Tipos Libidinales (1931)
Nota introductoria:
Este artículo, así como «Sobre la sexualidad femenina» (1931b), que le sigue, fue comenzado por Freud al iniciarse el año 1931 y concluido en el verano. Es un tardío agregado al muy pequeño número de trabajos suyos sobre caracterología. Si bien el tema ya había surgido en algunos escritos (p. ej., en El yo y el ello (1923b), AE, 19, págs. 30 y sigs.), sólo en dos se ocupó explícitamente de él: «Carácter y erotismo anal» (1908b) y «Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico» (1916d). En el presente artículo el tema es examinado a la luz de su posterior concepción estructural de la psique.
James Strachey
La observación nos muestra que cada persona realiza la imagen universal del ser humano en
una diversidad casi inabarcable. Si uno cede al legítimo afán de distinguir tipos separados
dentro de esa multitud, deberá elegir de antemano los criterios y puntos de vista según los
cuales emprenderá tal separación. Para este propósito, las cualidades corporales no serán
menos utilizables que las psíquicas; las diferenciaciones más valiosas serán aquellas que
prometan obtener una conjunción regular entre los rasgos corporales y los anímicos.
Es dudoso que desde ahora nos resulte posible dilucidar tipos que reúnan esas condiciones,
como sin duda habremos de conseguirlo un día, sobre una base aún desconocida. Si uno se
limita al empeño de postular tipos meramente psicológicos, las constelaciones de la libido son las que poseen más títulos para servir de base a la clasificación. Es lícito pretender que esta última no se deduzca sólo de nuestro saber o de nuestros supuestos acerca de la libido, sino que se la pueda reencontrar con facilidad también en la experiencia y contribuya a aclararnos y hacernos aprehensibles la masa de nuestras observaciones. Cabe admitir sin más que esos tipos libidinosos no necesitan ser, ni siquiera en el campo psíquico, los únicos posibles, y que, partiendo de otras propiedades, acaso pueda postularse toda una serie de otros tipos
psicológicos. Para todos ellos tiene que valer la exigencia de que no coincidan con cuadros
clínicos. Al contrario, deben abarcar todas las variaciones que, de acuerdo con nuestra
apreciación orientada en sentido práctico, caen dentro del ámbito de lo normal. Empero, en sus
plasmaciones extremas pueden aproximarse a los cuadros patológicos y, de esa suerte,
contribuir a salvar el supuesto hiato entre lo normal y lo patológico.
Pues bien, según cuál sea la colocación predominante de la libido en las provincias del aparato anímico han de distinguirse tres tipos libidinosos principales. Su designación no es del todo fácil; apuntalándome en nuestra psicología de lo profundo, me gustaría llamarlos el tipo erótico, el narcisista y el compulsivo (1).
El tipo erótico es de caracterización sencilla. Los eróticos son personas cuyo principal interés -el monto máximo, en términos relativos, de su libido- se vuelve hacia la vida amorosa. Amar, pero en particular ser-amado, es lo más importante para ellos. Los gobierna la angustia frente a la pérdida del amor y por eso son particularmente dependientes de los otros, que pueden denegárselo. Este tipo, además, es muy frecuente en su forma pura. Variaciones de él se
producen en proporción a la contaminación con otro tipo y a la simultánea escala de agresión.
En lo social y cultural, este tipo subroga las exigencias pulsionales elementales del ello, al que
las otras instancias psíquicas han pasado a obedecer.
El segundo tipo, al cual he dado el nombre a primera vista extraño de tipo compulsivo, se
singulariza por el predominio del superyó, que se segrega del yo en medio de una elevada
tensión. No es gobernado por la angustia frente a la pérdida del amor, sino por la angustia de la
conciencia moral; muestra por así decir una dependencia interna en lugar de la externa,
despliega un alto grado de autonomía, y en lo social pasa a ser el genuino portador de la cultura,
preferentemente conservador (2).
El tercer tipo, con buen derecho llamado narcisista, ha de caracterizarse en lo esencial por
vía negativa. No hay en él ninguna tensión entre el yo y el superyó -partiendo de este tipo
difícilmente se habría llegado a postular un superyó-, ningún hiperpoder de las necesidades
eróticas; el interés principal se dirige a la autoconservación, muestra independencia y escaso
amedrentamiento. El yo dispone de una elevada medida de agresión, que se da a conocer
también en su prontitud para la actividad; en la vida amorosa se prefiere el amar al ser-amado.
Los hombres de este tipo se imponen a los otros como «personalidades», son en particular
aptos para servir de apoyo a los demás, para asumir el papel de conductores, dar nuevas
incitaciones al desarrollo cultural o menoscabar lo establecido.
Estos tipos puros apenas escaparán a la sospecha de estar deducidos de la teoría de la libido.
Empero, uno se siente sobre el terreno seguro de la experiencia si ahora se vuelve hacia los
tipos mixtos, que se presentan a la observación con mucho mayor frecuencia que los puros.
Estos nuevos tipos, el erótico-compulsivo, el erótico-narcisista y el narcisista-compulsivo,
parecen permitir de hecho una buena clasificación de las estructuras psíquicas individuales, tal
como las hemos conocido por el análisis. Si perseguimos estos tipos mixtos llegamos a
cuadros de carácter familiares desde hace mucho tiempo. En el tipo erótico-compulsivo, el
hiperpoder de la vida pulsional parece limitado por el influjo del superyó; la dependencia
simultánea de objetos humanos recientes y de los relictos de los progenitores, educadores y
modelos alcanza en esté tipo el máximo grado. El erótico narcisista es acaso aquel que debe
considerarse el más frecuente. Reúne opuestos que pueden moderarse recíprocamente en su interior; comparándolo con los otros dos tipos eróticos, uno puede aprender en él que agresión y actividad van unidas al predominio del narcisismo. Por último, el tipo narcisista-compulsivo produce la variante de mayor valía cultural, pues a la independencia externa y al respeto por los reclamos de la conciencia moral aúna la aptitud para el quehacer vigoroso, y refuerza al yo frente al superyó.
Alguien podría creer que haría una broma preguntando por qué no se menciona aquí otro tipo
mixto teóricamente posible, a saber, el erótico-compulsivo-narcisista. Pero la respuesta a esa
broma es seria: porque semejante tipo ya no sería tal, sino que significaría la norma absoluta, la
armonía ideal. Aquí uno se percata de que el fenómeno del tipo se engendra justamente porque
de las tres principales aplicaciones de la libido dentro de la economía anímica se favoreció a
una o dos a expensas de las restantes.
También puede preguntarse cuál es el nexo de esos tipos libidinosos con la patología, si algunos están particularmente dispuestos a pasar a la neurosis y, en tal caso, cuáles llevan a sendas formas. La respuesta será que la formulación de estos tipos libidinosos no arroja nueva luz sobre la génesis de las neurosis. Según el testimonio de la experiencia, todos ellos son viables sin neurosis. Los tipos puros, con la indiscutible hipergravitación de una sola instancia anímica, parecen tener la mayor perspectiva de presentarse como cuadros de carácter puros, mientras que de los tipos mixtos se podría esperar que ofrecieran un terreno más propicio a las condiciones de la neurosis. No obstante, yo opino que no se debería decidir acerca de esas constelaciones sin una cuidadosa demostración especial.
Que los tipos eróticos den por resultado una histeria en caso de enfermedad, así como los tipos
compulsivos una neurosis obsesiva, parece fácil de colegir, pero forma parte de la incerteza
recién destacada. Los tipos narcisistas, que a pesar de su independencia en los otros campos
están expuestos a la frustración por el mundo exterior, contienen una particular disposición a la
psicosis, a la vez que conllevan también condiciones esenciales de la criminalidad.
Las condiciones etiológicas de las neurosis, como es sabido, no se disciernen todavía con
certeza. Los ocasionamientos de la neurosis son frustraciones y conflictos internos, conflictos
entre las tres grandes instancias psíquicas, conflictos dentro de la economía libidinal a
consecuencia de la disposición bisexual, entre los componentes pulsionales eróticos y los
agresivos. En cuanto a qué es lo que vuelve patógenos a estos procesos que pertenecen al decurso psíquico normal, la psicología de las neurosis está empeñada en averiguarlo.
Notas:
1- [Freud había esbozado esta clasificación en tipos en El malestar en la cultura (1930a), AE, 21, pág. 83.]
2- [Cf. El porvenir de una ilusión (1927c), AE, 21, pág, 11.]