PIAGET: LA EVOLUCIÓN DE LA PEDAGOGÍA (La pedagogía experimental o el estudio de los programas y de los métodos)

LA PEDAGOGÍA EXPERIMENTAL O EL ESTUDIO DE LOS PROGRAMAS Y DE LOS MÉTODOS

Tanto si los programas y los métodos didácticos son impuestos por el Estado o
abandonados a la iniciativa de los docentes
, es evidente que nada fundamentado
puede decirse en cuanto a su rendimiento efectivo, ni en cuanto a los múltiples
efectos imprevistos que pueden tener sobre la formación general de los individuos,
sin un estudio sistemático que disponga de todos los medios de control tan
precisos que han elaborado la estadística moderna y las diversas investigaciones
psico-sociológicas.
Por ello, desde hace décadas, bajo el nombre de “pedagogía experimental” se ha
constituido una disciplina especializada en el estudio de tales problemas.
En una
obra que lleva el doble título de Psychologie de l’enfant et pédagogie expérimentale
y que fue objeto de numerosas ediciones y traducciones a principios de este siglo,
Claparéde mostraba ya que la pedagogía experimental no es una rama de la
psicología (salvo que se quiera integrar en esta última todas las actividades de los
maestros); en efecto, la pedagogía experimental sólo se ocupa del desarrollo y los
resultados de procesos propiamente pedagógicos, lo que no significa, como
veremos, que la psicología no constituya una referencia necesaria, pero sí que
obliga a decir que los problemas planteados son otros y conciernen menos a los
caracteres generales y espontáneos del niño y su inteligencia que a su
modificación por el proceso en cuestión.
Por ejemplo, un problema de pedagogía experimental es decidir si la mejor
manera de aprender a leer consiste en empezar por las letras, pasar después a las
palabras y finalmente a las frases de acuerdo con el método clásico llamado
“analítico”
, o si vale más proceder por orden inverso según el método “global” de
Decroly. Sólo un estudio paciente, metódico, aplicado a grupos comparables de
sujetos en tiempos igualmente comparables y neutralizando tanto como se pueda
los factores adventicios (valor de los maestros y preferencias por uno u otro
método, etc.) puede permitir resolver la cuestión, y queda excluido buscar una
solución en consideraciones deductivas a partir de conocimientos experimentales
proporcionados por la psicología sobre el papel de las “gestalts” en la percepción y
sobre el carácter sincrético o global de las percepciones infantiles (aun cuando es
de tales consideraciones de donde ha partido Decroly para imaginar su método, lo
que no constituye, sin embargo, una verificación). Algunos estudios sobre el tema,
aún muy incompletos, han conducido a sostener que el método global, de
rendimiento más rápido, perjudica al conocimiento ulterior de la ortografía, pero
esto es sólo una constatación ocasional que exige nuevos y muy delicados
controles (basta pensar en numerosos adultos que, al dudar entre dos posibles
formas ortográficas, escriben la palabra en cuestión de dos maneras y eligen
según la figura obtenida, lo que de hecho consiste en reconocer la buena ortografía
según una configuración global). Parece que otras investigaciones han mostrado
que los resultados obtenidos varían según los tipos de niños y especialmente
según los tipos de actividades a que se recurre para asociar los ejercicios
“globales”, lo que ha llevado recientemente a una pedagoga de Sherbrooke, en
Canadá, a imaginar un método mixto, sobre todo global, pero por el que los niños
construyen, ellos mismos y en común, frases mediante posibles combinaciones
entre palabras presentadas por cada uno de los miembros del grupo. De aquí se
deriva una nueva exigencia de investigaciones y controles, teniendo en cuenta esta
tercera posibilidad y comparándola con las otras. Algunos autores han sostenido
que el problema está mal planteado si se le limita a los factores perceptivos y
amnésicos, y que la verdadera cuestión está en situar al nivel de las significaciones
y del juego relaciones entre los signos y los significados, etcétera; desde este
punto de vista se ofrecen a la pedagogía experimental un conjunto de experiencias
nuevas que, por otra parte, no excluyen en absoluto la necesaria relación con los
factores perceptivos, que, aunque no resultan decisivos, no son por sí mismos
rechazables.
Este ejemplo banal muestra ya la complejidad de los problemas que se plantean a
la pedagogía experimental si se quiere juzgar los métodos, mediante criterios
objetivos y no solamente según evaluaciones de maestros interesados,
inspectores o padres de alumnos;
además, muestra que los problemas son
efectivamente de orden pedagógico y no puramente psicológicos, ya que la
medida de un rendimiento escolar obedece a criterios que incumben sólo al
educador, aun cuando los métodos empleados converjan en parte con los de la
psicología. Por el contrario, en el curso de los últimos años y en el seno de los
círculos pedagógicos de lengua francesa, se ha suscitado la cuestión de la
necesaria colaboración entre la pedagogía y la psicología infantil o la
independencia radical de la primera.
Este problema no se ha planteado en los países anglosajones ni en las repúblicas
populares, en cuyos centros de investigación, dependientes de las universidades o
de academias pedagógicas, se sabe perfectamente que la pedagogía
experimental tiene necesidad de la psicología de la misma manera que la
medicina reposa sobre la biología o la fisiología, sin confundirse con ellas. Por el
contrario, R. Dottrens, en el seno de la asociación de pedagogía experimental en
lengua francesa que él contribuyó a crear, ha sostenido la tesis de la
independencia completa de esta disciplina y, cosa curiosa, ha invocado para
defenderse textos de Claparéde, que muestran simplemente la diferencia de los
problemas, como si toda la obra del fundador del Instituto J. J. Rousseau no
tendiera a asentar la pedagogía sobre bases psicológicas sólidas. De hecho, el
problema es muy simple y su solución sólo depende de la modestia o amplitud de
las ambiciones de la pedagogía experimental.
Si ésta quiere limitarse, de acuerdo con el esquema positivista de la ciencia, a una
simple investigación de hechos y leyes, sin pretender explicar lo que constata, no
hay, naturalmente, ninguna necesidad de ligamen con la psicología. Se constatará,
por ejemplo, que en tres grupos comparables de niños, con el método analítico se
ha conseguido al cabo de un mes una lectura de n palabras durante 150 minutos,
con el método global se ha conseguido una lectura de n’ palabras y con el de
Sherbrooke n", sobre el mismo texto. Por otra parte, se medirá la rapidez de los
progresos de mes en mes; finalmente, se constatará que los mismos grupos,
habiendo seguido cada cual por su lado las mismas enseñanzas, consiguen tales
o cuales resultados en ortografía. Y se acabará con esto, lo cual permitirá, a lo
sumo, una elección entre los métodos en discusión.
Sin embargo, si la pedagogía experimental quiere comprender lo que hace y
completar sus constataciones mediante interpretaciones causases o
“explicaciones”
, es evidente que le será necesario recurrir a una psicología precisa
y no meramente a la del sentido común. Siguiendo con el ejemplo citado, la
pedagogía necesitará estar informada de cerca en los campos de la percepción
visual, de la percepción de las palabras, letras y frases, y le será necesario
conocer las relaciones entre la percepción global y las actividades perceptivas”, las
leyes de la función simbólica, las relaciones entre la percepción de las palabras y
el simbolismo, etc.
El ejemplo escogido no tiene nada de excepcional. Cualquier método didáctico o
cualquier programa de enseñanza, cuya aplicación y resultados han de ser
analizados por la pedagogía experimental, implica problemas de psicología del
desarrollo, psicología del aprendizaje y psicología general de la inteligencia
. De
aquí resulta que los progresos de la pedagogía experimental, en tanto que ciencia
independiente por su objeto, están ligados, como en todas las ciencias, a
investigaciones interdisciplinarias, si de lo que se trata es de constituir una
verdadera ciencia, es decir, una ciencia explicativa y no solamente descriptiva,
cosa que han comprendido, por lo demás, en su inmensa mayoría, los centros de
investigación de esta joven disciplina. Lo que nosotros acabamos de decir se
limita a enunciar algo que ya es moneda corriente durante los últimos años.