Han podido escuchar la última vez una suerte de lección que no se asemejaba a las otras en tanto estaba enteramente escrita a los fines de ser dada lo más rápidamente a un tipo de impresión —que se llama roneotipia—, de manera que ustedes pudieran tenerla como punto de referencia respecto de mi enseñanza.
Algunos manifestaron un cierto resquemor, digamos una decepción, la cosa vale para que nos detengamos ahí, para poner un poco de humor, diría que el modo en el que esta decepción se expresaba era algo más o menos así —fuerzo un poco la cosa—: se preferiría esta suerte de alboroto, parece, que representa asistir —apenas me atrevo decirlo— al nacimiento de mi pensamiento. Ustedes piensen si mi pensamiento nace cuando estoy allí en tren de batirme con algo que está lejos de ser absolutamente eso. Como todo el mundo es con mi palabra desde luego que me explico, eso prueba seguramente que ella está formada en otra parte.
Por otra parte han podido ya, tal vez, entender que mi propio cógito —el mío— lo que no quiere decir que de algún modo esté en contradicción con el cógito de Descartes, sería más bien, pienso, luego dejo de ser entonces, como no dejo de ser —como ustedes me ven bien—, eso prueba que en mi pensamiento, tengo menos razones que otros, para creer en él.
No obstante es muy cierto que es con eso con lo que tenemos que ver, es lo que no hace las relaciones más fáciles con aquellos a quienes se dirige más especialmente, es decir los psicoanalistas, y el hecho de que las observaciones de recién me hayan llegado, lo repito, con una punta de humor muy especialmente de vuestro lado, prueba bien lo que se confirma que es también de vuestro lado que se prefiere lo que llamaré el lado número de esta exhibición, eso no facilita las relaciones.
Es también desde este punto de vista que hay que entender el hecho de que haya creído en varias oportunidades en mi última exposición, tener que hacer alusión a lo que constituye un cierto tiempo de mis relaciones a los psicoanalistas, y por ejemplo que haya hablado de lo que llamo la cosa Freudiana, o algún otro punto análogo.
No se trata ahí de lo que pude escuchar calificar como vanos recuerdos de un pasado, lo que es muy curioso tratándose de psicoanalistas ya que también ese pasado forma parte, hablando con propiedad, de una historia en el sentido que intenté precisar de lo que para nosotros concierne la historia de lo que aportamos ahí de contribución esencial mostrando lo que corresponde a la fractura, al traumatismo, a algo que se especifica en los tiempos del significante, y cuando esto sería verdaderamente desconocer totalmente la función que le doy a la palabra, tal como lo he especialmente afirmado la última vez, si no intentara de alguna manera en lo que enseño incluir lo que registro y constato sobre el efecto de la mía y muy especialmente lo que concierne a lo que de ella adviene de aquellos a los que ella se dirige.
Es por eso, en toda la medida en que avanzamos este año alrededor de un punto más radical, esto no puede hacerse sin que esto concluya en poner de relieve algo que debe dar la clave del pasaje o no de mi enseñanza, ahí hacia donde debe llevar. Debe haber ahí alguna relación estrecha entre lo que podríamos llamar esos aspectos o esas dificultades. Incluso para llamar a las cosas por su nombre, y lo que precisamente pude decir y adelantar de lo concerniente al sujeto en la medida en que se divide entre verdad y saber.
No obstante no intitulé la última vez ese discurso: Cortés debate entre Saber y Verdad. Hablé del sujeto de la ciencia y no del saber, es ahí que yace algo de lo que les he dicho que cojea, dicho de otro modo que no encaja de ninguna manera absolutamente adecuada y fácil.
Es por eso por otra parte que esa lección, esa exposición, tiene por verdadero título: El sujeto de la ciencia, pero como debe ser puesto en venta, la ley de un objeto vendible es que la etiqueta cubra lo que yo llamo la mercancía, y como se trata evidentemente en el interior de la Ciencia por una parte y de la verdad, a condición de que pongan el y en el paréntesis que merece, a saber, que es un término que no tiene en absoluto un sentido unívoco, que puede también incluir la disimetría, disparidad de la que hablaba hace un rato, La ciencia y la verdad será el título de esta exposición o si ustedes quieren La ciencia, la verdad.
Lo que hay en esta exposición es tan importante por lo que deja en blanco como por lo que contiene.
En la enumeración de los diversos aspectos, los diversos tiempos de la verdad como causa, verán que ahí se producen los aspectos llamados causas eficientes y causas finales. He dejado en el discreto suspenso de lo que va a ser bien llamado: debate entre Psicoanálisis y Ciencia, el juego de las relaciones de las causas materiales y formales. Es a esto que vamos a tener hoy que aproximarnos.
En lo que se obtiene como efecto de lo que yo enseño en la práctica de aquellos que lo reciben puedo constatar una cierta tendencia, una cierta vertiente, curiosa consecuencia de la forma singularmente estricta que intento dar al término sujeto y que concluye en una singular laxitud, propiamente aquella que se podría calificar por fuera y según el uso ordinario de este término, de subjetivismo, es, a saber, que cada uno a su turno y también siguiendo no se qué, up to date de modo que puede estar a la moda, por ejemplo estar un poquitito a la rastra de la moda se ha usado como referencia en la posición que toma en la actividad analítica, sucesivamente: el ser y el tener, el deseo y la demanda —no los digo en el orden en que los he hecho salir— incluso aún en último término: el saber y la verdad. Tienen aquí una de las formas de escapatoria, ni puedo decirlo — espero no sea sino mítica, aproximativa, en tanto yo no designé y apunté más que una tendencia ahí —tienen ahí una de las formas de escapatoria más radicales de las que puedo intentar obtener, ya que: que sentido tendría esta formulación que doy de la función del sujeto como corte, dejando tal vez una cierta indeterminación en su elección en el origen —pero desde entonces hecha absolutamente determinante—, si no se tratara absolutamente de obtener una cierta acomodación de la posición del analista a este corte fundamental que se llama el sujeto. Aquí, sólo aquí, como idéntica a este corte la posición del analista es rigurosa. Por supuesto, no es sostenible, no soy yo quien lo ha dicho primero, ha sido Freud, que no dudaba de esto. Es por esto que para sostener su lugar, y bien los analistas no lo sostienen, para eso no hay, hablando con propiedad, remedio pero hay que saberlo, lo que puede ser una manera de contornearlo.
Aquí se descubre la diferencia que hay entre el Wirklichkeit, a saber la realización posible de mis relaciones con el psicoanalista, en la medida en que me deja en el lugar donde estoy y donde intento abrochar un cierto tipo de fórmulas, y la Realität que esta más allá, en tanto como imposible y es lo que determina nuestro común fracaso.
Es en lo que todo fracaso no es, no como se les ha enseñado y como se continúa creyendo en ello, a saber al nivel más rampante del pensamiento analítico. Todo fracaso no es forzosamente un signo negativo. El fracaso puede ser precisamente el signo de fractura donde eso marca la relación más estrecha con la realidad.
Esto motiva y justifica, lo diré en dos palabras, porque debo la mitad de estos miércoles, a formarlos. ¿Qué quiere decir esto?, ¿Y por qué he tomado partido este año por hacer yo mismo la elección de las personas que serán invitadas a participar aquí?. Es por esta simple razón: Que en el nivel del estudio de esta Wirklichkeit hay un aspecto esbozado, un aspecto directo, una aspecto de pase de pelota de la palabra, que no puede realizarse más que en ciertas condiciones de elección, de dosificación entre los diferentes tipos de participantes aquellos que deben hacer de mi palabra un uso analítico y los que me demuestren que se la puede seguir muy bien en toda su coherencia y su rigor hasta donde ella va que como por supuesto es de esperar si la praxis analítica merece ese nombre de praxis ella se inserta en un estructura que vale incluso por fuera de la práctica actual.
Es necesario que se establezca entonces una posibilidad de intercambios a nivel de la cual por ejemplo puedan ser estudiados esos términos que despejan, que facilitan en ese nivel de conocimiento común el uso de ciertos términos esenciales de esta parte de nuestra praxis que se llama teoría, y que por ejemplo, no digo, no tengo ninguna idea preconcebida que pueda ser puesta ahí a la orden del día algo que por ejemplo, nos muestra lo que ya han podido aproximar de nuestra verdad los estoicos, por ejemplo, que resulta que por un lado nos aportan referencias esenciales a nivel de la lógica, que tiene para nosotros ese interés de ser una rama común para el uso más moderno que se hace de la lógica por una parte y por otra parte lo que va a aparecer en mis lecciónes de este año y que no es una novedad para el analista —salvo que no es absolutamente así como lo formula—, lo que está implicado de corporal en esta lógica, pues no basta recordar que en análisis hablamos de imagen del cuerpo, ¿imagen de qué?, imagen flotante, tripa, balón, que se atrapa o no.
Justamente la imagen del cuerpo no funciona analíticamente sino de modo parcial, es decir implicada recortada en el corte lógico. Entonces, puede ser interesante saber que para los estoicos, Dios, el alma humana y también todo en el mundo, comprendidas las determinaciones de cualidad todo —aparte de algunos puntos de excepción de lo que no carecerá de interés trazar el mapa—, todo era corporal.
Tienen aquí lógicos para quienes todo es cuerpo. No les digo que esto sea un estudio al cual no se podría preferir otro mejor, se podría también estudiar porque Aristóteles se salteó absolutamente la cuestión de la causa material. Por que la materia no es en él en absoluto causa, ya que es un elemento puramente pasivo, se pueden tomar las cosas donde se quiera si se tiene una praxis como la nuestra, se debe siempre volver sobre los puntos vivos. Sólo que esta elección entonces, no puede hacerse sino en común ya que es una elección muy especial, y que no puedo dejar difundirse —lo que no dejará de suceder con el gusto por las etiquetas— que les predico un análisis estoico.
Intentaremos entonces poner a punto estas cosas de elección común, para un trabajo. Creo que el mejor sistema es un trabajo de modo que pueda ser comunicado al conjunto de aquellos que me harán el honor, espero, de proseguir su asiduidad a los primeros miércoles.
Cerradas estas observaciones que no dejan de tener interés por los puntos que las han hecho emerger en mi discurso, este recuerdo de una cierta cuestión sobre la causa o sobre lo que hay que entender por la materia.
Retomo aún esto: si mi enseñanza tiene un sentido, si es coherente con el estructuralismo que acentúa, si ha podido proseguirse y edificarse de año en año, me parece normal considerar que ha encontrado favor en esto que la formulación estructuralista para fundarse, recuerden aquellos que pueden hacerlo mi primer grafo construido durante todo un año pacientemente, recuerden ese primer grafo, esa relación en red de las funciones determinantes de la estructura del lenguaje y del campo de la palabra, si esta estructura en red por ejemplo tiene una ventaja es precisamente la de pertenecer —lo llamaré aproximadamente mundo, pero lo empleo rápidamente para hacerme entender— a un mundo topológico, lo que quiere decir donde las conexiones no se pierden porque el fondo es deformable, blando, elástico, —eso no es nuevo. Inclusive las personas más rebeldes han comprendido muy bien de que se trataba. De manera que es lo que permite que el edificio no se desplome, no se derrumbe, no se destruya en razón de las modificaciones de proporción de la métrica del conjunto cuando aporto nuevos términos, y que como hace un rato lo evocaba, después del ser y el tener, hablo del deseo y de la demanda, se trata de percibir donde la estructura los empalma esos cuatro términos uno sobre el otro y no me parece que esto sea, hablando con propiedad imposible, esta ahí a la derecha el señalamiento de cuatro de esas redes estructurales. En principio bajo el nombre de agujero, que designa aquello de lo que voy a hablar hoy.
Ustedes tienen el grafo de dos pisos y la función de la palabra en la medida en que ahí se diferencia la enunciación del enunciado.
A la derecha de esto, algo así como un jirón cuadrado, un campo donde aquellos no tan escasos que me leen, —aunque no enseño jamás nada— han podido señalarlo al comienzo de un artículo que se llama {de una} Cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.
Es verdaderamente muy sorprendente que desde el tiempo —hace ya 4 años— que escribí en el pizarrón para mi auditorio precisamente analítico, en el año de mi seminario sobre La identificación, vectoricé el esquema topológico de lo que se llama el plano proyectivo, de lo que introduje bajo el término cross-cap, en ese momento de mi enseñanza, que jamás se le haya ocurrido a nadie darse cuenta de que la banda de Moebius, en tanto —vamos a volver ahí en seguida—, que es recortable en ese plano proyectivo con un resto —diremos cual— que la banda de Moebius esta ahí inscripta, que los esperaba desde hace mucho tiempo —hay que decirlo— pero en fin, no se podría reprocharlo a nadie, no haberlo adivinado; no obstante las letras que yo había inscripto M-i-m-i, no es solamente por el placer de hacer Mimi que las puse ahí. Ellas podrían quizá hacer sospechar algo, a saber esta función de aplicación que doy a la banda de Moebius para hacerles captar lo que concierne al corte constituyente de la función del sujeto.
Hay ahí abajo, se lo señalo de paso para aquellos que se les de por destacarlo, hay un pequeño nuevo grafo que les doy como objeto de reflexión, que es hablando con propiedad útil para captar las relaciones de lo que llamé, y continúo haciendo funcionar como el significante, con el que nos será especialmente útil considerar este año su funcionamiento en lo que es no solamente el lenguaje —del que les dije la última vez que no hay metalenguaje—, lo que implica que de ahí en más lo que por supuesto se presenta como tal, la lógica, —¿qué es la lógica si no justamente una tentativa de metalenguaje?—, que la lógica no es en esto más que una caída y que no se concibe, toma y encubre más que considerándola como tal esto es porque en este esquema de abajo ustedes tienen en la punta de la derecha, algo que escribí: phon o fonema, el elemento propiamente fonemático del significante, esta formado por algo que aparece en los dos polos superiores e inferiores como símbolo indicativo que puedo adelantar ahora, ya que he podido mostrarles el año último lo que concierne en su función central a este término de indicación cuyo tipo es el shifter lo que está esencialmente indicado es siempre más o menos, el agujero del sujeto de la enunciación. En el borde inferior el símbolo pero quizá el término los va a sorprender y es precisamente que no puedo introducirlo en toda su crudeza sino en este punto de la elaboración, porque de este modo no domino todo, no se apodera de todo el símbolo imitativo.
He aquí lo que ocurre en el fonema y el fonema nos remite al polo de la combinación lógica que hay que aprender al cabo de la línea horizontal.
Resultando lógica la relación de esto con los índex y los términos lexicales, de los que puedo a partir de ahí permitir muy bien que admiten elementos de imitación, su relación es todo el asunto de la lógica en tanto una lógica es constitutiva de la ciencia; esto no cambia nada el hecho de que no hay metalenguaje.
El esquemita de arriba está para recordarles que a la entrada de un artículo que se llama La carta robada tienen un cierto número de concatenaciones concernientes a la cadena significante que quizá aclaran un poco más, —pero de las que no puedo decir que hasta el presente hayan tenido una gran virtud de iluminación—, que se aclararán un poquitito más con aquello en lo que vamos a avanzar en seguida.
Y entonces se trata de partir del sujeto, del sujeto de la ciencia tal como hemos creído poder apuntar a él en esta experiencia de Descartes, signo de un punto de desvanecimiento, pero también en el esfuerzo lógico de Frege por donde él nos designa donde el uno debe surgir si queremos dar de esto el fundamento puramente lógico, es decir propiamente el nivel del objeto cero.
Estas dos referencias del año pasado no bastan para volver sorprendente y significativo en la escucha, que yo encuentre que alguno y de los mejores se haya mostrado él mismo sorprendido por el acento que puse durante mi última exposición sobre el sujeto de la ciencia. No hay ahí observaciones vanas para estudiar lo que concierne a ciertas sorderas, momentáneas por otra parte, justamente porque freudianamente no nos satisface en absoluto el término escotomización, a saber que para nosotros el agujero, y por las mejores razones, no puede estar en la percepción. Es por otra parte una, —hablando con propiedad—, una boludez sobre la que se han edificado muchas cosas. Toda la psiquiatría inglesa durante muchos años no ha hablado sino de alucinaciones negativas. Que está estructurado de otro modo y que basta para esto leer el artículo que Freud hizo muy expresamente para mostrarlo y que se llama fetichismus; ¿en que consiste la spaltung?, la división de la realidad misma en el sujeto llamado perverso en este caso. Es por eso que es interesante puntuar tales observaciones tales accidentes, en tanto que tengo la dicha, después de todo eso no parecía una dicha a mi querido y difunto amigo Merleau Ponty que veía más bien en el pensamiento —que yo recogía la tarde misma del día en que debía entonces expresarme en Sainte-Anne—, que recogía las confusiones diversas de mis propios auditores. Veo en cuanto a mí, por el contrario, para ellos como para mí muchas ventajas. Entonces volvamos a partir ahora del agujero.
El agujero hace tiempo, mucho tiempo que les doy la función esencial en cuanto en funcionamiento de orden simbólico, tengo necesidad de recordar, un cierto miting, congreso, agrupamiento —como ustedes quieran—, que sucedió en Royaumont y donde habiendo hecho un informe sobre la dirección de la cura… y todo lo que se sigue de eso, los principios de su poder, yo no les hablé, porque había que cambiar el disco, porque el discurso ya estaba impreso, —yo no les hablé para estupefacción de un periodista que entró ahí no se sabe por qué puerta—, yo no les hablé más que del pote de mostaza, partiendo de ese hecho de experiencia que se había confirmado una vez más en el almuerzo, que el pote de mostaza está siempre vacío. No hay ejemplo donde se abre un porte de mostaza y se encuentre mostaza adentro. Ese pote de mostaza es la creación simbólica por excelencia, —todo el mundo lo sabe desde hace tiempo—: si no hubiera ser que habla habría quizá agujeros en el mundo, depresiones, charcos, cosas que retienen, no habría vaso. Nos equivocaríamos al creer que sea por nada que esto forme parte para nosotros de los relieves esenciales que encontramos de la civilización. Las cerámicas, luego los vasos de bronce, la cantidad prodigiosa de estas cosas que encontramos y de la que no nos queda sino eso, eso debería tirarnos un poco de las orejas y muchas otras cosas, en fin, no basta tirar de las orejas para hacerla oír, hay que creer.
Evidentemente había otras cosas antes, el primer yacimiento histórico lleva un bonito nombre en danés pero soy incapaz de pronunciarlo, es de montones de residuos, entonces tenemos ahí al objeto. Y el vaso no es un objeto . Eso ha servido desde hace mucho para expresar algo. ¿Qué?. ¿Es esto una lección de teología?. Ustedes saben, Dios, el gran obrero, lo mismo se dice en el catecismo, que hace falta un alfarero para hacer un pote, ¡lo mismo….!. ¡No haberlo aprovechado mejor!. Porque esto no dice en absoluto aquello de lo que intenta convencernos.
¿Qué nos dice eso?. Deus gravita mundum, y a continuación: ex-nihilo, ¿qué quiere decir esto?. Quiere decir que el vaso él lo hace alrededor del agujero, que lo que es esencial es el agujero y porque es esencial que sea el agujero, el enunciado judío que Dios ha hecho el mundo de nada es, hablando con propiedad, —Koyré lo pensaba lo soñaba y lo escribió—, lo que despejó la vía al objeto de la ciencia.
Estamos trabados, estamos pegados a todas las cualidades, las que sean, desde la fuerza, la impulsión, el color, todo lo que ustedes quieran hasta la percepción, en resumen hasta el trozo de tiza al cual la progenitura socrática pertenece pegado como las moscas sobre el papel caza-moscas desde hace dos mil años, a saber Lagneaux y también Alain ahí especularon sobre la apariencia, ¿entonces esta apariencia?, y bien deberíamos llegar a ver como ella es también la realidad. Es con eso que la filosofía y la ciencia, una en relación a la otra, tomaron una sólida tangente.
Entonces, pienso estar en condiciones de decírselo en seguida, el cabo de tiza deviene objeto de ciencia a partir del momento y desde el momento en que ustedes parten de ese punto que consiste en considerarlo como faltante. Es lo que voy a hacerles sentir inmediatamente. Pero ahora, no quiero perder la ocasión de abrochar al pasar lo que significa la causa material. Porque si usted es filósofo, Aristóteles le dirá que la materia es la mostaza, es decir lo que llena el vacío. Aristóteles, que estaba sin embargo tan bien orientado en su concepción del espacio, está muy lejos de esta extensión terriblemente deslizante que es un verdadero problema que se replantea siempre en nuestro progreso en las ciencias matemático-físicas, el había visto muy bien que el lugar era lo que permitía dar una concepción del espacio que no se expandiera indefinidamente, que no nos ubicara en la cuestión de este falso infinito. Sólo que luego de haber partido tan bien, de haber definido el lugar como el último continente —siendo el último aquel que es no nacido—, y bien, porque él era griego y no había leído La Biblia, no pudo admitir que hubiera un vacío separado de los objetos. Entonces, llegó el pote de mostaza, y es a causa de eso que nos hemos quedado ahí un buen numero de siglos.
Es decir que la causa material es el pote, creación indiscutiblemente divina como toda creación de la palabra, y a la que se reduce estrictamente lo que está dicho en el texto del Génesis. Pero no es este el señalamiento al que quisiera apuntarles de pasada. Potes encontraremos a montones —se los dije hace un rato, en las tumbas, en todo lugar donde reinen las llamadas culturas primitivas. Y bien, con dibujos absolutamente precisos, para saber que los colecciónistas futuros no puedan darlos como floreros a sus amiguitas, según lo cual hace tiempo todos los potes estarían destruidos, al único fin de que estos potes se conserven, la gente que los depositan en las sepulturas, hacían un agujero en el centro, lo que les prueba que es del lado del agujero que hay que buscar la causa material. Aquí hay algo que causa algo, un agujero en el vaso. He aquí el modelo.
Si toman la cima de la elaboración científica, que es al mismo tiempo la clave de bóveda y la clavija esencial, ¿qué obtienen ustedes?, lo que se llama la energética. La energética no es lo que cree un autor que la opone como un complemento a mi teoría estructural del psicoanálisis. Él se imagina que la energética sin duda es lo que empuja. Esta es la cultura de los filósofos. La energética si ustedes se remiten, por ejemplo, a alguien tan autorizado, tanto como Feynman del que no he esperado que obtuviera el premio Nobel para abrirlo, les ruego que lo crean, en un tratado en dos volúmenes que se llama Lectures on phisics y que para aquellos que tienen tiempo, en fin no podría recomendarles una mejor lectura porque es un curso de dos años absolutamente exhaustivo. Es muy posible cubrir todo el campo de la física, en su nivel más elevado en un cierto número de lecciónes que no pesa más que un kilo y medio. En el tercer capítulo o el cuarto, —no sé—, pone al lector o auditor, —no sé—, en el rastro de lo que es la energética. No soy yo pues, el que inventó eso para servir a mis tesis, recordé que había leído eso cuando tuve el volumen, es decir, hace un año y medio. Les pido que consulten el primer párrafo del capítulo cuatro: Conservation of energy. ¿Qué es lo que encuentra mejor para dar la idea a un auditorio supuesto relativamente virgen de lo que concierne a la física, ya que hasta ahí, no han recibido enseñanza más que de incompetentes?. El supone un pequeño diablillo que llama Denis the Manase, Daniel el Terrible, se le dan veintiocho cubitos, pero como es un bruto son de platino, indestructibles, indeformables. Se trata de saber lo que hará la mamá cada vez que, discreta como conviene, —es decir no una mamá americana—, cada vez que ella entra en la pieza del bebé y unas veces no encuentra sino veintitrés cubos y otras veces veintidós. Está claro que estos cubos se encontrarán siempre, ya sea en el suelo del jardín porque habrán pasado por la ventana, ya sea en una diferencia de peso que se podrá constatar en una caja que por supuesto no se abrirá, ya sea porque el agua de la bañera habrá subido levemente, pero como el agua de la bañera está muy sucia para ver el fondo es por esta ligera elevación de nivel que se sabrá adonde fueron a parar los cubos. No les leo todo el pasaje. Me falta tiempo. Es sublime.
El autor señala que se encontrarán siempre el mismo número constante de cubos, con la ayuda de una serie de operaciones que consistirán en adicionar un cierto número de elementos, por ejemplo: la altura del agua dividida por el largo de la bañera en adicionar esta visión curiosa a alguna otra cosa que será por ejemplo el número total de cubos restantes. Ustedes me siguen espero. Nadie gesticula. Es decir hacer esto, —les digo de paso que está incluido en la mínima fórmula científica— que es que no solamente se adiciona sino que se resta, que se divide, que se opera de todas las maneras, ¿con qué?, con números gracias a cuales se adiciona —a falta de lo cual no habría ciencia posible—, se adiciona comúnmente manteles con servilletas, peras con puerros, ¿no es cierto?.
Ahora bien, ¿qué se les enseña a los niños?. Cuando comienzan a entrar —espero que ya no sea así ahora pero no estoy seguro— justamente para explicarles las cosas se les dice lo contrario, a saber, que no se suman manteles con servilletas, ni peras con puerros, según lo cual naturalmente están definitivamente barrados para las matemáticas. Volvamos a nuestro Feynman. Este paréntesis sólo puede perderlos, Feynman concluye: —He aquí el ejemplo; una cifra va a salir siempre constante: veintiocho cubos, y bien —dice él— la energética es eso, sólo que no hay cubos. Esto quiere decir que esta cifra constante que asegura el principio fundamental de la conservación de la energía, digo no solamente fundamental sino del que un sólo temblor en la base basta para poner a todo físico en el pánico absoluto. Ese principio debe ser conservado a toda costa y entonces lo será forzosamente ya que lo será, a toda costa, es la condición misma del pensamiento científico.
¿Pero qué quiere decir la constante, qué se encuentre siempre la misma cifra?. Porque todo está, ahí, no se trata más que de una cifra. Eso quiere decir que algo que falta como tal —no hay cubos— debe encontrarse en otra parte en otro modo de falta. El objeto científico es pasaje, respuesta, metabolismo, —metonimia si quieren, pero atención del objeto como falta—, y a partir de ahí muchas cosas se aclaran, nos remitiremos a lo que el año pasado pudimos poner en evidencia de la función del uno.
Es que no ven que el primer surgimiento del uno concerniente al objeto es el del hombre de las cavernas para darles el gusto si ustedes gustan todavía de estas especies de imagenes que entran en sus casas donde hay poquititas provisiones, —o muchas porqué no—, y dice: —falta uno. Es eso, el origen del rasgo unario: un agujero. Desde luego se puede llevar las cosas más lejos e incluso nosotros no faltaremos a esto. Observen que esto prueba que nuestro hombre de las cavernas ya está en el último punto de las matemáticas y conoce las teorías de los conjuntos. Connota: falta uno. Y su colección está ya hecha. El verdadero punto interesante es evidentemente el uno que denota, ahí hace falta el referente y los estoicos nos servirán.
Es evidente que la denotación ahí, ¿es qué?, su palabra. Es decir la verdad que nos abre sobre el agujero, a saber: ¿por qué uno?. Pues este uno lo que designa es siempre el objeto como faltante y donde estaría pues la fecundidad de lo que se nos dice ser carácterístico del objeto de la ciencia, y que puede siempre ser cuantificado.
Es que es sólo por una toma de partido que sería verdaderamente increíble que eligiéramos de todas las cualidades del objeto solamente esta: el tamaño, al que aplicaríamos enseguida la medida de la que nos preguntamos de ahí en más de donde nos viene. Del cielo por supuesto.
Todos saben que el número, —era al menos así como Kroneker se expresaba si recuerdo bien (…) —salvo el número entero que es un regalo de Dios. Los matemáticos pueden permitirse opiniones así de humorísticas, pero la cuestión no está ahí. Es justamente quedar pegados a esta noción de que la cantidad es una propiedad del objeto y que se lo mide, que se pierde el hilo, que se pierde el secreto de lo que constituye el objeto científico. Lo que se mide con el patrón de algo que siempre, es otra cosa en las dimensiones —y ellas pueden ser múltiples—, del objeto como falta. La cosa es tan poco simple, que aquello que debemos percibir, es que la verdadera experiencia que se hace en este caso es esta: a saber que el número en sí no es en absoluto un aparato de medida, y la prueba de esto fue dada en la mañana misma de las inspiraciones pitagóricas, se vio que el número no podía medir lo que el mismo permite construir, a saber que incluso no esta jodido para dar un número, —un número que de ninguna manera se expresa de un modo conmensurable— de la diagonal del cuadrado que no existiría sin el número.
Yo no evoco esto aquí más que porque esto tiene de interesante que si el número para nosotros, debe concebirse como función de la falta, esto, en la simple observación que hice a propósito de la diagonal inconmensurable, nos indica qué riqueza se nos ofrece a partir de ahí pues el número nos provee, si puedo decirlo numerosos registros de la falta; preciso para aquellos que no están especialmente interesados en esta cuestión: un número llamado irracional que debe sin embargo, al menos desde Didekind considerarse como un número real, no es un numero que consiste en algo a lo que puede aproximarse indefinidamente, no es sumergible en la serie de los números reales precisamente más que haciendo intervenir una función de la que no es por casualidad que se la ha llamado: el corte. Esto no tiene nada que ver con un fin que retrocede como cuando ustedes escriben: 0,333333… que es un número perfectamente conmensurable; Es el tercio de uno. Para la diagonal, se sabe desde los griegos, porque es estrictamente inconmensurable, a saber que ni una de sus cifras es previsible hasta el fin de los fines. Esto no tiene más interés que el de hacerles entrever que tal vez los números nos proveerán algo muy útil para intentar estructurar aquello de lo que se trata para nosotros, a saber: la función de la falta. Estamos aquí pues frente a la posición siguiente: el sujeto no puede funcionar sino definiéndolo como un corte, el objeto como una falta. Hablo del objeto de la ciencia, dicho de otro modo: un agujero. Las cosas llegan tan lejos que pienso haberlos hecho sentir que sólo el agujero a fin de cuentas puede pasar por esto que efectivamente nos importa, es decir, la función de causa material, he aquí los términos entre los cuales debemos apretar un cierto nudo.
Ya que yo no pude hoy adelantar mi intención tan lejos como lo esperaba, a consecuencia del hecho de que las cosas no estaban en absoluto escritas, y ya que tampoco puedo esperar en ocho días hacer la elección necesaria a su discreción, haré este tercer miércoles de este mes por excepción el mismo seminario abierto, donde ustedes están pues, todos invitados. Para puntuar, apuntar a aquello de lo que va a tratarse haré la oposición. ¿Qué relación concebir del objeto en el psicoanálisis con este objeto de la ciencia y tal como acabo de intentar presentificárselos?. No basta hablar del agujero, mientras que sin embargo, seguramente me parece al menos para los más vivos que la solución ya les debe aparecer apuntada, —es el caso de decirlo— en nuestro horizonte. La función de la falta, —no dije la idea, pongan atención, esta Idea, sabemos como atrapó a Platón por el tobillo y que no desembarazó de ella en absoluto— la función de la falta la vemos surgir, sufrir la fuga necesaria por la caída del objeto y es que estos dibujos que traje hoy, que volveré a tener la próxima vez están hechos para hacérselo palpar a ustedes. Tal estructura es necesaria para que un corte determine el campo por una parte del sujeto, tal como es requerido como sujeto de la ciencia y por otra parte, el agujero donde se origina un cierto modo de objeto, el único a retener, aquel que se llama objeto de la ciencia, y como tal puede ser esta especie de causa sobre la cual he dejado la última vez el signo de interrogación. ¿Es tal como aparece, solamente la forma de las leyes?, o bien, ¿dónde se enlaza este aspecto manifiestamente materialista por el cual justamente puede ser designada la ciencia?, es en este nudo de la función de la falta que yace y está encubierto aquí el punto de giro de lo que está en cuestión. Y que vamos a tener en este punto, que es un punto de hiancia, lo hemos visto el año pasado a propósito de la génesis freguiana del número uno, es para salvar la verdad que hace falta que esto funcione. Salvar la verdad, lo que quiere decir: no querer saber nada de eso. Hay otra posición que es gozar de la verdad, y bien eso es la pulsión epistemofílica. El saber como goce con la opacidad que entraña en el abordaje científico del objeto, es ese el otro término de la antinomia. Es entre estos dos términos que debemos aprender lo que concierne al sujeto de la ciencia, es ahí que espero retomar para llevarlos más lejos.
Entiendan bien, para hablar de esta función radical. Aún no he hecho surgir nada de lo que concierne al objeto a, pero ustedes deben percibir bien que el mismo esquema justamente que no reproduje ahí, el esquema de los dos círculos del tiempo en que les pinté la función de la alienación como tal, recuerden ustedes el ejemplo: La bolsa o la vida?, ¿la libertad o la muerte?, les expliqué el esquema de la alienación hay ahí una elección que no es una en el sentido en que se pierde ahí algo, o bien el todo. Ustedes gozan de la verdad, pero ¿quién goza?, ya que ustedes no saben nada de eso. O bien ustedes tienen, no el saber sino la ciencia y este objeto de intersección, que es el objeto a , les escapa, ahí está el agujero, ustedes tienen este saber amputado. Tal es el punto sobre el que me detendré hoy.