Diccionario de psicología, letra P, Potencialidad en los vínculos

Potencialidad en los vínculos
Definición
Es aquello que aguarda disponible a entrar en juego conforme a ciertas combinatorias posibles
inherentes a los vínculos. Es en ellos donde siempre , en tanto constituyentes de la subjetividad,
la potencialidad anida. El pasaje de la potencialidad a su manifestación en el sujeto y/o en el
funcionamiento vincular se producirá por «efecto de encuentro» en el espacio de la realidad.
Origen e historia del término
El concepto de potencialidad pertenece al corpus teórico de Piera Aulagnier, quien apoya en él su Psicopatología, ligándolo finalmente al proceso identificatorio. Lo define así: «El concepto de potencialidad engloba los ‘posibles’ del funcionamiento del yo y de sus posiciones identificatorias una vez terminada la infancia».
Ya en La violencia de la interpretación (1975), este concepto resulta la piedra angular de su
teoría de la psicosis, lo define en términos de enquistamiento de un pensamiento delirante
primario, producto de la relación entre el Yo y el portavoz -el que impone la violencia primaria y
que en su exceso va a ser creador de un «sin sentido».
En Los destinos del placer (1979), aunque lo retorna en los mismos términos pone peso en el
conflicto identificante/identificación, abriendo la vía de la alienación, como resultante del proceso.
En 1983, en un Seminario, incluye la exigencia del Yo de una construcción coherente que
requiere de re-exámenes de conjunto y reconstrucción permanente.
En El aprendiz de historiador y el maestro-brujo (1984) encara la cuestión desde el concepto de
efecto de encuentro, incluyendo entonces, la problemática de la realidad. Esta noción resulta
capital, se trata del encuentro entre lo interno y lo externo, en el que todo se define en función
de un pluralidad de factores y una pluralidad de respuestas. Nunca hay causalidad lineal, ni
término a término. En el particular pasaje de infans a niño, es donde surgirán la totalidad de
respuestas posibles que el Yo puede movilizar ante cualquier situación de la realidad que resulte
una prueba psíquica que pone en peligro su funcionamiento.
En este texto se amplía el concepto de potencialidad, definiendo la potencialidad polimorfa como
aquella capaz de producir cuadros ligados a la perversión, a ciertas formas de somatización, a
algunas formas adictivas y a la relación pasional o alienante y la potencialidad neurótica.
Respecto de efecto de encuentro dice: «A partir de cierto punto de su trayecto, las
‘informaciones’ que los otros y la realidad envían a un yo que se ha vuelto capaz de
decodificarlas, ya no le permiten, aunque lo quisiera, seguir creyendo en la unicidad de un
identificado. Encuentra unos identificados de él, de los otros, de la realidad, diferentes, móviles».
A esas nuevas miradas, tendrá el Yo, que ser capaz de incluirlas como piezas en el
rompecabezas identificatorio, ya que aunque conoce las formas más aptas para auxiliarse en su
relación con el ello, no es lo mismo imaginable para aquellos compromisos que devengan de
‘encuentros’ que no puede preconocer . El paso del estado potencial de un conflicto
identificatorio al estado manifiesto puede ser el efecto de un encuentro que sobrevenga mucho
después de la infancia: encuentro entre el sujeto y el otro, al que se atribuye el mismo poder que,
en la infancia, poseyeron los representantes, en la escena de la realidad, de una instancia no
interiorizada».
Si bien el término potencialidad, fue utilizado con particularidad psicoanalítica por Piera Aulagnier, tal lo expuesto en el texto que antecede, el concepto encuentra sus raíces en los desarrollos freudianos, particularmente, en serie complementaria. Laplanche y Pontalis la definen: «Término utilizado por Freud para explicar la etiología de la neurosis y superar la alternativa que obligaría a elegir entre factores exógenos o endógenos: estos factores son, en realidad, complementarios, pudiendo cada uno de ellos ser tanto más débil cuanto más fuerte es el otro, de tal forma que el conjunto de los casos puede ser ordenado dentro de una escala en la que los dos tipos defactores varían en sentido inverso; sólo en los dos extremos de la serie se encontraría un solo factor».
En Lecciones de introducción al psicoanálisis (1916-1917) afirma la cuestión con máxima
claridad, representándola en el siguiente esquema:

Causación de la neurosis = Disposición por fijación de la libido + Sucesos accidentales (traumáticos)

Constitución sexual (sucesos prehistóricos), Sucesos infantiles.
La disposición a enfermar así como el peso relativo de cada uno de los elementos de la serie que
la constituyen, sólo puede ser aquilatada en la singularidad de cada historia y agrega: «Además,
siempre podríamos arriesgarnos a considerar la constitución misma como la cristalización de las
influencias accidentales recaída sobre la serie infinita de nuestros antepasados»
Si bien ambas teorías apuntan a explicar el origen del enfermar y su relación con una disposición
o potencialidad preexistente, son diferentes aquellas condiciones necesarias para el
desencadenamiento de una patología. Freud, define al trauma sobre todo en términos
económicos, caracterizándolo por una flujo excesivo de excitaciones, en relación con la
tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones.
Los sucesos traumáticos pueden por tanto, adquirir categoría de ‘factor desencadenante’ de la
enfermedad, siempre en el terreno de lo intrasubjetivo. Para Piera Aulagnier, todo encuentro
supone una vivencia intrínsecamente traumática por las exigencias que le plantea al Yo, pero, a
su vez, categoriza de modo prevalente, al otro y a la realidad.
Desarrollo de la perspectiva vincular
El término, fue utilizado en 1991 por Ber1fein, Elena; Lamovsky, Claudia; Lamovsky, Liliana;
Matus, Susana y Moscona, Sara como intento de articular el concepto de potencialidad que describe Piera Aulagnier con el Psicoanálisis de Configuraciones vinculares.
Apoyadas en la metáfora freudiana ‘las líneas de fractura predeterminadas en la estructura del
cristal’ reencuentran iguales líneas de fractura en la tramas vinculares, «marcas que a modo de
huellas imborrables circulan desbordando los límites de la singularidad y atrapan en el
mecanismo repetitivo a los lazos intersubjetivos en su constitución misma, y al efecto
constituyente que de ellos se deriva». Privilegian en su conceptualización el efecto del discurso
identificante que se ofrece y que circula en la urdimbre relacional, sobre las condiciones de
subjetividad. De este modo necesariamente, la potencialidad encuentra un lugar en los vínculos,
sobre todo en la configuración familiar regida por las relaciones de parentesco. Desde esta
perspectiva vincular, los conceptos de pasado y presente, azar y determinación, trama familiar y
posición subjetiva, estructura latente y puesta en acto, requieren articulación teórica y clínica.
Otro modo de pensar el concepto, desde el punto de vista vincular, parte del siguiente
presupuesto teórico: Si la constitución de alguna potencialidad es condición de estructura en el
psiquismo de todo sujeto; decir «la potencialidad en los vínculos» es referirse al despliegue
singular y posible de la mencionada potencialidad en los encuentros entre sujetos, aplicable de
modo más preciso al vínculo conyugal.
Este presupuesto se sostiene en la definición de potencialidad del Diccionario Sopena – Tomo 4.
a, filosof. Estado de disposición o capacidad para producir un efecto / Capacidad de la potencia
independiente del acto. y b, En el concepto de estructura relacional contenido en los desarrollos
teóricos del zócalo inconsciente de la pareja
En uno de sus primeros escritos sobre el tema, Puget, J. enumera la diversidad de proyectos
identificatorios que intervienen en la constitución de un vínculo estable: uno derivado de la línea
individual y edípica, otro derivado del proyecto de la pareja parental y por último ‘el que emerge y
es propio de la relación diádica matrimonial que da cuenta de la particular alquimia de la
interacción’. La potencialidad o disposición se pondrá en juego, entonces, en la particular
combinatoria del encuentro amoroso. A su vez, el vínculo mismo -su producto- establecerá
nuevas marcas identificatorias, Para este modelo es posible sistematizar varias combinatorias
cubriendo un espectro amplio que va de lo más regresivo a lo más diferenciado. El vínculo
conyugal es una estructura estable pero no inmutable, las condiciones posibles de
transformación y acomodación, liberarán la disposición a otras identificaciones y elecciones.
Desde este punto de vista, la potencialidad, resultado del proceso identificatorio que se arma en
el pasaje de infans a niño, se pone en juego como efecto de encuentro, es una consecuencia
del mismo y requerirá de pactos y acuerdos para convertirse en una estructura estable y
profunda.
La observación clínica nos permite postular la existencia de una potencialidad de los vínculos.
Esta idea resulta subsidiaria de la gama de posibilidades combinatorias que construyen la
conyugalidad, siendo la ‘modalidad vincular’ su resultante. Los vínculos son ‘capaces de’ de
anidar potencialidades eróticas o potencialidades tanáticas. Su emergencia dependerá no sólo
de lo estructural y fundante, sino también, de las vicisitudes que al vínculo mismo le toque
transitar.
Esta perspectiva, define los caminos de la técnica, ya que en la primera de las posibilidades la
tarea del psicoanalista se centrará en develar, mientras que en la potencialidad tanática habrá
que generar trama vincular.
Problemáticas conexas
La Filosofía también se ha ocupado de la problemática de la potencialidad, concepto enraizado
en las dos grandes matrices del pensamiento: el sustancialismo y el estructuralismo.
Para el sustancialismo todo lo que ocurre es despliegue o combinatoria de lo que está contenido
en la sustancia, contenido en el ser en calidad de ‘poder ser’. Ya para Aristóteles el ‘ser’ se dice
de dos maneras: en potencia y en acto. Siempre es en potencia ya que si no está en potencia,
jamás será acto.
El estructuralismo, se diferencia del concepto de esencia, para ella hay lugares que proyectan
sobre los términos que ocupan esos lugares las propiedades de los mismos. La historia, es para
esta vertiente, la diacronía propia de las mutaciones internas de un conjunto organizado por
algunas invariantes. Sin embargo, esa diacronía, también despliega términos que están
contenidos como potencialidades en las mencionadas invariantes. En síntesis, la lógica de ambas
corrientes filosóficas, es la lógica del ‘despliegue’, aunque se trate de un despliegue de la
diversidad.
La Teoría Psicoanalítica vincular tiene en su origen apoyatura en el estructuralismo, que en su
Antropología da cuenta de las ‘relaciones de parentesco’: «Reconocemos una tendencia del ser
humano a organizar su vida vincular en estructuras que van de menor a mayor complejidad». Por
tanto, la estructura a desplegar, así como la repetición -en su doble vertiente de ‘otra vez’ y ‘de
nuevo’-, le dan a la potencialidad un lugar prevalente en el desarrollo teórico. Se trata de la
producción de lo ‘fenoménicamente nuevo’.
Nuevos pensadores – Badiou, Deleuze, Castoriadis – han incluido la cuestión de lo ‘radicalmente
nuevo’ en el análisis de situaciones. Se trata del acontecimiento, sus posibilidades de inscripción
y su irrupción respecto del orden simbólico. El acontecimiento depende siempre de una
‘interpretación’, no es un dato a recoger como un conocimiento, es una interpretación en la
situación’ que la categoriza como tal. Una cualidad nueva empieza a intervenir.
«El acontecimiento no es una cualidad nueva que habla por sí misma, sino un desborde de una
situación que espera que se la nombre».
Para poder incluir el concepto de acontecimiento dentro del Psicoanálisis de las Configuraciones vinculares es necesario una transformación en la metapsicología de los vínculos. Supone la existencia de un aparato mental en situación de extraterritorialidad, capaz de generar un espacio para la inscripción de lo radicalmente nuevo, que irrumpe sin antecedentes en él, y es fundador de una nueva serialidad.