¿Dónde se encuentra la prevención y promoción de la salud mental en el momento actual?
Autor: García Moratalla, Beatriz
Fuente: Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. XXVII, núm. 100, 2007, pp. 355-365 – Asociación Española de Neuropsiquiatría Madrid, España
La iatrogenia de la prevención
Puesto que carecemos de conocimientos completos acerca de la etiología de
la mayoría de los trastornos mentales, los programas preventivos deberían actuar
sobre los recursos generales de la comunidad, para reducir las condiciones que
podemos considerar perjudiciales, aunque no podamos asegurar de forma fehaciente
que conduzcan a un trastorno mental determinado. Pero este tipo de intervenciones
no son inocentes y no están exentas de riesgos.
Uno de los objetivos de la prevención primaria es establecer programas tendentes
a producir una sociedad futura «mentalmente sana»; A. Rodríguez López (26) afirma que el
mayor peligro que se esconde en dicho objetivo es el del totalitarismo
médico, pues supone detentar el poder de manipular las conductas lo que
conlleva, a su vez, a definir previamente qué conductas son las deseables.
En su artículo, M. Verweij (27) va más allá al plantear cuestiones morales
que atañen a los cuidados de salud preventivos sobre personas sanas, ya que
existe el peligro de que se conviertan en pacientes cuando pasan a ser sujetos de
consejos y controles médicos, con el riesgo consecuente de la medicalización de
ciertos aspectos normales de sus vidas. Inevitablemente, la medicina preventiva
y la promoción de la salud estimula a la gente sana a preocuparse sobre su posibilidad
de enfermar, generando una incertidumbre que se puede intensificar
cuando son estudiados y, por tanto, reducir su ansiada sensación de bienestar. A
diario, la gente recibe información acerca de los peligros de algunas actividades
consideradas comunes, se les transmite la necesidad de abolirlas o modificarlas
para proteger y promocionar su salud, y esto podría hacer ver la salud como un
equilibrio frágil y una anticipación a la amenaza perpetua contra nuestra salud,
que será peligrosa para los sentimientos de seguridad y confianza sobre nuestro
propio bienestar y nuestra calidad de vida subjetiva, y aumentará la atención a
nuestro cuerpo, atentando en la modificación de estilos de vida con o sin ayuda
terapéutica. Lógicamente, esta nueva conciencia de salud supone una mayor
medicalización de nuestra cultura pero situando todavía el problema a un nivel
de mente y cuerpo individual como foco de la percepción y de la intervención.
Y así se traslada la atención de problemas derivados del entorno social hacia la
solución individual (28).
Además, la prevención, en su sentido de información sobre la salud, enfermedad
y riesgos abolibles, es extendida y considerada importante, e implica la
idea de que las personas son responsables de su salud, con el objetivo último de
motivarlas para tener un cuidado mayor de sí mismas, lo cual incluye una responsabilidad
personal que llega a ser vista como una necesidad y que podría conllevar
una forma de «víctima culpable». Se generan así unas expectativas irreales en
cuanto a la capacidad de disfrute de la vida y la idea de que las personas puedan
ser responsables de enfermar si no cumplen con los consejos médicos (27; 29). Por
tanto, el poder de cambio individual como significativo para el desarrollo posterior
de enfermedades, debería no ser tan exagerado en los programas de promoción
de la salud.
M. Verweij (27) también hace referencia a la reducción de autonomía de las
personas todavía no enfermas sometidas a cuidados preventivos y al incremento
del poder y la autoridad de la profesión médica; se genera así una dependencia de
la atención médica que, por un lado, tiende a empobrecer los aspectos no médicos
(saludables y curativos) de los ambientes social y físico que pueden ayudar a
minar el sufrimiento y, por otro lado, tiende a disminuir la capacidad de las personas para hacerse
cargo de sus problemas y resolverlos con la consecuente pérdida
de responsabilidad sobre ciertos aspectos de sus vidas que pasa a estar en
manos de los expertos que las tratan de resolver químicamente.
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BIBLIOGRAFÍA
(26) RODRÍGUEZ LÓPEZ, A., «Problemas éticos de la prevención primaria en psiquiatría», en
Hechos y Valores en Psiquiatría, 2003.
(27) VERJEW, M., «Medicalization as a Moral Problem for Preventive Medicine», Bioethics,
1999, 13 (2), pp. 89-113.