Melanie Klein: EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS MANIACO-DEPRESIVOS (1940) Parte IV

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La reconstrucción del mundo interno da la pauta del éxito de la labor de duelo. La comprensión de este mundo interno complejo capacita al analista para encontrar y resolver muchas situaciones de ansiedad temprana, desconocidas anteriormente y que teórica y terapéuticamente son de tal importancia que quizá no las podamos valorar todavía. Creo también que el problema del duelo sólo puede ser totalmente comprendido, teniendo en cuenta estas situaciones de ansiedad temprana. Ilustraré ahora, en conexión con el duelo, una de esas situaciones de ansiedad que he encontrado como de capital importancia en los estados maníaco-depresivos. Me refiero a la ansiedad provocada por los padres internalizados en coito destructivo; tanto ellos como el propio sujeto son sentidos como si estuvieran en constante peligro de destrucción violenta. Referiré a continuación extractos de algunos sueños de un paciente, un hombre de 40 años, D., que tenía rasgos depresivos y paranoides. No entraré en los detalles del caso, me limitaré aquí a mostrar el modo en que fueron activados estos miedos y fantasías cuando murió la madre del paciente. Su madre estaba muy enferma, empeorando día a día, y en esa época estaba ya casi inconsciente. Un día, en su análisis, habló de su madre con odio y amargura, acusándola de haber hecho desgraciado a su padre. Relató también un caso de suicidio y uno de locura que había ocurrido en la familia de su madre. Dijo que su madre, en una época, «tenía la mente confusa». Luego aplicó este término «confuso» a si mismo y dijo: «Sé que Ud. me está volviendo loco, y que me van a encerrar.» Habló en seguida de un animal enjaulado. Interpreté que al pariente loco y a su madre confusa, los sentía dentro de si y que el miedo de ser encerrado significaba su más profundo miedo de tener dentro de él esta gente loca y de enloquecer entonces. Contó luego un sueno de la noche anterior. «Veo un toro acostado en un gran establo. No está completamente muerto y tiene un aspecto misterioso y peligroso. Yo estoy de pie a un lado del toro y mi madre está del otro lado. Escapo y me refugio en una casa, sintiendo que he dejado a mi madre en peligro y que eso está mal; pero tengo la vaga esperanza de que se salvara. Con gran asombro para él, la primera asociación del paciente fue recordar cuánto le habían molestado los mirlos despertándolo temprano. Habló luego de los búfalos en América, país donde había nacido. Siempre se había interesado en los búfalos y le atraían. Dijo luego que podía matárselos y comerlos, pero como estaban extinguiéndose había que evitarlo. Mencionó luego la historia de un hombre que se había mantenido en el suelo inmóvil, con un toro encima de él, incapaz de moverse por miedo a ser aplastado. Asoció en seguida con un toro que había visto últimamente en la granja de un amigo y que este toro le había parecido horrible cuando lo vio. Por sus asociaciones, esta granja era como su propia casa. Había pasado gran parte de su infancia en la granja de su padre. En el intervalo dio asociaciones sobre semillas de flores esparcidas que venían del campo y echaban raíces en los jardines de la ciudad. D. vio de nuevo al dueño de la granja ese día y le instó a vigilar el toro. (Se había enterado que últimamente el toro había destruido algunas de las construcciones de la granja.) Esa misma tarde, el paciente recibió la noticia de la muerte de su madre. En la hora siguiente, no mencionó, al principio, la muerte de su madre, pero expresó odio contra mí: mi tratamiento lo iba a matar. Le recordé el sueño del toro interpretando que en su mente su madre se había unido con el padre-toro atacante -medio muerto- y se había vuelto misteriosa y peligrosa. Yo misma y el tratamiento representaban para él la figura de sus padres combinados. Le señalé que el reciente incremento del odio hacia la madre fue una defensa contra su tristeza y desesperación por su cercana muerte. Aludí a sus fantasías agresivas, mediante las cuales en su mente él había transformado a su padre en un toro peligroso que destruiría a la madre: de ahí sus sentimientos de responsabilidad y culpa sobre el inminente desastre. Aludí también a las observaciones del paciente sobre los búfalos que se comían y le expliqué que había incorporado la figura combinada de los padres y que tenía temor de ser aplastado internamente por el toro. El material anterior había mostrado su miedo a ser controlado y atacado internamente por seres peligrosos, miedos que entre otras cosas le habían llevado a adoptar posturas rígidas e inmóviles. Su relato del hombre que corría el peligro de ser aplastado por el toro y que se mantuvo inmóvil y controlado, lo interpreté como la representación de peligros que le amenazaban internamente. Expliqué luego al paciente el significado sexual del toro atacando a la madre, conectando esto con su fastidio por los pájaros que lo despertaban en la mañana (su primera asociación al sueño del toro). Le recordé que en sus asociaciones, los pájaros a menudo representaban personas, y que el ruido que hacen los pájaros -ruido al que estaba acostumbrado- representaban para él el coito peligroso de los padres, y era tan insoportable, especialmente esa mañana, debido al sueño del toro y a su estado agudo de ansiedad a causa de su madre moribunda. Así, la muerte de su madre significaba para él ser destruido en su interior por el toro, ya que el trabajo de duelo había comenzado y él la internalizó en esta situación tan peligrosa. Señalaré ahora algunos aspectos optimistas del sueño. Su madre podrá salvarse del toro. Le gustan los mirlos y otros pájaros. Le mostré las tendencias de reparación y recreación presentes en este material. Su padre (el búfalo) debe ser preservado, por ejemplo, contra su propia voracidad. Le recordé, entre otras cosas, las semillas que deseaba diseminar en el suelo por todas partes, trayéndolas desde el campo, que él quería, hasta su pueblo, y que significaban niños creados por él y su padre como una reparación a su madre. Estos niños con vida significaban mantener viva a su propia madre. Sólo después de esta interpretación pudo contarme la muerte de su madre acaecida la noche anterior. Admitió, lo que era raro en él, su total comprensión del proceso de internalización, tal como se lo había interpretado. Dijo que después de haber recibido la noticia de la muerte de su madre se sintió enfermo y pensó, aun en ese momento, que no había razones físicas para estarlo. Esto parecía confirmar mi interpretación de que había internalizado toda la situación imaginada de su lucha con los padres muertos. Durante esta hora mostró odio, ansiedad y tensión, pero muy poco dolor; hacia el final de la hora, después de mi interpretación, se suavizaron sus sentimientos, estuvo algo triste y sintió cierto alivio. La noche después del funeral de su madre, D. soñó que X. (que era una figura paterna) y otra persona (que me representaba a mí) trataban de ayudarlo, pero que realmente debía luchar contra ellos para vivir y dijo: «La muerte me reclama». En su sesión habló otra vez amargamente de su análisis como de algo que lo desintegraba. Interpreté que él sentía que los padres externos que le ayudaban eran al mismo tiempo padres que lo atacaban y desintegraban, que podrían atacarlo y destruirlo -el toro medio muerto y su madre moribunda dentro de él- y que yo y el análisis nos habíamos transformado en personas y acontecimientos peligrosos dentro de él; que él había internalizado a sus padres corno algo moribundo o muerto se confirmó cuando me relató que en el funeral había dudado un momento sobre si su padre no estaría muerto también (en realidad el padre vivía). Hacia el final de la hora, después de una disminución de su odio y ansiedad, cooperó más. Dijo que el día anterior, mirando por la ventana en casa de su padre, vio el jardín y se sintió solo: le desagradó además un pájaro que había en un arbusto. Pensó que este pájaro, malo y destructivo, podía meterse en el nido de otro y poner huevos en él. Asocié luego, que poco tiempo antes había visto ramas de flores silvestres desparramadas por el suelo -que posiblemente habían sido arrancadas y arrojadas allí por algunos niños-. Interpreté su odio y amargura como defensa contra la pena, soledad y culpa. El pájaro y los niños destructivos -como a menudo había ocurrido antes- representaban a él mismo que en su mente había destruido la casa y felicidad de sus padres y matado a su madre, destruyendo los niños en su interior. En conexión con esto, sus sentimientos de culpa se relacionaban con sus ataques directas fantaseados contra el cuerpo de su madre, mientras que, en conexión con el sueño del toro, la culpa se derivaba de sus ataques indirectos contra ella, cuando transformó a su padre en un toro peligroso que realizaba los propios deseos sádicos del paciente. En la tercera noche, después del funeral de su madre, D. soñó: «Veo un autobús que viene hacia mí de un modo incontrolado -aparentemente no tiene conductor-. Va contra un galpón con techo. No veo lo que le sucede al galpón, pero sé claramente que se ‘va al tacho’. Luego vienen dos personas detrás de mí que levantan el techo del galpón y miran dentro. D. no sabe para qué pero parecen pensar que es una ayuda». Además de mostrar su miedo a ser castrado por el padre a través de un acto homosexual que D. en ese momento también desea, su sueño expresa la misma sit uación interna que el sueño del toro: la muerte de su madre dentro de él y su propia muerte. El galpón significa el cuerpo de su madre, él mismo y también su madre internalizada. El coito peligroso representado por el autobús destruyendo el galpón ocurrió en su mente, tanto a su madre como a él mismo, pero, además y ésta es la razón dominante de su ansiedad, a su madre dentro de él. El no ser capaz de ver lo que sucede en el sueño, indica que, en su mente, la catástrofe fue un acontecimiento interno. También supo, sin verlo, que el galpón «iba al tacho». El autobús yendo hacia él, además de significar el coito y castración por el padre, significa «un acontecimiento dentro de él”. Las dos personas abriendo el techo desde atrás (señaló mi sillón) éramos él y yo mirando dentro de su interior y dentro de su mente (psicoanálisis). Las dos personas también significaban: yo misma como la figura de los padres «malos» combinados y conteniendo el padre peligroso; de ahí sus dudas de que el mirar dentro del galpón (el análisis) pudiera serle de utilidad. El autobús sin frenos representaba también a él mismo en peligroso coito con su madre y expresaba sus miedos y culpa sobre la maldad de sus propios genitales. Antes de la muerte de su madre, cuando ya había comenzado su grave enfermedad, su auto había chocado accidentalmente contra un poste sin serias consecuencias. Este accidente parecía ser un intento de suicidio inconsciente que significaba destruir a los padres malos internos; también representaba a sus padres en coito peligroso dentro de él y fue así una realización tanto como una externalización de un desastre interno. Las fantasías de los padres combinados en coito «malo» o, aun más, la acumulación de emociones de distintas índoles, deseos, temores y culpas que las involucran, habían trastornado mucho su relación con ambos padres y jugado un rol importante, no sólo en su enfermedad, sino también en su desarrollo total. A través del análisis de estas emociones referidas a la relación sexual de los padres, y particularmente a través del análisis de estas situaciones internalizadas, el paciente pudo experimentar realmente el duelo por su madre. Toda su vida, sin embargo, se había defendido de la depresión y pena de perderla y esto se originaba en sus sentimientos infantiles depresivos, y así negó su gran amor por ella. Inconscientemente había reforzado su odio y sentimientos de persecución porque no quería sufrir el miedo de perder a su madre amada. Cuando decrecieron sus ansiedades surgidas de su propia destructividad se fortaleció su confianza en su poder de restaurarla y preservarla, disminuyó la persecución y surgió su amor por ella. Pero, al mismo tiempo, experimentó, en forma creciente, pena y ansia por ella, sentimientos que él había reprimido y negado siempre, desde los primeros días. Mientras pasaba por este duelo con dolor y desesperación, su amor tan profundamente enterrado por su madre resurgía cada vez más y se modificó su relación con ambos padres. Un día, hablando de ellos y refiriéndose a un recuerdo agradable de su infancia, dijo de ellos: «Mis viejos queridos» -lo que significaba un pensamiento nuevo para él. He mostrado aquí y en artículos anteriores, las razones más profundas de la incapacidad de un sujeto para vencer con éxito la posición depresiva infantil. El fracaso en este sentido origina depresión, manía o paranoia. He señalado (op. cit.) uno o dos métodos por los que el yo intenta escapar al sufrimiento, conectados con la posición depresiva: la huida hacia los objetos buenos internos (que puede conducir a una psicosis grave) y la huida hacia los objetos buenos externos (que hacen posible el vencimiento de la neurosis). Pero además existen muchos modos que, según mi experiencia, sirven para el mismo propósito de capacitar al individuo para huir de los sufrimientos causados por la posición depresiva; varían de individuo a individuo, y se basan en defensas obsesivas, maníacas y paranoides (y todos estos métodos, como ya he señalado, se utilizan en el desarrollo normal). Suelen observarse claramente durante el análisis de personas que no pueden experimentar el duelo. Sintiéndose incapaces de salvar o reinstalar de un modo seguro los objetos buenos dentro de ellos, pueden alejarse de los mismos y, por lo tanto, negar su amor por ellos. Esto puede significar, que sus emociones se hagan más inhibidas: en otros casos, son sólo los sentimientos de amor los que se sofocan, mientras que el odio aumenta. Al mismo tiempo, el yo utiliza diversos modos para tratar los temores paranoides (que son más fuertes cuanto más se ha reforzado el odio). Por ejemplo, los objetos malos internos se subyugan maníacamente, se inmovilizan, y al mismo tiempo se niegan, tanto como se proyectan fuertemente en el mundo externo. Hay personas que, incapaces de experimentar el duelo, pueden escapar a un ataque maníaco-depresivo o de paranoia sólo por una grave restricción en su vida emocional que empobrece su personalidad total. En estas personas, el mantener una cierta medida de equilibrio mental, depende a menudo del modo en que interaccionan los diversos métodos y de su capacidad de mantener con vida, en otras direcciones, algo del amor que negaron a sus objetos perdidos. Las relaciones con personas que en su mente no están íntimamente relacionadas con el objeto perdido, el interés en cosas y actividades, pueden absorber algo del amor que corresponde al objeto perdido. Aunque esas relaciones y sublimaciones tendrán un carácter maníaco o paranoide, pueden aun así, dar alivio y tranquilizar la culpa, porque a través de ellas, el objeto amado perdido que ha sido rechazado y así destruido, es en cierta medida restaurado y retenido en el inconsciente. Si en nuestros pacientes, el análisis disminuye la ansiedad por los padres internos, destructivos y perseguidores, se comprende que el odio y a su vez la ansiedad disminuyan, y que sean capaces de revisar su relación con los padres -vivos o muertos- y rehabilitarlos aun teniendo motivos de resentimiento. Esta mayor tolerancia hace posible para ellos alojar con firmeza en su mente figuras parentales buenas junto con objetos malos internos, y más aun mitigar el miedo a los objetos malos por la confianza en los objetos buenos. Esto los capacita para experimentar emociones -pena, culpa y tristeza, tanto como amor y confianza-, elaborar el duelo, vencerlo, y finalmente, vencer la posición depresiva infantil en la que ellos fracasaron en la infancia. En conclusión: en el duelo normal, tanto como en el patológico, y en los estados maníaco-depresivos, se reactiva la posición depresiva infantil. Sentimientos complejos, fantasías y ansiedades, incluidas bajo este término, son de una naturaleza que justifica mi afirmación de que el niño, en su desarrollo temprano, pasa a través de estados maníaco-depresivos transitorios, tanto como por estados de duelo, que luego son modificados mediante la neurosis infantil. La posición depresiva infantil se supera cuando desaparece la neurosis infantil. La diferencia fundamental, entre el duelo normal, por una parte, y por la otra el duelo patológico y los estados maníaco-depresivos, es la siguiente: los enfermos maníaco-depresivos y los sujetos que fracasan en el trabajo de duelo, aunque las defensas puedan diferir ampliamente una de otra, tienen en común el no haber sido capaces, en su temprana infancia, de establecer objetos buenos internos y de sentir seguridad en su mundo interno. Realmente, no vencieron nunca la posición depresiva infantil. En el duelo normal, sin embargo, la posición depresiva temprana, que se ha revivido con la pérdida del objeto amado, se modifica una vez más y se vence por métodos similares a los que usó el yo en la infancia. El individuo reinstala dentro de él sus objetos de amor perdidos reales y al mismo tiempo sus primeros objetos amados, en última instancia, sus padres buenos, a quienes, cuando ocurrió la pérdida real, sintió también en peligro de perderlos. Cuando el sujeto en duelo reinstala dentro de si a los padres buenos y a las personas recientemente perdidas y reconstruye su mundo interno, que estuvo desintegrado y en peligro, puede vencer su pena, gana nueva seguridad y logra armonía y paz verdaderas.