Seminario 14: Clase 15, del 12 de Abril de 1967

Non licet omnibus adire Corinthum. He pronunciado en latín las primeras palabras, para sugerirles una traducción que no es el omnibus para ir a Corintio. El adagio que nos ha sido transmitido de una fórmula griega, no significa tanto que en Corintio las prostitutas eran caras, como que eran caras porque los iniciaban en algo. Diré que no basta con pagar el precio; es lo que quería decir la fórmula griega. No está abierto a todos, tampoco, devenir psicoanalistas. Así es desde siglos para ser geómetra… Que sólo entre aquí… , saben la continuación… aquel que es geómetra; esta exigencia estaba grabada en el frente de la escuela filosófica más célebre de la antigüedad, e indica la introducción a cierto modo de pensamiento, que podemos precisar más, a saber, que se trata de categorías.

Categoría es en griego el equivalente de la palabra praedictum en latín; lo radicalmente predicable para definir un campo. He aquí lo que lleva en sí un registro de demostración. Por eso se ha entendido que la exigencia platónica manifestaba reiteradamente la pretensión de demostrar, more geométrico; lo que testimonia cuánto, el llamado modo de demostración, represente un ideal.

Se sabe, sería bueno que sepan, se los indico como puedo, con las limitaciones del campo que me compete, que la meta-matemática vuelve sobre el abanico de las reflexiones categoriales (que han escandido históricamente las conquistas de lo geométrico), que esta meta-matemática radicaliza, aún mas, el estatuto de lo demostrable. Como ustedes saben cada vez más las geometrías se alejan de las intuiciones que la fundan (espacial por ejemplo), para entregarse a no ser más que una forma especificable, y escalonada de demostración. A tal punto que al fin, la meta-matemática, sólo se ocupa del orden de este escalonamiento, con la esperanza de arribar por la demostración a las exigencias más radicales.

Supongamos una ciencia que no puede comenzar más que por lo está, en las reflexiones así evocadas de cierto campo, al final. Inútil para tal ciencia balbucear una agrimensura de saque, donde se ordenaría una primera familiaridad a lo mensurable; por ejemplo, la transmisión de las fórmulas más gruesas del porvenir, singularmente bajo el aspecto del secreto de cálculo. Quiero decir inútil y vano detenerse en la etapa babilónica de la geometría, porque todo patrón de medida lleva la mancha de un espejismo imposible de disipar.

Es lo que hemos puntualizado de entrada en nuestra enseñanza denunciándolo, sin nombrarlo aún como lo imaginario, los engaños del narcisismo, cuando establecimos la función del estadio del espejo.

Volver a encontrar tal obstáculo fue el premio de muchas ciencias, en efecto, todavía se sitúa ahí el privilegio de la geometría.

Se nos ofrece casi de entrada la pureza de la noción de magnitud. Que no sea lo que vano pueblo piensa, no ha de retenernos… Para la ciencia que suponemos se trata de otro pentagrama, no es solamente que el patrón medida sea inoperante, es que la concepción misma de unidad cojea. Tanto que no se ha realizado la suerte de igualdad donde se instituye su elemento, es decir: la heterogeneidad que ahí se esconde, que recuerda la ecuación del valor en el primer paso de El capital, de Marx, para aquellos que lo ignoren. ¡Nunca se sabe, hay quizás distraídos!.

En su escrito es patente esta ecuación: la proporción que resulta de los precios de dos mercancías, tanto de tal es igual a tanto de tal, relación inversa precio/cantidad de mercancía. No se trata para nada de lo patente, sino de lo que recela la ecuación; la diferencia de naturaleza de los valores así conjugados, la necesidad de esta diferencia. La proporción no puede ser ni de dos valores de uso que fundan el precio ni de dos valores de cambio; en la ecuación de los valores, uno interviene como valor de uso y otro como valor de cambio. Se reproduce una trampa semejante cuando se trata del valor del trabajo. Lo importante es que está demostrado en esta crítica —como ella misma se titula—, que constituye El capital, que al desconocer estas trampas toda demostración permanece estéril o se desvía.

La contribución del marxismo a la ciencia (no soy quien ha hecho trabajo), es revelar lo latente como necesario, en el comienzo de la economía política. Es igual para el psicoanálisis, esta suerte de latente es lo que llamo la estructura. Tengo mis reservas, por todos los esfuerzos hechos para ahogar esta noción filosa de los comienzos necesarios, en cierto campo que identifico mal bajo el vago nombre de estructuralismo. No hace falta creer que lo latente falte en la geometría, pero la historia prueba que ha llegado a su fin, uno puede darse cuenta de esto, porque los prejuicios sobre las nociones de magnitud, que provienen de su manejo en lo real, no han errado por azar su progreso lógico. Sólo ahora se lo puede saber, constatando que la geometría ya no tiene ninguna necesidad de la medida, del dominio, ni aún del espacio de lo irreal.

No es así para otras ciencias; la cuestión es: porque no podría avanzar sin haber elaborado esos hechos, que se pueden decir últimos, como siendo de estructura. Quizá podamos plantear desde ahora la cuestión como pertinente, si sabemos volverla homóloga a esos hechos.

En verdad estamos prestos, puesto que esta estructura la hemos puntuado, tanto como practicado, al reencontrarla en nuestra experiencia psicoanalítica. Nuestras indicaciones, si las introducimos por algunos puntos de vista, por otra parte triviales (derribo puertas ya abiertas sobre el orden de la ciencia), nuestras indicaciones, no son sin apuntar a tales resultados: que haga falta que este orden, digo el orden de las ciencias, se acomode ahí.

La estructura es —desde que enseño, no desde que escribo— que el sujeto sea un hecho de lenguaje, sea un hecho del lenguaje. Al sujeto así designado, se le atribuye generalmente la función de la palabra (parole), se distingue por introducir un modo de ser que es su energía propia (en el sentido aristotélico del término energía), ese modo es el acto en que se calla, tacare no es silere, y, sin embargo, es ese recurso a una frontera oscura. Escribir, como se lo ha hecho, que es vano buscar en mis Escritos cualquier alusión al silencio, es una estupidez. He escrito la fórmula de la pulsión, arriba a la derecha del Grafo como $ à D , es cuando la demanda se calla que la pulsión comienza. Pero si no he hablado en absoluto del silencio es porque sileo no es taceo. El acto de callarse no libera al sujeto del lenguaje a pesar de que la esencia del sujeto culmine en este acto; si ejerce la sombra de su libertad, el callarse permanece cargado de un enigma que ha hecho pesar tanto tiempo la presencia del mundo animal. No tenemos de eso huellas más que en la fobia, pero recordemos que hace mucho tiempo se ha podido ubicar ahí a los dioses. El silencio eterno nos asusta a medias, en razón de la apariencia que da la ciencia a la conciencia común de plantearse como un saber que rehusa depender del lenguaje, sin que, por tanto, esta pretendida conciencia, se asombre de rehusar al mismo tiempo depender del sujeto. Lo que ocurre no es que la ciencia obvie al sujeto, es que lo saca del lenguaje, lo expulsa. Crea fórmulas de un lenguaje vacío de sujeto. Parte de una interdicción sobre el efecto de sujeto del lenguaje, esto no tiene más que un resultado: demostrar que el sujeto no es más que un efecto del lenguaje, pero que es un efecto de vacío. Desde entonces el vacío lo cierne, es decir, lo hace aparecer como pura estructura del lenguaje; está ahí el sentido de la consagración del inconsciente. El inconsciente es un momento donde habla, en el lugar del sujeto del puro lenguaje, una frase cuya cuestión es saber quien la dijo. El inconsciente su estatuto (se puede decir científico puesto que se origina de la ciencia), es que el sujeto rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, presentificando lo que pasa en la historia de la ciencia, presentificando su único soporte, el lenguaje. Es el sentido de la aparición de la ciencia de la nueva lingüística.

¿De qué habla el sujeto cuando está así desarrumado del sujeto, por el representante en su vació estructural radicalizado?. Lo sabemos, habla del sexo, a través de una palabra en donde abordaré el acto sexual para interrogarlo. En el acto sexual representa el silencio, silencio forzado, y con causa, por una palabra tenaz, obstinada.

Tomaré algún tiempo, para disipar el primer prejuicio que se presenta, no es nuevo, pero esclarecerlo tiene su importancia. El primer prejuicio en el contexto psicologizante, la diferencia que hay que constituir por referencia a la enunciación que acabamos de hacer, la verdad del inconsciente, podría formularse por la caída, en nuestro enunciado, de un índice esencial a la estructura: ¿No del sexo, como le he dicho, hablaría este inconsciente?. Aquí la cabeza frívola —¡y Dios sabe que abunda!— avala ese débito: el inconsciente habla sexo, brama, gime, ronronea, maúlla, es del orden de todos los ruidos vocales de la palabra, es una aspiración sexual. Tal es el sentido que supone, en el mejor de los casos, el uso hecho del término instinto de vida en la rumia psicoanalítica. Todo uso erróneo del discurso sobre el sujeto tiene por efecto revocar este discurso al nivel de lo que fantasmatiza en el lugar de sujeto. Este discurso psicoanalítico es gemido, gime llamando la figura de un Eros que sería potencia unitiva, y aún con un alcance universal considerado de la misma esencia, lo que mantiene juntas a la célula de un organismo, entiendo de la misma esencia la fuerza que, se supone, empuja al individuo así compuesto a copular con otro. Todo esto es un delirio, en un tiempo donde la meiosis, pienso, se distingue suficiente de la mitosis… , al menos en el microscopio. Quiero decir, por todo lo que se supone de fases anatómicas del metabolismo que representa.

La idea del Eros como un alma de fines contrarios a los de Tánatos, tratándose de sexo, en un discurso de muchacha de pueblo, como se expresa el lamentado Julien Benda, olvidado en nuestros días, en fin, representó en un tiempo esa suerte de espadachín que resulta de una inteligencia devenida inútil.

Si hacía falta algo para reemplazar los extravíos respecto del inconsciente estructurado como un lenguaje, acaso no basta la evidencia suministrada por esos objetos, jamás apreciados como podemos hacerlo: el falo, los diferentes objetos parciales. Volveremos sobre lo que resulta de su inmixión en nuestro pensamiento y sobre el ribete que ha tomado una vaga filosofía contemporánea, más o menos clasificada de existencialista. Para nosotros estos objetos testimonian que el inconsciente no habla la sexualidad (tampoco la canta), sino que al producir estos objetos habla, ya que esto objetos se constituyen al estar en relación de metáfora y de metonimia a la sexualidad.

Tan fuertes, tan simples, como sean estas verdades, vuelven a encontrar gran aversión, ya que hay que evitar que queden en el centro, que puedan ser de aquí en adelante el pivote de toda la articulación del sujeto, donde se engendra esta suerte de libertad fálica, a la cual ya he hecho alusión en estas últimas frases tan pocos serias.

¿Que decir de lo que dice el inconsciente del acto sexual?. Yo podría decir algo, si quisiera hacer aquí de Barbe d’Aurévilly, que un día hace decir a uno de sus sacerdotes demoníacos, que destacaba porque fingía conceder el secreto de la iglesia. El secreto de la iglesia, lo saben, hecho para asustar a viejas damas provincianas, es: que no hay purgatorio. Me divertiré diciéndoles lo que les causará cierto efecto, no es por nada que lo digo: el gran secreto del psicoanálisis es que no hay acto sexual. Sería sostenible e ilustrable.

Recordaré lo que he llamado el acto, a saber el redoblamiento de un efecto motor tan simple como camino, que hace que sufrir solamente un acento se encuentre repetido: este redoblamiento toma la función significante, que hace que el sujeto pueda insertarse en una cadena. ¿Hay en el acto sexual algo donde, según la misma forma, el sujeto se inscribiría como sexuado, instaurando en el mismo acto su conjunción al sujeto del sexo opuesto?. Es claro que todo en la experiencia analítica habla en contra, nada en ese acto deja de testimoniar que sólo podría instituirse en el discurso donde cuenta ese tercero.

Lo he anunciado por la presencia del falo y los objetos parciales, hace falta ahora articular su función, de manera tal que nos demuestre que rol juegan en ese acto. Función del deslizamiento, función de sustitución, equivalentes casi a una jungla que en ningún caso nos permite o plantear en el acto, entiendo en el acto sexual, al hombre y a la mujer opuestos en alguna esencia eterna. Sin embargo, borraré lo que he dicho del gran secreto no hay acto sexual; no es un gran secreto ya que es patente que el inconsciente de gritarlo a grito pelado, y es por esto que los psicoanalistas dicen: ¡Cerrémosle la boca cuando dice eso, porque si lo repetimos con él no vendrá más a nuestro encuentro!, ¡ah, que bueno!.

Si no hay acto sexual, entonces se pone el acento en que hay sexualidad, en efecto, es porque hay sexualidad que no hay acto sexual. Pero el inconsciente quiere, tal vez, decir que le falta, en todo caso tiene aire de eso, solamente para que eso tome su alcance, hace falta acentuar que el inconsciente lo dice. Recuerden la anécdota del cura que predica sobre el pecado. ¿Que dijo?. Estaba en contra. El inconsciente predica también a su manera sobre el sujeto del acto sexual, es desde ahí que conviene partir de qué se trata cuando se trata del inconsciente. La diferencia del cura con el inconsciente merece al menos ser revelada en ese nivel. Es que el cura dice que el pecado es el pecado, en el lugar que tal vez el inconsciente hace de la sexualidad un pecado. ¡Hay una pequeña diferencia!.

La cuestión será saber como se propone a nosotros que el sujeto tenga que medirse con la dificultad de ser un sujeto sexuado. Es por lo que introduje, en mis últimas propuestas logísticas, esta referencia de la cual pienso haber subrayado a qué apunta: establecer el estatuto del objeto a, llamado numero de oro, en tanto que da bajo una forma perfectamente manejable, lo que está en cuestión, a saber, lo inconmensurable.

Partimos de esta idea que en el acto sexual se trata de esta a, donde indicamos de alguna manera la sustancia del sujeto, si entienden esta sustancia en el sentido en que Aristóteles la designa con ouzia, a saber, lo que se olvida. Lo específico de esto es qué ella no podría ser atribuida a ningún sujeto, el sujeto como upoceimeuou.

Este objeto a, en tanto que nos sirve de módulo para interrogar lo que soporta, no tiene que buscar un complemento en la díada, lo que le hace falta para hacer dos, algo que sería deseable. Es que la solución de esta relación, gracias a la cual puede establecerse el dos, engendra esa falta que se circunscribe como una diferencia bajo la forma 1-a, simple calculo que ya he escrito en al pizarrón.

Sólo lo recuerdo para ponerlo al margen de lo que voy a decir, esencial para ustedes, como lo he dicho desde el comienzo de nuestra ciencia, a saber: lo que introduce necesariamente, aunque paradojalmente, ese nudo sexual de donde se sustrae, y se nos escapa, el acto, que hace por ahora a nuestra interrogación. El lazo que esta a representa, soporta y presentifica desde un principio al sujeto, es el mismo que aparecerá en el intercambio (del que mostraremos su fórmula) como sirviendo de objeto que tocamos en la dialéctica de la cura bajo el nombre de objeto parcial (la relación de esas dos caras de la función a con este índice, esta forma del objeto que esta al principio de la castración).

No cerraré este circulo hoy, porque quiero introducirlo por dos fórmulas, respondiendo a una suerte de problema que planteamos a priori: que valor haría falta dar a ese objeto a —si debe representar en la díada sexual la diferencia— para que produzca los resultados de la que esta suspendida nuestra cuestión. Cuestión que no podría ser abordada más que por la vía en lo que los conduzco, en tanto que no es una vía lógica.

La díada y sus suspensos, siempre fue una cuestión de la lógica. No volveré a trazar la historia de la lógica, me basta con evocar la aurora del Organon aristotélico, es otra cosa que un simple formalismos si saben fondearlo.

En el primer plano de la lógica del predicado se edifica la oposición sobre los contrarios y los contradictorios. Hemos hecho progresos, pero no es una razón para no interesarnos en lo que hace al interés y al estatuto de su entrada en la historia. No es por otra parte, lo digo entre paréntesis, para prohibirnos, cuando retomamos la huella de lo que ha enunciado Aristóteles, introducir lo que por ejemplo Lukacevicz ha completado, digo esto porque en el excelente libro de Kneale me ha sorprendido por una protesta que surgía dando vuelta una página, porque para decir lo que dice Aristóteles, Lukacevicz distingue lo que tiene el principio de contradicción, el principio de identidad, y el principio de bivalencia.

El principio de identidad es que A es A; saben que no está claro que A sea A, felizmente Aristóteles no lo dice, pero tiene, sin embargo, su interés. Que algo pueda ser a la vez A y no A es otra cosa. En cuanto al principio de bivalencia, que una cosa deba ser verdadera o falsa, es aún una tercera cosa. Aristóteles no ha pensado nunca en tosas esas gentilezas, no tienen nada que hacer en la cuestión. Es lo que permite dar su interés al grueso asunto de los contrarios, como está indicado en mi enseñanza pasada, lo designaremos por el… no… sin…, nos servirá más tarde.

Los contrarios sublevan toda la cuestión lógica de saber si la proposición particular implica la existencia, ha sido siempre chocante, en Aristóteles la implica, ahí sostiene su lógica.

Curiosamente la proposición universal no la implica. Puedo decir: —todo centauro tiene seis miembros; es verdadero si no hay centauro, es universal. Si digo, en Aristóteles: —hay centauros que han perdido uno; implica que había de esos. Se trata de reconstruir una lógica que sea un poco menos coja frente al centauro. Simplemente no hay macho sin hembra, es del orden de lo real. No tiene nada que hacer con la lógica, al menos en nuestros días.

Luego está el contradictorio: si macho entonces no no macho, si algo es macho entonces no es no macho.

Se trata de encontrar nuestro camino en esas dos fórmulas distintivas, la segunda es del orden simbólico, es una convención simbólica que tiene un nombre: tercero excluido. Debe hacernos sentir que no nos vamos a poder arreglar con eso, puesto que de partida hemos acentuado la función de una diferencia como esencial al estatuto de la díada sexual; si ella puede ser fundada, entiendo subjetivamente, tendremos necesidad de ese tercero.

No hagamos el vano gesto de sostener lo que hemos introducido, a saber, el estatuto lógico del contrario en tanto que uno a otros se oponen a uno u otro. Uno y otro es la intersección lógica macho y hembra, si queremos inscribir como conviene, este uno y otro bajo la forma de la intersección del álgebra de Boole, es una pequeña lúnula que debo presentarles una vez más pues no los satisface.

Ustedes querrían que de tanto en tanto uno sea macho y otro hembra, y que de tiempo en tiempo marche sobre ruedas. No se trata de eso sino de una multiplicación lógica. La importancia de recordarles esta figura booleana, es que a diferencia del juego de cara o seca (en el que he tratado de formar a aquellos que me seguían en los primeros años, al menos durante un trimestre, para hacerles entender qué era el significante, en oposición al juego de cara o seca que se inscribe únicamente en una sucesión de + ó de -) la relación de uno y del otro bajo la forma de una multiplicación lógica, de una multiplicación booleana.

¿Qué valor podemos suponerle al elemento de diferencia, para que el resultado neto sea la díada?. Está al alcance de todo el mundo saberlo, si tienen veinte años tienen chance de haber oído hablar de eso.

Están igual que los de treinta acerca de la fórmula: (h+z) . (h-z)

He aquí la diferencia: uno tiene +, el otro tiene -; si lo multiplican hace h2-z2 ¿Que es lo que falta para que h2-z2 sea igual a 2, a la díada?. Es suficiente igualar z a -1, es decir, a una función numérica, que se llama número imaginario, y que interviene en todos los cálculos del numero complejo. Si se trata de especificarlas de dos maneras opuestas, con + algo y – algo, y que de eso resulte 2, es suficiente igualara a i (así se escribe habitualmente de manera abreviada y por otra parte mucho más cómoda esta función llamada imaginaria de
(-1).

Introduzco esto porque nos servirá a continuación. Esclarece una aproximación que se nos ofrece como otra posibilidad, a saber, si preguntamos de estrada lo que conviene obtener, lo que tiene para nosotros su interés. Es interesante saber porque en el inconsciente, acerca del acto sexual, esto que sirve que marca la diferencia en primer rango del sujeto mismo, no solamente estamos forzados a decir que queda al fin, sino que es exigido, para que sea acto sexual, que quede al fin. Dicho de otra manera:

(1 + a) . (1 – a) = a

Siendo a el numero de oro, del que me sirvo para introducir la función del objeto a.

Lo dejo en suspenso, sólo quise introducir su grilla lógica.

Consideremos ahora de que se trata en el acto sexual. Nos servirá para ocuparnos de eso el hecho de que haya introducido la fórmula de Marx.

Marx nos dice en alguna parte de los Escritos filosóficos, que el objeto del nombre no es otra cosa que su esencia tomada como objeto. Un objeto al cual un sujeto se relacióna por esencia es necesariamente una esencia propia de este sujeto no objetivizada. Algunas personas que me escuchan, me han mostrado el lado primario de esta aproximación marxista. Sería curioso que hayamos avanzado mucho sobre esta formulación. Este objeto, esencia propia del sujeto, no es objetivo, es que no somos quienes pueden darle su verdadera sustancia.

Partamos de donde hace largo tiempo nos hemos apoyados: que hay relación con lo que enuncia el psicoanálisis sobre el sujeto de la ley fundamental del sexo, prohibición del incesto en tanto para nosotros en otro ejemplo suficiente de la presencia del elemento tercero en todo acto sexual ya que exige presencia y fundación del sujeto. Ningún acto sexual está al inicio, en el mundo del psicoanálisis, llevando la huella de la escena traumática, dicho de otra manera de una relación referencial fundamental a la pareja de los padres.

Cómo se presentan las cosas en otro lado; Lévi-Strauss dice que sobre el orden del intercambio instituye el orden del parentesco, es la mujer la que hace el gasto, son las mujeres las que se cambian, sea el orden que sea, patriarcal, matriarcal. La lógica de la inscripción impone al etnólogo ver cómo viajan las mujeres entre las líneas. Parece que de una a la otra hay una hiancia, Es lo que vamos hoy a tratar de indicar como esta hiancia se articula, dicho de otra manera como se llena en nuestro campo.

Siempre nos es indicado que el origen de la marcación, de la desmitificación económica, hay que verlos en la conjunción de dos valores de la naturaleza diferente. Es lo que tenemos que hacer; la cuestión para el psicoanalista es percatarse que lo que del acto sexual es problemático, no es social ya que ahí se constituye el principio de lo social, a saber, en la ley del intercambio.

Intercambio de mujeres o no, nos importa aún, ya que nos damos cuenta que el problema es del orden del valor, diré que todo comienza a esclarecerse, al darle su nombre al principio de lo que redobla, de lo que desdobla, en su estructura, el valor a nivel del inconsciente. Hay algo que toma el lugar del valor de cambio, en tanto que de su falsa identificación al valor de uso resulta la fundación del objeto mercancía; y aún se puede decir más, que hace falta el capitalismo para que esto, que lo antecede en mucho, sea revelado.

También hace falta el estatuto del sujeto tal como lo forja la ciencia, este sujeto reducido a su función de intervalo, para que percibamos que se trata de la igualación de dos valores diferentes, valor de uso y, porque no, veremos esto siempre, valor de goce. Subrayo valor de goce, juega allí el rol de valor de cambio.

Deben sentir enseguida, algo que concierne, al corazón mismo de la enseñanza analítica, esta función del valor de goce, quizá esta ahí lo que va a permitirnos formular, de manera completamente diferente, de que se trata en la castración. Pues si algo esta acentuado en la noción misma tan confusa como sea aún en la teoría misma de la maduración pulsional, es, sin embargo, esto: que no hay acto sexual en el sentido que acabo de articularlo, que no comporte la castración.

¿A que se llama la castración?. No como en las fórmulas tan agradablemente adelantada por Hans, que se destornilla la canillita, pues hace falta que quede en su lugar. Lo que está en causa es que no podría asir su goce.

Estoy al final de mi lección de hoy, de tal suerte que abrevio, retomaré esto la próxima vez. Es para acentuar de dónde querría partir, a saber, lo que esta ecuación de dos valores, llamados de uso y de cambio, tiene de esencial en nuestra materia.

Supongan al hombre reducido a lo que hace falta decir que no se lo ha jamás aún reducido institucionalmente, a la función de patrón entre los animales domésticos. Dicho de otra manera sirvámonos del inglés, se dice: she goath, para decir cabra, que quiere decir: ella macho cabrío; llamamos como conviene, she man, es concebible instrumentalmente.

Si hay algo que da una idea clara del valor del uso es lo que hace cuando se trae un toro para cierto número de acoplamientos. Es singular que nadie haya imaginado inscribir las estructuras elementales del parentesco en esta circulación de falo omnipotente. ¡Cosa curiosa!, somos nosotros los que descubrimos que este valor fálico, es la mujer quien lo representa; si el goce, entiendo el goce femenino, lleva la marca de la castración, parece que es para que (de una manera que llamaremos con Bentham, ficticia) la mujer devenga eso de lo que se goza.

Pretensión singular que nos abre todas las ambigüedades propias de la palabra goce, por ejemplo en el desarrollo jurídico implica posesión. Dicho de otra manera, hay algo que retorna, no es más que el sexo de nuestro toro un valor de uso que servirá en esta suerte de circulación que se instaura en el orden sexual, es la mujer en tanto que ha devenido, en esta ocasión, el lugar de la transferencia de este valor substraído al nivel del valor de uso, bajo la forma de objeto de goce.

Si he introducido para ustedes este she man, es conforme al genio de la lengua inglesa que llamó a la mujer woman. Dios sabe si la literatura ha hecho algunas burla sobre este Wo, que no indica nada bueno, lo llamaré sheman o aún, en lengua francesa que se prestará a algunas burlas y supongo a malentendidos: hommelle. La introduzco aquí la presento, la tomo con pinzas, nos servirá de mucho.

Toda la literatura analítica muestra que lo que está articulado de la mujer en el acto sexual, no es más que en tanto la mujer juega la función de hommelle. Que las mujeres aquí presentes no pestañeen, pues en verdad es para reservar donde está el lugar de esta Mujer que hago este señalamiento.

Quizá todo está indicado en la sexualidad femenina, donde juega conforme a la experiencia eterna, un rol tan eminente la mascarada, a saberla manera en que usa un equivalente del objeto fálico, lo que la hace desde siempre la portadora de ahíajas. Las ahíajas indiscretas, dice Diderot en algún lado, nosotros vamos a saber, a quizás al fin, hacerlas hablar.

Es singular que de la sustracción, en alguna parte de un goce no es de un goce sino por su carácter manipulable (si oso designar así la potencia peniana), vemos introducirse, con lo que Marx y nosotros mismos llamamos el fetiche, este valor de uso, extraído, fijado. Un agujero en alguna parte es el único rincón de inserción necesaria a toda ideología sexual. La sustracción de goce en alguna parte es el pivote.

Pero no crean que la mujer, ahí donde esta la alienación de la teoría analítica y en Freud mismo (quien de esta teoría es un padre bastante grande como para percibir esta alienación en la cuestión que él repetía: ¿Que quiere la mujer?), no crean que la mujer con este tema se lleva mal. Quiero decir que su goce le queda disponerlo de una manera que escapa totalmente a esta captura ideológica. Para hacer la hommelle no carece jamás de recursos, en esto la reinvidicación femenina no tiene nada de original, es siempre la misma mascarada que continúa al orden del día. Ella queda inexpulgable como mujer fuera del acto sexual.

A partir de aquí debemos medir la dificultad, cuando se trata respectivo de los sexos, el hombre y la mujer, que instituye el acto sexual; en tanto que es un sujeto que podría fundarse ahí, les muestro el máximo de su disyunción. No le impide circular al hombre, como valor peniano circula muy bien, pero es clandestino cualquiera sea el valor esencial que en la inserción social, por izquierda generalmente. Si el hombre no es reconocido en el estatuto del acto sexual, en el sentido de la sociedad que es fundador, existe una sociedad protectora del hombre que se llama: el homosexual.