Tres ensayos de teoría sexual (1905): Las metamorfosis de la pubertad, El problema de la excitación sexual

Las metamorfosis de la pubertad: El problema de la excitación sexual

Nos han quedado enteramente sin esclarecer tanto el origen como la naturaleza de la tensión
sexual que, a raíz de la satisfacción de zonas erógenas, se engendra al mismo tiempo que el
placer (1). La conjetura más obvia, a saber, que esta tensión resulta de algún modo del placer mismo, no sólo es en sí muy improbable; queda invalidada por el hecho de que el placer máximo, el unido a la expulsión de los productos genésicos, no produce tensión alguna; al contrario, suprime toda tensión. Por tanto, placer y tensión sexual sólo pueden estar relacionados de manera indirecta.

Papel de las sustancias sexuales.

Además del hecho de que normalmente sólo la descarga de las sustancias sexuales pone fin a
la excitación sexual, tenemos todavía otros asideros para vincular la tensión sexual con los
productos sexuales. Cuando se lleva una vida continente, el aparato genésico suele
descargarse de sus materiales por las noches en períodos variables, pero no carentes de toda
regla. Ello ocurre con una sensación de placer y en el curso de la alucinación onírica de un acto
sexual. En vista de este proceso -la polución nocturna- parece difícil dejar de entender la tensión
sexual, que sabe hallar el atajo alucinatorio en sustitución del acto, como una función de la
acumulación de semen en el reservorio para los productos genésicos. En el mismo sentido
hablan las experiencias que se hacen sobre el agotamiento del mecanismo sexual. Cuando la
reserva de semen está vacía, no sólo es imposible la ejecución del acto sexual; fracasa también la estimulabilidad de las zonas erógenas, cuya excitación, por más que sea la apropiada, ya no es capaz de provocar placer alguno. Al pasar, nos enteramos de que cierta medida de tensión sexual es indispensable basta para la excitabilidad de tales zonas.
Así nos vemos llevados a una hipótesis que, si no ando equivocado, está bastante difundida: la
acumulación de los materiales sexuales crea y sostiene a la tensión sexual; ello se debe tal vez
a que la presión de estos productos sobre la pared de sus receptáculos tiene por efecto
estimular un centro espinal; el estado de este es percibido por un centro superior,
engendrándose así para la conciencia la conocida sensación de tensión. Si la excitación de
zonas erógenas aumenta la tensión sexual ello sólo puede deberse a que tienen una prefigurada conexión anatómica con esos centros, elevan el tono mismo de la excitación y, cuando la tensión es suficiente, ponen en marcha el acto sexual, pero cuando no lo es incitan la
producción de las sustancias genésicas (2).
Los puntos débiles de esta doctrina, que encontramos, por ejemplo, en la exposición que hace Krafft-Ebing de los procesos sexuales, residen en lo siguiente: creada para explicar la actividad genésica del hombre maduro, toma poco en cuenta tres situaciones cuyo esclarecimiento debería brindar al mismo tiempo. Son las situaciones de los niños, de las mujeres y de los varones castrados. En ninguno de esos tres casos puede hablarse de una acumulación de
productos genésicos en el mismo sentido que en el hombre, lo cual estorba la aplicación sin
tropiezos del esquema; empero, debe admitirse sin más que sería posible hallar ciertos
expedientes a fin de subordinarle también estos casos. De cualquier modo, queda en pie la
advertencia de que no debernos atribuir a la acumulación de productos genésicos operaciones
de las que no parece capaz.
Apreciación de las partes sexuales internas.
Las observaciones de varones castrados parecen corroborar que la excitación sexual es, en
grado notable, independiente de la producción de sustancias genésicas. Si bien la regla es que
la operación menoscabe su libido, y ese es el motivo por el cual se la practicó, en ocasiones
ello no sucede. Por otro lado, hace mucho se sabe que enfermedades que aniquilaron la
producción de las células genésicas masculinas dejaron intactas la libido y la potencia del
individuo ahora estéril (3). Por eso en modo alguno es tan asombroso como lo
supone C. Rieger [1900] que la pérdida de las glándulas genésicas masculinas en la madurez
pueda no tener mayor influencia sobre la conducta anímica del individuo (4). Es
cierto que la castración practicada a una tierna edad, antes de la pubertad, se aproxima por su
efecto a la meta de suprimir los caracteres sexuales; pero en tal caso, además de la pérdida de
las glándulas genésicas mismas, también podría ser que entrara en cuenta la inhibición del
desarrollo de otros factores, vinculada con esa pérdida.
Teoría Química.
Experiencias hechas con la extirpación de las glándulas genésicas (testículos y ovarios) en
animales, y la implantación alternativa de tales órganos en vertebrados (5), han arrojado por
fin una luz parcial sobre el origen de la excitación sexual y empujado a un plano todavía más
secundario la supuesta importancia de una acumulación de los productos celulares genésicos.
Se ha hecho posible el experimento (E. Steinach) de mudar un macho en una hembra y, a la
inversa, una hembra en un macho, en cuyo proceso la conducta psicosexual del animal varía de acuerdo con los caracteres genésicos somáticos y juntamente con ellos. Ahora bien, esta influencia determinante en lo sexual no debe atribuirse a la contribución de las glándulas genésicas que producen las células específicas (espermatozoides y óvulo), sino a sus tejidos intersticiales, que los autores han destacado por eso con el nombre de «glándulas de la
pubertad». Es muy posible que ulteriores indagaciones revelen que las glándulas de la pubertad
tienen normalmente una disposición andrógina, lo cual daría un fundamento anatómico a la
doctrina de la bisexualidad de los animales superiores. Y desde luego es probable que no sean el único órgano que participa en la excitación y en los caracteres sexuales. Comoquiera que
fuese, este nuevo descubrimiento biológico viene a sumarse a lo que ya hemos averiguado
acerca del papel de la tiroides en la sexualidad. Estamos autorizados a pensar que en el sector
intersticial de las glándulas genésicas se producen ciertas sustancias químicas que, recogidas
por el flujo sanguíneo, cargan de tensión sexual a determinados sectores del sistema nervioso
central. En el caso de sustancias venenosas introducidas en el cuerpo desde fuera, ya
conocemos una trasposición de esa clase, de un estímulo tóxico en un particular estímulo de
órgano. En cuanto al modo en que la excitación sexual se genera por estimulación de zonas erógenas, previa carga del aparato central, y a las combinaciones entre efectos de estímulos puramente tóxicos y fisiológicos, que se producen a raíz de estos procesos sexuales, tales problemas sólo pueden tratarse por vía de hipótesis y no es este el lugar para ocuparnos de
ellos. Bástenos establecer, como lo esencial de esta concepción de los procesos sexuales, la
hipótesis de que existen sustancias particulares que provienen del metabolismo sexual (6). En efecto, esta tesis, en apariencia arbitraria, viene sustentada por una intelección
poco tenida en cuenta, pero digna de la mayor atención. Las neurosis que admiten ser
reconducidas a perturbaciones de la vida sexual muestran la máxima semejanza clínica con los
fenómenos de la intoxicación y la abstinencia a raíz del consumo habitual de sustancias tóxicas
productoras de placer (alcaloides) .

Continúa en ¨Las metamorfosis de la pubertad: La teoría de la libido¨

Notas:
1- Es por demás instructivo que la lengua alemana tome en cuenta, en la acepción de la palabra «Lust», el papel de las excitaciones sexuales preliminares, mencionado en el texto, que simultáneamente ofrecen una cuota de satisfacción y contribuyen a la tensión sexual. «Lust» tiene doble significado, y designa tanto la sensación de la tensión sexual («lch habe Lust» = «Me gustaría», «Siento ganas de») como la de la satisfacción.
2- Hipótesis ya examinada por Freud en su primer trabajo sobre la neurosis de angustia (1895b), AE, 3, pág. 108.
3- Esta oración fue agregada en 1920.
4- En las ediciones anteriores a 1920 figuraba en este punto la siguiente oración, más tarde suprimida: «Porque las glándulas genésicas no constituyen la sexualidad, y las observaciones efectuadas en hombres castrados no hacen sino confirmar lo que mucho antes había demostrado la extirpación de los ovarios: que es imposible anular los caracteres sexuales eliminando dichas glándulas». Asimismo, antes de 1920, en la oración siguiente se leía: « … caracteres sexuales; pero parecería que lo que entra en cuenta aquí no es la pérdida de las glándulas genésicas sino una inhibición … »
5- Cf. la obra de Lipschütz (1919) a la que se hizo referencia
6- En su forma actual, todo el párrafo hasta este punto data de 1920. En la primera edición (1905) y en las dos subsiguientes aparecía en su lugar el siguiente: «La verdad es que no podemos informar nada acerca de la naturaleza de la excitación sexual, sobre todo porque no sabemos a qué órgano u órganos está ligada la sexualidad, puesto que advertimos que hemos sobrestimado la importancia de las glándulas sexuales. Después que sorprendentes descubrimientos nos han enseñado el importante papel de la tiroides en la sexualidad, nos es lícito suponer que el conocimiento de los factores esenciales de esta última es todavía cosa del futuro. Quien experimente la necesidad de llenar esta gran laguna de nuestro conocimiento mediante alguna hipótesis provisional, puede formarse el siguiente cuadro, apoyándose en las sustancias eficaces que se han descubierto en la tiroides: Por la estimulación apropiada de zonas erógenas, así como en las otras situaciones en que nace una coexcitación sexual, una sustancia diseminada por todo el organismo se descompone, y los productos de su descomposición aportan un estímulo específico a los órganos de la reproducción o al centro espinal enlazado con ellos (ya conocemos, en el caso de otras sustancias venenosas introducidas en el cuerpo como algo extraño, una trasposición así de un estímulo tóxico en un particular estímulo de órgano). Todavía no es tiempo de tratar por vía de hipótesis las combinaciones entre efectos de estímulos puramente tóxicos y fisiológicos, que se producen a raíz de los procesos sexuales. Por lo demás, no asigno ningún valor a la hipótesis propuesta, y estaría dispuesto a abandonarla en el acto en favor de alguna otra, siempre que esta conservara su carácter fundamental: la insistencia en el quimismo sexual». – Merece destacarse qué pocas modificaciones debieron introducirse en la hipótesis de Freud por el descubrimiento de las hormonas sexuales, que en realidad él había anticipado no ya en 1905 sino por lo menos en 1896, como puede comprobarse en sus cartas a Fliess del l? de marzo y el 2 de abril de dicho año (Freud, 1950a, Cartas 42 y 44). Volvió a insistir en la importancia del quimismo en su segundo trabajo sobre el papel de la sexualidad en las neurosis (1906a), publicado más o menos simultáneamente con la primera edición de los Tres ensayos. Véanse también sus puntualizaciones al respecto en «Sobre la sexualidad femenina» (1931b), AE, 21, pág. 241.