas de que. por la noche se dispone dentro de los pensamientos oníricos, y a este fin sirve la vasta condensación emprendida con los componentes de los pensamientos oníricos. Por las relaciones lógicas del material de pensamientos se tiene poco miramiento; ellas finalmente hallan una figuración escondida en ciertas propiedades formales de los sueños. Los afectos de los pensamientos oníricos sufren alteraciones menores que su contenido de representaciones. Por regla general son sofocados; donde se conservan, son desasidos de las representaciones [a que en propiedad pertenecen] y compuestos según su homogeneidad. Sólo un fragmento del trabajo del sueño, de magnitud inconstante, el retrabajo realizado por el pensamiento de vigilia parcialmente despierto, se ajusta a la concepción que los autores querrían válida para toda la actividad de la formación del sueño (5).

Notas:

1- [Freud utiliza casi siempre la palabra «Zensur» («censura»), pero aquí y unas líneas más adelante usa la forma personal «Zensor» («censor»). Otros ejemplos de este uso infrecuente se encontrarán en «introducción del narcisismo» (Freud, 1914c), AE, 14, pág. 94, y en la 2T de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (Freud, 1933a), AE, 22, pág. 15.]

2- {«Beachtungsivabn»z en otro de sus trabajos («Introducción del narcisismo» ( 1914c), AE, 14, pág. 92), Freud lo da como sinónimo del «delirio de ser observado» («Beobachtungsivabn)}

3- [Nota agregada en 1914:] «Introducción del narcisismo» (Freud, 1914c) [AE, 14, págs. 89 y sigs.].  [El párrafo siguiente apareció en la primera edición.]

4- [Nota agregada en 1925:] Al comienzo me resultó extraordinariamente difícil acostumbrar a los lectores al distingo entre contenido manifiesto del sueño y pensamientos oníricos latentes. Una y otra vez se tomaban argumentos y objeciones del sueño no interpretado, tal como el recuerdo lo conservó, descuidándose el requisito de la interpretación. Ahora que al menos los analistas se han avenido a sustituir el sueño manifiesto por su sentido hallado mediante interpretación, muchos de ellos incurren en otra confusión, a la que se aferran de manera igualmente obstinada. Buscan la esencia del sueño en este contenido latente y descuidan así el distingo entre pensamientos oníricos latentes y trabajo del sueño. En el fondo, el sueño no es más que una forma particular de nuestro pensamiento, posibilitada por las condiciones del estado del dormir. Es el trabajo del sueño el que produce esa forma, y sólo él es la esencia del sueño, la explicación de su especificidad. Lo digo a modo de enjuiciamiento de la tristemente célebre «tendencia prospectiva» del sueño. El hecho de que el sueño se ocupe de intentos de solucionar las tareas que se presentan a nuestra vida psíquica no es más sorprendente que el hecho de que lo haga nuestra vida conciente de vigilia; lo único que agrega es que ese trabajo puede realizarse también en el preconciente, cosa que ya sabemos.

5- [En las ediciones cuarta a séptima (de 1914 a 1922) venían a continuación dos ensayos de Otto Rank: «Sueño y creación literaria» (1914c) y «Sueño y mito» (1914d). Ambos fueron omitidos en los GS (1925), con un comentario de Freud (3) de que «naturalmente no se los incluyó en una compilación de, mis obras». Sin embargo, no fueron reinsertados en la edición siguiente (la octava, de 1930). Véase mi «Introducción»