Las fuentes somáticas del sueño
Si se hace el experimento de interesar a una persona culta por los problemas oníricos y con este propósito se le pregunta por las fuentes de las cuales a su juicio surgen los sueños, casi siempre se observa que el interrogado cree estar en la posesión segura de esta parte de la solución. Enseguida mencionará la influencia que una digestión perturbada o difícil («Los sueños vienen del estómago», posiciones contingentes del cuerpo y pequeñas vivencias habidas mientras se duerme exteriorizan en la formación del sueño. Y tales personas no parecen sospechar que después de tomar en cuenta todos esos factores reste algo que necesite todavía de explicación. El papel que en la literatura científica se ha atribuido a las fuentes somáticas de estímulo en la formación del sueño lo consideramos ya con detalle en el capítulo introductorio (sección C), de modo que aquí no necesitamos sino recordar los resultados de esa investigación. Nos enteramos allí de que las fuentes somáticas de estímulo se diferencian en tres variedades: los estímulos sensoriales objetivos, que parten de objetos exteriores; los estados internos de excitación de los órganos de los sentidos, de base sólo subjetiva, y los estímulos corporales que provienen del interior del cuerpo. Y observamos la tendencia de los autores a empujar al último plano, o aun a excluir, la existencia de cualquier fuente psíquica del sueño junto a esas fuentes somáticas de estímulo. En el examen de los veredictos pronunciados en favor de las fuentes somáticas de estímulo, vimos que la importancia de las excitaciones objetivas de los órganos de los sentidos -en parte estímulos accidentales sobrevenidos mientras se duerme, en parte otros que es imposible mantener alejados de la vida anímica del durmiente- ha sido certificada por innumerables observaciones y corroborada por experimentos; que el papel de las excitaciones sensoriales subjetivas parece demostrado por el retorno de las imágenes sensoriales hipnagógicas en los sueños, y que la reconducción, entendida en su mayor alcance, de nuestras imágenes y representaciones oníricas a estímulos corporales internos no es demostrable por cierto en su totalidad, pero puede apoyarse en la bien conocida influencia que sobre el contenido de nuestros sueños ejerce el estado de excitación de los órganos de la digestión, de la vejiga y de los órganos sexuales. «Estímulo nervioso» y «estímulo corporal» serían entonces las fuentes somáticas del sueño, y aun, según muchos autores, sus fuentes únicas y exclusivas. Pero ya hemos prestado oídos a una serie de dudas que no cuestionan tanto la corrección de la teoría del estímulo somático cuanto su suficiencia. Por seguros que tuvieron que sentirse todos los sostenedores de esta doctrina acerca de sus bases fácticas -y tanto más si se consideran los estímulos nerviosos accidentales y externos, cuyo rastreo en el contenido onírico apenas requiere esfuerzo-, ninguno se sustrajo a la idea de que el rico contenido de representaciones de los sueños no admitía derivarse de los solos estímulos nerviosos exteriores. Miss Mary Whiton Calkins (1893 [pág. 312]) examinó durante seis semanas desde este punto de vista sus propios sueños y los de otra persona, y halló que sólo en un 13,2 % y un 6,7 % de los casos, respectivamente, podía demostrarse el elemento de la percepción sensorial externa; sólo dos casos de la colección pudieron reconducirse a sensaciones orgánicas. Aquí la estadística nos confirma lo que ya una rápida ojeada a nuestras propias experiencias dejaba suponer. Muchas veces los autores se limitan a destacar el «sueño por estímulo nervioso» como una variedad bien investigada entre otras formas del sueño. Spitta [1882, pág. 233] divide los sueños en sueño por estímulo nervioso y sueño por asociación. Pero era claro que la solución seguiría siendo insatisfactoria mientras no se lograse demostrar el lazo existente entre las fuentes somáticas y el contenido `representativo del sueño. Dijimos que la frecuencia de las fuentes de estímulos exteriores era insuficiente; ahora junto a esa objeción se plantea una segunda: es insuficiente el esclarecimiento del sueño que se alcanza introduciendo este tipo de fuentes. Los defensores de esa doctrina nos deben dos de tales esclarecimientos: en primer lugar, de las razones por las cuales el estímulo exterior no es reconocido en el sueño en su verdadera naturaleza, sino que por regla general se lo yerra; y en segundo lugar, de las razones por las cuales la reacción del alma percipiente frente a este estímulo cuya naturaleza se yerta puede dar resultados tan variables e impredecibles. Como respuesta a esa pregunta vimos que Strümpell sostenía que el alma, mientras duerme, y debido a que así se extraña del mundo exterior, no está en condiciones de dar la interpretación correcta del estímulo sensorial objetivo, sino que se ve precisada a crear ilusiones sobre la base de esa incitación indeterminada en muchos aspectos; dicho con sus palabras (1877, págs. 108-9): «Tan pronto como por un estímulo nervioso exterior o interior surge en el alma, mientras duerme, una sensación o un complejo de sensaciones, un sentimiento o, en general, un proceso psíquico, y es percibido por ella, ese proceso evoca imágenes de sentimiento del círculo. de experiencia que permanece en el alma desde la vigilia, y por tanto percepciones anteriores, ora desnudas, ora con los valores psíquicos que les corresponden. Dicho proceso reúne, por así decir, en su derredor una cantidad mayor o menor de tales imágenes, por las cuales la impresión proveniente del estímulo nervioso recibe su valor psíquico. Suele decirse también aquí, como es habitual respecto del comportamiento de vigilia, que el alma interpreta mientras duerme las impresiones producidas por los estímulos nerviosos. El resultado de esta interpretación es el llamado sueño por estímulo ner vioso, vale decir, un sueño cuyos ingredientes están condicionados por el hecho de que un estímulo nervioso ejerce su efecto psíquico sobre la vida anímica siguiendo las leyes de la reproducción». En lo esencial es idéntica a esta doctrina la manifestación de Wundt [1874, págs. 656-7] según la cual las representaciones del sueño parten -al menos en su mayoría- de estímulos sensoriales, y en particular de los estímulos cenestésicos, y por eso son, las más de las veces, ilusiones fantásticas, y probablemente sólo en su menor número puras representaciones mnémicas extremadas en alucinaciones. Para el nexo entre el contenido y los estímulos del sueño, tal como esta teoría lo presenta, Strümpell halla la metáfora adecuada (1877, pág. 84): sería como si «los diez dedos de un hombre enteramente ignaro en música recorriesen las teclas de un piano». Así, el sueño no aparece como un fenómeno anímico provocado por motivos psíquicos, sino como el resultado de un estímulo fisiológico que se exterioriza en una sintomatología psíquica porque el aparato alcanzado por el estímulo no es capaz de otra exteriorización, Sobre una premisa parecida se construye, por ejemplo, la explicación de las representaciones obsesivas que Meynert intenta brindar con el famoso símil de la esfera del reloj, en la cual algunos números resaltan por su convexidad. Por más favor que haya conquistado la doctrina de los estímulos somáticos del sueño y por seductora que pueda parecer, es fácil señalar su punto débil. Cualquier estímulo de esa índole que, mientras dormimos, reclame del aparato psíquico una interpretación por vía de ilusiones puede incitar una variedad incontable de tales ensayos interpretativos, y por tanto es enorme la diversidad de las representaciones que pueden subrogarlo en el contenido del sueño. Ahora bien, la doctrina de Strümpell y Wundt es incapaz de indicar motivo alguno que regule la relación entre el estímulo exterior v la representación onírica escogida para interpretarlo, y por ende de explicar la «rara selección» que los estímulos «se llevan a cabo con harta frecuencia en su actividad productiva» (Lipps, 1883, pág. 170). Otras objeciones apuntan a la premisa básica de toda la doctrina de la ilusión, a saber, que el alma mientras duerme no estaría en condiciones de reconocer la verdadera naturaleza de los estímulos sensoriales objetivos. El viejo fisiólogo Burdach nos demuestra que, también mientras duerme, el alma es muy capaz de interpretar correctamente las impresiones sensoriales que le llegan y de reaccionar de la manera adecuada ante esa interpretación correcta. Explica que ciertas impresiones que al individuo le parecen importantes pueden no ser desatendidas mientras se está durmiendo (la nodriza y el lactante), y que es mucho más seguro que nos despierte nuestro propio nombre que una impresión auditiva indiferente, lo cual por cierto presupone que el alma, aun dormida, distingue entre las sensaciones. De estas observaciones, Burdach infiere que en el estado del dormir hay que suponer, no una incapacidad para interpretar los estímulos sensoriales, sino una falta de interés por ellos. Los mismos argumentos empleados por Burdach en 1830 reaparecen inalterados en Lipps, en 1883, para impugnar la teoría del estímulo somático. Según eso, el alma semeja a aquel durmiente de la anécdota, que a la pregunta «¿Duermes?» respondió «No», pero ante la demanda «Entonces préstame diez florines» se escudó tras un «Estoy dormido». La insuficiencia de la doctrina de los estímulos somáticos puede demostrarse también de otro modo. La observación prueba que los estímulos sensoriales no me obligan a soñar, aunque ellos aparecen en el contenido onírico tan pronto como sueño y en caso de que sueñe. Frente a un estímulo de presión o táctil que me sobrevenga mientras duermo, dispongo de diversas reacciones. Puedo ignorarlo y descubrir después, al despertar, que tenía una pierna descubierta o un brazo oprimido; la patología nos presenta innumerables ejemplos de estímulos motores o de sensación de los más diversos tipos y de gran fuerza excitadora que no ejercen efecto alguno mientras se duerme. Puedo notar la sensación dormido, por así decir a través del dormir, como es la regla en el caso de los estímulos de dolor, pero sin que este se entreteja en un sueño. En tercer lugar, puedo despertarme por el estímulo a fin de eliminarlo. Y sólo una cuarta reacción posible es que el estímulo nervioso me mueva a soñar; pero las otras posibilidades se cumplen al menos con igual frecuencia que la formación de sueños. Esta no podría acaecer si el motivo {la fuerza motriz) del soñar no se situara fuera de las fuentes somáticas de estímulo. Con una justa apreciación de las ya señaladas lagunas que deja la explicación del sueño por los estímulos somáticos, otros autores -Scherner [1861], cuya concepción sigue el filósofo Volkelt [1875]- procuraron determinar con mayor precisión las actividades del alma que hacen surgir las multicolores imágenes del sueño a partir de los estímulos somáticos. Por tanto, trasladaron de nuevo la esencia del soñar a lo anímico y a una actividad psíquica. Scherner no sólo dio una descripción plena de sentir poético, ardiente y viva, de las peculiaridades psíquicas que se despliegan en la formación de los sueños; también creyó haber avizorado el principio según el cual procede el alma con los estímulos que se le ofrecen. Según Scherner, el trabajo del sueño, en libre afirmación de una fantasía aligerada de sus cadenas diurnas, pugna por figurar simbólicamente la naturaleza del órgano de que parte el estímulo y la índole de este último. Así se obtiene una suerte de libro de los sueños como guía para la interpretación de estos. Y desde las imágenes del sueño es lícito inferir, por medio de ese libro, sentimientos corporales, estados de los órganos y de los estímulos. «Así, la imagen del gato expresa el mal talante, y la imagen del pan límpido y terso, la desnudez del cuerpo». [Volkelt, 1875, pág. 32.] El cuerpo humano como un todo es representado por la fantasía onírica como casa, y los órganos corporales singulares, como partes de la casa. En los «sueños por estímulo dentaria la cavidad bucal corresponde un vestíbulo de alta bóveda, y al descenso desde la garganta hasta los intestinos, una escalera; «en el «sueño por dolor de cabeza», para designar la posición elevada de esta se escoge el techo de una habitación, cubierto de repugnantes arañas semejantes a sapos». «Estos símbolos son aplicados por el sueño al mismo órgano en múltiples combinaciones; así, la respiración de los pulmones encuentra su símbolo en el horno llameante con su tiro; el corazón, en cajas o cestas huecas, y la vejiga, en objetos redondos, con forma de bolsa o simplemente cónca vos». «Particular importancia tiene el hecho de que, a la conclusión del sueño, las más de las veces aparece sin disfraz el órgano excitador o su función, y por cierto casi siempre en el cuerpo propio del soñante. Así, el «sueño por estímulo dentario» suele culminar en que el soñante se extrae un diente de la boca». No puede decirse que esta teoría de la interpretación de los sueños haya encontrado buena acogida en los autores. Pareció sobre todo extravagante; y aun se ha titubeado en espigar en ella la parte de acierto que a mí juicio puede reclamar. Lleva, como se ve, a reverdecer la interpretación de los sueños por medio del simbolismo, de la que se sirvieron los antiguos. Sólo que el ámbito dentro del cual debe buscarse la interpretación es restringido al radio de la corporeidad del hombre. La falta de una técnica científica de interpretación tiene que perjudicar considerablemente la aplicabilidad de la doctrina de Scherner. En modo alguno parece excluida la arbitrariedad en la interpretación de los sueños, tanto más cuanto que también aquí un estímulo puede exteriorizarse en el contenido onírico por múltiples subrogaciones; así, el seguidor de Scherner, Volkelt, no pudo corroborar la figuración del cuerpo como casa. También tiene que chocar el que según esta doctrina el alma se consagre al trabajo onírico como a una actividad sin utilidad ni fin alguno, puesto que se contenta con fantasear sobre el estímulo que la ocupa sin que ni por asomo procure tramitarlo o cosa parecida. Pero hay una objeción grave a la doctrina scherneriana de la simbolización de estímulos corporales por el sueño. Estos están siempre presentes, y según es opinión general el alma tiene más acceso a ellos mientras duerme que en la vigilia. No se comprende entonces que el alma no sueñe de modo continuo toda la noche, y aun cada noche con todos los órganos. Y si alguien quisiera sustraerse de esta objeción arguyendo que para despertar la actividad onírica se requieren excitaciones especiales que partan del ojo, el oído, los dientes, los intestinos, etc., tropezaría con la dificultad que ofrece el comprobar objetivamente tal incremento del estímulo, lo cual sólo es posible en el menor número de casos. Si el sueño de vuelo fuera simbolización del ascenso y descenso de los lóbulos pulmonares en la respiración, o bien este sueño, como ya Strümpell observa [1877, pág. 119], tendría que soñarse con mayor frecuencia, o bien tendría que poderse demostrar una actividad respiratoria intensificada cada vez que él sobreviene. Existe una tercera posibilidad, la más verosímil: que operen en la ocasión particulares motivos para que se preste atención a las sensaciones viscerales que existen en todo momento; pero esto nos lleva más allá de la teoría de Scherner. El valor de las elucidaciones de Scherner y Volkelt reside en que llaman la atención sobre una serie de caracteres del contenido onírico que reclaman explicación y parecen esconder nuevos conocimientos. Es del todo correcto que los sueños contienen simbolizaciones de órganos y funciones del cuerpo, que el agua a menudo significa un estímulo vesical, que los genitales masculinos pueden figurarse con un bastón o una columna enhiestos, etc. En sueños que muestran un campo visual muy movido y brillantes colores, a diferencia de la tonalidad mate de otros difícilmente se evitará interpretarlos como «sueños por estímulo visual», como no se podrá negar la contribución de la formación de ilusiones en sueños que contienen ruidos o algarabía. Un sueño como el de Scherner [1861, pág. 167], en que dos hileras de bellos y blondos adolescentes que se enfrentaban sobre un puente entraron en pelea y después volvieron a su primera posición, hasta que, por fin, el soñante se sentó en un puente y extrajo de su mandíbula un largo diente; u otro parecido, de Volkelt [1875, pág. 52], en que dos filas de cajones desempeñaban un papel y también terminó con la extracción de un diente: tales formaciones oníricas, que ambos autores comunican en gran cantidad, no admiten que se haga a un lado la teoría de Scherner como si fuese un invento ocioso, sin investigar su núcleo de verdad. Entonces se plantea la tarea de aportar un esclarecimiento de otra clase a la supuesta simbolización del pretendido estímulo dentario. Todo el tiempo que nos ocupó la doctrina de las fuentes somáticas del sueño omitimos recurrir a aquel argumento que se sigue de nuestros análisis de sueños. Si mediante un procedimiento que otros autores no han aplicado a su material de sueños podemos nosotros demostrar que el sueño posee un valor propio como acción psíquica, que un deseo pasa a ser el motivo de su formación y que las vivencias de la víspera proporcionan a su contenido el material más próximo, entonces cualquier otra doctrina sobre el sueño que descuide un procedimiento de investigación tan importante y, consiguientemente, haga aparecer al sueño como una reacción psíquica enigmática e inútil frente a estímulos somáticos queda impugnada, aun sin una crítica especial. En efecto, cosa harto improbable, tendrían que existir dos clases por entero diferentes de sueños, de las que una se nos presentó a nosotros solos, y la otra sólo a quienes nos precedieron en los juicios sobre el sueño. No resta sino hacer lugar dentro de nuestra doctrina del :sueño a los hechos en que se apoya la doctrina usual de los estímulos somáticos. Ya dimos el primer paso para ello cuando establecimos la tesis de que el trabajo onírico se ve compelido a elaborar como una unidad todas las incitaciones del sueño que se presentan al mismo tiempo. Vimos que, si de la víspera quedaron pendientes dos o más vivencias intensas, los deseos que de ellas resultan son reunidos en un sueño, y también que en el material onírico se conjugan la vivencia provista de valor psíquico y las vivencias indiferentes de la víspera, supuesto que puedan establecerse entre ambas unas representaciones que las pongan en comunicación. Así, el sueño aparece como reacción frente a todo lo que en la psique durmiente está presente contemporáneamente como actual. Según lo que hasta aquí analizamos del material onírico, lo reconocimos como una reunión de restos psíquicos, huellas mnémicas, a que (a causa de la preferencia por el material reciente y el material infantil) debimos atribuir un carácter de actualidad que por ahora no podemos determinar psicológicamente. Y no nos veremos en un gran apuro para predecir lo que ocurrirá si a estas actualidades mnémicas se agrega, mientras se duerme, un nuevo material de sensaciones. También estas excitaciones alcanzan importancia para el sueño por el hecho de que son actuales. Son reunidas con las otras actualidades psíquicas a fin de procurar el material para la formación del sueño. Dicho de otro modo: los estímulos sobrevenidos mientras dormimos son elaborados dentro de un cumplimiento de deseo cuyos otros ingredientes son los restos psíquicos diurnos que ya conocemos. Esta unión no necesariamente se producirá; sabemos ya, en efecto, que frente a los estímulos corporales que nos llegan mientras dormirnos es posible más de un tipo de conducta. Cuando aquella se cumple es porque se ha logrado hallar, para el contenido del sueño, un material de representaciones que figura una subrogación para ambas fuentes, la somática y la psíquica. La esencia del sueño no varía cuando a las fuentes psíquicas del mismo se agrega un material somático; él sigue siendo cumplimiento de deseo, sin que interese el modo en que su expresión esté regida por el material actual. Dedicaré aquí buen espacio a una serie de circunstancias particulares que pueden configurar variablemente la significatividad de los estímulos exteriores para el :sueño. Pienso que factores individuales, fisiológicos y contingentes, propios de cada circunstancia, cooperan para decidir el modo como habremos de comportarnos, en los diversos casos, frente a un estímulo objetivo más intenso sobrevenido mientras dormimos; la profundidad con que dormimos en ese momento, o la que es habitual en nosotros, junto con la intensidad del estímulo, posibilitarán a veces que este se suprima de tal modo que no perturbe el dormir, y a veces obligarán a despertar o darán fuerzas al intento Je superar el estímulo entretejiéndolo en un sueño. De acuerdo con la diversidad de estas constelaciones, los estímulos objetivos exteriores se expresarán en los sueños de algunos con mayor o menor frecuencia que en los de otros. En cuanto a mí, que sobresalgo por mi buen dormir y me empeño con obstinación en que ningún motivo lo perturbe, es muy raro que se inmiscuyan en mis sueños causas externas de excitación; es manifiesto, en cambio, que motivos psíquicos muy fácilmente me hacen soñar. En verdad, he registrado un único sueño en que podría reconocerse una fuente de estímulo objetiva, de dolor. En él precisamente será muy instructivo estudiar el resultado onírico del estímulo exterior. Monto un caballo gris, primero voy con miedo y torpemente, como si sólo me apoyase sobre él. Entonces encuentro a un colega, P., vestido a la tirolesa y en lo alto de su corcel, quien me hace notar algo (probablemente, que voy mal montado). Ahora me acomodo sobre mi inteligentísimo corcel cada vez más derecho, lo monto cómodo y reparo en que me siento como en casa sobre él. Por silla llevo una suerte de cojín que cubre por completo el espacio que corre del cuello a la grupa del caballo. Así cabalgo apretado entre dos carromatos. Después que he cabalgado un buen trecho por la calle, vuelvo riendas y quiero desmontar, primero ante una pequeña capilla abierta frontera a la calle. Después realmente desmonto ante una que está cerca de esa; el hotel queda en la misma calle; podría dejar que el caballo fuese solo hasta allí, pero lo llevo de tiro hasta conducirlo a ese lugar. Es como si me diera vergüenza llegarme allí caballero. A la puerta del hotel hay un botones que me muestra un papelito mío que había sido encontrado, y se burla de mí por eso. En el papelito se lee, subrayado dos veces: «No comer» y después una segunda leyenda (desdibujada), algo así como «No trabajar»; ahora tengo la oscura idea de que estoy en una ciudad extraña en la que no trabajo. A primera vista no se advierte que el sueño nació bajo la influencia, más bien bajo la compulsión, de un estímulo doloroso. Pero desde días antes sufría de forúnculos que me torturaban a cada movimiento, y últimamente me había crecido en la base del escroto un forúnculo del tamaño de una manzana que me provocaba los dolores más insoportables a cada paso que daba. Y a esos dolores se habían sumado, para estropearme el ánimo, el cansancio febril, la inapetencia y el arduo trabajo que a pesar de todo desarrollé a lo largo de la jornada. No era capaz de proseguir mis tareas médicas, pero por la índole y por el asiento del mal podía concebirse otro ejercicio para el cual sería. yo tanto más inepto: el de cabalgar.