Este año hemos tomado como tema de nuestro seminario las formaciones del inconsciente. Aquellos de ustedes -y creo que es el caso de la mayoría- que estuvieron anoche en nuestra sesión científica, ya están en la onda, a saber, que saben que las cuestiones que vamos a plantear conciernen esta vez de un modo directo a la función en el inconsciente de lo que nosotros, en el curso de los años precedentes, hemos elaborado como siendo el rol del significante.
Cierto número de ustedes —me expreso así porque mis ambiciones son modestas—, espero, han leído el articulo que está en el tercer número de La Psychanalyse, que he hecho circular bajo el titulo de La instancia de la letra en el inconsciente los que hayan tenido ese coraje estarán bien ubicados, incluso mejor ubicados que los demás, para seguir lo que se va a tratar. En cuanto a los demás, me parece que es una pretensión modesta la que puedo tener, la de que ustedes, que se toman el trabajo de escuchar lo que yo digo se tomen también el trabajo de leer lo que yo escribo, puesto que en suma es para ustedes que lo escribo. Aquéllos que no lo hayan hecho, pues, harán mejor de todos modos remitiéndose a él, más aún en tanto que voy a referirme a él todo el tiempo. Me veo forzado a suponer conocido lo que ya ha sido enunciado una vez.
En fin, para aquellos que no hayan tenido ninguna de estas preparaciones, voy a decirles aquello a lo que me voy a limitar hoy, lo que será el objeto de esta lección de introducción a nuestro propósito.
Voy a recordarles en un primer tiempo, de un modo forzosamente breve, forzosamente alusivo, ya que no puedo volver a empezar, algunos puntos que puntúan de algún modo aquello que en los años precedentes esboza, anuncia, lo que tengo que decirles sobre la función del significante en el inconsciente. Luego, para tranquilidad del espíritu de aquéllos a los que este breve resumen podría dejar un poco sin aliento, voy a explicarles lo que significa este esquema, al que tendremos que referirnos en toda la continuación de nuestra experiencia teórica de este año.
Por último, tomaré un ejemplo, el primer ejemplo del que se sirve Freud en su libro sobre El chiste, no para ilustrarlo, sino para trabajarlo, porque no hay sino chiste particular, no hay chiste en el aire, abstracto. Y comenzaré mostrándoles cómo, a este respecto, el chiste resulta ser le mejor entrada a nuestro objeto, a saber, las formaciones del inconsciente. No solamente es la mejor entrada, sino que yo diría también que es la forma más deslumbrante bajo la cual Freud mismo nos indica las relaciones del inconsciente con el significante y sus técnicas. Les recuerdo entonces, ante todo, puesto que esas son mis tres partes, y ustedes saben pues qué atenerse acerca de lo que voy a explicarles, lo que les permitirá de paso ordenar vuestro esfuerzo mental, que el primer año de mi seminario consistió esencialmente, a propósito de los escritos técnicos de Freud, en introducirles la noción de la función de lo simbólico como la única capaz de dar cuenta de lo que se puede llamar la determinación en el sentido, siendo este la realidad que debemos mantener como fundamental de la experiencia freudiana.
Así, les recuerdo, no siendo en esta ocasión la determinación en el sentido otra cosa que una definición de la razón, les recuerdo que esta razón se encuentra en el principio mismo de la posibilidad del análisis, y que es muy precisamente porque algo ha sido anudado a algo semejante a la palabra (parole), que el discurso puede desanudarlo.
A este respecto, les he señalado la distancia que separa a esta palabra en tanto que está llenada por el ser del sujeto, del discurso vacío que murmura bajo los actos humanos, ellos mismos vueltos impenetrables por la imaginación de esos motivos vueltos irracionales, precisamente en tanto que no son racionalizados más que en la perspectiva yoica del desconocimiento.
Que el yo mismo sea función de la relación simbólica, y pueda ser afectado por ello en su densidad, en sus funciones de síntesis, todas igualmente hechas de un espejismo, pero de un espejismo cautivante, se los he recordado igualmente en el primer año, esto es posible solamente en razón de la hiancia abierta en el ser humano por la presencia biológica original en él, de la muerte, en función de lo que he llamado la prematuración del nacimiento.
Este es el punto de impacto de la intrusión simbólica, y fue ahí que llegamos cuando mi primer seminario terminaba para dar paso al segundo. El segundo seminario, les recordaré que valorizó ese factor de la insistencia repetitiva como viniendo del inconsciente, consistencia repetitiva que hemos identificado a la estructura de una cadena significante. Y esto es lo que intenté hacerles entreverándoles un modelo, bajo la forma de la sintaxis llamada de las a, b, g, d, de la que ustedes tienen una exposición que, a pesar de las criticas que ha recibido, algunas motivadas —hay dos pequeñas faltas que convendría corregir en una edición ulterior—, me parece que es un resumen sumario sobre el tema de esta sintaxis, que debe poder, y aún por mucho tiempo, servirles.
Incluso estoy persuadido que se modificará al envejecer, y que encontrarán menos dificultades para remitirse a ella dentro de algunos meses, incluso al fin de este año, que ahora.
Esto para recordarles aquello de lo que se trata en esta sintaxis llamada a, b, g, d, para responder también a los loables esfuerzos que algunos han hecho para reducir su alcance, lo que en todo caso es para ellos una ocasión de ponerse a experimentarla; ahora bien, esto es precisamente todo lo que busco, de suerte que al fin de cuentas cualquier impase que allí hayan encontrado, es sin embargo para eso que les habrá servido, para esta gimnasia que tendremos :la ocasión de encontrar en lo que habrá lugar de mostrarles este año. Les haré observar que seguramente, como aquéllos que se han tomado el trabajo me lo han subrayado, e incluso escrito, cada uno de estos términos de las abcd están marcados por una ambigüedad funda mental, pero es precisamente esta ambigüedad la que constituye el valor del ejemplo.
Por otra parte, hemos entrado así en estos agrupamientos, en la vía de lo que hace actualmente la especulación de lo que se llama las investigaciones sobre los grupos y los conjuntos, estando esencialmente fundado su punto de partida sobre el principio de partir de estructuras complejas en las cuales las estructuras simples no se presentan más que como casos particulares. Ahora bien, precisamente, no les recordaré cómo fueron engendradas las pequeñas letras, pero es seguro que concluiremos, tras las manipulaciones que permitan definirlas, en algo muy simple, estando definida cada una de esas letras por las relaciones entre ellos de los dos términos de dos parejas, la pareja de lo simétrico y de lo disimétrico, de lo disimétrico y de lo simétrico, y a continuación de lo semejante a lo desemejante, y de lo desemejante a lo semejante.
Tenemos ahí, pues, este grupo mínimo de cuatro significantes que tienen por propiedad que cada uno de ellos sea analizable en función de sus relaciones con los otros tres, es decir, para confirmar el pasaje de los analistas —Jakobson y además su propia tirada cuando lo encontré recientemente—, que el grupo mínimo de significantes necesarios para que estén dadas las condiciones primeras, elementales, de lo que se puede llamar el análisis lingüístico. Ahora bien, lo verán, este análisis lingüístico tiene la relación más estrecha con lo que nosotros llamamos el análisis a secas, e incluso se confunden; si lo miramos de cerca, no son esencialmente otra cosa.
En el tercer año de mi seminario hablamos de la psicosis en tanto que ella está fundada sobre una carencia significante primordial, y mostramos lo que sobreviene como subducción de lo real cuando, acarreado por la invocación vital, éste viene a tomar su lugar en esta carencia del significante de la que se hablaba anoche bajo el término de Verwerfung, y que, convengo en ello, no es algo que no presente algunas dificultades. Es por eso que tendremos que volver a ello este año, pero pienso que lo que ustedes han comprendido en ese seminario sobre la psicosis, es que, si no es su último resorte, al menos es el mecanismo esencial de esta reducción del Otro, del gran Otro, del Otro como sede de la palabra, al otro imaginario, esta suplencia de lo simbólico por lo imaginario, e incluso cómo podemos concebir el efecto de total extrañeza de lo real que se produce en los momentos de ruptura de ese diálogo del delirio, por el cual solamente el psicótico puede sostener en sí mismo lo que llamaremos una cierta intransitividad del sujeto, cosa que, en cuanto a nosotros, nos parece del todo natural; «pienso, luego soy», decimos intransitivamente. Pero seguramente ésa es la dificultad para el psicótico, precisamente la medida de esta reducción de la duplicidad del Otro, con la A mayúscula, y del otro, con la a minúscula, del Otro sede de la palabra y garante de la verdad, y del otro dual que es aquél frente al cual se encuentra como siendo su propia imagen. Esta desaparición de esa dualidad es precisamente lo que da al psicótico tantas dificultades para mantenerse en un real humano, es decir en un real simbólico.
Finalmente, recordaré que en ese tercer año ilustra esta dimensión de lo que llamo el dialogo en tanto que permite al sujeto sostenerse, ni más ni menos que con el ejemplo de la primera escena de Atalía. Es un seminario que me hubiera gustado retomar para escribirlo, si hubiese tenido tiempo: pienso sin embargo que ustedes no han olvidado el extraordinario diálogo de este Abner, quien se revela aquí como el prototipo del falso hermano y del agente doble, que de alguna manera llega para tantear el terreno con el primer anuncio de:
«Sí, vengo en su templo…» y que hace resonar no sé qué tentativa de seducción: ¡admiren qué extraordinario! Es verdad, por supuesto, que la manera en que lo hemos coronado nos hace olvidar un poco todas esas resonancias; y les he subrayado cómo el gran sacerdote iba con algunos significantes esenciales: «los dioses permanecen fieles», «en todas sus amenazas», «promesa del cielo», «¿por qué renuncia?». El término cielo, y algunas otras palabras tan sentidas, no son necesariamente otra cosa que significantes puros. Les he subrayado su vacío absoluto. El ensarta, si puedo decir, a su adversario, al punto de ya no hacer de él, en adelante, sino ese irrisorio gusano de tierra que ha ido a volver a ocupar, como yo les decía, su puesto en la procesión, y servir de cebo a Atalía, la que en ese jueguito terminará, como sabemos, por sucumbir.
Esta relación del significante con el significado, tan visible, tan sensible en ese dialogo dramático, es algo a propósito de lo cual les he hablado, como referencia, del célebre esquema de Ferdinand de Saussure: la corriente, o más exactamente el doble oleaje paralelo —es así como él nos lo representa— del significante y del significado, como siendo distintos y consagrados a un perpetuo deslizamiento de uno sobre otro.
Es a propósito de esto que les he forjado las imagenes de la técnica del colchonero, del punto de capitón, en el que es preciso que, en algún punto, el tejido de uno se fije en el tejido del otro.
Para que sepamos a qué atenernos, al menos sobre los limites posibles de esos deslizamientos, los puntos de capitón dejan alguna elasticidad en los lazos entre los dos términos.
Es sobre esto que vamos a retomar, cuando les haya evocado también la función de mi cuarto seminario, cuando les haya dicho que, en suma, parare la y simétricamente a esto, y a aquello en lo que concluía el diálogo entre Joad y Abner, no hay verdadero sujeto que se sostenga, sino aquél que habla en el nombre de la palabra (parole). Ustedes no han olvidado el plano en el que habla Joad:
«He aquí cómo este dios os responde por mi boca».
No hay otro sujeto más que en la referencia a este Otro. Esto es simbólico de lo que existe en toda palabra valedera. Igualmente, en el cuarto año de seminario, quise mostrarles que no hay objeto, sino metonímico, pues el objeto del deseo es el objeto del deseo del otro, y el deseo siempre deseo de otra cosa, muy precisamente de lo que falta al objeto primordialmente perdido, en tanto que Freud nos lo muestra como siendo siempre a rehallar. Del mismo modo, no hay sentido, sino metafórico, o sentido que sólo surge de la sustitución de un significante a un significante en la cadena simbólica.
Esto es precisamente lo que está connotado en el trabajo del que les hablaba recién, y al cual los invitaba a remitirse, sobre La instancia de la letra en el inconsciente. En los símbolos siguientes, respectivamente de la metáfora y de la metonimia, S está ligado, en la combinacion de la cadena, a S1 , todo en relación a S2, lo que desemboca en que S, en su función metonímica, esta en cierta relación metonímica con s en la significación.
F(S…S1) S2 = S(-)s
f (S….S’) = (-)s
Igualmente, es en la sustitución de S1 en relación a S2, relación de sustitución en la metáfora, que tenemos esto que está simbolizado por la relación de S a S1, que aquí indica —es más fácil de decir en el caso de la metonimia— la función de surgimiento, de creación del sentido.
He aquí, pues, a dónde hemos llegado, y ahora vamos a abordar lo que va a constituir el objeto de nuestras búsquedas este año. Para abordarlo, les he construido ante todo un esquema, y les voy a decir ahora lo que, al menos hoy, nos va a servir para connotar.
Si debemos encontrar un medio de aproximarnos más a las relaciones de la cadena del significante con la cadena del significado, es por esta grosera imagen del punto de capitón. Pero es evidente que, para que fuera válido, habría que preguntarse donde está el colchonero. Evidentemente, está en alguna parte; el lugar en que podríamos situarlo en este esquema seria sin embargo un poco por demás infantil.
Puede ocurrírseles que, puesto que lo esencial de las relaciones de la cadena significante en relación a la corriente del significado es algo como un deslizamiento recíproco, y que a pesar de este deslizamiento es preciso que captemos dónde ocurre la ligazón, la coherencia entre estas dos corrientes, puede ocurrírseles que este deslizamiento, si hay deslizamiento, es forzosamente un deslizamiento relativo: el desplazamiento de cada uno produce un desplazamiento del otro? Y también debe ser por relación a una suerte de presente ideal, en algo como el entrecruzamiento en sentido inverso de las dos líneas, que debemos encontrar algún esquema ejemplar.
Ustedes lo ven, es alrededor de algo como esto que podríamos agrupar nuestra especulación.
Esta noción de presente va a ser extremadamente importante, pero un discurso no es justamente un acontecimiento puntiforme a lo Russell, si puedo decir; un discurso es algo que tiene un punto, una materia, una textura, y no solamente algo que toma tiempo, que tiene una dimensión en el tiempo, un espesor, que hace que no podamos absolutamente contentarnos con el presente instantáneo, pero del que además toda nuestra experiencia, todo lo que hemos dicho y todo lo que somos capaces de presentificar inmediatamente por la experiencia —está bien claro que, por ejemplo, si yo comienzo una frase, ustedes no comprenden su sentido sino cuando la haya terminado, porque a pesar de todo es completamente necesario, es la definición de la frase, que haya dicho su última palabra para que comprendan dónde esta la primera— nos muestra en el ejemplo más tangible lo que se puede llamar la acción (nachträglich) del significante, es decir, precisamente, lo que les digo sin cesar en el texto de la experiencia analítica misma, como siéndonos dado a una escala infinitamente más grande en la historia del pasado.
Por otra parte, está claro —¡es una manera de expresarse!—, pienso que ustedes se han percatado de esto, en todo caso lo vuelvo a subrayar en mi artículo sobre La instancia de la letra en el inconsciente, de un modo completamente preciso y al que provisoriamente les ruego remitirse, esta cosa que les he expresado bajo esta forma de metáfora topológica, si puedo decir. Es imposible representar en el mismo plano el significante, el significado y el sujeto. Esto no es misterioso ni opaco, está demostrado de una manera muy simple a propósito de la referencia al cogito cartesiano. Me abstendré de volver a ello ahora porque vamos, muy simplemente, a volverlo a encontrar bajo otra forma. Esto es simplemente para justificarles las dos líneas que vamos a manipular ahora, y que son ésta: el tapón (bouchon) quiere decir el comienzo de un recorrido, y la punta de la flecha es su fin; ustedes reconocen mi primera línea aquí, y la otra que viene a enganchar sobre ella luego de haberla atravesado dos veces. Señalo simplemente que no podrían confundir lo que representan aquí estas dos líneas: a saber, el significante y el significado, con lo que representan aquí, que es ligeramente diferente, y van a ver por qué.
En efecto, nosotros nos situamos enteramente en el plano del significante. Los efectos sobre el significado están en otra parte, no están directamente representados en este esquema. Se trata de los dos estados, de las dos funciones que podemos aprehender de una serie significante. En el primer tiempo de esta primera línea, tenemos la cadena significante en tanto que permanece enteramente permeable a los efectos propiamente significantes de la metáfora y de la metonimia, lo que implica la actualización posible de los efectos significantes a todos los niveles, a saber, particularmente hasta el nivel fonemático, hasta el nivel del elemento fonológico de lo que funda el retruécano (calembour), el juego de palabras, en resumen, lo que en el significante es ese algo con lo que nosotros, analistas, tenemos que jugar sin cesar, pues pienso que, salvo los que llegan aquí por primera vez, ustedes deben tener que recordar cómo ocurre eso en el juego de palabras y en el retruécano. Es precisamente además por eso que hoy vamos a comenzar a entrar en el tema del inconsciente por el chiste (trait d’esprit) y el Witz.
La otra línea es la del discurso racional, en el que ya están integrados un cierto número de puntos de referencia, de cosas fijas, esas cosas que, en la ocasión, no pueden estrictamente ser captadas más que a nivel de lo que se llama los empleos del significante, es decir lo que concretamente, en el uso del discurso, constituye unos puntos fijos que, como saben, están muy lejos de responder de una manera unívoca a una cosa. No hay un sólo semantema que corresponda a una sola cosa o a cosas la mayor parte del tiempo muy diversas. Nos detenemos aquí al nivel del semantema, es decir de lo que está fijado y definido por un empleo.
Esta otra línea es pues la del discurso corriente, común, tal como es admitido en el código del discurso, de lo que llamaré el discurso de la realidad que nos es común. Es también el nivel en que se producen menos creaciones de sentido, puesto que el sentido ya está de alguna manera dado, y puesto que la mayor parte del tiempo ese discurso no consiste mis que en un fino braceaje de lo que se llama ideales recibidos, puesto que es muy precisamente a nivel de este discurso que se produce el famoso discurso vacío, del que han partido cierto número de mis observaciones sobre la función del parentesco (aparenté) de lenguaje.
Entonces, ustedes Lo ven bien: éste es el discurso concreto del sujeto individual, de aquél que habla y se hace escuchar. Es ese discurso que se puede grabar en un disco. El otro es lo que todo eso incluye como posibilidad de descomposición, de reinterpretación, de resonancia, de efecto metafórico y metonímico. Uno va en el sentido contrario del otro, por la simple razón, justamente, de que deslizan uno sobre otro, pero uno recorta al otro, y ambos se recortan en dos puntos perfectamente reconocibles. Si partimos del discurso, el primer punto en que el discurso encuentra a la otra cadena que llamaremos la cadena propiamente significante, es, desde el punto de vista del significante, lo que acabo de explicarles, a saber, el haz de los empleos, dicho de otro modo: lo que llamaremos el código; y es muy necesario que el código este en alguna parte para que allí pueda haber audición de ese discurso. Este código, este muy evidentemente en el gran A que este ahí, es decir en el Otro en tanto que es el compañero de lenguaje Este Otro, es absolutamente necesario otra cadena que llamaremos la cadena propiamente significante, es, desde el punto de vista del significante, lo que acabo de explicarles, a saber, el haz de los empleos, dicho de otro modo: lo que llamaremos el código; y es muy necesario que el código está‚ en alguna parte para que allí pueda haber audición de ese discurso. Este código, está muy evidentemente en el gran A que est ahí, es decir en el Otro en tanto que es el compañero de lenguaje Este Otro, es absolutamente necesario que exista, y en esta ocasión les ruego que observen que no hay absolutamente necesidad de llamarlo con ese nombre imbécil y delirante que se llama la conciencia colectiva. Un Otro es un Otro, basta con uno sólo para que una lengua está viva, basta incluso de tal modo con uno solo, que est Otro por sí sólo puede ser también el primer tiempo. Que haya allí uno que quede y que pueda hablarse a sí mismo en su lengua, esto basta para que allí lo haya, y no solamente un Otro, sino incluso dos otros, en todo caso uno que lo comprenda. Uno puede continuar haciendo chistes en una Lengua, aún cuando uno es su único poseedor.
He aquí pues, el encuentro primero, a nivelde lo que hemos llamado el código Y en el, otro, el segundo encuentro que cierra el bucle que constituye, hablando propiamente , el sentirlo, que lo constituye a partir del código que ha encontrado ante todo, es ese punto de conclusión. Ven ustedes dos flechas que concluyen, y yo me dispensaré‚ hoy de decirles cual es la segunda flecha que concluye aquí en este punto gamma; éste es el resultado de esta conjunción del discurso con el significante como soporte creador del sentido, es el mensaje.
Aquí viene a manifestarse el sentido, la verdad que hay para anunciare si hay verdad, esta ahí, en el mensaje. La mayor parte del tiempo ninguna verdad se anuncia, por la simple razón de que el discurso no pasa en absoluto a través de la cadena significante, porque es el puro y simple ronroneo de la repetición y del molino de palabras, y pasa en alguna parte en cortocircuito, por aquí, entre b y b’ entonces el discurso no dice absolutamente nada, salvo al señalarles que yo soy un animal hablante. Es el discurso común de esas palabras para no decir nada, gracias a lo cual uno se asegura de que no tiene que enfrentarse simplemente con lo que es; el natural del, hombre, a saber, una bestia feroz.
Estos dos puntos, b y b’, como mínimo de nudos en el cortocircuito del discurso, son muy fácilmente reconocibles. Son, precisamente, por una parte el objeto, en el sentido del objeto metonímico del que les he hablado el año pasado, y por otra parte el yo (je), en tanto que indica, en el discurso mismo, el lugar de aquél que habla.
Observen bien que, en este esquema, ustedes pueden palpar de una manera sensible, a la vez lo que liga y lo que distingue a :la verdad perfecta e inmediatamente accesible a la experiencia. Lingüística, pero que la experiencia freudiana del análisis recorta de la distinción, al, menos de principio, que hay entre ese yo (je), que no es otra cosa que el lugar de aquél que habla en la cadena del discurso, que además no tiene incluso necesidad de ser designado por un yo (je), y por otra parte el mensaje, es decir esta cosa que por lo menos necesita absolutamente del aparato de este esquema para existir. Es totalmente imposible hacer salir un mensaje cualquiera ni una palabra (parole) de un modo de alguna manera irradiante y concéntrico, de la existencia de un sujeto cualquiera, si no existe toda esta complejidad No hay palabra posible por la buena razón de que :la palabra supone necesariamente la existencia de una cadena significante, lo que es una cosa cuya génesis está lejos de ser simple de obtener —nosotros pasamos un año para: Llegar a ello—, y lo que supone la existencia de una red de los empleos, dicho de otro modo: del uso de una lengua; lo que supone además todo ese mecanismo que hace que cualquier cosa que digan, pensándola o no, sea lo que sea lo que formulen, una vez que han entrado en la rueda del molino de palabras, vuestro discurso dice siempre m s de lo que dicen, y muy evidentemente fundándose, por el sólo hecho de que es palabra (parole), sobre la existencia en alguna parte de ese término de referencia que es el plano de la verdad; de la verdad, en tanto que distinta de la realidad, y algo que hace entrar en juego el surgimiento posible de nuevos sentidos introducidos en el mundo, cuya realidad introduce en él literalmente, no los sentidos que están allí sino los sentidos que ella hace surgir en él.
Tienen ahí, irradiando por una parte del mensaje, por otra parte del yo (je), el sentido de esos pequeños alerones que ven ahí; dos sentidos divergentes, uno que va del yo (je) hacia el Otro, y la línea que va del yo (je), hacia el objeto metonímico, y hacia el Otro al que corresponde simetricamente el mensaje por la vía del retorno del discurso, la dirección del mensaje hacia el objeto metonímico, y hacia el Otro, todo esto provisoriamente —les ruego ponerlo de relieve. Sobre el esquema ustedes verán que esto nos será de gran utilidad, lo que puede parecerles ir de suyo la línea que va del yo (je) hacia el objeto metonímico y verán a que corresponden las otras dos líneas, formidablemente apasionantes y plenas de interés, que van del mensaje hacia el código, por una parte —pues precisamente esta línea de retorno existe: si ella no existiera no habría, como el propio esquema se los indica, la menor esperanza de creación de sentido.
Es precisamente en el Interjuego entre el mensaje y el código, y también en el retorno del código al mensaje, que va a jugar la dimensión esencial en la cual nos introduce de lleno el chiste. Es ahí que durante un cierto número de lecciónes, pienso, nos mantendremos, para ver todo Lo que puede ocurrir allí de extraordinariamente sugestivo e indicativo. Por otra parte, eso nos dará una ocasión más de captar la relación de dependencia en la que está el objeto metonímico, ese famoso objeto que no es nunca ese objeto, siempre situado en otra parte, que es siempre otra cosa, del que hemos empezado a ocuparnos el año pasado
Ahora abordemos este Witz. El Witz, ¿que quiere decir? Se lo ha traducido por trait d’esprit, se ha dicho el mot d’esprit. Paso enseguida sobre las razones por las que prefiero el trait d’esprit. El Witz, sin embargo, también quiere decir el esprit. El esprit, para decirlo todo, ha sido en seguida el aporte que se nos presenta en una extrema ambigüedad, pues al fin de cuentas un chiste (trait d’esprit) es el objeto, en ocasiones, de alguna deprecición, es ligereza, falta de seriedad fantasía, capricho. En cuanto al esprit uno se detiene, uno mira allí dos veces antes de hablar de la misma manera del esprit. A pesar de todo, el ingenio (esprit), en el sentido de un hombre ingenioso (spirituel), no tiene una excesivamente buena reputación. Sin embargo, es alrededor de eso que gira el centro de gravedad de la noción del esprit, y conviene dejarle todas sus ambigüedades, hasta comprender allí el espíritu (esprit) en el sentido amplio, ese espíritu que evidentemente demasiado a menudo sirve de pabellón para mercancías dudosas, el espíritu del espiritualismo.
Este esprit nosotros podemos centrarlo sobre el chiste (trait d’esprit), es decir sobre ese algo que parece en sí mismo lo mis contingente , lo más caduco, lo más ofrecido a La crítica. Está en el genio del psicoanálisis hacer cosas así, y es por eso, ya, que no tenemos que asombrarnos de que sea en suma el único punto de Ia obra de Freud en que sea mencionado, propiamente hablando, lo que por otra parte se condecora con una gran mayúscula, a saber, el Esprit. Sin embargo, no queda menos todavía este parentesco entre los dos polos del término esprit, y dado desde siempre a marcadoras discusiones.
En verdad, seria divertido evocarles, por ejemplo en la tradición inglesa, donde está el término wit, que es todavía más netamente ambigüo que el Witz, e incluso que el espíritu en francés, las discusiones sobre el verdadero, el auténtico esprit, el buen esprit para decirlo todo, y luego el mal esprit, es decir, ese espkrit con el cual los hacedores de piruetas divierten al mundo. ¿Cómo distinguir esto? Las dificultades en las cuáles han entrado los críticos, son lo único a lo que habría que referirse. Y eso continúa todavía después del siglo XVIII, con Addison, Poe, etc., a comienzos del siglo XIX. En la escuela romántica inglesa, la cuestión del wit no ha podido no estar en el primer plano y a la orden del día, y a este respecto los escrito—, de Hazlitt son también algo muy significativo, y alguien del que tendremos ocasión de hablar Coleridge es todavía a el que ha ido más lejos en esta vía.
Igualmente podría decirles eso para la tradición alemana, y en particular de la conjunción de la promoción sobre el esprit al primer plano, del cristianismo literario, que ha seguido una evolución estrictamente paralela en Alemania, donde la cuestión esencial del, Witz está en el corazón de toda la especulación romántica alemana, es decir de algo que, desde el punto de vista histórico ,Y también desde el punto de Vista de la situación del análisis, tendré que retener nuevamente nuestra atención.
Lo que es completamente Sorprendente es hasta que‚ punto la critica alrededor de la función del Witz o del wit —con la cual, debo decir que no hay nada que corresponda en este lugar, y aunque ustedes lo sepan, las únicas personas que se hayan ocupado seriamente de ello fueron entre nosotros únicamente Los poetas, es decir que, en este período del siglo XIX, la cuestión no solamente esta viva, sino que está en el, corazón de Baudelaire y de Mallarmé; pero además nunca estuvo, incluso en los ensayos, más que desde el punto de vista crítico, quiero decir, desde el punto de vista de una formulación intelectual del problema.
El punto decisivo es éste: el hecho es que sea que ustedes lean sobre el tema del problema del Witz o del wit, llegarán siempre a impases extremadamente sensibles, que sólo el tiempo me impide desarrollarles hoy —volveré a ello—. Es preciso que borre esta parte de mi discurso, y que él testimonie —se los probaré ulteriormente— saltó, que‚ franca ruptura, que diferencia de calidad y de resultado están constituidos por la obra de Freud .
Freud no habla hecho esta encuesta a l a que acabo de hacer alusión, la que comprende toda la tradición europea sobre el tema del Witz. Aún he dejado de lado otra, la principal, la tradición española, porque ella es demasiado importante como para que no tengamos a continuación que volver a ella abundantemente. Freud no lo había hecho, él nos dice sus fuentes, que son claras: son tres libros muy sensatos, muy legibles, de esos buenos profesores alemánes de pequeñas universidades, que tenían tiempo para reflexionar apaciblemente y que hacían cosa para nada pedantes, y que se llamaban respectivamente Kuno Fischer, Theodor Vischer y Theodor Lipps, profesor muniqués que por cierto ha escrito la mejor cosa de los tres y que va muy lejos, para decirlo todo, que verdaderamente va a tender los brazos al encuentro de la investigación freudiana. Simplemente, si el señor Lipps no hubiera estado tan preocupado por la respetabilidad de su Witz, si no hubiera querido que hubiese de ellos falsos y verdaderos, él hubiera llegado por cierto mucho más lejos.
Esto es lo que, por el contrario, no ha retenido en absoluto a Freud. Freud ya tenía la costumbre de arriesgarse y por eso vió mucho más claro; y también porque vió las relaciones estructurales que hay entre el Witz y el inconsciente.
¿Sobre qué plano las vio? Únicamente sobre el plano que se puede llamar formal. Formal, yo lo entiendo no en el sentido de las bellas formas, de las redondeces, de todo eso con lo que se trata de volver a sumergirlos en el más negro oscurantismo; hablo de la forma en el sentido en que se la entiende por ejemplo en la teoría literaria, porque hay todavía otra tradición, de la que no les he hablado, pero es también porque tendré que volver a ella a menudo, tradición nacida recientemente, la tradición checa. EL grupo que ha formulado el formalismo, del que no creamos aquí que esta referencia tiene un sentido vago, para nada —es simplemente vuestra ignorancia :la que les hace creer eso—, el formalismo es una escuela de critica literaria que tiene un sentido extremada mente preciso, y que la organización de estado que se ubica allá, del lado del Sputnik, persigue desde hace ya algún tiempo.
En fin, como sea, es a nivel precisamente de ese formalismo, es decir de una teoría estructural del significante como tal, que se sitúa de entra da Freud, y el resultado no es dudoso, es incluso completamente convincente: es una clave que va a permitir ir mucho más lejos. No tengo necesidad de pedirles, luego de haberles pedido que lean cada tanto mis artículos, que lean no obstante, puesto que este año les hablo del Witz, el libro de Freud. Eso me parece lo mínimo. Cuando vean la economía de ese libro, verán que está fundada sobre el hecho de que Freud parte de la técnica del chiste (mot d’esprit), y que vuelve siempre a ella, y que está apoyado en la técnica del chiste.
¿Qué quiere decir esto, para él? Eso quiere decir técnica verbal, como se dice, y como yo les digo más precisamente: técnica del significante.
Es porque él habla de la técnica del significante, y vuelve a ella sin cesar, que verdaderamente desembrolla el problema. El hace aparecer allí planos, es decir que, de golpe se ve con la mayor nitidez lo que hay que saber reconocer y distinguir para no perderse en esas perpetuas confusiones del significado y de los pensamientos, que no permiten en absoluto salir de ahí. De golpe se ve que hay un problema del chiste (esprit),por ejemplo, y que hay un problema de lo cómico, que no son lo mismo, de igual modo pasa con el problema de lo cómico y el problema de la risa. Eso, por más que cada tanto van juntos, e incluso los tres enredados, no es a pesar de todo el mismo problema.
El problema del chiste, para esclarecerse, parte en Freud de la técnica significante. Es de ahí que nosotros vamos a partir con el, y, vean qué curioso, esto que sucede a un nivel del que seguramente no esta inmediatamente indicado que sea el nivel del inconsciente, es precisamente de ahí, y por razones profundas que se sostienen de :la naturaleza misma de lo que se trata en el Wkitz, es precisamente al mirar ahí que veremos más sobre lo que no está completamente ahí, que está al lado, que es el inconsciente, y que justamente no se esclarece y no se entrega más que cuando uno la mira un poco de lado.
Además ustedes encuentran ahí algo que van a encontrar todo el tiempo en el Witz , es la naturaleza del Witz, que es así cuando miran ahí, es lo que les permite mirar donde eso no está.
Comencemos, con Freud, por las claves de la técnica del significante. Freud no se rompió mucho para encontrar sus ejemplos. Casi todos los ejemplos que nos da, y que pueden parecerles un poco ramplones y de valor desigual, están tomados de sus profesores Kuno Fischer, Theodor Vischer y Theodor Lipps —es por eso que les he dicho la estima en que yo los tenía.
Hay sin embargo otra fuente, en la que Freud ha penetrado verdaderamente Es Heinrich Heine. Y es de ella que toma el primer ejemplo, que es esa palabra maravillosa que florece en la boca de Hirsch-Hyacinthe, recolector de Hamburgo, necesitado y famélico, que encuentra en los baños de Lucca. Si quieren hacer una lectura plena sobre el Witz seria necesario que lean las Reisebilder (Estampas de viaje). Produce estupor que no sea un libro clásico. Se encuentra en las Reisebilder un pasaje, en la parte italiana, sobre los baños de Lucca, y es ahí que, con ese personaje inenarrable de Hirsch-Hyacinthe, sobre cuyas propiedades espero tener tiempo para decirles algo todavía, y hablando con él, él obtiene esa declaración de que él ha tenido el honor de cuidar los callos de los pies del gran Rothschild, Nathan el Sabio, y que durante ese tiempo él se decia, él, Hirsch-Hyacinthe, que él era un hombre importante, pues mientras le recortaba los callos pensaba que Nathan el Sabio preveía todos los correos que enviarla a los reyes, y que si él, Hirsch-Hyacinthe, le recortaba un poco de más el callo del pie, de ello resultarla en las alturas esa irritación que haría que Nathan recortara él también un poco más la piel de los reyes.
Y de una cosa a la otra, nos habla también de otro Rothschild que conoció, a saber, Salomón Rothschild, que un día en que él se anunciaba como Hirsch-Hyacinthe, añade, le fue respondido en un lenguaje bonachón: «¡Yo también soy recolector de (falta palabra), y no quiero que mi colega entre en la cocina!». «Y», se describe Hirsch-Hya cinthe, «me trató de un modo completamente famillonario».
He ahí sobre qué se detiene Freud, que es completado por este muy lindo: ¿qué es esto? ¿Un neologismo, un lapsus, un chiste? Es un chiste, seguramente, pero el hecho de que yo haya podido plantear las otras dos preguntas ya nos introduce en una ambigüedad, en el significante, en el inconsciente, el lapsus, y en efecto: ¿qué es lo que nos va a decir Freud? Reconocemos ahí el mecanismo de la condensación, materializada en el material del significante, una especie de embutido con ayuda de no sé qué máquina, entre dos líneas de cadena significante: «Salomón Rothschild me trató de un modo completamente familiar», y luego, por debajo —Freud hace también el esquema significante—, está el «millonario», y entonces está el ario de los dos lados, el mil también de los dos lados, eso se condensa, y en el intervalo aparece famillonario.
Intentemos ver un poco lo que eso da sobre este esquema. Estoy forzado a ir un poco rápido, pero sin embargo ahí tengo que puntuar algo.
El discurso, es evidentemente lo que parte del yo ( je), lo que va al Otro. Se lo puede esquematizar ahí yendo hacia el Otro. También se puede, lo que es más correcto, ver que todo discurso, partiendo del Otro, sea lo que sea que pensemos, parte y vuelve, se refleja sobre el yo (je) —porque es preciso que él esté comprometido en el asunto y enfila hacia el mensaje. Y esto simplemente quiere anunciar, en el segundo tiempo, la invocación de la otra cadena principal del discurso: «Yo estaba con Salomón Rothschild, completamente familiar», y retorno al Otro en el segundo tiempo.
Sin embargo, por la misteriosa propiedad de los mil y de los ario que están en uno y en otro, algo correlativamente -no se olviden de que esas dos líneas son sin embargo dos líneas que no tienen interés más que si las cosas circulan al mismo tiempo sobre esta línea. Si algo se emite, que es la conmoción de la cadena significante elemental como tal, y que va aquí, en el primer tiempo del esbozo del mensaje, a reflejarse sobre el objeto metonímico que es «mi millonario», pues de lo que se trata, para Hirsch-Tlyacinthe, es del objeto metonímico esquematizado de mi pertenencia, es su millonario el que al mismo tiempo no es su millonario, porque es más bien el millonario el que lo posee, de suerte que eso no pasa. Es precisamente porque eso no pasa que ese millonario viene a reflejarse en el segundo tiempo, es decir, al mismo tiempo que lo otro, el modo familiar, ha llegado ahí.
En el tercer tiempo, el millonario y el familiar vienen a encontrarse y a reunirse en el mensaje, para hacer el famillonario.
Eso puede parecerles completamente pueril de hallar, aunque es Porque yo soy quien hizo el esquema. Solamente cuando eso se haya fijado así durante todo el año, quizá ustedes se digan que el esquema sirve para algo. De todos modos tiene un interés y es que, gracias a lo que nos presenta de exigencia topológica, nos permite medir nuestros pasos en cuanto a lo que concierne al significante, a saber, que tal como está hecho, y de cualquier manera que lo recorran, limita todos nuestros pasos. Quiero decir que cada vez que alguna cosa consista en dar un paso, él erigirá que no demos más de tres elementales.
Van a percibir que es a eso que tienden dos taponcitos de partida y las puntas de flechas, así como los alerones, los que conciernen a los segmentos que siempre deben estar en una posición segunda, intermedia —los otros son o bien iniciales o bien terminales.
Entonces, en tres tiempos, las dos cadenas, la del discurso y la del significante, han llegado a converger en el mismo punto, en el punto del mensaje. Eso hace que el señor Hirsch Hyacinthe ha ya sido tratado de un modo completamente famillonario. Este mensaje es completamente incongruente, en el sentido de no es recibido, no está en el código. Todo esta allí. El mensaje, en principio, está hecho para estar en cierta relación de distinción con el código, pero ahí es sobre el propio plano del significante que manifiestamente resulta una violación del código, por la definición que les propongo del chiste, en el sentido de que se trata de saber lo que sucede, cuál es la naturaleza de lo que ahí sucede, y el chiste está constituido por lo siguiente: que el mensaje que se produce en un cierto nivel de la producción chistósa contiene, por su diferencia, por su distinción respecto del código, él toma por esta distinción y esta diferencia, valor de mensaje. El mensaje se aloja en su misma diferencia respecto del código.
¿Cómo se sanciona esa diferencia? Este es el segundo plano de lo que se trata. Esta diferencia es sancionada como chiste por el Otro, y esto es indispensable, y esto está en Freud, pues hay dos cosas en el libro de Freud sobre el chiste: la promoción de la técnica significante, y la referencia expresa tal Otro como tercero –como yo les martilleo desde hace años. Esto esta absolutamente articulado por Freud, especialmente en la segunda parte de su obra, pero forzosamente desde el comienzo, perpetuamente, por ejemplo, Freud promueve constantemente que la diferencia entre el chiste y :lo cómico se sostiene en esto, por ejemplo: que lo cómico es dual. Como yo Lo digo, lo cómico es la relación dual, pero es necesario que esté el tercero —Otro para que haya chiste y, en efecto, esa sanción del tercero— otro, sea o no soportada por un individuo, es absolutamente esencial. El otro devuelve la pelota, es decir, ordena en el código en tanto que chiste, dice en el código que esto es un chiste. Esto es esencia, de modo que, si nadie lo hace, no hay chiste. Dicho de otro modo: el famillonario es un lapsus, si nadie lo percibe, eso no constituye un chiste. Pero es necesario que el Otro lo codifique como chiste.
Y, tercer elemento de la definición: él es inscripto en el código por esa intervención del otro. Ese chiste tiene una función que tiene una relación con algo completamente situado profundamente a nivel del sentido y —que es, no digo una verdad —les ilustraré, a propósito de este ejemplo, que no es en tanto que con famillonario hacemos sutiles alusiones a propósito de no sé qué que sería la psicología del millonario y del parásito, por ejemplo. Por supuesto, esto contribuye mucho a nuestro placer, y volveremos sobre ello, pero desde hoy les planteo que el chistó, si queremos buscarlo, es con Freud, porque Freud nos conducirá tan lejos como sea posible en el, sentido de dónde está la punta, pues se trata de punta y punta hay, y Su esencia se sostiene en algo que tiene relación con algo completamente radical en el sentido de La verdad, a saber, lo que he llamado en otra parte, en mi artículo sobre la instancia de la letra, algo que se sostiene esencialmente en la verdad, que se denomina la dimensión de coartada de la verdad. A saber, que en algún punto podamos, y entrañando para nosotros no sé qué diplopía mental, querer cernir de cerca lo que es el chiste.
De lo que se trata, es de lo que hace expresamente al chiste para designar, y siempre de costado, lo que no es visto sino precisamente mirando hacia otra parte. Es allí que retomaremos la próxima vez. Los dejo por supuesto con algo suspendido, con un enigma, pero creo al menos haber planteado los términos mismos a los que, a continuación les mostrara que debemos necesariamente volvernos.