Diccionario de psicología, letra P, pensamiento

Pensamiento

En 1900, en su advertencia a los lectores de La interpretación de los sueños, Freud invita a «no negarle por lo menos a la vida del sueno su libertad de pensamiento (Gedankenfreiheit)». No es menor su confianza en el determinismo psíquico, y afirmará que «las más complejas actividades
de pensamiento pueden producirse sin que la conciencia tome parte en ellas». Se trata de
procesos y actos psíquicos de pleno derecho, a menudo equivalentes a los del pensamiento de
vigilia o susceptibles de volverse conscientes. Dejar venir las ideas que sobrevienen
súbitamente («libre asociación»), así como los síntomas, los recuerdos, los sueños y las
fantasías, permite en efecto reconocer una red de pensamientos que se entremezclan y
palabras que se entrecruzan, y por lo tanto conjeturar la existencia de una instancia
inconsciente formadora de pensamiento. Lo mismo puede decirse de los pensamientos que
sustituyen a las percepciones, del contenido del sueño que remite a los pensamientos latentes,
de las producciones de la actividad fantasmática inconsciente, o incluso del juego con los
pensamientos del que da testimonio El chiste y su relación con lo inconsciente.
¿En qué consiste esta «forma de pensamiento» que constituye un sueño que se manifiesta como
extraño o absurdo? Y, ¿en qué se relaciona esto con el chiste o la fantasía cuando el
pensamiento alcanza el lugar familiar del juego con las palabras y se libera el sin-sentido? Aquí la
elaboración inconsciente del pensamiento pone de manifiesto un «trabajo» del que Freud declara
que ya no considera que juzgue o calcule, puesto que no hace más que transformar y figurar los
pensamientos en función de transferencias de intensidad del deseo inconsciente. En particular,
este trabajo no tiene en cuenta las relaciones entre los pensamientos o su ensamblaje, y no
representa las relaciones lógicas más que mediante particularidades formales (yuxtaposición,
sucesión, inversión, repetición, equívoco, laguna.. .). También se ve Freud llevado a diferenciar
dos modos del «pensar inconsciente»: uno, preconsciente, corresponde a toda la gama de la
actividad de pensamiento virtualmente accesible; en el otro los pensamientos están inmersos en
el inconsciente en sentido estricto, y sólo retornan bajo la influencia de los procesos llamados
primarios, o sea, por las vías enmascaradas de intentos de realización de deseo.
En numerosas oportunidades Lacan evoca esta realidad paradójica de un «pensamiento
inconsciente» que escapa a la representación. Así, en 1967, en «La equivocación del sujeto
supuesto saber», recuerda que, según Freud, el inconsciente «es pensamientos», lo que
significa también que se trata de un saber que «se deshace» por el goce. Ello piensa allí donde
ello sufre y donde ello goza: pero nadie dispone de esos pensamientos depositados en un Otro
lugar inconsciente, pues «yo» [je] no los pienso. En consecuencia, no se puede sostener con
Aristóteles que el hombre piensa con su alma; en lugar del cogito cartesiano, lo que hace
certeza es el deseo; a pesar de Heidegger, no se trata aquí del ser que piensa, puesto que de
entrada es hablante y, como se dice en Aun (1973), «el yo [je] no es un ser, es un supuesto a
eso que habla». Pues el pensamiento de que se trata tiene por condición el lenguaje y se
relaciona con el goce del cuerpo: al sustituir la falta, el pensamiento no es conocimiento de lo real
o conformidad con el mundo, sino que se revela más bien como inarmónico, repetitivo y
fragmentador. Y si afecta el cuerpo, lo hace porque el goce perturba el cuerpo cuando el
pensamiento tiene que ver con el acto imposible o irrumpe como extraño al sujeto.
Volviendo entonces a Freud, se pueden encarar los diversos destinos de los pensamientos.
Reprimidos, aislados, incluso negados, se los excluye de la rememoración o bien se cortan sus
conexiones. Sometidos a coacción como en las obsesiones, están sexualizados en tanto que
procesos que deben reemplazar a los actos: de allí las compulsiones a pensar, a dudar, a
contar, etcétera, pero también a creer en la omnipotencia del pensamiento mágicamente
sobrestimado. Inhibidos y limitados en su actividad por «la interdicción de pensar», reproducen el
fracaso de la investigación y no autorizan la crítica. Pero también pueden ser sublimados, su
componente erótica no es en ese caso reprimida aunque la meta esté de sexualizada. Y
además, como lo enuncia Freud en «La negación», en 1925, un contenido de pensamiento
reprimido puede reconocerse bajo la condición de ser negado. «Eso no lo he pensado», pero el
pensamiento condenado es no obstante dicho y parcialmente liberado de las consecuencias de la represión. Ya opera el juicio, y por lo tanto el «trabajo de pensamiento» que procede por ensayos y aplaza las descargas motrices pero es también preliminar a la acción. Llega entonces el momento de la decisión, en el que reconocerse sujeto del inconsciente no excluye un pensar libre que pueda hacer acto.