Diccionario de psicología, letra P, pulsiones del yo

Pulsiones del Yo
AI.: Ichtriebe.
Fr.: pulsions du moi.
Ing.: ego instincts.
It.: istinti o pulsioni dell’io.
Por.: impulsos o pulsões do ego.
Dentro del marco de la primera teoría de las pulsiones (tal como fue formulada por Freud en los
años 1910-1915), las pulsiones del yo designan un tipo específico de pulsiones cuya energía se
sitúa al servicio del yo en el conflicto defensivo; son asimiladas a las pulsiones de
autoconservación y se oponen a las pulsiones sexuales.
En la primera teoría freudiana de las pulsiones, que opone pulsiones sexuales y pulsiones de
autoconservación, estas últimas reciben todavía el nombre de pulsiones del yo.
Como es sabido, el conflicto psíquico fue descrito al principio por Freud como la oposición entre la sexualidad y una instancia represora, defensiva, el yo. Pero todavía no se atribuía al yo un soporte pulsional determinado.
Por otra parte, desde los Tres ensayos sobre la teoría sexual (Drei Abhandlungen zur
Sexualtheorie, 1905), Freud contrapuso las pulsiones sexuales a lo que él llamó «necesidades»
(o «funciones de importancia vital»), mostrando cómo las primeras nacían apoyándose en las
segundas, y luego se separaban, especialmente en el autoerotismo. Al enunciar su «primera
teoría de las pulsiones», Freud trata de hacer coincidir estas dos oposiciones: oposición clínica, en el conflicto defensivo, entre el yo y las pulsiones sexuales; oposición genética, en el origen de la sexualidad humana, entre funciones de autoconservación y pulsión sexual.
Sólo en 1910, en El trastorno psicógeno de la visión en la concepción psicoanalítica (Die
psychogene Sehstörung in Psychoanalytischer Auffassung), Freud, por un lado, reúne el
conjunto de estas «grandes necesidades» no sexuales con el nombre de «pulsiones de
autoconservación» y, por otro, las señala, con el nombre de «pulsiones del yo», como parte
integrante del conflicto psíquico, cuyos dos polos se deben definir, en último análisis, igualmente
en términos de fuerzas: «De muy especial importancia para nuestra tentativa de explicación es la
oposición innegable existente entre las pulsiones que sirven a la sexualidad, a la obtención del
placer sexual, y los otros, que tienen como fin la autoconservación del individuo, las pulsiones
del yo. Todas las pulsiones orgánicas que actúan en nuestro psiquismo pueden clasificarse,
según el poeta, en «hambre» o en «amor».
¿Qué significa la sinonimia, anticipada por Freud, entre pulsiones de autoconservación y
pulsiones del yo? ¿En qué sentido un determinado grupo de pulsiones puede considerarse
inherente al yo?
1.° A nivel biológico, Freud se apoya en la oposición entre las pulsiones que tienden a la
conservación del individuo (Selbsterhaltung) y las que sirven a los fines de la especie
(Arterhaltung): «El individuo lleva, en realidad, una doble existencia, como fin de sí mismo y como
miembro de una cadena a la que se encuentra sometido en contra de su propia voluntad o, por lo
menos, sin contar con ella […]. La distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo no hará
más que reflejar esta doble función del individuo» (2 a). Desde esta perspectiva, «pulsiones del
yo» significa «pulsiones de conservación de sí mismo», siendo el yo como la instancia psíquica
encargada de la conservación del individuo.
2.° En el marco del funcionamiento del aparato psíquico, Freud muestra cómo las pulsiones de
autoconservación, proposición de las pulsiones sexuales, son especialmente aptas para
funcionar según el principio de realidad. Es más, define un «yo-realidad» por las características
mismas de las pulsiones del yo: « […] el yo-realidad no tiene más misión que tender hacia lo útil y
prevenirse contra los daños».
3.° Por último, se observará que, desde la introducción de la noción de pulsiones del yo, Freud
señala que éstas (simétricamente a las pulsiones sexuales, con las que se hallan en conflicto)
se encuentran fijadas a un grupo determinado de representaciones, grupo «para el que
utilizamos el concepto global de yo, el cual está compuesto de diversas formas según el caso».
Si concedemos todo su sentido a esta última indicación, nos veremos inducidos a pensar que las
pulsiones del yo catectizan el «yo» tomado como «grupo de representaciones », que apuntan al
yo. Vemos que se introduce aquí una ambigüedad en el sentido de la contracción del (pulsiones
del yo): las pulsiones del yo se conciben, por una parte, como tendencias que emanan del
organismo (o del yo como instancia psíquica encargada de asegurar la conservación de aquél) y
que apuntan hacia objetos exteriores relativamente específicos (por ejemplo, alimento). Pero, por
otra parte, se fijarían al yo como a su objeto
Cuando, entre 1910 y 1915, Freud establece la oposición entre pulsiones sexuales y pulsiones
del yo, raramente deja de declarar que se trata de una hipótesis que se vio «[…] obligado a
establecer por el análisis de las neurosis de transferencia (histeria y neurosis obsesiva)». A
este respecto cabe señalar que, en las interpretaciones dadas por Freud del conflicto, casi
nunca vemos intervenir las pulsiones de autoconservación como fuerza motivadora de la
represión:
1.° En los estudios clínicos publicados antes de 1910, a menudo se señala el lugar que ocupa el
yo en el conflicto, pero no se indica su relación con las funciones necesarias para la
conservación del individuo biológico (véase: Yo). Más tarde, después de haberlo clasificado
explícitamente, en teoría, como pulsión del yo, la pulsión de autoconservación es, no obstante,
raras veces invocada como energía represora: En Historia de una neurosis infantil (Aus der
Geschichte einer infantilen Neurose, 1918), redactada en 1914-1915, la fuerza que provoca la
represión se busca en la «libido genital narcisista».
2.° En los trabajos metapsicológicos de 1914-1915 (El inconsciente [Das Unbewusste], La
represión [Die Verdrängung], Las pulsiones y sus destinos [Trieb und Triebschicksale]), la
represión, en los tres grandes tipos de neurosis de transferencia, se atribuye a un juego
puramente libidinal de catexis, de retiro de la catexis y de contracatexis de las
representaciones: «podemos reemplazar aquí la palabra «catexis» por libido», ya que, según
sabemos, se trata del destino de las pulsiones sexuales».
3.° En el texto que introduce la noción de pulsión del yo, uno de los pocos trabajos en los que
Freud intenta hacer intervenir esta pulsión como parte del conflicto, se tiene la impresión de que
la función de «autoconservación» (en este caso la visión) constituye lo que está en juego y el
terreno del conflicto defensivo más que uno de los términos dinámicos de éste.
4.° Cuando Freud intenta justificar la introducción de este dualismo pulsional, no lo considera
como un «postulado necesario», sino únicamente como una «construcción auxiliar» que va
mucho más allá de los simples datos psicoanalíticos. Éstos, en efecto, sólo imponen la idea de un
«conflicto entre las exigencias de la sexualidad y las del yo». Así, pues, en último análisis, el
dualismo pulsional se basa en consideraciones «biológicas»: «[…] deseo hacer constar aquí
expresamente que la hipótesis de una separación entre pulsiones del yo y pulsiones sexuales
[…] sólo en una pequeña parte tiene una base psicológica, encontrando su principal apoyo en la
biología» .
La introducción del concepto de narcisismo no invalida, en principio, para Freud la oposición
entre pulsiones sexuales o pulsiones del yo, pero introduce en ella una distinción suplementaria:
las pulsiones sexuales pueden cargar su energía sobre un objeto exterior (libido objetal) o sobre
el yo (libido del yo o libido narcisista). La energía de las pulsiones del yo no es libido, sino
«interés». Como puede verse, esta nueva reagrupación intenta suprimir la ambigüedad que
hemos señalado más arriba a propósito del término «pulsiones del yo». Las pulsiones del yo
emanan del yo y se refieren a objetos independientes (por ejemplo, el alimento); pero el yo puede
ser objeto para la pulsión sexual (libido del yo).
Con todo, la oposición libido del yo – libido objetal muy pronto, en el pensamiento de Freud,
restará interés a la oposición entre pulsiones del yo – pulsiones sexuales.
En efecto, Freud cree poder referir la autoconservación al amor de sí mismo, es decir, a la libido
del yo. Escribiendo a posteriori la historia de su teoría de las pulsiones, Freud interpreta el
cambio en virtud del cual introdujo el concepto de libido narcisista como una aproximación a una
teoría monista de la energía pulsional, «[…] como si la lenta progresión de la investigación
psicoanalítica hubiera seguido los pasos de las especulaciones de Jung sobre la libido primitiva,
tanto más cuanto que la transformación de la libido objetal en narcisismo se acompaña
inevitablemente de cierta desexualización».
Con todo, se observará que Freud no descubre esta fase «monista» de su pensamiento hasta el
momento en que ya ha establecido un nuevo dualismo fundamental, el de las pulsiones de vida y
las pulsiones de muerte.
Tras la introducción de este dualismo, el término «pulsión del yo» desaparecerá de la
terminología freudiana, no sin que Freud intentase primeramente, en Más allá del principio del
placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920) situar lo que hasta entonces había denominado
pulsiones del yo, dentro de este nuevo marco. Esta tentativa se efectúa en dos direcciones
contradictorias:
1.ª En la medida en que las pulsiones de vida se asimilan a las pulsiones sexuales, Freud intenta,
simétricamente, hacer coincidir pulsiones del yo y pulsiones de muerte. Cuando lleva hasta sus
últimas consecuencias la tesis especulativa según la cual la pulsión, en el fondo, tiende a
restablecer el estado inorgánico, ve en las pulsiones de autoconservación «[…] pulsiones
parciales destinadas a asegurar al organismo su propio camino hacia la muerte». Sólo se
diferencian de la tendencia inmediata a retornar a lo inorgánico en la medida en que «[…] el
organismo sólo quiere morir a su modo; los guardianes de la vida fueron en su origen agentes de
la muerte».
2.ª En el curso de su propio texto, Freud se ve obligado a rectificar estos puntos de vista,
retornando la tesis según la cual las pulsiones de autoconservación son de naturaleza libidinal.
Finalmente, dentro de su segunda teoría del aparato psíquico, Freud ya no hará coincidir un
determinado tipo cualitativo de pulsión con una determinada instancia (como había intentado
hacer al asimilar pulsión de autoconservación y pulsión del yo). Si bien las pulsiones tienen su
origen en el ello, pueden verse actuar todas ellas en cada una de las instancias. El problema de
saber cuál es la energía pulsional que el yo utiliza más especialmente seguirá existiendo (véase:
Yo), pero sin que Freud hable entonces de pulsión del yo.