MUJERES HISTÉRICAS PSICOANALIZADAS POR FREUD
Rosa Sos Peña
Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología,
Universitat Jaume I, Castellón
Conclusión
En la historia de la psicología resulta indudable que el psicoanálisis ha marcado un hito.
La propuesta freudiana fue revolucionaria, propuso una explicación original de la histeria. En
su teoría subrayó la importancia del inconsciente en los desórdenes histéricos, estableciendo
sus fundamentos en la sexualidad infantil, lo cual fue un sorprendente descubrimiento que le
costó su popularidad como doctor e investigador, pues valoró excesivamente el sexo.
Entre los años 1892 y 1900, Freud gestó el psicoanálisis, creó el método de la libre
asociación y descubrió la existencia de la transferencia. En los más de cien años que han
trascurrido desde entonces, la palabra psicoanálisis apareció por primera vez en un texto de
1896, el psicoanálisis se ha desarrollado con numerosas aportaciones, ha penetrado en la
cultura occidental, se ha difundido, han surgido escuelas y orientaciones.
El método psicoanalítico es útil, pero de difícil aplicación, en algunos casos de larga
duración y de alto coste económico para los pacientes. Además se puede establecer una
relación de dependencia del paciente hacia el analista, que podría crear un vínculo difícil de
anular. Un método poco científico, muy controvertido, basado en la recopilación de datos a
partir de los casos clínicos y falta de verificación empírica, que necesita más estudio.
En lo que se refiere a la aportación psicoanalítica de Freud al campo de la mujer,
nos ofrece una visión sesgada en contra de la mujer. Incluso, Freud debió reconocer que las
pacientes histéricas tuvieran un papel activo en el tratamiento, participando en la elaboración
de su método psicoanálitico.
A pesar de que insistió sobre la histeria, que no iba unida al género de mujer, encontrando más
casos de histeria entre las mujeres que entre los hombres. Como si la
mujer presentara una tendencia mayor que el hombre a sufrir enfermedades nerviosas. En
conclusión, en sus concepciones acerca de la mujer siguió las costumbres de la época, en las
que predominaba la moral victoriana que consideraba que muchas mujeres enfermas eran
histéricas.
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