Han podido la última vez que nos encontramos, escuchar lo que les ha propuesto J. A. Miller.
No he podido agregar observaciones, pienso que notaron en esta exposición un amplio conocimiento de lo que ha sido inaugurado como lógica moderna por el trabajo y la obra de Boole. No es quizá indiferente hacerles saber que J. A. Miller, quien estuvo ausente en mi último curso, no estaba seguro sobre su elección; estos señalamientos tienen su importancia en razón de la extraordinaria convergencia o aún reaplicación de lo que ha podido anunciar ante ustedes, sin duda con conocimiento de causa, sabiendo cuales son los principios y los axiomas alrededor de los cuales gira ahora mi desarrollo. Es asombroso que la ayuda de Boole (en donde está ausente esta articulación mayor, que ningún significante podría significarse a sí mismo), que partiendo de la lógica de Boole, de este momento de viraje en el cual de alguna manera se percibe haber querido formalizar la formalización clásica que esta formalización permita aportarles extensiones mayores y revele ser la esencia escondida sobre la cual esta lógica podría haberse orientado y construirse creyendo en algo que no era verdaderamente su fundamento, creyendo continuar lo que vamos a tratar de ceñir hoy, para que de alguna manera despejar el campo en el cual vamos a proceder, la lógica del fantasma.
Es sorprendente la comodidad con la cual de los blancos de la lógica de Boole, Miller ha vuelto a hallar la situación, el lugar, donde el significante en su función está elidido en ese famoso menos uno (-1), del que ha despejado admirablemente la exclusión en la lógica de Boole; pasando por esta elisión él dejaba el lugar donde yo articulaba lo que se sitúa aquí.
Esto tiene su importancia y les permite asir la coherencia con la que se inserta esta lógica en nombre de los hechos del inconsciente y si somos lo que somos, es decir, racionalistas, a lo que hace falta atenerse no es a que la lógica interior sea de alguna manera invertida, sino que nos haga reencontrar sus propios fundamentos. Han visto en este punto, que necesita para nosotros la puesta en juego de cierto símbolo, esto que responde a ese menos uno (-1) de Boole, no es seguro que sea lo mejor para usar. Porque lo propio de una lógica formal es que opere, vamos a despejar nuevos operadores, es lo que a la medida de las orejas a las que me dirigía ya he tratado de articular de una manera manejable para lo que había aquí que manejar: la praxis analítica.
Este año partiendo sobres estos límites, sobre estos bordes, estoy constreñido a dar formulaciones más rigurosas para cernir lo que vamos a hacer y que merece ser tomado en la articulación más general que nos sea dada por ahora en materia de lógica, a saber: aquello que se centra en la función de los conjuntos.
Dejo este tema que J. A. Miller ha aportado menos como articulación de lo que he desarrollado ante ustedes que como confirmación, encuadre; no es interesarles designarles en J. P. Sartre bajo la operación de la conciencia tética de sí, la manera que ha de ocupar el lugar donde reside esta articulación lógica que es nuestra tarea de este año, se trata ahí de eso que se llama un lugarteniente. Es de lo que tenemos que ocuparnos, nosotros, otros analistas, de una manera equivalente a aquella de los otros lugartenientes, cuando tenemos que manejar lo que es efecto del inconsciente.
Se puede decir que de ninguna manera esto que puedo enunciar se sitúa con relación a Sartre, puesto que ese punto fundamental alrededor del cual gira el privilegio que intenta mantener del tema, esta suerte de lugarteniente, no puede de ninguna manera interesarme sino en el registro de su interpretación.
Lógica del fantasma, haría falta recordar, y no podemos hacerlo más que rápidamente, la manera en la cual tocando con las puntas de los dedos se la hace por un instante vibrar para recordar la vacilación no extinguida de lo que se anuda a la tradición que el término universitario prenderá con alfileres.
No es inútil indicar cuales sean los otros sentidos que se pueda a ese término universidad, universitas litterarum, hay allí alguna alusión al universo de discurso. Está claro que en esta hesitación (recuerden el vals que el profesor de filosofía, el año que pasaron por allí, hacía alrededor de la lógica, de las leyes del pensamiento o de sus normas, de la manera en que ella funciona y que vamos a extraer científicamente, o en la manera en la que hace falta que eso sea conducido), admitan que para que todavía no se haya abierto el debate quizás la sospecha que nos puede venir es que la función de la universidad, en el sentido en que lo articulado siempre, puede ser alejar la decisión. Quiero decir que esta decisión está quizá más interesada, hablo de lógica, es esto que pasa en Vietnam. Tiene tanto que ver con el pensamiento que queda suspendido en ese dilema entre esas leyes que nos dejan interrogar si se aplica al mundo, decimos más bien a lo real, dicho de otra manera, si no sueña. No pierdo mi cuerda psicoanalítica. Para nosotros psicoanalistas saber si el hombre que piensa sueña, es una pregunta que tiene uno de los sentidos más concretos.
Para tenerlos en vilo sepan que tengo la intención de pasar este año al despertar, son normas de pensamientos opuestas a las otras. He aquí que nos interesa también, y en su dimensión no reducida por este pequeño trabajo de pulido, por lo cual generalmente el profesor, cuando se trata de lógica en su clase de filosofía terminará por hacer que esas leyes y esas normas terminen por presentarse con la misma línea que permite hilar con un dedo sobre el otro, dicho de otra manera, de manejar todo eso a ciegas.
Para nosotros analistas esa dimensión no ha perdido su relieve, se titula la verdad en tanto que no necesita, no implica en ella misma el soporte del pensamiento; al interrogar que es la verdad, a propósito de lo cual he suscitado el fantasma de una norma, aparece desde el origen que no es inmanente al pensamiento.
Me permito para hacerlos vibrar escribir una figura a la que no me era difícil dar vida, la de la verdad saliendo del pozo: Yo, la verdad, hablo. Es para puntuar este relieve en el que se trata de mantener a lo que se engancha nuestra experiencia y que es imposible excluir de la articulación de Freud, porque Freud es puesto allí enseguida al pie del muro y no está forzado a intervenir por eso, no se había puesto él mismo. La cuestión de la manera en que se presume el campo de la interpretación, el modo bajo el cual la técnica de Freud le ofrece la ocasión, la asociación libre, nos lleva al corazón de esta organización formal en donde se bosquejan los primeros pasos de una lógica matematizada que tiene un nombre: redes, tramas. Se precisa (no es mi función precisar hoy) que es de este tramado o enrejado que se trata en Freud en sus primeros esbozos de una nueva psicología, y en la manera en que organiza el manejo del análisis como tal. Construye antes de la letra, si puedo decir, y como la objeción le es hecha en un punto preciso de la Traumdeutung, tiene que responder con vuestra manera de proceder en todo cruce: ustedes tendrán la ocasión de encontrar un significado que hará de puente entre dos significaciónes, si con vuestra manera de organizar los puentes van siempre de alguna parte a alguna parte.
No es por nada que yo había puesto una pequeña etiqueta de una interpretación del siglo XVIII sobre los jeroglíficos egipcios, La arcilla y el puente, es de lo que se trata en Freud, en esta red donde nos enseña a fundar la primera interrogación. Es, en efecto, un pequeño puente, es como funciona. Lo que se le objeta es que así explicará todo.
Dicho de otra manera, lo que se supone a la interpretación psicoanalítica, fundamentalmente no es ninguna especie de crítica científica, como se lo imagina en el bagaje de aquellos que entran en la medicina que tienen todavía un poco también de filosofía, a saber, que el científico se funda sobre la experiencia. ¡Bien entendido no se ha abierto aún Claude Bernand, pero se conoce su título!.
Es una objeción que remonta a la tradición medieval donde se sabía lo que era la lógica, donde estaba más expandida que en nuestros tiempos.
Las cosas están en un punto que habiendo deslizado en una entrevista que yo tenía cierta práctica escolástica, he rogado que se borrara eso, ¡si no qué es lo que la gente habrá creído!. Es carácterística de lo falso dar toda la verdad. Lo carácterístico de lo falso es que se deduce en el mismo paso, van de la mano lo falso y lo verdadero, no excluye lo verdadero, sería demasiado fácil reconocerlo, para darse cuenta de eso hace falta haber hecho un pequeño ejercicio lógico; es lamentable que no forme parte de los estudios de medicina.
Está claro que la manera en que Freud responde nos lleva enseguida sobre el terreno de la estructura de red, no lo expresa seguramente en todos los detalles, con las precisiones modernas que podríamos darle. Sería interesante saber cómo ha podido o no aprovechar la enseñanza de Brentano. La función de la estructura de red como la manera en que las líneas de asociación vienen a converger en puntos ilustran de dónde se hacen las partidas selectivas, he aquí lo que está indicado por Freud. Se sabe bastante por toda la continuación de su obra, la inquietud, la verdadera preocupación que él tenía por esta dimensión de la verdad pues desde la perspectiva de la realidad se está cómodo, aún sabiendo tal vez que el traumatismo no es más que fantasma, como estoy mostrándoselos, estructural; pero eso no deja a Freud, que era capaz como yo de inventarlo, más tranquilo.
Donde está el criterio de verdad, pregunta él. No habría escrito El Hombre de los lobos sino estuviera sobre esta pista, sobre esta exigencia. ¿Qué es o no, verdad?.
¿Es verdad que él soporta lo que él descubre al interrogar la figura fundamental que se manifiesta en el sueño a repetición del hombre de los lobos?, ¿qué es verdad (no se reduce a saber si sí o si no), y a que edad a vivido algo que es reconstruido con la ayuda del sueño?. Lo esencial es saber cómo el sujeto, el Hombre de los lobos, a podido verificar esta escena bajo su ser y por su síntoma, esto quiere decir (porque Freud no duda de la realidad de la escena original), cómo ha podido articularlo en términos de significante. Ustedes no tienen más que recordar la figura del V romano, en tanto que ella está allí en causa como piernas abiertas de una mujer o alas de mariposa, para comprender que se trata del significante.
Relación de la verdad al significante, rodeo por donde la experiencia analítica reúne el proceso más moderno de la lógica, consiste justamente en esto: que esa relación del significante a la verdad puede cortocircuitar todo pensamiento que lo soporte y lo mismo que una manera de visualizar se perfila en el horizonte de la lógica moderna, aquel que reduce la lógica a un manejo correcto de lo que es sólo escritura, lo mismo para nosotros la noción de verificación, que haremos pasar por ese hilo directo del juego del significante en tanto que sólo de queda suspendida la cuestión de la verdad.
No es fácil poner en juego un término como el de verdad sin hacer resonar inmediatamente todos los ecos donde vienen a deslizarse las instituciones más sospechosas, sin por otra parte producir las objeciones hechas de viejas experiencias de las cuales aquellos que se comprometen saben demasiado —gato quemado teme al agua fría—, que ustedes dicen por lo que les hago decir Yo, la verdad, les hablo, que por ahí hago su entrada al tema del Ser, por ejemplo. Miremos aquí al menos para saberlo, dos veces contentémonos de ese nudo expreso que acabo de hacer con la verdad, no he implicado sino a aquel a quien hago decir estas palabras Yo la verdad, lo hablo, ninguna persona divina o humana está interesada fuera de eso a saber, ese punto de origen entre el significante y la verdad. Qué relación hay entre esto y el punto del que he partido siempre, es decir, que los lleva sobre este campo de la lógica más formal; he olvidado aquello donde se juega en mi decir de siempre esta suerte de lógica. Está claro que Bertrand Russell se interesa más que J. Maritain en lo que pasa en Vietnam; esto por sí sólo puede ser una indicación. Evocando Le paysand de la Garonne bajo su último ropaje (último libro de Jacques Maritain), este autor que se ha ocupado de escolástica, influencia de la filosofía de Santo Tomas, no tiene razón de no ser evocado en la medida en que la evocación de la obra no tiene incidencia sobre la lógica.
Evoco a J. Maritain e implícitamente los invito a remitirse allí, en este espíritu de paradoja que se demuestra, que conserva en este autor llegado a su gran edad esta suerte de rigor que llega hasta un impasse caricaturesco, en una referencia muy exacta de todo el relieve del desarrollo del pensamiento moderno, en el mantenimiento de las esperanzas más impensables de lo debería desarrollarse en su margen para que pueda conservarse lo que se llama la intuición del Ser.
El habla en este sentido del Eros filosófico. No tengo que repudiar ante ustedes el uso de un término tal sino su uso en esta oportunidad en nombre de la filosofía del Ser; esperar el renacimiento correlativo de la ciencia moderna de una filosofía de la naturaleza participa de un Eros que no puede surgir más que de la comedia italiana. Eso no impide al pasar para tomar esas distancias, que sean señalamientos de los más pertinentes relativos a la estructura de la ciencia, que nuestra ciencia no comporta nada en común con la dimensión del conocimiento. He aquí que en efecto, es muy justo pero no comporta una promesa que éste renacimiento del conocimiento antiguo sea rechazado y conlleva otra perspectiva de la cual retomaré después de este paréntesis lo que se trata de interrogar.
Ninguna necesidad, para nosotros, de retroceder ante el uso de esas tablas de verdad, por donde los lógicos introducen cierto número de funciones fundamentales de lógica proposicional.
La conjunción de dos proposiciones implica que si ponemos los valores verdadero o falso (por ejemplo p y q ), la conjunción no será verdadera más que si las dos son verdaderas, en todos los otros casos será falsa. Basta que abran cualquier libro de lógica moderna para encontrar la implicación, la equivalencia, etc..
Esto puede servirnos de soporte, pero no es más que soporte y apoyo de lo que vamos a preguntar, a saber ¿Es lícito lo que manejamos por la palabra, lo que decimos, y decir que es verdadero; es lícito escribir lo que decimos, en tanto quede de escribirlo va a ser para fundamento de nuestra manipulación?
En efecto, la lógica moderna, acabo de decirlo y de repetirlo, entiende instituirse no he dicho por una convención sino por una regia de escritura; la cual seguramente se funda sobre el hecho de que en el momento de constituir el alfabeto hemos planteado cierto número de reglas llamadas axiomas de su manipulación correcta, y esto comporta una palabra que a nosotros mismos nos hemos dado. Tenemos el derecho de inscribir en los significantes lo verdadero y lo falso como algo maleable lógicamente. Es seguro que cualquiera sea el carácter introductorio, primicial, de esas tablas de verdad que pueden caernos en las manos, el esfuerzo de esta lógica será construir la lógica preposicional sin partir de esta tabla; se debería, por otra parte, después de haber construido de otra manera las reales de la deductibilidad volver ahí. Pero lo que nos interesa es también saber qué quería decir que uno se haya servido de eso, especialmente en la lógica estoica. He hecho alusión a que está claro que eso no ha sido articulado, con una fuerza tal, en ninguna parte mejor que en los estoicos.
Sobre lo verdadero y lo falso los estoicos se han interrogado por esta vía lógica, a saber, qué hace falta para que lo verdadero y lo falso tengan relación con la lógica, en el sentido que le damos aquí: que el fundamento de la lógica no hay que tomarlo en otro lado más que en la articulación del lenguaje en la cadena significante. Es porque su lógica era una lógica preposicional y no una lógica de clase. Para que haya una lógica preposicional, para que eso pueda operar: cómo hace falta que las proposiciones se encadenen en relación con lo verdadero y lo falso. O esta lógica no tiene nada que hacer con lo verdadero y lo falso, o si tiene que hacer, lo verdadero debe engendrar lo verdadero. Es lo que se llama implicación en un sentido donde ella no hace intervenir más que dos tiempos proposicionales: la prótasis por no decir hipótesis, no se trata de creer, se trata de plantear que eso que esta afirmado es afirmado como verdadero; y la segunda proposición, la apódosis. Definimos la implicación como algo donde no puede haber nada más que: una prótasis verdadera y una apódosis verdadera. Esto no puede dar más que algo que ponemos entre paréntesis y que constituye una ligazón verdadera, no quiere decir que no pueda haber ahí más que eso.
Supongamos la misma prótasis falsa y la apódosis verdadera. ¡Y bien! Los estoicos les dirán que esto es verdadero, porque precisamente de lo falso puede ser implicado tanto lo verdadero como lo falso, en consecuencia, y es verdadero, no hay objeción lógica. La implicación no quiere decir la causa, la implicación quiere decir esta ligazón donde se inscribe de cierta manera, concerniente a la tabla de verdad la prótasis y la apódosis. Lo que no puede ir (es la doctrina del denominado Filón) es que la prótasis sea verdadera y la apódosis falsa.
El fundamento más radical de toda posibilidad de manejar en una cierta relación con la verdad la cadena significante tal como la tenemos, entonces, en la posibilidad de una tabla.
Entonces la relación de implicación está connotada de falsedad. ¿Que quiere decir?. Seguramente les he dicho las relaciones de existencia más radicales de una lógica.
El problema completamente evidente es este que tenemos cuando tenemos que continuar hablando de lo que está escrito.
En otros términos cuando el sujeto de la enunciación entra en juego no tenemos más que observar lo que pasa cuando decimos que es verdadero, que es falso; eso no se mueve, a saber, que simplemente lo falso retoma quizás no se que lustre, encuadre que lo hace pasar por que falso resplandor.
Decir de lo falso que es verdadero no tiene el mismo resultado, quiero decir que fundamos lo falso, pero diremos más bien que es falso lo que es verdadero. El ejemplo del subjuntivo nos indica que pasa algo.
Decir que es verdadero que es verdadero va bien también, nos deja una verdad asegurada aunque tautológica; pero decir que es falso que sea verdadero no asegura sin duda el mismo orden de verdad. Decir que sea falso no es, por tanto, decir que es verdadero.
Nos vemos entonces en la dimensión de la enunciación puesta en suspenso de algo que no demandaba más que funcionar de una manera enteramente automática al nivel de la escritura, es por lo que es asombroso notar que es del lado deslizante de ese punto donde surge el drama de esta duplicidad del sujeto. No vacilaré en ilustrar con una pequeña historia de mi carrera, este reclamo de exigencia que un día surgió de la garganta de alguno de los alumnos seducidos por lo que yo aportaba de la articulación de mi enseñanza, la jaculatoria lanzada hacia el cielo: ¿Por qué no dice lo verdadero sobre lo verdadero?.
Esa suerte de inquietud encontraría su respuesta, condición de volver a pasar al significante escrito lo verdadero sobre lo verdadero. Lo verdadero sobre lo verdadero, el significante no podría significarse a sí mismo, salvo que no sea él quién lo signifique, salvo usando la metáfora que sustituye otro significante a la V de la verdad haciéndola volver a salir, a saber: la creación de un significado falso.
A propósito del discurso tan riguroso que trato de hacer hoy, eso puede aún en vuestros sesos engendrar esa suerte de confusiones legadas a la producción del significado en la metáfora.
No es llamativo que me vuelva a las orejas, de la misma fuente donde se produce una invocación relativa a lo que enseño de Freud, eso que esta boca elegantemente articula como desleimiento conceptual.
Hay una suerte de abuso donde se designa la relación estricta que tiene con la estructura del sujeto el objeto parcial. El hecho de admitir que es posible comentar un texto de Freud al desleer conceptos, evoca eso que no podría satisfacer a la función del objeto parcial sino que el objeto parcial pueda partirse. El pote de mostaza, definido como estando necesariamente vacío de mostaza, no podría ser llenado de manera satisfactoria con un desleimiento, con mierda blanda.
Es esencial ver la coherencia que tienen estos objetos con todo manejo correcto de una dialéctica subjetiva.
Para retomar estos primeros pasos concernientes a la implicación es necesario ver surgir esta unión entre la verdad y lo escrito, a saber: lo que puede ser escrito y lo que no puede serlo. ¿Qué quiere decir este no puede, del cual el límite, la definición, queda completamente arbitraria?. El sólo límite planteado en lógica moderna al funcionamiento de un alfabeto en un cierto sistema es palabra dada, axiomática e inicial. ¿Qué quiere decir no puede?. Tiene un sentido en la palabra dada, inicial, interdictiva. ¿Pero que es lo que puede escribirse de eso?.
El problema de la negación hay que plantearlo al nivel de la escritura en tanto que la regula como funcionamiento lógico. Inmediatamente nos aparece la necesidad que ha hecho surgir desde el comienzo este uso de la negación en sus imagenes intuitivas, marcadas por el primer dibujo de lo que no anhela de ninguna manera ser borde, las imagenes de un límite, aquellas donde la lógica primera introducida por Aristóteles, lógica del predicado, que marca el campo donde una clase se carácteriza por un predicado dado y el fuera de ese campo ligado por esa unión al predicado.
No está articulado en Aristóteles que eso comporte la unidad del universo de discurso, como digo a propósito del inconsciente de hacer volver a sentir lo absurdo, de hacer resaltar que existe el negro y lo que no lo es. Es el fundamento de la lógica del predicado.
No es hoy, sino en las sesiones que van a seguir, que voy a tratar de distinguir de manera completa qué a nivel lógico se impone de la escritura misma al discernir la negación; es por medio de pequeñas letras que les mostrará que hay cuatro escalas diferentes de negación, de la cual la negación clásica, aquella que invoca y parece fundarse únicamente sobre el principio de contradicción, no es más que una entre ellas. Esta distinción técnica, eso que puede formularse estrictamente en lógica formal, es esencial para permitirnos cuestionar lo que Freud dice, y desde que lo ha dicho se lo repite: que el inconsciente no conoce la contradicción. Es bastante triste que ciertas proposiciones sean lanzadas como flechas iluminando estas formas, nos pone sobre la pista de los desarrollos más radicales, y que esto permanezca con este estado, suspendido al punto que una dama calificada con un título que tenía oficialmente, Princesa, repetía creyendo que decía algo, es el peligro.
La lógica no se soporta más que donde se la pueda manejar en el uso de la escritura, pero nadie podría asegurar que alguien que habla de eso dice algo. Es lo que hace tomar como supuesto, es por esto que es necesario recurrir al aparato de la escritura.
Debemos percibir el modo bajo el cual surge en otra parte que en la articulación escrita, esta negación, ¿dónde vamos a poder asirla?. ¿O debemos estar forzados a escribirlo sólo con los aparatos que ya he producido ante ustedes?.
Tomemos esta implicación: la proposición p implica la proposición q. Veamos lo que resulta partiendo de q: lo que podemos articular de p si la ponemos después de q, debemos escribir la negación adelante, al costado o arriba, en alguna parte, ligada a p implica q, indica que si ~q entonces ~p.
Se tiene entonces un ejemplo, y uno de los más simples de la necesidad del surgimiento en lo escrito de algo que sería mal en creer que es lo mismo que funcionaba a título complementario, a saber, que él mismo planteaba el universo de discurso como Uno. Las dos cosas van tan poco juntas que basta decretarlo para desarticularlas y hacer que una y otra funcionen distinto.
Esto se plantea interrogando desde el principio lo que puede ser escrito: a saber el punto donde se ilumina la duplicidad del sujeto de la enunciación al sujeto del enunciado, en esta duplicidad donde ese sujeto se mantiene tenemos desde el principio la función de la negación en tanto que rechaza todo orden de discurso que la articula; de qué habla, se los haré notar. Es lo que Freud adelanta y que es desconocido cuando articula el primer paso de la experiencia en tanto está estructurada por el principio de placer, como ordenándose, dice en un Yo y en un no-Yo. Se es tan poco lógico que no se percibe que en ese momento no podría tratarse esto de una manera mucho más falida que en el texto de Freud, donde los dos estudios están distinguidos: el Yo y el no-Yo, Lust, Unlust, no en orden de complementariedad sino en orden de discurso.
Si Yo y no yo quieren decir toma del mundo en un universo de discurso, aquello que se evoca al considerar que el narcisismo primario puede intervenir en la ciencia analítica querría decir que el sujeto infantil, en el punto donde Freud lo designa ya en el primer funcionamiento del principio del placer, es capaz de hacer lógica. Entonces se trata de la identificación del Yo en lo que le place, en el Lust; quiere decir que el Yo del sujeto aquí se aliena de manera imaginaria, que es precisamente en el afuera que eso que place esta aislado como Yo. Ese primer no es fundador en cuanto a la estructura narcisista, en tanto que en la continuación de Freud no se desarrollará más que esta suerte de negación del amor.
No se dirá que no digo la verdad sobre lo verdadero, sino lo verdadero sobre lo que dice Freud.
Que todo amor está fundado en ese narcisismo primario, he aquí una de las preguntas donde Freud nos exige saber que es esta función pretendida universal en tanto ella viene a dar la mano a la famosa intuición del ser.
El des del desconocimiento se distingue del complemento en tanto que el universo de discurso designa y puede designar la contraparte. Lo llamaremos contra por no decir contrario. Es distinto para Freud mismo. A esto hago alusión en la implicación para develar en las revelaciones opacas en sus vueltas, en la implicación misma, el no…sin…, la implicación tal como la define la tradición estoica. Hay alguna paradoja en que esté realizada tal que cualquier proposición p y q constituya una implicación y si está claro decir que la señora Tal tiene los cabellos amarillos, los triángulos equiláteros tienen una proporción por su altura. Pero lo que implica la proposición dada vuelta, a saber que la condición deviene necesaria invirtiendo la segunda preposición hacia la primera, es el «no…sin…».
Esto no va sin la señora tal puede tener los cabellos amarillos, no tiene para nosotros la ligazón necesaria con esto: que el triángulo equilátero deba tener alguna propiedad. Queda el hecho de que tiene los cabellos amarillos, esto no va sin que algo aparezca verdadero. Este …no…sin… es el lugar, el surgimiento de lo que se llama la causa, si se puede dar una existencia a este ser fantasmático es la función de ese …no… sin…, y el lugar que él ocupa lo que nos permitirá desemboscarlo.
Para terminar con lo que será el objeto de nuestro próximo encuentro: ¿qué es lo que quiere decir el término no?. ¿Podemos hacerlo surgir en tanto que forma del complementario del mundo, al desconocimiento, si ese término… no… sin… viene a aplicarse a los términos más radicales sobre los cuales hago volver para ustedes la cuestión del inconsciente?, ¿Puede ocurrírsenos la idea de que cuando hablamos de no Ser, se trata de algo que seria contorno del globo del Ser?, ¿es que el no Ser es todo el espacio en el exterior?, ¿es posible sugerir que no queremos decir ese no Ser, que querría mejor llamar: el lugar donde no soy ?
En canto al no pensar, que querrá decir que hay allí algo que no puede asirse alrededor de la lógica del predicado. La comprensión como si constituyera lo menos antinómico en el registro de la extensión está claro que todo paso que se ha dado en la lógica está hecho bajo el ángulo de la extensión. ¿Qué la negación pueda continuar siendo, en algún cuestionamiento primordial en relación con eso, si ella debe quedar ligada a la extensión, que quiere decir ese no pensar, en tanto podemos escribirlo en nuestra lógica?.
Pregunta alrededor de la cual, aquella del no soy y del no pienso, llevaré nuestra próxima conferencia.