Guillermo Fraile
LA REALIDAD
I. Actitud de Aristóteles.- La Filosofía de Aristóteles representa un gran esfuerzo para dar solución al problema del ser y de la ciencia, tal como venía planteado desde Heráclito y Parménides, y que Aristóteles recoge en el punto en que lo había dejado su maestro. Hemos visto a Platón esforzarse por superar el movilismo de Heráclito imaginando un transmundo de entidades eternas, fijas y subsistentes y por liberarse del monismo estático de Parménides, introduciendo las nociones de ser y no ser, de idéntico y diverso (Sofista), a fin de romper la unidad y la inmovilidad del ser compacto de los eléatas.
Pero Platón, a pesar de sus esfuerzos, no sólo no logró resolver el problema, sino que lo dejó agravado con su duplicación del mundo real. Por una parte, el mundo hiperuranio, sede de las verdaderas realidades, y por otra, el mundo físico, cuya realidad difícilmente logra salvar con sus teorías de la participación y de la imitación. De hecho, en Platón no queda resuelta, sino agravada, la vieja antítesis Heráclito-Parménides.
Aristóteles tiene, pues, que dar una triple respuesta: a) al monismo estático de Parménides, b) al movilismo de Heráclito, y c) al idealismo de Platón.
a) CONTRA EL MONISMO DE PARMÉNIDES.- Aristóteles rompe la unidad compacta, estática, inmóvil e indiferenciada del ser eleático mediante la introducción de dos nociones, primero del per se per accidens y después del acto y de la potencia. Afirma el pluralismo del ser. No existe un ser único, sino que existen muchos seres, cada uno de los cuales es una sustancia individua concreta, que puede ser afectada de muchas maneras por múltiples modificaciones accidentales. «El Universo consta de individuos» «Nada impide que haya muchos seres» El Ser uno no es más que un concepto abstracto de la mente. Pero el concepto unívoco de Parménides opone su concepto analógico: «El ente y el uno se dicen de muchas maneras».
Con la aplicación de la teoría del acto y la potencia salva además el movimiento de los seres. Lo que se mueve no es el Ser, sino los seres concretos y particulares. Todos los seres, excepto Dios, son móviles, aunque de distinto modo, según se trate de las sustancias celestes, eternas, ingenerables e incorruptibles, que solamente se mueven con movimiento circular, o de las del mundo terrestre, que se mueven con movimiento local y con movimiento de generación y de corrupción.
b) CONTRA EL MOVILISMO DE HERÁCLITO.-Aristóteles admite el movimiento, pero al mismo tiempo afirma la permanencia de las esencias: «No dicen verdad los que afirman la inmovilidad del todo, ni tampoco los que afirman la movilidad». Los seres particulares se mueven, pero las esencias son inmutables y permanecen a través de todos los cambios y mutaciones.
C) CONTRA EL PLURALISMO IDEALISTA DE PLATÓN.– No existen dos mundos ontológicamente distintos, sino uno solo. Los universales (sustancias segundas) no tienen realidad ontológica, sino lógica. Son conceptos formados por la mente mediante la abstracción. La verdadera realidad ontológica la constituyen las sustancias individuas (sustancias primeras) en sus tres grandes variedades: terrestres, celestes y divina.
En función de esta triple actitud de Aristóteles es como debemos entender su concepto del ser y el objeto que asigna a su Filosofía primera.
2. La idea de orden y de jerarquía en el sistema aristotélico.- Aristóteles concibe el Universo constituido por una pluralidad de seres reales escalonados en orden de perfección, desde el ínfimo de todos, que es la materia prima, hasta el supremo, que es Dios.
a) Considerados desde el punto de vista del acto y de la potencia, los seres comienzan en la pura potencialidad física de la materia, para ir ascendiendo en una concatenación de actos cada vez más perfectos, hasta llegar al acto puro, que es la cumbre del ser.
b) Un concepto idéntico resulta de considerarlos desde el punto de vista de la forma y la materia. En el principio tenemos una materia sin ninguna forma (materia prima), y a través de una serie de seres, cuyas formas son cada vez más perfectas, llegamos a una Forma sin materia (Dios).
c) Bajo el aspecto del movimiento, el Universo se compone de una serie de motores y de móviles, concatenados entre sí, hasta llegar a un Primer Motor inmóvil, que no es movido por otro ni se mueve a sí mismo y que es causa de todos los movimientos.
d) Desde el punto de vista de la finalidad. Todo ser tiende a su propia perfección, que constituye su fin particular: las potencias, a los actos, y todo el Universo, a Dios, como causa final atractiva, causa suprema del movimiento.
Así resulta el conjunto de los seres dividido en tres grandes sectores, órdenes o planos, ascendentes en perfección:
I.º Mundo físico terrestre.-A éste pertenecen las sustancias físicas, en cuya composición entran la materia primera y los cuatro elementos. Son móviles, generables, corruptibles, compuestas de materia y forma (potencia y acto), que van ascendiendo en orden de perfección, por razón de sus formas. Están sujetas al movimiento, a la mutación, a la generación y al corrupción. Aunque sus elementos materiales sean eternos, son contingentes y perecederas en cuento individuos. Su estudios corresponde a la Física y se escalona en el siguiente orden:
a) No vivientes:
1) Principios (materia y forma).
2) Elementos (agua, aire, tierra, fuego).
3) Mixtos (en número indefinido)
b) Vivientes:
4) Vegetales (forma vegetativa, nutritiva).
5) Animales (forma sensitiva).
6) Hombre (forma racional).
2.º Mundo físico celeste.- A éste pertenecen las esferas y los astros, que son sustancias móviles, eternas, ingenerables, incorruptibles, compuestas de materia (éter o quinto elemento) y dotadas de formas vivientes, inteligentes y perfectísimas. Se escalonan en las 54 esferas que giran en torno a la Tierra con movimiento circular, que no tiene contrario. En su extremo está la última esfera, informada por el primer Motor inmóvil.
3.º Sustancia divina supraceleste.- Fuera del Universo físico existe una sustancia eterna, simplicísima, in óvil, incorruptible, forma pura sin materia, acto puro sin potencia. Esta sustancia es Dios . Dios es la cumbre de todos los seres. Pero no ha creado el mundo, que es eterno; ni siquiera ha tomado parte en su organización. Su única intervención en el mundo, al que no conoce, es ser causa del movimiento por atracción y por amor.
LA CIENCIA
1. El conocimiento científico.- Aristóteles conserva el mismo concepto de ciencia que los presocráticos y que su maestro, o sea un conocimiento fijo, estable y cierto. Pero la transformación que hace sufrir al concepto platónico de la realidad repercute profundamente en su concepto de la ciencia. Suprime el mundo trascendente de las Ideas de Platón y solamente admite la existencia de sustancias particulares e individuas, distribuidas jerárquicamente en tres grandes planos: I.º, terrestres; 2.º, celestes, y 3.º, divina, que es única, ocupando ella sola el lugar de las Ideas platónicas. Suprime también las nociones de participación y de imitación. Cada sustancia tiene su propio ser, debido tan sólo a las cuatro causas que intervienen en su generación, y que no es ni participación ni imitación de ninguna otra realidad trascendente.
Aristóteles distingue dos órdenes de conocimiento: el sensitivo y el intelectivo. El primero es la fuente de todos nuestros conocimientos y se caracteriza por su particularidad. Es verdadero, pero no científico, porque está sujeto al movimiento y a la mutación de las cosas y porque no distingue lo sustancial de lo accidental. Tampoco constituye ciencia el conocimiento que solamente llega hasta la opinión, porque carece de necesidad, aun cuando pueda ser base de juicios verdaderos. El conocimiento científico requiere fijeza, estabilidad y necesidad de los objetos en los cuales se basa su certeza. Sólo puede llegar a constituir ciencia el conocimiento intelectivo, capaz de producir conceptos universales con los caracteres de fijeza, estabilidad y necesidad.
2. Propiedades del conocimiento científico.- 1.º Es un conocimiento de las esencias de las cosas. La ciencia debe responder a la pregunta ¿qué es? y expresar en sus definiciones las esencias de las cosas. 2.º Es un conocimiento de las cosas por sus causas. No basta saber que una cosa es, sino que hay que saber también qué es y por qué es. 3.º Es un conocimiento necesario. El juicio necesario, propio de la ciencia, consiste en saber que una cosa es así y no puede ser de otra manera. 4.º Es un conocimiento universal. Pero la palabra no debe entenderse en el sentido abstracto, ni como contrapuesto a particular y concreto, sino como equivalente a fijo, inmutable y necesario.
La ciencia es, pues, un conocimiento universal, es decir, fijo, estable, necesario y cierto de las cosas, que llega hasta sus esencias, las expresa en definiciones y las explica por sus causas.
Ahora bien, ¿cómo se logra un conocimiento semejante? Los presocráticos y Platón habían buscado la necesidad y estabilidad del conocimiento científico en la realidad ontológica de sus objetos. Por esto Heráclito y Platón habían negado la posibilidad de la ciencia respecto de las realidades móviles y contingentes del mundo físico. Estas realidades constituirían objetos de creencia, de opinión o, a lo sumo, de conjetura. En Platón la ciencia solamente se daba respecto de las realidades eternas, necesarias e inmutables del mundo de las Ideas.
Si la necesidad del conocimiento científico dependiera de la de sus objetos materiales, en ese caso sólo podría darse ciencia de objetos ontológicos eternos, necesarios e inmutables. En la Ontología aristotélica, después de suprimir el mundo de las Ideas separadas de Platón, quedan todavía dos planos de seres eternos e inmutables, que son las sustancias celestes y Dios, si bien el conocimiento de Dios entraña problemas que Aristóteles no se planteó, al menos expresamente. Para él la cuestión se refiere principalmente al conocimiento científico de las sustancias sensibles, materiales y mudables del mundo físico. ¿Cómo puede darse un conocimiento científico, es decir, necesario, universal y cierto, versando sobre objetos esencialmente contingentes, inestables y mudables? En algunos pasajes, de contenido indudablemente platónico, parece rechazar esta posibilidad: «Tampoco es posible ni definición ni demostración para las sustancias sensibles particulares, porque tienen una materia de tal naturaleza, que puede ser y no ser, por lo cual todas son corruptibles. Luego si la demostración es de lo necesario, y la definición está dirigida a la ciencia…. es evidente que no habrá de ellas ni definición ni demostración.
No obstante, Aristóteles hace entrar también dentro del campo de la ciencia a las sustancias materiales del mundo sensible, mediante la distinción entre orden lógico y orden ontológico. Las sustancias materiales no son necesarias ontológicamente, pues pueden ser y no ser, y están sujetas al movimiento, a la mutación, a la generación y a la corrupción, Pero, aunque en sí mismas no sean ontológicamente necesarias, sin embargo cabe hallar una necesidad lógica, no absoluta, pero sí suficiente, para poderlas elevar a objetos de ciencia mediante la actividad abstractiva de nuestro entendimiento.
Así, pues, Aristóteles no busca la razón de la necesidad y de la universalidad de las cosas en un mundo de Ideas separadas, como Platón, sino dentro de las cosas mismas. Y siendo éstas contingentes y mudables, tampoco aspira a una necesidad ontológica absoluta, por razón de los objetos en sí mismos, sino a la necesidad lógica, relativa, pero suficiente, basada en nuestro modo de conocerlos, y que es la única posible tratándose de cosas que no son necesarias ontológicamente. Por esto reconoce y proclama insistentemente que no puede exigirse el mismo grado de necesidad, de certeza y exactitud en todas las materias científicas. Por ejemplo, la Física y la Etica no pueden aspirar a la misma certeza que las Matemática.
3. Formación del concepto universal.- La teoría aristotélica del conocimiento se caracteriza por la estrecha colaboración que establece entre la función de los sentidos, de la imaginación y del entendimiento para llegar a la formación de los conceptos universales, que constituyen la base de la ciencia. Aristóteles se mantiene en un perfecto equilibrio, a igual distancia de los dos extremos, el empirismo sensista y el abstraccionismo intelectualista. La ciencia de Aristóteles siempre es realista, y ni siquiera en sus grados más abstractos rompe nunca el contacto con la realidad ni se recluye en un puro juego de la actividad intelectiva, entendida en el sentido en que Kant critica justamente el racionalismo cartesiano.
Aristóteles conserva el concepto platónico de la ciencia como un conocimiento fijo, estable y necesario. Pero busca la necesidad de los conceptos universales no en un orden ontológico ficticio, como su maestro, sino en el orden lógico, aunque siempre en estrecha conexión con el ontológico. Para Aristóteles, el problema fundamental de la ciencia consiste en dotar de los caracteres de fijeza, estabilidad y necesidad a los objetos particulares materiales y móviles del mundo físico, tal como son percibidos por los sentidos.
Para elevar las impresiones sensibles al grado de universalidad y de necesidad requeridos por la ciencia, señala dos procedimientos distintos: uno, que pudiéramos llamar lógico, que es la inducción y otro, de carácter más bien psicológico, que es la acción iluminadora del entendimiento sobre los fantasmas de la imaginación. Aunque más bien que como dos procedimientos distintos deben considerarse como dos aspectos complementarios y simultáneos de un mismo proceso general, que es la elevación progresiva desde lo material y mudable, que es lo propio de los objetos particulares, tal como son percibidos por los sentidos, hasta lo inmaterial e inmutable, que es lo que corresponde al concepto universal aprehendido por el entendimiento, y que puede calificarse simplemente de abstracción.
Aristóteles no admite las ideas innatas ni la reminiscencia. Todo conocimiento tiene su punto de partida en la experiencia sensible. «Es manifiesto que nosotros tenemos que conocer por medio de la experiencia lo primero que conocemos» «El universal se nos da siempre a partir de las cosas singulares» «Sería asombroso que estuviera alojado connaturalmente en nuestra inteligencia el más alto saber sin que nosotros tuviéramos la menor noticia de ello». Por esto, un ciego de nacimiento carece de todo conocimiento acerca de los colores.
Pero si todo conocimiento procede de la experiencia sensible, solamente alcanza la universalidad propia del conocimiento intelectivo cuando ha llegado al último momento del proceso depurador, en el cual tiene que intervenir una potencia superior a los sentidos y a la fantasía, que es el entendimiento. Sólo en ese momento termina la labor de abstracción o de separación, que comienza ya en los mismos sentidos, se continúa en la imaginación y termina en el entendimiento.
a) INDUCCIÓN.- En los Analíticos posteriores y en el libro I de la Metafísica describe Aristóteles los grados ascendentes del proceso cognoscitivo, desde la simple sensación hasta el concepto, o desde el conocimiento sensitivo al intelectivo:
I.º Sensación. El punto de partida de todo conocimiento es la percepción sensible de los objetos materiales particulares. No tenemos conocimientos innatos. Todos vienen de los sentidos. En todos los hombres hay un deseo innato y natural de conocer. Su mejor prueba es el placer que causan todas las sensaciones cognoscitivas, especialmente las visuales. La vista es el más estimado de nuestros sentidos, porque es el que proporciona mayor cantidad y variedad de conocimientos.
2.º Memoria. En la memoria persisten y se conservan las impresiones sensitivas. Los animales dotados de los sentidos de la vista y del oído y además de memoria son capaces de aprender y de ser educados. Pero el «conocimiento sensitivo es común a todos, es fácil y no tiene nada de filosófico».
3.º Experiencia. De la repetición y confrontación de varias sensaciones repetidas, procedentes de objetos semejantes, conservadas en la memoria y unidas a la observación consciente y atenta nace la experiencia. Pero la experiencia no trasciende lo particular.
4.º El concepto universal. Con el concepto universal entramos en el campo intelectivo. De la reducción de muchas experiencias a la unidad de una sola noción o concepto, desprendido de la multiplicidad, pero que abarca una multitud de cosas y hechos particulares, se produce el universal, que es, ante todo, la reducción de la pluralidad a la unidad. Aristóteles emplea una expresiva imagen al compararlo a un ejército en desbandada que vuelve a ordenarse.
5.º Arte. El concepto universal, en cuanto que mira a las cosas sujetas al cambio, a la generación y al movimiento, es el fundamento del Arte, que tiene por objeto la acción y la producción. El Arte proviene directamente de la experiencia, sintetizando muchas nociones experimentales en un solo concepto universal. Se distingue de la simple experiencia en que ésta se limita al conocimiento de casos y nociones particulares. El arte y la experiencia deben ir unidos. De otra suerte, el que solamente conoce en universal cometerá errores al aplicar las nociones a los casos particulares. Por ejemplo, en Medicina lo que se trata de curar no es el hombre, sino el individuo, Calias o Sócrates. Pero el que sólo conoce lo particular no sabrá remontarse a hacer aplicaciones universales. La experiencia conoce el hecho, la cosa, por ejemplo, que el fuego quema, pero ignora la causa y el porqué. El Arte conoce la cosa, el hecho, y además el porqué. Por esto los hombres de arte son capaces de enseñar. El Arte se acerca más a la ciencia que a la experiencia. Las artes se multiplicaron, unas por la necesidad y la utilidad, y otras simplemente por el placer.
6.º Ciencia. El concepto universal constituye el fundamento de la ciencia. Después que habían sido inventadas todas las artes, se inventaron las ciencias, que no tienen por objeto inmediato la necesidad ni el placer. Y nacieron donde sus cultivadores tenían tiempo y vagar para consagrarse al estudio. Así, por ejemplo, nacieron las Matemáticas en Egipto. La ciencia tiene un objeto más amplio que el arte, pues se propone conocer las primeras causas y los principios de los seres. El que conoce lo universal conoce en cierto modo los casos particulares que caen dentro de él. Y así una ciencia será tanto más elevada cuanto sea más universal. De este modo, «el hombre de ciencia parece superior al que sólo posee conocimientos sensitivos; el hombre de arte, al hombre de experiencia…. y las ciencias teoréticas, a las ciencias prácticas».
De esta manera podemos entender la formación del concepto universal como un proceso: a) de unificación, pasando de la pluralidad a la unidad; b) de estabilización, reduciendo lo móvil a lo inmutable; c) de desmaterialización, prescindiendo de la materia particular, causa del movimiento y del cambio, y no considerando más que la materia en general. El universal se percibe en los mismos individuos. Al mismo tiempo que los sentidos perciben el singular (Sócrates blanco), la inteligencia ve el universal (hombre, blancura).
El concepto aristotélico del «universal» es muy distinto del platónico. En Platón no cabe ciencia de las cosas mudables del mundo físico. El único elemento fijo, estable y necesario de las cosas sensibles consistía en lo que tenían de participación o de imitación de las Ideas del mundo trascendente (su «forma»). Pero en Platón no hay propiamente «abstracción». El tránsito es de los seres particulares del mundo físico a los seres también particulares del mundo de las Ideas. Su aspiración ascendente consiste en elevarse por encima del mundo visible hasta las realidades del mundo suprasensible, en cuya contemplación se halla el verdadero conocimiento científico, estable, fijo y necesario.
Pero Aristóteles suprime el mundo platónico de las Ideas subsistentes. Tampoco admite la existencia de formas de los seres corpóreos con anterioridad a la materia. Solamente admite la existencia de individuos sustanciales, particulares y concretos, cuya esencia consiste en un synolon, en que entran una materia particular y una forma particular. Así, pues, el concepto universal, para ser verdadero, tiene que representar exacta e íntegramente la esencia completa y permanente de la cosa representada. Puede prescindir de todos sus caracteres accidentales, que son la causa de su mutabilidad, pero tienen que entrar en él sus dos principios esenciales y constitutivos, la materia y la forma. Pero no consideradas en su individualidad física (esta materia y esta forma), sino en común (la materia y la forma). De esta manera, mediante la abstracción se obtiene un concepto universal, en el cual, por una parte, se conservan los dos principios que constituyen la esencia completa, inmutable y permanente de la cosa, y por otra, se logran la fijeza, la estabilidad y la necesidad lógicas requeridas en el conocimiento científico. El tránsito es de un todo ontológico particular (la esencia de este hombre) a un todo lógico universal (la esencia del hombre). Con lo cual, la abstracción universalizante no altera ni falsea la representación de la realidad.
Las modificaciones que sufre el platonismo a través de Filón, de Plotino y San Agustin, darán origen a la famosa contraposición medieval del universal ante rem (formas sin materia, ideas en el entendimiento divino), universal in re (formas individualizadas por su unión con la materia en el mundo físico) y universal post rem (formas o ideas en el entendimiento humano, universalizadas mediante la , por su desprendimiento de la materia individualizante). De esta manera aparece la materia como el principio de la particularidad, y la forma como el elemento universal, comprometiendo la integridad y la verdad de la representación de la realidad esencial en el concepto.
b) ILUMINACIÓN DEL ENTENDIMIENTO AGENTE.- En el libro III De anima insinúa Aristóteles otro mecanismo psicológico para la formación del concepto universal en dos rápidos pasajes, mediante la metáfora de la iluminación del entendimiento agente. Las sensaciones múltiples y particulares procedentes de los sentidos sufren una primera depuración y unificación al ser recibidas en el sentido común. De aquí pasan a la fantasía, pero conservando todavía su particularidad. Sobre las imágenes de la fantasía actúa el entendimiento agente, despojándolas totalmente de su materialidad y particularidad por medio de la «Iluminación» «pco-riapós), haciendo aparecer en ellas la idea universal, representativa de su esencia, la cual actúa sobre el entendimiento pasivo.
Así, pues, en Aristóteles el concepto universal no es una construcción apriorístico de nuestra razón pura, sino un producto elaborado por el entendimiento, pero en íntima colaboración con la experiencia sensible. Su valor es lógico, pero está basado en la realidad, de la cual ha sido obtenido por el procedimiento de la abstracción inductiva o iluminativa.
De este modo tenemos un material legítimo para constituir una ciencia realista, organizando esos conceptos en un orden sistemático, que aspira a ser un reflejo, lo más exacto posible, de la realidad de las cosas tal como son en sí mismas, dotadas, en virtud de la abstracción, de los caracteres de fijeza, necesidad y universalidad de que carecen los seres particulares del mundo físico.
Una vez constituido el concepto universal con los caracteres de unidad, fijeza e inmutabilidad en el orden lógico, tenemos ya el material para la ciencia. Pero todavía no tenemos ciencia. Porque el proceso psicológico de formación de los conceptos universales es idéntico y común al conocimiento vulgar y al científico. La acción del entendimiento agente termina en el momento mismo en que ha quedado constituido, psicológicamente, el concepto universal. Pero desde el momento en que se trata de comenzar a utilizar científicamente esos conceptos entra en funciones otra potencia, que es el entendimiento posible o pasible, sin cuya intervención no sería posible pasar de la simple posesión de ideas o de nociones universales, que no trascienden el orden puramente psicológico.