Diccionario de psicología, letra p, poder originario y poder de los orígenes

Poder originario y poder de los orígenes
Definición
El poder originario está ligado a la constitución del psiquismo y encarnado en un mujer: la madre.
Personaje dotado del bagaje biológico que la constituye en factor fundamental de la crianza en el
primer año de vida del infans.
El poder de los orígenes, permanece centrado en la cultura y protagonizado por el hombre que controla los resortes económicos, políticos e ideológicos del mundo social.
Estos enunciados abonan la hipótesis de que en el devenir edípico y en la relación de pareja
existe una lucha de ambos poderes de carácter estructural y que explica ciertos aspectos de la
agresión humana.
Origen e historia del término
El Diccionario da dos definiciones de poder: «Capacidad que tiene una cosa de efectuar un
cambio en otra cosa» y la segunda asociada a potencia, «capacidad interna de pasar de un
estado a otro estado».
La problemática del poder no presentó mayor interés en el campo psicoanalítico, pese a ser tan
masivo y cotidiano como el deseo, objeto de múltiples teorías.
Marie Langer señalaba «el poder, ese gran olvidado por los psicoanalistas».
Un precursor en el psicoanálisis fue W. Reich que en sus trabajos intentó articular el marxismo
con la concepción freudiana, y relacionaba el poder con la represión sexual, en La lucha sexual
de los jóvenes pensaba, demasiado linealmente que la liberación sexual iba a generar energías
disponibles para la toma del poder por el proletariado.
Entre nosotros J. Puget propone revisar las teorías sobre el poder, y señala que en el ámbito
familiar el poder está determinado por el sexo, mientras que en el área social se apoya en la
capacidad de matar.
Los filósofos que han trabajado esta temática son Nietzche, para quien la voluntad de poder es
la pulsión fundamental y las consecuencias de su inhibición es el sometimiento al otro. En la
llamada genealogía del poder lo asocia con los aspectos dionisíacos (caos, desorden pulsional)
en oposición a lo apolíneo (que representa aquello organizado y disciplinado).
Su continuador Foulcault, quien ilumina acerca de lo constituyente del poder y agrega en
Microfísica del poder «Lo que hace que el poder prenda, que se acepte, es que no es sólo una
fuerza que dice que no, sino algo que produce cosas, induce placer, forma saber, es una red
productiva que atraviesa el cuerpo social más que instancia negativa que implica reprimir».
Desarrollo desde la perspectiva vincular
En 1988 se constituyó en la AAPPG un grupo para trabajar la perspectiva de género (Ver) y
pareja, integrado por N. Inda, Gloria Mendilaharzu, Carlos Pachuk, Cielo Rolfo y Perla López
Loinaz (quien se retiró un año después) escribiendo varios trabajos, de uno de ellos surgió el
título que ilustra este vocablo. Su objetivo era puntuar las correspondencias entre el concepto de
poder y la jerarquización de los géneros sexuales. Cómo éstas quedaban naturalizadas en el
contexto de la pareja al tiempo que se invisibilizaban sus condiciones de producción. Proponían
entonces deconstruir el discurso cultural.
Luego surgieron las preguntas acerca del status metapsicológico del poder ¿ Cómo se instala el poder en la psique? ¿Qué relación tiene con el deseo y la fantasía? ¿En qué momento se instala?
¿Tiene algún efecto sobre la pulsión? ¿Cómo se maneja el poder en los capilares de la
intersubjetividad y en la familia?
También trabajaron las ideas de Lacan respecto a narcisismo y agresividad. Desde la estructura
narcisista hay lugar para una sola posición de poder: él o yo. Disyuntiva frecuente en la pareja.
La tesis sobre los dos poderes (originario y de los orígenes) que mantiene la raigambre dualista
freudiana, se nutre de diversas fuentes:
De J. Laplanche y Pontalis a través de fantasías originarias y fantasías de los orígenes toma su
nombre. Del concepto de tres espacios psíquicos (Ver), teoría donde el poder queda adscripto a
lo transubjetivo y se juega en lo intersubjetivo y en la formación del Yo. Correlativos a su vez
con las ideas de J. Puget acerca del «complejo social» y el «complejo edípico» que se encuentran
en correspondencia con el sistema género-sexo. Desarrollando las siguientes hipótesis: «Así
como la ley, el poder pasa de la madre preedípica al padre en la etapa fálica y de éste a la
cultura, pero como la misma está en un nivel de castración imaginaria, donde el hombre es el
ideal, el poder retorna al padre y queda encarnado en él».
También se agregan ideas de Roger Dorey sobre la pulsión de dominio, que el mismo Freud en
sus primeros trabajos ligaba a un fin no sexual.
Otra vía de acceso del poder a la psique sería a través de aquellas representaciones sociales
que ingresan sin mediación materna (hipótesis a confirmar).
Ambos poderes se observan también en la construcción de la teoría psicoanalítica,
fundamentalmente entre el «mamocentrismo» de M. Klein y el «falocentrismo» de Freud y Lacan.
Respecto al poder originario, la etapa desde el embarazo hasta el fin de la lactancia es
presentada como sinónimo del poder absoluto, lo cual suscitó fuertes críticas, en especial de
corrientes feministas.
Quizás la hipótesis más interesante de los autores es plantear que en la psique se generan
representaciones dobles del poder, (similar a la dualidad pulsional eros-tánatos) el infans
mientras padece el poder originario recibe el poder de los orígenes (cultural) a través de una
misma persona: la madre.
El poder de los orígenes está relacionado con la estructura patriarcal, como ocurría en la
democracia griega, donde estaban excluidos los esclavos y… las mujeres. La cultura carece de
una representación de la diferencia sexual, se la reemplaza por una jerarquización, la actitud
epistemológica es partir del hombre para entender lo femenino.
En este punto los teóricos del género critican a Levi-Strauss en su tesis acerca de la
«circulación de las mujeres», pues ubica a éstas como objetos de intercambio entre los hombres.
Problemáticas conexas
El tema del poder ha sido revalorizado en el psicoanálisis vincular en los últimos años. 1.
Berenstein plantea que «es la vía regia de acceso al inconsciente vincular» e interpreta que a su
entender el objeto de estudio actual del psicoanálisis son las relaciones de poder, en lugar de la
sexualidad. Subordinando lo pulsional a los vínculos de poder, critica el punto de vista solipsista
y se acerca a la concepción nietzcheana.
A diferencia de los autores de este trabajo destaca el poder del bebé, del cual poco se dice, y
propone que «el pezón es el nombre del vínculo que posiciona a ambos y desde allí impone un
significado a uno y a otro».
En convergencia con las ideas de genealogía, señala que el poder se ejerce desde un
pensamiento por convicciones y disociado del sujeto que no lo reconoce como tal.
Por último en el campo social se infiere su pensamiento acerca de la tiranía, los opositores son
considerados ajenos y se puede representar el mal como aquello que suprime lo inasible del otro,
para convertirlo en semejante al Yo.
Respecto a la problemática de genero, eje de este trabajo, se discute si ambos poderes son
efecto de estructura o responden a una cuestión histórica.
En este punto los autores por un lado señalan que el poder y el deseo se desarrollan a través de
múltiples combinatorias cuyo devenir no está previsto a lo largo de la existencia humana.
Pero a su vez proponen una lucha de poderes en la constitución del Edipo:
«Todo aparato psíquico está sometido a un poder originario, o sea al dominio de lo femenino. Los
varones luego ejercerán en el mundo un poder de los orígenes que someterá a la mujer y ésta se
vengará inconscientemente en los hijos estableciéndose un círculo vicioso» planteo fuertemente
estructuralista.
En relación a la clínica vincular es importante elaborar los aspectos ideológicos del analista,
especialmente si trabaja con parejas y familias.
Surgen interrogantes sobre ¿Qué es ser hombre, que es ser mujer?, de difícil abordaje. Nuestra
época -fin de la postmodernidad implica crisis de valores, nuevas formas de organización social,
relativización de lugares fijos y seguros para cada sexo.
Además la aceptación social de nuevos géneros sexuales como el travesti o el transexual, y las
parejas homosexuales que inclusive adoptan, impone ampliar el universo conceptual del
terapeuta respecto al punteo de los conflictos vinculares.
Para concluir la temática del poder es mucho más abarcativa y excede con creces el campo de
los géneros sexuales, como bien dice J. Puget es necesario adscribirlo a la cuestión de la
pertenencia, cuyo proceso atributivo tiene el poder de otorgar un lugar posible o el poder de fijar
lugares imposibles.