Mayer, Salovey y Caruso presentan un modelo algo aséptico de IE, que pretende estar
explícitamente libre de valores morales. Una IE alta no necesariamente iría unida a un
estilo de vida lleno de virtudes. Un individuo puede reconocer sus emociones, regularlas
adecuadamente y hacer lo mismo con las emociones de otros, pero ser al mismo tiempo
un perfecto depravado o un delincuente. Teóricamente, las competencias emocionales
pueden ser utilizadas para objetivos socialmente positivos o para objetivos antisociales.
Se pueden utilizar las habilidades emocionales para el beneficio de los demás o para
engañarlos y manipularlos. Como se ha comentado antes, existen personalidades que
aparentemente combinan una falta de empatía (habilidad de la IE), con alta sociabilidad
y cierta emotividad, como es el caso de la personalidad antisocial o el psicópata.
Para indagar más en está cuestión de la relación entre inteligencia emocional y conducta
prosocial.
Los modelos de psicología clínica y psicoterapia normalmente no hacen referencia a
aspectos morales y éticos, a excepción de algunos enfoques humanistas. Rovira presenta varios autores humanistas a los que considera precursores históricos de la IE: Victor
Frankl, Erich Fromm, Alfred Adler, entre otros. Es también en los enfoques humanistas
actuales donde encontramos más similitudes con aspectos de la IE; estas similitudes se
observan principalmente en el énfasis que dan a dos aspectos clave de la IE: por un
lado al trabajo terapéutico con emociones, y por otro a los valores humanos y actitudes
prosociales como elemento del proceso psicoterapéutico. Quizás el modelo que más
explícitamente se refiere a actitudes prosociales como indicador y promotor de la salud
mental es el de la Psicología Adleriana (Oberst y Stewart, 2002).
Uno de los conceptos clave en la teoría adleriana es el Sentimiento de Comunidad
(también llamado “Interés Social”) que hace referencia a la actitud ética del individuo
(Oberst, 1998). El Sentimiento de Comunidad, según Adler, es una tendencia innata de
todos los humanos que debe ser fomentada y educada en el niño desde la primera
infancia por los padres y que comprende varios aspectos: la tendencia afectiva y
cognitiva de orientar su conducta hacia la convivencia con otras personas, hacia la
cooperación y el cumplimiento con las exigencias que requiere la vida en comunidad,
las llamadas tareas de la vida (pareja, trabajo y amistad/comunidad); un interés en el
bienestar no sólo de la propia persona sino también en el bienestar de los demás; la
capacidad de ponerse afectivamente en el lugar del otro, ver el mundo con sus ojos
(empatía). Uno de los objetivos en terapia adleriana (sobretodo en las fases avanzadas)
es el desarrollo de este Sentimiento de Comunidad, sin el cual el individuo no es
considerado del todo mentalmente sano. Esto implica un trabajo psicoeducativo, en el
cual el paciente practica las actitudes prosociales: empatía con los demás e interés en su
bienestar, cooperación, responsabilidad, etc. Como hemos dicho antes, estos son
aspectos que también encontramos en algunos modelos de IE, y en este sentido sería
interesante investigar hasta qué punto la teoría y la práctica Adleriana se puede
considerar como un enfoque terapéutico que se centra en fomentar la IE. Recientemente,
se han publicado algunos trabajos que demuestran que la conducta prosocial no sólo
beneficia a la persona ayudada, sino también a la persona que la propicia (Schwarz y
Sendor, 1999); en otro estudio (Oberst, 2005) también se ha encontrado una correlación
negativa entre conductas delincuentes por un lado e IE por otro.