Los restos de las dos variedades de vivencia que hemos tratado son los afectos [Partiendo de ciertos pasajes de esta obra, podría pensarse que Freud empleaba el término «afecto» en relación con la reproducción de vivencias displacenteras únicamente, pero esto queda por entero refutado al referirse a los sueños. Se hallará una reseña del uso que hizo Freud del término «afecto» en un texto mío titulado «Surgimiento» de las hipótesis fundamentales de Freud]. (AE, 3, págs. 66-8).] y los estados de deseo; común a ambos es contener una elevación de la tensión Qη en ψ, en el caso del afecto por desprendimiento repentino, en el del deseo por sumación. Ambos estados son de la máxima significatividad para el decurso en ψ, pues le dejan como secuela unos motivos compulsivos. Del estado de deseo se sigue directamente una atracción hacia el objeto de deseo, respectivamente su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil. Son estas la atracción de deseo primaria y la defensa primaria.
Uno puede fácilmente explicarse la atracción de deseo mediante el supuesto de que en el estado de apetito la investidura de la imagen-recuerdo amistosa excede mucho en Qη a la producida a raíz de una mera percepción, de suerte que una facilitación particularmente buena lleva desde el núcleo ip hasta la neurona correspondiente del manto.
Más difícil de explicar es la defensa primaria o represión {Verdrängung, «esfuerzo de suplantación y desalojo»}, el hecho de que una imagen-recuerdo hostil sea siempre abandonada por la investidura lo más pronto posible. No obstante, la explicación quizá resida en que a las vivencias primarias de dolor se les puso término mediante defensa reflectoria. La emergencia de otro objeto en lugar del hostil fue la señal de que la vivencia de dolor había terminado, y el sistema ψ intenta, instruido biológicamente, reproducir en ψ el estado que definió el cese del dolor. Con la expresión instruido biológicamente hemos introducido un principio explicativo nuevo, destinado a poseer validez autónoma, si bien no excluye (más bien reclama) una reconducción a principios mecánicos (factores cuantitativos). En el presente caso, bien puede ser el acrecentamiento de Qη, que en todos los casos emerge a raíz de la investidura de recuerdos hostiles, el que esfuerce una actividad de descarga acrecentada y, así, el desagüe también de los recuerdos.