Obras de S. Freud: Carta a M. Leroy sobre un sueño de Descartes (1929)

Carta a M. Leroy sobre un sueño de Descartes (1929)

Carta a M. Leroy sobre un sueño de Descartes (1929)

Nota introductoria:
No se cuenta con el manuscrito original de esta carta en alemán. Su versión al francés fue hecha ciertamente por Leroy.

Mientras estaba preparando su libro sobre Descartes, Maxime Leroy (1929) sometió a Freud una serie de sueños del filósofo (1) para que se los comentara. No podemos saber con exactitud qué relato de los sueños le dio Leroy a Freud, pues las ediciones alemanas no reproducen el texto de su carta sino que citan meramente la descripción contenida en el volumen publicado de Leroy -en el que también incluyó este la traducción de la respuesta de Freud-.

Aparentemente, el relato original de los sueños de Descartes y la interpretación formulada por él ocupaban las páginas iniciales de un manuscrito conocido como «Olympica», escrito probablemente en el invierno de 1619-20 y que se ha perdido. Empero, un abate del siglo xvii, Adrien Baillet, pudo verlo y publicó una paráfrasis que contenía algunas citas del original latín en su libro La vie de Monsieur Des-Cartes (169 1, 1; el relato de los sueños figura en págs. 81-5). Leroy se basó en esta versión, pero parece seguro que Freud estudió el texto completo de Baillet, ya que en su respuesta menciona el «melón de un país extranjero» (frase que aparecía en la trascripción del abate) allí donde Leroy habla simplemente del «melón».

También Leibniz tuvo acceso al manuscrito «Olympica» y tomó nota de algunos fragmentos; pero lamentablemente estas notas sólo incluyen una breve referencia a los sueños: «Somnium 1619, nov. in quo carmen 7 cujus initium: Quod vitae sectabor iter? … Auson». (2) Como Leíbniz no dice en ningún lugar que ha visto la «explicacíón» de los sueños, Leroy se inclinó a suponer que esta había sido, al menos en gran parte, fabricada por el abate Baillet, y en su libro expresa esta opinión de la cual, sin embargo, no parece haber llegado a Freud ninguna referencia (3).

La versión de los sueños publicada por Leroy (1929, 1, pág. 84), paráfrasis de la de Baillet, aparece (en francés) en una nota al pie en las ediciones alemanas. Reza así:

«Entonces, en la noche, donde todo es fiebre, huracán, pánico, unos fantasmas se elevan ante el soñante. Intenta levantarse para ahuyentarlos. Pero vuelve a caer, avergonzado de sí mismo, sintiendo que una gran debilidad lo incomoda en el costado derecho. Bruscamente se abre una ventana de su habitación. Espantado, siente que lo arrastran las ráfagas de un viento impetuoso que lo obliga a hacer piruetas girando varías veces sobre su pie izquierdo.

»Arrastrándose y titubeante, llega ante los edificios del colegio donde ha sido educado. En un desesperado esfuerzo intenta entrar en la capilla a fin de cumplir con sus plegarias. En ese momento pasan unas personas. Quiere detenerse, hablarles; nota que una de ellas lleva un melón. Pero un viento violento lo rechaza hacia la capilla.

»Abre entonces los ojos, atenaceado por un vivo dolor en el costado izquierdo. No sabe si sueña o si está despierto. A medias dormido, se dice que un genio maligno ha querido seducirlo, y entonces murmura alguna plegaria para exorcizarlo.

»Vuelve a dormirse. Un trueno lo despierta, que llena la habitación de chispas. Una vez más se pregunta si duerme o vela, si es sueño o ensoñación, abriendo y cerrando los ojos para alcanzar la certeza; luego, tranquilizado, se adormece, pues la fatiga triunfa sobre él.

»Sobreexcitado por esos rumores y esos sordos sufrimientos, Descartes abre un diccionario, luego una antología poética. Ese explorador intrépido sueña con este verso: «Quod vitae sectabor iter?». ¿Un nuevo viaje al país de los sueños? En ese momento, se presenta de pronto un hombre a quien no conoce; pretende hacerle leer un fragmento de Ausonio que comienza con estas palabras: «Est et non» (4).’ Pero ese hombre desaparece y llega otro. También el libro se desvanece y al reaparecer está adornado con retratos grabados en talla dulce. Al fin, la noche se apacigua».

La explicación de los sueños, que Leroy toma de Baillet, figura, asimismo, como nota al pie en las ediciones alemanas, y es la siguiente:

«Juzgó que el Diccionario significaba en verdad la suma de todas las ciencias, y que la antología poética intitulada Corpus poetarum designaba en particular, y expresamente, la unión de filosofía y sabiduría. [ … ] Prosiguiendo, todavía dormido, la interpretación de su sueño, Descartes conjeturó que el verso sobre la incertidumbre del género de vida que debía elegirse y que comienza con «Quod vitae sectabor iter?» representaba el buen consejo de un sabio o aun la teología moral…

»Entendió que los poetas reunidos en la antología significaban la Revelación y el Entusiasmo, con que no desesperaba de ser favorecido; y al verso «Est et non», que es el Sí y el No de Pitágoras, lo comprendió como la verdad y la falsedad en los conocimientos humanos y las ciencias profanas. Y viendo que la aplicación de todas esas cosas se conseguía tan a su placer, tuvo suficiente audacia para persuadirse de que mediante ese sueño el Espíritu de la Verdad había querido abrirle los tesoros de todas las ciencias. Y como no le quedaban por explicar sino los pequeños retratos en talla dulce que había hallado en el segundo libro, dejó de buscar la explicación luego de la visita que un pintor italiano le hizo al día siguiente.

»Este último sueño, cuyo contenido sólo había sido muy «dulce» y agradabilísimo, según él señalaba el futuro: y no se refería sino a lo que debía ocurrirle el resto de su vida. Pero tomó los dos precedentes como amenazadoras advertencias sobre su vida pasada, que acaso no había sido tan inocente ante Dios como ante los hombres. Y creyó que esa era la razón del terror y del espanto que habían acompañado a esos dos sueños. El melón que se le quiso obsequiar en el primer sueño significaba -se dijo- los encantos de la soledad, pero presentados por solicitaciones puramente humanas. El viento que lo empujaba hacia la iglesia del colegio cuando sentía un dolor en el costado derecho no era sino el Genio Maligno que trataba de arrojarlo por la fuerza a un lugar adonde él quería dirigirse voluntariamente. Fue por eso que Dios no permitió que avanzara más ni se dejara arrastrar a un lugar santo por un espíritu que él no había enviado -aunque estaba muy persuadido de que el Espíritu de Dios fue el que le había hecho dar los primeros pasos hacia esa iglesia-. A su entender, el espanto que lo abrumó en el segundo sueño figuraba su sindéresis, es decir, los remordimientos de su conciencia tocantes a los pecados que podía haber cometido en el curso de su vida hasta entonces. El rayo cuyo fragor oyó era la señal del espíritu de la verdad que descendía sobre él para poseerlo».

James Strachey

Cuando tomé conocimiento de su carta donde me pide que examine algunos sueños de Descartes, mi primer sentimiento fue una impresión de angustia, pues trabajar con sueños sin poder obtener del propio soñante indicaciones acerca de los vínculos que puedan unirlos entre sí o referirlos al mundo exterior -y es sin duda el caso cuando se trata de sueños de personajes históricos- sólo da, por regla general, un magro resultado. Pero luego mi tarea resultó más fácil de lo previsto; empero, el fruto de mis investigaciones le parecerá a usted sin duda mucho menos importante de lo que tenía derecho a esperar.
Los sueños de nuestro filósofo son los que se denomina «sueños de arriba» (Tráume von oben) (5), es decir, formaciones de ideas que habrían podido crearse durante el
estado de vigilia lo mismo que en el estado del dormir y que sólo en ciertas partes han tomado
su sustancia de estados de alma harto profundos. Por eso tales sueños presentan casi siempre
un contenido de forma abstracta, poética o simbólica.
El análisis de esta clase de sueños nos lleva comúnmente a lo siguiente: no podemos
comprender el sueño, pero el soñante -o el paciente- sabe traducirlo de manera inmediata y sin
dificultad, dado que el contenido del sueño es muy vecino a su pensamiento conciente. Sin
embargo, todavía entonces restan algunas partes del sueño con respecto a las cuales el
soñante no sabe qué decir: son, precisamente, las que pertenecen a lo inconciente, y en
muchos aspectos las de mayor interés. En el caso más favorable, uno explica eso inconciente
apoyándose en las ideas que el soñante ha aportado.
Esta manera de juzgar los «sueños de arriba» (y es preciso entender esta expresión en el sentido psicológico, no en el místico) es la que cumple observar en el caso de los sueños de Descartes.
Nuestro filósofo los interpreta por sí mismo y, ateniéndonos a todas las reglas de la
interpretación de los sueños, debemos aceptar su explicación; pero es preciso agregar que no
disponemos de una vía que nos conduzca más allá.
Confirmando su explicación, diremos que conocemos con exactitud las trabas que impiden a
Descartes moverse con libertad; es la representación, por el sueño, de un conflicto interior. El
lado izquierdo es la representación del mal y del pecado, y el viento, la del «genio maligno»
(animus).
No podemos, desde luego, identificar a las diferentes personas que se presentan en el sueño,
aunque Descartes, preguntado, no hubiera dejado de hacerlo. En cuanto a los elementos
extravagantes y casi absurdos, poco numerosos por lo demás, como por ejemplo el «melón de
un país extranjero» y los pequeños retratos, permanecen inexplicados.
Por lo que toca al melón, el soñante ha tenido la idea (original) de figurar de ese modo «los
encantos de la soledad, pero presentados por solicitaciones puramente humanas». Ello no es
ciertamente exacto, pero podría ser una asociación de ideas que pusiera sobre la pista de una
explicación exacta. Correlativamente con su estado de pecado, esta asociación podría figurar
una representación sexual que hubiera ocupado la imaginación del joven solitario.
Sobre los retratos, Descartes no nos proporciona esclarecimiento alguno.

Notas:
1- Se trataba de una serie de sueños que fueron soñados la misma noche, y no de un solo sueño, como da a entender el título en alemán, El propio Freud se refiere a ellos en plural (cf. AE, 21, pág. 201).
2- «Un sueño, noviembre 1619, en el cual la Oda VII, que comienza: ¿Qué camino seguiré en la vida? … Ausonio». Cf. Descartes, 1859-60, 1, pág. 8.
3- Este problema se examina en su totalidad en Gouhier, 1958.
4- «Es y no es». Las odas citadas son las nos 2 y 4 del libro VII.
5- [Cf. «Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños» (1923c), AE, 19, pág. 113,]

Autor: psicopsi

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