MUJERES HISTÉRICAS PSICOANALIZADAS POR FREUD
Rosa Sos Peña
Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología,
Universitat Jaume I, Castellón
Algunos casos de mujeres histéricas psicoanalizadas por Freud
Isabel R., joven de 24 años
En el año 1892, un colega le envió a Isabel R. que presentaba un caso de histeria,
no padecía enfermedad orgánica de carácter grave, aunque, desde hacía dos años, sufría
dolores de piernas y molestias para caminar. Ella era la pequeña de tres hermanas y vivió su
juventud en una casa de Hungría, se mostraba psíquicamente normal y era inteligente. Sin
embargo, su dolencia le retiraba de la relación social, también su madre estaba aquejada de
la vista y de varias enfermedades nerviosas, aunque ella le tenía mucho cariño a su padre.
Un día, su padre se desplomó al suelo, aunque había silenciado su dolencia
cardiaca crónica a todos. Isabel se ocupó de atenderle y cuidarle durante un año y medio
de enfermedad. Después de su muerte, se produjo un gran vacío en aquella familia formada
por cuatro mujeres. Ella anhelaba que su familia recuperara la dicha pasada y con ese fin, se
consagró a atender a su madre con toda dedicación. Al concluir el año de duelo, la hermana
mayor contrajo matrimonio con un hombre muy ingenioso y trabajador, pero era ambicioso
y no se preocupaba por su madre. Poco después, ambos se desplazaron a una ciudad
apartada de Austria, acrecentando con ello el aislamiento de su madre. Afortunadamente,
el matrimonio de su otra hermana parecía ser más conveniente para la familia. Su nuevo
cuñado era de mayor sensibilidad, se comportaba de manera muy considerada. El conocerle
hizo que Isabel de nuevo confiara en el matrimonio. Al poco tiempo, ellos tuvieron un hijo.
Por esa época, a su madre le realizaron una grave intervención quirúrgica que resultó
muy eficaz. Las tres familias se reencontraron en una estación estival, fue allí donde Isabel
padeció las primeras molestias en las piernas con gran fuerza. Tras lo cual, los médicos le
recomendaron que se desplazara al Balneario de Gastein, para un tratamiento de aguas, al
que viajó con su madre. En aquella temporada, la segunda hermana estaba embarazada de
nuevo, siendo su salud muy delicada. Cuando apenas había trascurrido dos semanas en el
balneario, recibieron el aviso de que tenían que volver, debido a que la hermana estaba muy
grave. Enseguida regresaron, pero fue un tremendo viaje, en el que Isabel soportó muchas
molestias en las piernas, junto a la gran preocupación por su hermana. Los temores fueron
confirmados, desgraciadamente su hermana había fallecido ya por una enfermedad cardiaca.
El método que utilizó Freud en su tratamiento no fue la hipnosis, ya que no conseguía
hipnotizarla, tuvo que aplicar la asociación libre. La cual consistía en el descubrimiento y
supresión por capas sucesivas del material psíquico patógeno. Isabel había establecido una
conexión a través de sus emociones psíquicas y los dolores corporales que, eventualmente,
había sufrido en ese momento y utilizaba a partir de entonces en su vida mnésica, la sensación
somática como representación de la psíquica.
El procedimiento consistía en que la paciente se tumbaba en un diván con los ojos
cerrados, a continuación Freud aplicaba sus manos sobre la frente y le sugería manifestarle sin
limitación alguna, aquello que apareciera en su memoria cuando le ejerciera presión sobre
su cabeza. Ella empezó explicando su amistad con un joven que terminó por la enfermedad
de su padre. Pero después de su muerte, el joven ya no quería nada con ella. En cada sesión
se trabajaban los motivos de dolor hasta desvanecerlos.
Entre los sucesos que hacían doloroso el caminar, estaba el que ocurrió durante
un paseo, en el que anduvo con varios familiares a lo largo de su estancia en la estación
veraniega. Hacía un día espléndido y ella se mostró animada cuando le sugirieron salir
a pasear. Finalmente, caminó con su cuñado, aunque al principio se negaba a pasear,
pues su mujer no estaba atendida, pero al final la siguió. Tras su retorno se le manifestaron
los síntomas, el imaginar acerca de su soledad y la felicidad conyugal de su hermana le
resultaba doloroso. Otro acontecimiento cercano al anterior, se refería a un día en que Isabel
salió, como en otras ocasiones, hasta una colina, desde donde se avistaba un magnifico
paisaje. Se colocó sobre una piedra y le aparecieron unas ideas a la mente acerca de su
soledad y la fortuna de la familia. Entonces le surgió la ilusión de ser tan dichosa como lo era
la hermana, de ese paseo retorno con muchas molestias. Luego, ante el lecho de muerte de
la hermana, le sobrevino el pensamiento acerca de que él cuñado estaba libre y ella podía,
por fin ser su mujer.
Ella no tenía clara conciencia de sus sentimientos amorosos, Freud se lo explicó a
la madre de Isabel, la cual no creyó conveniente decirle nada a él, pues no tenía seguridad
de su respuesta. Por el verano se concluyó el tratamiento, ella se encontraba mejor y ya no
sentía dolores físicos, su curación fue muy buena, a pesar de que las relaciones del cuñado
con la familia continuaron sin cambios. Posteriormente, Isabel contrajo matrimonio con un
hombre extranjero.
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