Seminario 5: Clase 29, del 2 de Julio de 1958

Arribamos al fin del seminario de este año que he puesto bajo la clave de las formaciones del inconsciente. Quizás ahora ustedes pueden ver la oportunidad de ese título: formaciones, formas, relaciones, quizás topología. Tenía razones para evitar espantar de inmediato vuestros oídos con estos términos.

Pienso que si algo debe quedar como un paso, un escalón, algo sobre lo que se puede apoyar el pie para escalar el peldaño superior el año próximo, es lo que les muestra que no se sabría articular lo que sea que releva los mecanismos del inconsciente, que son el fundamento de la experiencia y el descubrimiento de Freud, por el sólo hecho de considerar las tensiones como siendo el objeto de una suerte de progreso madurativo en el registro que se abre en el abanico de lo pregenital y lo genital. No se puede tampoco dar por hecho el estado de las relaciones de identificación tales como aparentemente nos son dadas —digo aparentemente— en el curso de la obra freudiana.

Si se quería reducir en esa relación, a una suerte de colección de personajes al modo de una comedia italiana, vendrían a un primer piano términos como la madre, el padre, completados por algunos otros.

Les he querido mostrar lo que es imposible no articular, ni en ese progreso de la fijación del deseo ni por otra parte en esta intersubjetividad que en efecto viene al primer piano de nuestra experiencia y de nuestras preocupaciones en el análisis, si no las situamos en correlación a algo que se llama las condiciones, las relaciones necesarias que imponen no sólo al deseo del hombre sino al sujeto como tal relaciones de significantes.

Por eso todo el ano he tratado de familiarizarlos con este pequeño grafo que me ha parecido oportuno, desde hace un tiempo, ponerlo en uso para soportar mis experiencias, para distinguir por ejemplo, para tomar ese significante reencontrado en todas partes, y con cause porque no puede estar interesado de manera directa o indirecta cada vez que se trata de una significación especial expresamente engendrada por las condiciones que impone al organismo, este organismo viviente que ha devenido el soporte, la presa, incluso la víctima de la palabra, llamada hombre.

Retomo esto hoy para ponerlos en el borde de esta pluripresencia del significante falo en un determinado caso, el mismo que nos ocupa desde algunas sesiones, para indicar que es muy importante distinguir los lugares donde en el sujeto el significante falo hace su aparición.

Sin dudas decir que la tome de conciencia de la envidia del pene es capital en un análisis de una neurosis obsesiva femenina es obvio, puesto que si jamás se había reencontrado el talo en un análisis de una neurosis obsesiva, femenina o no, o de cualquier neurosis sería bastante extraño.

Es posible que a fuerza de impulsar el análisis en un cierto sentido, tal como, está articulado el psicoanálisis hoy en día, de reducir las producciónes fantasmáticas de la transferencia a aquello que se llama esta realidad tan simple, la situación analítica y que hay allí dos personas que bien entendido no tienen nada que hacer con sus fantasmas, cuando se llegue a reducir las cosas a ese esquema totalmente, se llegara quizás a olvidarse completamente del falo en la interpretación, en un análisis. Hasta aquí no arribamos aún, puesto que son formulaciones incompletas, en verdad en ningún análisis sucede como se lo esquematiza en este viejo libro.

Es evidente que tenemos que hacer algo con ese significante falo, y decir que la tome de conciencia es la clave en esta oportunidad de la solución de la neurosis obsesiva no es decir gran cosa, puesto que todo dependerá del modo en que se lo interpretara, situara y comprenderá en los diferentes puntos donde aparece, en los que no juega más una función homóloga, esto no es más reductible a una envidia del pene en el sentido de una rivalidad con el macho, como en verdad en esta observación se termina por formularlo, a saber: asimilar relaciones de la enferma con su marido, con su analista, con los otros en general, esto esta controvertido por la observación misma.

Es evidente que es bajo este ángulo que el falo aparece. Y lo hace en muchos puntos, vamos a tratar simplemente, sin pretender hacer un análisis muy exhaustivo de una observación dada como un análisis no terminado, después de todo son documentos parciales pero suficientes para permitirnos hacernos de ello una idea justa.

Querría comenzar remarcando ciertas propiedades diferentes de ese grafo del que nos servimos, que los seducirán.

Algo aparece en esta observación señalado como sentimiento de culpabilidad muy vivo que acompaña en la paciente a sus obsesiones, las religiosas por ejemplo, con la paradoja que representa la aparición tan marcada que apunta el sentimiento de culpa en la neurosis obsesiva en la medida que parecería que el sujeto pueda considerar los pensamientos parasitarios que le son impuestos, en modo correlativo, como algo que le es extraño del cual él es más la víctima que el responsable.

Esto quizás nos permita articular algo sobre ese sentimiento de culpabilidad.

Desde hace un tiempo no se habla más que del término Superyó que parece tener todo cubierto. No se puede decir en verdad que el haya esclarecido muchas cosas, puesto que si quieren mirar las cosas de cerca y considerar con precisión que ha sido aportado en la noción de lo que es el Superyó, algo mucho más antiguo, arcaico como formación de lo que en principio se había pensado. Se había pensado que él podría ser considerado como la creación correspondiente de dos complejos de Edipo, y como se lo había escrito, en la introyección del personaje eminentemente interdictor. El complejo de Edipo es el personaje paterno. Saben que la experiencia nos ha forzado a mostrar que había un Superyó más antiguo o algo que por algún costado nos imponía este origen más antiguo no era sin relación, ni por una parte con los efectos de introyección ni por otra parte con los efectos de interdicción

Tratemos de mirar las cosas más de cerca. En esta neurosis obsesiva, como en toda neurosis, lo que nosotros tenemos primero para hacer aparecer, justamente porque no somos hipnotizadores, que no curamos por la sugestión sino que es en un punto más allá que nosotros demos al sujeto una cité y en ese punto,  figurado aquí por la segunda línea, la superior, el horizonte de la articulación significante, y allí el sujeto, como expliqué largamente la última vez, esta confrontado a su demanda.

Esto quiere decir que cuando hablamos de ese proceso alternante de regresión y de identiticación sucesivos, porque en la medida donde se la reencuentra por regresión, el para sobre el camino de una regresión que toda ella se inscribe en suma en esta cobertura retroactiva que se abre al sujeto desde que él articula su palabra en tanto que ella hace surgir todo lo anterior y la historia hasta su origen de esa demanda en la cual toda su vida de hombre hablante se ha insertado.

Si miramos de cerca sin dejar de encontrar lo que siempre se ha articulado en lo concerniente a la neurosis obsesiva, en esta demanda encontramos una forma fundamental que le concierne en el horizonte de toda demanda del sujeto que es justo lo que en él hace más obstáculo a la articulación de esta demanda, lo que la experiencia nos enseña a calificar de agresividad llevándonos progresivamente a la consideración y acceso de lo que se puede llamar voto de muerte.

La dificultad mayor e inaugural ante la cual se rompe, se fragmenta, se desarticula la demanda del obsesivo, motivando la anulación de todas las defensas y en modo muy primordial en los grandes obsesivos, ese silencio a menudo tan prolongado que a ustedes les hace sufrir todas las penes del mundo a veces, para vencer en el curve de un análisis, esto es precisamente lo evocado en el caso sobre el cual me fundo es que esta demanda es una demanda de muerte.

De hecho esto es muy conmovedor, ver absolutamente instalado, repetido a lo largo de la observación sin lograr ser propiamente articulado, como si la cosa formara parte de no se que expresión natural de una tensión que esta en el fondo de la ligadura de esta demanda de muerte con la dificultad misma de articulación que no obstante esta connotada en las mismas páginas, en algunas líneas cerca, y que jamas es puesto de relieve. Sin embargo, ¿no hay algo allí que demanda que nos detengamos?

Si es demanda de muerte y dibuja el horizonte de la demanda del obsesivo es, a saber, que sus primeras relaciones con el Otro, como lo enseña la teoría y Freud, han sido hechas en esencia de esta contradicción, que la demanda que se dirige al Otro del que todo depende tiene par horizonte, por una razón que por otra parte en este momento esta atada al gancho del punto de interrogación, no hace falta precipitarnos, veremos luego porque y como eso puede concebirse. No es tan simple hablar con la señora Melanie Klein de pulsión agresiva primordial si partimos de allí. Dejemos que suerte de ejercito, una: suerte de maldad primordial de ese niño del cual el Marqués de Sade nos subraya que su primer movimiento era después de todo, y si podía, morder y desgarrar el seno de su madre.

Seguro que esta articulación del deseo en su profunda perversidad es algo de lo cual no es en va no que nos lleva al horizonte del divino marqués, que no es el (único en su tiempo que ha planteado de una manera intensa y aguda la pregunta sobre las relaciones del deseo con la naturaleza, acerca de esta armonía o desarmonía que hace en suma el fondo de esta interrogación apasionada que es inseparable de la filosofía llamada «umklenang»  y que soportaba toda la literatura de un tiempo que en mis primeros seminarios había tomado apoyo para mostrar una analogía sobre la cual retomare el ano próximo a propósito del deseo, sobre este parentesco entre la interrogación primera y la interrogación acerca del limite en su claridad filosófica, pero también en todo su acompañamiento, en todo su tema de erotismo literario que es un hecho correlativo indispensable.

No sabemos de dónde viene esa demanda de muerte. Antes de decirnos que surge de los instintos más primordiales, de una naturaleza vuelta contra sí misma, comencemos por situarla donde esta, en el nivel, no donde se articula, sino donde impide toda articulación de la demanda del sujeto, donde hace obstáculo al discurso del obsesivo, tanto cuando esta sólo consigo mismo como cuando comienza su análisis, cuando se encuentra en ese desorden que nos describe nuestro analista, es esta suerte de imposibilidad de hablar del analizado, al comienzo de su análisis que sólo se traduce por reproches, incluso injurias, también la instalación, la articulación de todo eso que hace obstáculo a lo que un enfermo dice a su medico:

«Conozco bastante bien a los médicos para saber que entre ellos se burlan de los enfermos.

«Usted es más instruido que yo. Es imposible para una mujer hablarle a un hombre».

Es un diluvio que muestra simplemente el surgimiento correlativo de la actividad de la palabra, de esta dificultad de la articulación simple. algo que de ningún modo puede evocar en el horizonte el fondo de esta demanda que ya hay al entrar en el campo de la terapéutica analítica que en efecto se presenta de inmediato.

Esta demanda de muerte se sitúa donde la hemos puesto, en ese horizonte de la palabra, en esa implicación que hace el fondo de toda articulación posible de la palabra, y si ella hace obstáculo el esquema nos mostrara mejor que esta articulación lógica puede hacerse también pero sin algunas suspensiones del pensamiento, que si la demanda es algo que representa para el sujeto obsesivo esta suerte de callejón sin salida de donde resulta lo que se llama impropiamente ambivalencia, que es ese movimiento de balanceo o de columpio en el que el obsesivo es reenviado como a las dos puntas de un callejón del que no puede salir. Si efectivamente esta demanda de muerte como lo articula el esquema, necesita ser formulada en el lugar del otro, en el discurso del otro, no es simplemente en razón de una historia en la que la madre haya sido el objeto de ese deseo de muerte a propósito de alguna frustración es en esencia y de un modo interno la demanda de muerte en tanto que concierne a ese otro porque el es el lugar de la demanda, implica la muerte de la demanda.

La demanda de muerte no puede sostenerse en el obsesivo en tanto esta organizada según las leyes de la articulación significante, sin en ella misma conllevar esta especie de destrucción que llamamos aquí muerte de la demanda. Esta condenada a ese balanceo sin fin, que desde que ella esboza su articulación esta se extiende y allí yace el fondo de la dificultad de articulación de la posición del obsesivo.

Esto nos permite decir que entre Ia relación del obsesivo a su demanda y ese sostén del otro que le es tan temiblemente necesario pero que lo mantiene, puesto que sin eso seria algo diferente de un obsesivo. encontramos ese deseo en sí mismo anulado pero el lugar esta mantenido, ese deseo que hemos carácterizado por una «Verneinung» que aparece cuando el analizante nos dice: «No es que yo piense en tal o cual cosa», 6l nos articula lo que es un deseo agresivo, descalificante, despreciativo a nuestro respecto.

Allí en efecto manifiesta algo que es su deseo que no puede manifestar.
Allí está el hecho que nos da la experiencia concerniente a la «Verneinung»: se manifiesta bajo ese fondo denegado.

¿Como se hace para que esta forma denegada no sea menos correlativo con el sentimiento de culpa por estar negada? Es allí que el esquema nos va a permitir algunas distinciones que luego serán de utilidad.

Las oscuridades concernientes a las incidencias del Superyó que han correspondido a nuestra experiencia sobre esta distancia, provienen en esencia de esto: conviene distinguir la culpa, que en definitiva conserve que hay una relación del sujeto a la ley, que no hay culpa sin referencia a la ley. Esto lo aporta la experiencia analítica.

En otros términos, el paso ingenuo de la dialéctica de la relación del pecado a la ley desde que el nos ha sido articulado en la palabra de San Pablo, en tanto la ley hace el pecado, de donde resulta la frase del viejo Karamawv, en la que insistí en algún tiempo: «Si no hay Dios entonces todo esta permitido».

Es claro que lo que nos aporta la experiencia es merced al análisis. Una cosa muy extraña se nos muestra en que no hay ninguna necesidad de referencia alguna ni a Dios ni a su ley para que el hombre se bafle literalmente en la culpa. Hasta podría formular la expresión contraria, a saber que si Dios ha muerto —el mundo ha dicho— nada esta permitido.

¿Como podremos tratar de comprender y articular esta relación tal como surge en el neurótico llamada sentimiento de culpa? Vayamos a los primeros pasos del análisis en ese sentido.

¿Con que propósito Freud la ha hecho aparecer como fundamental y como concerniente a una manifestación esencial del sujeto?

A propósito del complejo de Edipo. Los contenidos del análisis hicieron surgir la relación de un deseo, no cualquiera, un deseo muy oculto hacia la madre con la intervención de este padre tal como surge en las primeras aprehensiones del complejo de Edipo, destructor, que especialmente interviene bajo la forma de los complejos dados en el comienzo por los fantasmas de castración, descubiertos en el análisis, de lo cual no había la menor sospecha antes del mismo. Descubrimiento del cual les he articulado este año el lazo con la necesaria imposibilidad, a partir de que el falo tiene ese rol de llevar una imagen privilegiada, vital, a la significación de significante, a saber, la imagen del falo, pero que tome función de ese algo que va a marcar esta suerte de incidencia, de impacto, por el cual el deseo es golpeado por la interdicción.

Si queremos distinguir las tres etapas que corresponden estrictamente a aquellas que son esquematizadas 1, 2, 3, en las que todo lo que se relacióna con la experiencia del Superyó debe articularse, su línea de horizonte es la que no se formula en la neurosis. Por eso es neurótico. Allí reina el mandamiento, porque no los diez mandamientos. Ya les dije que ahí estaban las leyes de la palabra, a saber, que todos los desórdenes comienzan a entrar en el funcionamiento de la palabra a partir de que los diez mandamientos no son respetados. Tomémoslos bajo cualquier forma, pues se trata de una demanda de muerte evidente en «tu no matarás» que es el horizonte para hacer el drama. Pero ustedes ven que no es tampoco a partir de la respuesta en ese lugar para castigar a aquel que mate que efectivamente el mandamiento tome su impacto, sino que la demanda de muerte por razones atinentes a la estructura del otro, es equivalente a la muerte de la demanda.

Este nivel del mandamiento existe, existe a tal punto que en la verdad, emerge. Las notes de Freud sobre el hombre de las ratas —se trata de un suplemento publicado en la Stanclairt Erlifión— vemos preciosos elementos cronológicos aparecer allí. El contenido obsesivo de los primeros decires del sujeto refieren ordenes que recibe: «Darás tu examen antes de tal fecha», o que pasaría si recibiera el mandamiento, dice el: «Te cortaras la garganta», sin esfuerzo podemos imaginar el estado de pánico en que entra con el mandamiento aue invade su espíritu: «Le cortaras la garganta a la viejita», que en ese momento esta lejos de su enemigo.

En otro contexto estos mandamientos también aparecen en los psicóticos que los reciben y configura el punto ciego de la clasificación de la psicosis saber en que medida los obedecen.

La autonomía de esta función en el horizonte de la relación del sujeto a la palabra del mandamiento es algo fundamental.

Este mandamiento puede quedar velado, fragmentado y en nuestro obsesivo aparece en pedazos. entonces la culpa ¿donde vamos a situarla?

La culpa, como diría el Sr. de La Palice, es una demanda sentida como interdicta y es habitual que así se la perciba, todo se ahoga en el termino interdicción, al quedar la noción de demanda eludida parece que van juntas. Esto es falso pero hay algo que les pido que retengan, la dimensión esencial en el piano fenomenológico y que deja estupefacto que ningún analista ni ningún fenomenol0go lo hayan estimado. ¿Por qué es sentida como interdicta? Si estuviera sentida pura y simplemente como interdicta porque esta prohibido no habría ningún problema. ¿Cómo vemos en la clínica el punto en el que estamos habituados a decir que la culpa interviene?

Hemos hecho distinciones para articular la cuestión de la culpa neurótica y para indicar en que consiste.

Es un hecho que no se la articula como tal y que no se ha establecido un criterio acerca de ella. Es esencial hacer de el la un criterio. La demanda es sentida como interdicta o mis exactamente como sentimiento de culpabilidad, en tanto que esta aproximación de la demanda es lo que le permite distinguirse de la angustia difusa, en tanto que la demanda es sentida como prohibida porque mate al deseo.

Es en la relación del deseo a la demanda, por el hecho de que todo lo que va en la dirección de una formulación de la demanda se acompañe por un resorte, mecanismo del que aquí vemos los trazos, los hilos, escritos en el pequeño grafo sobre la pizarra, por eso no puede ser sentido, determinado en su resorte vivido por el sujeto porque esta condenado a estar siempre en alguno de sus lugares pero no puede estar en todos al mismo tiempo. Eso es la culpa. Es ese algo sobre lo que cae la interdicción no tanto formulando sino castigando al deseo haciéndolo desaparecer, matándolo.

Esta claro que el obsesivo esta condenado a llevar su batalla de salvación para su autonomía subjetiva en el nivel del deseo, que todo lo que aparece en ese nivel incluso bajo la forma denegada, esta ligado a la culpa y por debajo, en el tercer nivel, que llamaremos el nivel del Superyó, que es llamado, no se porque en la observación que hemos seguido en la Revue de Psychanalyse, Superyó femenino. Digamos maternal. De ordinario es considerado como el Superyó maternal en todos los otros textos del mismo registro. Hay una anomalía inherente a la observación misma en esta suerte de obsesión engendrada por el hecho que se trata allí de la envidia del pene y que algo de eso interesa a la mujer como tal.

Ese Superyó materno arcaico al cual están atados los efectos del Superyó primordial del que habla Melanie Klein es algo que nosotros ahora comprendemos que ha sido puesto en la misma línea en que se produce el mandamiento de la culpa ligado, como se ve, al otro del otro. Es en el primer otro, soporte puro de las primeras demandas, emergentes casi inocentes del sujeto en el nivel de las primeras articulaciones de gemidos de su necesidad en el nivel en el que tanto se insiste hoy, de las primeras frustraciones.

Allí tenemos lo que se ha denominado dependencia. Alrededor de la cual se articula todo lo que es del orden del Superyó materno.

¿Que hace que podamos ponerlos en el mismo registro? Ponerlos en el mismo registro y no distinguirlos profundamente. Quiere decir que ya esta estructura de dos pisos debe estar ahí, si sólo había al comienzo el lactante y la madre, si la relación fuera dual seria algo muy diferente a lo que hemos articulado en la relación del mandamiento en referencia a la culpa.

Desde el origen, es por el sólo hecho de que se trata del significante que hay esos dos horizontes de la demanda, porque detrás aún de la demanda más primitiva, la del seno y el objeto que representa. esta este desdoblamiento creado en la demanda, puesto que la demanda es demanda de amor y es absoluta y simboliza al otro como tal distinguiéndolo como objeto real capaz de dar satisfacción, del otro en tanto que objeto simbólico que da o rechaza, lo que se llama presencia o ausencia y que es la matriz en que van a cristalizarse esas relaciones obscuras que están en el horizonte de toda demanda y que se llamaron el amor. el odio y la ignorancia.

Es porque la primer relación de dependencia esta ligada a esta amenaza que se llama perdida de amor y no simplemente a la amenaza que se llama fin o privación de los cuidados maternos, que hay algo que ya en si es homogéneo en lo que se organizara a continuación en la perspectiva del mandamiento, de las leyes de la palabra. De aquí en más ellas son instantes virtuales, preformadas desde la primera demanda. Ellas no están completadas ni articuladas y por eso un lactante no comienza a ser un obsesivo desde su primer mamada, pero desde ahí puede comenzar a crear en esa apertura que hará en el rechazo de alimentarse el testimonio exigido del amor de su pareja maternal.

Es allí donde se ven aparecer con precocidad las manifestaciones de la anorexia mental.

¿Que es lo que especifica el caso del obsesivo?

El caso del obsesivo suspendido en la formación precoz de ese horizonte de la relación de la demanda, aquí articulada como demanda de muerte, no es una simple tendencia mortífera. Es una demanda articulada porque no se produce en el nivel de relación al otro, porque no es una relación dual, sino que ella apunta más allá del otro a su ser simbolizado y es por ello que es sentida, vivida, por el sujeto en su retorno. El sujeto no puede alcanzar al otro sin alcanzarse a sí mismo porque es hablante, por ello la demanda de muerte es la muerte de la demanda.

En su interior se va a situar lo que llamare los avatares del significante falo por que no veo manera de no caer en el estupor y la sorpresa cuando se lo ve -una vez que se sabe leer- resurgir en todos los detalles de la fenomenología del obsesivo, nada diferente permite concebir esta especie de polipresencia del significante falo en el nivel de los distintos síntomas, si no se encuentra la confirmación de la función del falo como significante de la incidencia del significante sobre el ser viviente que por su relación a la palabra esta consagrado a fragmentarse a cualquier efecto de significante.

Se nos dice que esta mujer esta poseída por el penisneid. Pero ¿por que la primer cosa que encontramos en la observación concierne a las obsesiones y la primera es el temor a haber contraído sífilis, lo que lleva, se escribe, a la oposición, vana por otra parte, al matrimonio de su hijo primogénito del cual he destacado su significación en el curve de lo observado?

No es difícil advertir los efectos milagrosos de los juegos de manos para recuperar cada tanto nuestra capacidad de asombro. ¿Qué vemos en los hombres obsesivos? El temor de ser contaminados y de contaminar, la experiencia común nos lo muestra en su importancia. El hombre obsesivo es iniciado de modo precoz en los peligros de las enfermedades venéreas, esto incide en su psicología en gran numero de casos, no en forma constante pero estamos habituados a interpretarlo como algo que va más allá de la relación a la cosa. Esto existe en Hegel como siempre y las cosas van muy bien gracias a algunas intervenciones medicamentosas, que al obsesivo no le queda más que obsesionarse con sus actos impulsivos en el orden libidinal. ¿No estaremos, quizás, habituados a considerarlos como que? Que bajo esta impulsión libidinal la agresividad transparentaría que de algún modo el falo es una cosa peligrosa.

Si tenemos la noción de que el sujeto esta en una relación de exigencia narcisística en el lugar del falo nos parece muy difícil hacerlo motivar. Porque en ese nivel el hace uso de eso de modo equivalente a aquel del que hará un hombre. Por intermedio de su hijo esta mujer se considera peligrosa. Ella lo da como una especie de prolongación y en consecuencia ninguna envidia del pene la detiene pues lo tiene en la forma de ese hijo, tiene ese falo porque sobre el va a cristalizar la misma obsesión que se haría un enfermo varón.

Las obsesiones infanticidas que continúan, incluso las de envenenamiento y las otras que refiere la observación confirman lo que avanzamos sobre ese sujeto , vamos a leerlo porque vale la pena: «La violencia misma de sus quejas contra su madre eran el testimonio de la afección inmensa que ella le aportaba» —se nos dice— luego de dar algunos rodeos en torno a la posibilidad o no de una relación edípica, tratándose de argumentos por completo extraños a la cuestión.

«Ella la encontraba de un medio más elevado que el de su padre, la juzgaba más inteligente, sobre todo estaba fascinada con su energía, su carácter, su capacidad de decisión, su autoridad».

Esta es la primer parte de un párrafo donde se trata de ver algo que existe de manera incontestable, el desequilibrio de la relación parental, el aspecto oprimido, aún deprimido del padre en presencia de una madre que pudo ser viril. Así se interpreta que el sujeto exige que el atributo fálico le este ligado a titulo de algo.

«Los raros momentos en que la madre se detenía la llenaban de una alegría inenarrable Pero hasta aquí no hay nada de un deseo de posesión, francamente sexualizado de la madre».

No hay allí nada por el estilo Veamos como se expresa: «Renée estaba ligada a ella sobre un piano exclusivamente sadomasoquista. Y aquí se pone al día la alianza madre hija que se juega con un rigor extremo y toda transgresión del pacto provocaba un movimiento de gran violencia que hasta los últimos tiempos jamas fue objetivado. Toda persona que se inmiscuyera en esta unión era objeto de anhelos de muerte».

Este punto es muy importante y lo encontraran no sólo en las neurosis obsesivas sino en los lazos potentes de hija a madre bajo el ángulo cuyas incidencias nos da cuenta nuestra experiencia analítica, esta especie de nudo donde encontramos que va más allá de la distinción carnal de los seres, pues lo que se expresa en esa ambigüedad, esa ambivalencia que hace equivaler la demanda de muerte y la muerte de la demanda  mostrándonos más allá que la demanda de muerte esta allí. Ya Freud lo percibió muy bien, la demanda de muerte que la Sra. Klein tratara de referirnos a las pulsiones agresivas primordiales del sujeto. Pero la observación muestra que no es sólo la demanda de muerte el lazo que une al sujeto con la madre, es la demanda de muerte de la madre misma en tanto que lleva en si esta demanda y la ejerce sobre ese desgraciado personaje paterno, brigadier de gendarmería, que a pesar de su bondad y su gentileza, de la cual la enferma habla primero, se muestra toda su vida triste, deprimido, taciturno no llegando a sobreponerse a la rigidez de la madre ni a triunfar sobre el apego de su mujer a un primer amor, platónico, celoso, sólo rompiendo su mutismo por una demanda de la cual siempre salía vencido. Sin dudes la madre allí esta para algo.

Esto se traduce para nosotros bajo el ángulo y la forma de lo que se llama madre castradora. Vemos que el termino demanda de muerte (mas que castración, privación) para este hombre, del objeto amado que parece haber sido la madre y la inauguración de su posición depresiva que es la que Freud nos enseña a reconocer como siendo aquella determinada por un anhelo de muerte sobre sí mismo, si observamos con más atención, ¿a que apunta? A un objeto amado y perdido, que la dialéctica de la demanda de muerte presente ya en la generación anterior, ¿la encarna la madre? Es porque esta demanda aquí no esta mediatizada, no al nivel del sujeto, si no, no habría para la madre este horizonte edípico que permite aparecer la demanda en el piano de la palabra y no en su inmediatez, de lo que resultaría ya no un obsesivo sino un psicótico.

Por el contrario en la relación de los padres esta demanda de muerte no esta mediatizada por nada que testimonie un respeto por el padre, de una puesta en posición de autoridad y de soporte de la ley por la madre respecto del padre. La demanda de muerte donde el sujeto la prueba, la ve ejercer entre sus padres, es efectivamente manifestada por algo que retorna en el padre por medio de la agresión hacia sí mismo, la pena, la cuasí sordera y la depresión es muy diferente de la demanda de muerte de la que podría tratarse, de la que se trata siempre en toda dialéctica intersubjetiva y que se expresa ante un tribunal cuando el procurador dice: «Pido la muerte», el no la demanda al sujeto en cuestión sino a un tercero que es el juez, eso es la posición edípica normal.

En este contexto tenemos el penis neid del sujeto llevado a jugar su rol. Lo vemos bajo la forma de un arma peligrosa. ¿Que quiere decir eso? Sólo esta allí como significante del peligro manifestado por el surgimiento del deseo en el contexto de esta demanda, este carácter de significante lo veremos hasta en los detalles de algunas obsesiones del sujeto, por ejemplo una de las primeras, muy bella por cierto: temía poner alfileres en el lecho de sus padres, para pinchar a su madre y no a su padre.

Este es el primer nivel de aparición del significante fálico. Es el significante de ese deseo en tanto peligroso y por lo tanto culpable. No es la misma función que la que surge en otro momento. No aparece bajo la misma forma pero si muy clara.

Allí aparece bajo la forma de imagen pues, como se los he mostrado, el esta velado y situado en el síntoma, el viene de otra parte y es interferencia fantasmática. Es a los analistas a los que el falo nos sugiere el lugar donde él existe como fantasma, pero creo que es distinto cuando aparece en muy otra función, cuando se proyecta ante la imagen de la hostia, para el sujeto. Ya he aludido a las obsesiones profanatorias de las cuales el sujeto esta habitado, en tanto que esta vida religiosa tan remanida esta infiltrada de síntomas y en la que por otra parte por una suerte de curiosa conformidad esta vida sacramental se muestra muy apropiada para dar a los síntomas del obsesivo la vía, el sitio, por donde se desliza con facilidad. en especial en la religión cristiana. No tengo experiencia con la religión musulmana, serla interesante investigar cómo el horizonte del Islam puede llegar a implicarse en la fenomenología obsesiva. Es seguro que en el cristianismo esto puede verse, Freud ha demostrado su importancia en los obsesivos tanto en el hombre de las ratas como en el hombre de los lobos, ambos de formación cristiana incidente en su evolución y en su economía. La religión cristiana por sus artículos de fe nos pone ante esta solución en efecto sorprendente y atrevida , lo menos que se puede decir es: calzoncillo (¿),(culottes) hacer soportar sobre un hombre dios, una persona encarnada, esta función porque él es el verbo, es esta función de significante en la cual decimos que está marcada con precisión la acción del significante sobre la vida en tanto tal.

El logos cristiano en tanto que encarnado da una solución precisa a este misterio de la relación del hombre y de la palabra, es por ello que el Dios encarnado se ha llamado el Verbo.

Que sea renovada siempre esta encarnación en el nivel del símbolo, que el sujeto haga aparecer el significante falo que allí se sustituye y que no forma parte en si del contexto religioso, no debe sorprendernos. Pero cuando el sujeto lo ve aparecer en ese lugar es seguro que juega otro rol que cuando lo vimos interpretado al comienzo y creo que es abusivo interpretar la función del significante falo como homogénea en el aspecto bajo el que aquí se interviene al nivel del síntoma, cuando en una etapa avanzada de la observación el sujeto comunica a su analista este fantasma: «He sonado que aplastaba la cabeza de Cristo a patadas, y esa cabeza se parecía a la suya».

Aquí la función del falo esta identificada, no como se cree que hay que decirlo, al analista como portador del falo, si no que es evidente que en ese punto de la historia de la transferencia el analista esta identificado al falo. Esta identificado a aquel que en ese momento para el sujeto encarna ese efecto del significante, esa relación a la palabra que comienza a proyectar mediante un cierto numero de efectos de detención y que interpretarla de un modo homogéneo en términos de penis neid es justamente perder la ocasión de poner en relación a la paciente con lo que hay de más profundo en su situación: percatarse de la relación que quizás en otro tiempo ha sido para ella hecho algo que ha provocado fundamentalmente en el lugar del otro, esta demanda del otro, de muerte de la demanda y la primera percepción del modo en que para ella ha aparecido primero la rivalidad intolerable en la ocasión en que el deseo de la madre en tanto amor lejano la distraía de su marido y de su niño, por ejemplo.

El falo aquí, y de un modo repetido, luego hay un ejemplo similar, aparece en una posición que debe situarse en el nivel del significante del otro como tal, en tanto alcanzado, barrado e idéntico a la más profunda significación que el otro haya alcanzado para el sujeto, no debe ser descuidado como tal. Por otra parte, cuando el falo aparece en otros momento del análisis, ligeramente posterior, tenidas en cuenta muchas interpretaciones aparecidas bajo este ángulo, en esos sueños donde la paciente, sueños comunes en las neurosis, ella se realiza como ser fálico en el que uno de sus senos es reemplazado por un falo, incluso situado entre sus senos. Es uno de los fantasmas oníricos más frecuentes en todo análisis.

La cuestión me parece ligada absolutamente en esta ocasión a otra cosa que a un deseo de identificación masculina con posesión fálica. Se especula si ella ve sus senos transformados en pene. «¿No lleva ella sobre el pene del hombre la agresividad oral dirigida primordialmente sobre el seno materno?».

Es una manera de razonamiento. Pero si de otro modo se observe la extrema extensión bajo la forma dada, del hecho que esas formas pueden seres esencialmente polifálicas, desde que hay más de un falo, nos encontramos ante una imagen fundamental de la Diana efesiana de cuyos senos chorreantes todo su cuerpo está hecho.

Vemos aquí, porque el analista ya ha hecho la equivalencia entre el calzado y el falo. que esta paciente ve lo que sigue inmediatamente: los dos primeros ensayos considerados por otra parte como confirmándolos.

«Hago reparar mi calzado por un zapatero, luego subo a una tarima decorada con lámparas azules, blancas y rojas en la que sólo hay hombres. Mi madre esta en el gentío y me admira».

¿Podemos contentarnos con hablar de penisneid? No es evidente aquí que la relación al falo es de otro orden del que trata el sueno e indica que está ligado a una relación de exhibición no delante de los otros hombres que lo portan y la acompañan sobre el estrado, las lámparas nos evocan pianos posteriores diversamente obscenos, y que es ante su madre que ella se exhibe. Aquí nos encontramos ante esa relación fantasmática compensatoria, de la que hablaba la ultima vez, esa relación de potencia al tercero que es su madre, que se produce al nivel de la relación donde el sujeto esta con la imagen de su semejante, del pequeño otro, la imagen de su cuerpo. Es para estudiar, Ia función de esa relación fantasmática en el equilibrio del sujeto y de interpretar y asimilarlo pura y simplemente a la función y aparición del falo nos indica la falta de criterio en la orientación de la interpretación. a fin de cuentas ¿a que tienden las intervenciones del analista en esta oportunidad? A facilitar la toma de conciencia de no se sabe que falta o nostalgia del pene como tal facilitando el resultado de sus fantasmas, centrando sobre ese fantasma como tal siendo uno de menos potencia, cuando la mayor parte de los hechos contradicen esta interpretación.

¿Que hace el analista devolviendo a la paciente o al sujeto el falo legítimo’? Se lo cambia de sentido. Por eso se hace algo que vuelva casi a enseñarle a amar sus obsesiones. pues es lo que nos es presentado como balance de esta terapéutica: las obsesiones no han disminuido sino que la enferma no las siente más con culpa, producto de la intervención, centrada en la trama de los fantasmas. y sobre su valor en tanto de rivalidad con el hombre por una simple suposición transferida a una no se que suerte de agresividad con la madre cuya raíz no se alcanza en absoluto.

Esto termina así: que en suma la trama de las obsesiones es disyunta de la demanda fundamental de muerte, por la operación autorizante (manuscrito en el original) del analista.

Al legitimar, al hacerlo en bloque, al autorizarse el fantasma por la interpretación, el abandono de la relación genital es consumado, es decir que a partir del momento en que el sujeto aprende a amar sus obsesiones como tales en tanto están investidas de la plena significación que les llega, vemos desarrollarse al final de la observación toda suerte de intuiciones en extremo exaltantes.

Léanlo ustedes, no tengo tiempo para leérselos.

Esto tiene el aspecto de ese estilo de efusión narcisística que algunos han valorado como fenómeno sobreviviente al fin de los análisis sobre el que el autor nos ilusiona.

«El trazo positivo, escribe, es precisamente con esas carácterísticas de Edipo muy fuertemente genitalizado».

Concluye con una note de profundo inacabamiento y de muy poca ilusión en lo concerniente a una solución verdaderamente genital, concerniendo al fin de este análisis.

Esto que no parece, es precisamente que se trata de una correlación exigua con el modo mismo de la interpretación, el centrado de una interpretación sobre algo que apunta a la reducción de la demanda, más que a su elucidación profunda y esto es mucho más paradojal en nuestros días habituados a mostrar la importancia de la interpretación de la agresividad como tal. Este termino es demasiado vago tal que los practicantes siempre vuelven allí y el termino de demanda de muerte que le seria sustituido, con más ventaja en alemán, es lo exigible de alcanzar como nivel de la articulación subjetiva de la demanda.

En relación a los mandamientos del cristianismo debo llamar la atención, no es uno de los mandamientos menos misteriosos, no es una moral ni un mandamiento moral, y justamente esta fundado sobre la identificación, en el horizonte de todos los mandamientos, es promovido por la articulación cristiana en los términos de: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

No se si se han detenido en lo que ello comporta: toda suerte de objeciones que nos van a sorprender. Las bellas almas proclamaran: «¡Como a ti mismo!», «¡Pero más!», «¿Por qué como a ti mismo? ¡Es muy poco!» Por otra parte la gente con experiencia se dirá: «Después de todo ¿es tan seguro que uno se ame a sí mismo?». La experiencia muestra los sentimientos más contradictorios y singulares con nosotros mismos y después de todo, esta referencia a ti mismo parece en suma de un golpe poner en una cierta perspectiva al egoísmo de corazón, y como hacer de ello la medida, el modulo, el paradigma del amor.

En verdad, yo creo que las objeciones son admisibles y que se podrían encarar más fácilmente en la imposibilidad de responder a esta interpelación a la primera persona. Nunca nadie ha supuesto que en este «Tú amaras a tu prójimo como a ti mismo» hay un «Yo amo a mi prójimo como a mí mismo» como respuesta, porque esta a la vista que la ………..de esta formulación estallaría en mil pedazos.

Si algo permite retener esto por su interés es por la profundidad de lo que he llamado el horizonte del mandamiento, el horizonte de la palabra desde el lugar del otro, simétrica y paralelamente al punto: «Tu eres el que me mate», que les mostraba aquí subyacente a la tome de posición del otro, en el simple nivel de la primera demanda, el «Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo» es un circulo y tu (toi) nos ha llevado en ese «tú mismo» a no reconocer nada diferente que el tu (tu) en el nivel del cual el mandamiento mismo se articula al acabarse por un «como tú mismo», como tú mismo tú estás en el nivel de la palabra, aquel que tu odias en la demanda de muerte porque lo ignores. A ese nivel el mandamiento cristiano reúne en un punto el horizonte donde articulamos la consigna de Freud: «Wo Es war, soil Ich werden». Es aún lo mismo que otra sabiduría expresa en el tú eres quien al fin de cuentas debes terminar una asunción auténtica y plena del sujeto en su propia palabra que él reconozca allí donde el esta, en ese horizonte de la palabra sin el cual nada en el análisis se puede articular sino falsas rutas y desconocimiento.

Final del Seminario 5.