Obras de S. Freud: Histeria (1888) Sintomatología

Sintomatología

La sintomatología de la «gran histeria», rica en extremo, mas no por ello carente de ley, se compone de una serie de síntomas entre los que se incluyen:

Ataques convulsivos.

Están precedidos por un «aura» peculiar: presión en el epigastrio, opresión en la garganta, martilleo en las sienes, zumbido en los oídos, o partes de este complejo de sensación. Estas sensaciones, llamadas de «aura», aparecen en los histéricos también de manera autónoma o representan por sí solas un ataque. Bien conocido es, sobre todo, el globus hystericus, el sentimiento, referible a un espasmo faríngeo, de una bola que subiría del epigastrio a la garganta. El ataque propiamente dicho muestra, si es completo, tres fases (1). La primera fase, «epileptoide», semeja un ataque epiléptico común, en ocasiones un ataque de epilepsia unilateral; la segunda fase, de los «grands mouvements» muestra movimientos de gran envergadura, como los llamados «movimientos de saludo», posturas en forma de arco (arc de cercle), contorsiones y similares. La fuerza desarrollada a raíz de ello es a menudo enorme; para distinguir estos movimientos de un ataque epiléptico vale puntualizar que los movimientos histéricos son ejecutados siempre con una elegancia y una coordinación que contrastan fuertemente con la tosca brutalidad de los respingos epilépticos. Aun en las más violentas convulsiones histéricas, casi nunca se producen heridas de alguna gravedad. La tercera fase, alucinatoria, del ataque histérico, la de las «attitudes passionelles», se singulariza por posturas y ademanes que corresponden a unas escenas apasionadas que el enfermo alucina y suele acompañar con las palabras correspondientes. Durante todo el ataque la conciencia se puede mantener o perderse; esto último es más frecuente. Ataques de la índole descrita suelen componerse en series, de suerte que el ataque completo puede durar desde varías horas hasta días enteros. A diferencia de lo que ocurre en la epilepsia, el aumento de temperatura es desdeñable. En casos rudimentarios, cualquier fase del ataque o cualquier fragmento de una fase puede aislarse y subrogar por sí solo el ataque. Tales ataques abreviados se encuentran desde luego, con frecuencia muchísimo mayor que los completos. Poseen particular interés los ataques histéricos que en lugar de las tres fases presentan un coma que sobreviene en forma apopléctica, los llamados «attaques de sommeil». Este coma puede asemejarse al dormir natural, o ir acompañado de tal disminución en la actividad respiratoria y circulatoria que se lo tenga por muerte. Se han verificado casos en que tales estados se prolongaron durante semanas y meses; en este dormir continuado, la nutrición corporal disminuye poco a poco, aunque ello no supone peligro mortal. Este síntoma de los ataques, tan característico, falta en aproximadamente un tercio de los histéricos.

Zonas histerógenas.

Estrecha relación con los ataques mantienen las llamadas «zonas histerógenas», lugares hipersensibles del cuerpo cuya estimulación leve desencadena un ataque, el aura del cual suele iniciarse con una sensación proveniente de ese lugar. Estos lugares pueden tener su sede en la piel, en las partes profundas, huesos, mucosas, y hasta en los órganos de los sentidos; son más frecuentes en el tronco que en las extremidades y muestran ciertas predilecciones: por ejemplo, un lugar de la pared abdominal correspondiente a los ovarios en mujeres (y aun en hombres (2)), la coronilla, la región situada bajo el pecho, y en los hombres los testículos y el cordón espermático. A menudo la presión ejercida sobre estos lugares no desencadena la convulsión, sino las sensaciones de aura. Desde algunas de estas zonas histerógenas se puede ejercer también un influjo inhibidor sobre el ataque convulsivo. Por ejemplo, con una presión fuerte en la zona de los ovarios algunas enfermas despiertan del ataque histérico o del dormir histérico. En el caso de estos enfermos se puede prevenir un ataque en cierne si se les hace llevar un cinturón a modo de braguero cuya almohadilla oprima la región de los ovarios.

Las zonas histerógenas son ora numerosas, ora escasas, unilaterales o bilaterales.

Perturbaciones de la sensibilidad.

Son los signos más frecuentes de la neurosis, y los más importantes para el diagnóstico; perduran aun en los períodos de intervalo, y revisten significatividad tanto mayor cuanto que en la sintomatología de las afecciones encefálicas orgánicas las perturbaciones de la sensibilidad desempeñan un papel proporcionalmente menor. Consisten en una anestesia o una hiperestesia, y en materia de extensión y grados de intensidad muestran una libertad máxima, que no se alcanza en ninguna otra enfermedad. Pueden estar afectados de anestesia: piel, mucosas, huesos, músculos y nervios, órganos de los sentidos y vísceras; sin embargo, la anestesia de la piel es la más frecuente. Con respecto a la anestesia histérica de la piel, todas las variedades de sensación en la piel pueden disociarse y mostrar un comportamiento por entero independiente unas de otras. La anestesia puede ser total, o afectar sólo la sensibilidad para el dolor (analgesia, que es la más habitual), o sólo la sensación de temperatura, de presión o de electricidad, o bien las sensaciones musculares. La única posibilidad que no se presenta en la histeria es el deterioro exclusivo de la sensibilidad táctil, conservándose las restantes cualidades. En cambio, a veces ocurre que meras sensaciones táctiles producen una impresión dolorosa (alphalgesia). La anestesia histérica suele ser de grado tan alto que la más intensa faradización de troncos nerviosos no origina ninguna reacción sensible. En cuanto a su extensión, la anestesia puede ser total, y aquejar -en casos raros- a toda la superficie de la piel y a la mayoría de los órganos sensoriales; más a menudo, empero, consiste en una hemianestesia semejante a la producida por lesión de la cápsula interna; pero se distingue de la hemianestesia debida a una afección orgánica porque por lo común rebasa en alguna parte la línea medía -p. ej., abarca la lengua, la laringe o los genitales en su totalidad- y porque los ojos no son alcanzados en la forma de la hemianopsia, sino como ambliopía o amaurosis de un ojo.

Además, la hemianestesia histérica tiene una libertad mayor en su forma de distribución; a veces, un órgano de los sentidos u otro órgano del lado anestésico se sustrae por completo de la anestesia; por añadidura, cualquier lugar sensible dentro del cuadro de la hemianestesia puede ser subrogado por el lugar simétrico del otro lado (transfert {trasferencia} espontánea.

Por último, la anestesia histérica puede presentarse en focos dispersos, ser unilateral o bilateral, o aparecer meramente en ciertas zonas, monopléjica en las extremidades o en forma de parche sobre órganos internos afectados (laringe, estómago, etc.).

En todos estos nexos puede ser subrogada por una hiperestesia. En la anestesia histérica, los reflejos sensibles p. ej., los reflejos conjuntival, estornutatorio y faríngeo están por lo común disminuidos; en cambio, se conservan los reflejos de la córnea y la glotis, de importancia vital.

Los reflejos vasomotores y la dilatación de las pupilas por estimulación de la piel no son perturbados ni aun en caso de anestesia grave de esta. La anestesia histérica es en general un síntoma que tiene que ser examinado por el médico, pues aunque su extensión e intensidad sean muy grandes suele escapar por completo a la percepcíón del enfermo. Como diferencia respecto de las anestesias orgánicas, cabe destacar que la perturbación histérica de la sensibilidad por regla general no estorba a los enfermos en ninguna de sus actividades motrices. Los lugares de la piel histéríco-anestésicos a menudo son isquémicos, no sangran si se los punza. Empero, esta es sólo una complicación, y no una condición necesaria de la anestesia. Artificialmente es posible separar entre sí ambos fenómenos. A menudo existe una relación recíproca entre anestesia y zonas histerógenas, como si toda la sensibilidad de una gran parte del cuerpo se hubiera comprimido en una sola zona. Las perturbaciones de la sensibilidad son aquellos síntomas sobre los cuales se puede fundamentar el diagnóstico de histeria aun en las formas más rudimentarias. En la Edad Media, el descubrimiento de lugares anestésicos y no sangrantes (stigmata diaboli) se consideraba prueba convincente de brujería.

Perturbaciones de la actividad sensorial.

Pueden afectar a todos los órganos de los sentidos, y presentarse de manera simultánea con alteraciones de la sensibilidad de la piel o independientemente de estas. La perturbación histérica de la visión consiste en una amaurosis unilateral o ambliopía, o en una ambliopía bilateral, nunca en una hemianopsia. Sus síntomas son: fondo de ojo normal, cancelación del reflejo conjuntivo (debilitamiento del reflejo de la córnea), estrechamiento concéntrico del campo visual, reducción del sentido de la luz y acromatopsia. A raíz de esta última, se pierde primero la sensación del violeta, y las que más persisten son las sensaciones del rojo y el azul. Los fenómenos no responden a ninguna de las teorías sobre la ceguera para los colores; las diversas sensaciones de color se comportan de manera independiente entre sí. A menudo se trata de perturbaciones de la acomodación, y de falsas inferencias extraídas de ellas. Los objetos cobran diferente magnitud según se los acerque al ojo o se los aleje de él, y se los ve duplicados o multiplicados (diplopía monocular con macropsia y micropsia). La sordera histérica rara vez es bilateral; casi siempre va unida más o menos completamente a una anestesia del pabellón de la oreja, del conducto auditivo externo y aun del tímpano. También en caso de perturbación histérica del gusto y el olfato se descubre por lo general una anestesia de la piel correspondiente al órgano sensorial respectivo. Parestesias e hiperestesias de los órganos sensoriales inferiores son frecuentes en los histéricos; a veces hay un extraordinario refinamiento de la actividad sensorial, sobre todo del olfato y la audición.

Parálisis.

Las parálisis histéricas son más raras que las anestesias, y casi siempre están acompañadas de anestesia de la parte del cuerpo paralizada; en afecciones orgánicas, en cambio, predominan las perturbaciones de la motilidad, que aparecen independientemente de una anestesia. Las parálisis histéricas no toman para nada en consideración el edificio anatómico del sistema nervioso, que, como es sabido, se traduce de la manera más nítida en la distribución de las parálisis orgánicas (3). Sobre todo, no existen parálisis histéricas equiparables a lis parálisis periféricas lacialis, radialis y serratus, o sea, que afecten a grupos de músculos, o a músculos y piel, en las conjunciones que son establecidas por una inervación anatómica común a ellos. Las parálisis histéricas sólo son comparables a las corticales, pero se distinguen de ellas por una serie de rasgos. Existe una hemiplejía histérica que empero, sólo afecta al brazo y la pierna del mismo lado. No hay una parálisis facial histérica; a lo sumo, junto a la parálisis de las extremidades aparece un espasmo de los músculos faciales y de la lengua, que se establece ora del lado de la parálisis, ora del contrapuesto, y se exterioriza, entre otras cosas, por una desviación excesiva de la lengua. Otro carácter diferenciador de la hemiplejía histérica reside en que la pierna paralizada no se mueve describiendo círculos en la articulación de la cadera sino que es arrastrada como un apéndice muerto. La hemiplejía histérica va unida en todos los casos a una hemianestesia, en la mayoría de los casos muy acusada. Además, en la histeria hallamos paralíticos un brazo o una pierna por sí, o ambas piernas (paraplejía). En este último caso puede presentarse, junto a la anestesia de las piernas, una parálisis intestinal y vesical, con lo cual el cuadro clínico se asemeja mucho al de una paraplejía espinal. La parálisis puede extenderse, no ya a una extremidad íntegra, sino a fragmentos de ella: mano, hombros, codos, etc. En todo esto no se produce preferencia alguna por la porción terminal del miembro, no obstante que uno de los caracteres de la parálisis orgánica es que siempre se acusa de manera más nítida en la porción distal que en las proximales. A raíz de una parálisis parcial de una extremidad, la anestesia suele presentar los mismos límites que la parálisis, y está circunscrita por circunferencias perpendiculares al eje longitudinal del miembro. En las parálisis histéricas de las piernas, el triángulo de piel entre los músculos glúteos, correspondiente al sacro, escapa a la anestesia. En todas estas parálisis, no importa cuánto duren, faltan los fenómenos de la degeneración descendente; con frecuencia hay un alto grado de flaccidez muscular, la conducta de los reflejos es inconstante; por su parte, las extremidades paralizadas pueden atrofiarse, y de hecho sufren una atrofia que se desarrolla con mucha rapidez, llega pronto a la detención y no está acompañada por alteración alguna de la excitabilidad eléctrica. A la parálisis de las extremidades corresponde agregar la afasia histérica, la mudez en sentido estricto, que consiste en la incapacidad para pronunciar un sonido articulado o [incluso] para ejecutar movimientos fonatorios implícitos. Siempre va acompañada de afonía, que también se presenta por sí sola; en ella se mantiene, y aun se acrecienta, la capacidad de escribir. Las restantes parálisis motrices de la histeria ya no se dejan referir a partes del cuerpo, sino sólo a funciones; por ejemplo, la astasia y la abasia (incapacidad de mantenerse en pie y de caminar), que ocurren no obstante conservarse la sensibilidad de las piernas así como la fuerza tosca de ellas, y persistir la posibilidad de ejecutar todos los movimientos en posición horizontal. Esta división entre las funciones y sus músculos no se observa en caso de haber lesiones orgánicas. Todas las parálisis histéricas se singularizan por ser de gran intensidad y no obstante, poder circunscribirse a una determinada parte del cuerpo, mientras que las parálisis orgánicas por lo general se extienden a un ámbito mayor cuando su intensidad se acrecienta.

Contracturas.

En formas más graves de histeria hay una inclinación general de la musculatura a responder con una contractura a estímulos leves (diathèse de contracture). La mera aplicación de una venda de Esmarch puede bastar para ello. Semejantes contracturas a menudo sobrevienen también en casos menos graves, y en los más diversos músculos. En las extremidades se singularizan por su excesiva magnitud y pueden producirse en cualquier postura, no explicable por una estimulación de troncos nerviosos singulares. Son enormemente tenaces; a diferencia de las contracturas orgánicas, no ceden mientras se duerme; y su intensidad no varía por obra de la excitación, la temperatura, etc. Sólo aflojan en narcosis muy profunda, para restablecerse con toda su magnitud tras el despertar. En los restantes órganos, tanto de los sentidos como vísceras, las contracturas musculares son muy frecuentes y, en una serie de casos, constituyen el mecanismo por el cual en las parálisis se cancela la función. También la tendencia a los espasmos clónicos está muy acrecentada en la histeria.

Caracteres generales.

La sintomatología histérica posee una serie de caracteres generales cuyo conocimiento es significativo tanto para el diagnóstico como para la concepción de esta neurosis. Los fenómenos histéricos tienen preferentemente el carácter de lo excesivo: un dolor histérico es descrito por el enfermo como doloroso en grado máximo; una anestesia y una parálisis fácilmente pueden volverse absolutas; una contractura histérica opera el máximo de contracción de que un músculo es capaz. Y a todo esto, cada síntoma puede presentarse por así decir aislado: anestesias y parálisis no van acompañadas por los fenómenos generales que en los casos de lesiones orgánicas atestiguan la afección encefálica, y que por su significación eclipsan, en general, a los síntomas focales. junto al lugar de la piel de insensibilidad absoluta, se encuentra también uno de sensibilidad absolutamente normal; y junto a un brazo paralizado, una pierna enteramente intacta del mismo lado. Es particularmente característica de la histeria la conjunión entre un desarrollo máximo de la perturbación y su más tajante deslinde; además, los síntomas histéricos son móviles de una manera que de antemano refuta toda conjetura de lesión materia Esta movilidad de los síntomas sobreviene de manera espontánea (p. ej., tras ataques convulsivos que suelen alterar la distribución de parálisis y anestesias o cancelarlas), o bien por influjo artificial ejercido con los medios llamados astesiógenos, como la electricidad, la aplicación de metales, el uso de estímulos sobre la piel, de magnetos, etc. Este último influjo parece tanto más notable cuanto que un sistema nervioso histérico exterioriza, como, regla, gran resistencia a todo influjo químico por medicación interna, y reacciona de manera directamente anómala frente a narcóticos como la morfina y el clorhidrato. Entre los medios capaces de remover síntomas histéricos cabe destacar, en particular, el influjo de la excitación y de la sugestión hipnótica, esta última porque apunta de manera directa al mecanismo de una perturbación histérica y no puede ser sospechosa de ejercer influjos que no sean psíquicos. En el desplazamiento de síntomas histéricos se destacan algunas llamativas constelaciones.

Mediante intervenciones «astesiógenas» es posible trasferir (übertragen} una anestesia, parálisis, contractura, temblor, etc., sobre el lugar simétrico de la otra mitad del cuerpo (transfert (4)), al tiempo que se normaliza el lugar originariamente afectado. Así, en la histeria se comprueba la relación simétrica que, por otra parte, también desempeña un papel somero en el estado fisiológico -así como, en verdad, las neurosis no crean nada nuevo, sino que sólo desarrollan y exageran unas relaciones fisiológicas-. Otro carácter, importante en extremo, de las afecciones histéricas es que de ningún modo ofrecen un reflejo de la constelación :anatómica del sistema nervioso. Se puede decir que, acerca de la doctrina sobre la estructura del sistema nervioso, la histeria ignora tanto como nosotros mismos antes que la conociéramos (5). Como es sabido, los síntomas de afecciones orgánicas espejan la anatomía del órgano central y son las más confiables fuentes para nuestras noticias sobre este último.

Por eso se debe rechazar la idea de que habría en la base de la histeria una posible perturbación orgánica, y tampoco es lícito invocar como causa de perturbaciones histéricas unos influjos vasomotores (espasmos vasculares). Un espasmo vascular es una alteración esencialmente orgánica cuyo efecto es comandado por unas constelaciones anatómicas, y se distingue de una embolia, por ejemplo, sólo por no generar una alteración permanente.

Junto a los síntomas físicos de la histeria cabe anotar una serie de perturbaciones psíquicas, en las que ciertamente algún día se descubrirán las alteraciones características de esta enfermedad, pero cuyo análisis apenas ha sido abordado hasta ahora. Se trata de alteraciones en el decurso y en la asociación de, representaciones, de inhibiciones de la actividad voluntaria, de acentuación y sofocación de sentimientos, etc., que se resumirían, en general, como unas modificaciones en la distribución normal, sobre el sistema nervioso, de las magnitudes de excitación estables. Una psicosis, en el sentido que le dan los psiquiatras, no pertenece a la histeria, pero puede desarrollarse sobre la base del status histérico, y en tal caso se la debe concebir como una complicación. Lo que popularmente se suele calificar de «temperamento histérico» -la inconstancia de la voluntad, los cambios de talante, el acrecentamiento de la excitabilidad con relajación de todos los sentimientos altruistas- puede presentarse en la histeria, pero no es absolutamente necesario para su diagnóstico. Existen histerias graves en las que falta por completo una alteración psíquica de esa índole; muchos de los enfermos que pertenecen a esa clase se cuentan entre las personas más amables, de voluntad más firme y mente más clara, y sienten nítidamente las exteriorizaciones de su enfermedad como algo ajeno a su ser. Los síntomas psíquicos tienen su significatividad para el cuadro total de la histeria, pero no son más constantes que los síntomas fís icos tomados por separado, los estigmas. En cambio, las alteraciones psíquicas, que es preciso postular como base del status histérico, se despliegan por entero en el ámbito de la actividad encefálica inconciente, automática. Quizá quepa destacar todavía que en la histeria el influjo de procesos psíquicos sobre los procesos físicos del organismo está acrecentado (como en todas las neurosis), y que el enfermo de histeria trabaja con un excedente de excitación en el sistema nervioso, el cual se exterioriza ora inhibiendo, ora estimulando, y es desplazado con gran libertad dentro del sistema nervioso. (6)

La histeria se debe considerar como un status, una diátesis nerviosa, que de tiempo en tiempo produce estallidos. La etiología del status hystericus ha de buscarse por entero en la herencia: los histéricos están siempre dispuestos por herencia a unas perturbaciones de la actividad nerviosa, y entre sus parientes se encuentran epilépticos, enfermos psíquicos, tábicos, etc.

También se observa una trasferencia hereditaria directa de la histeria, que, por ejemplo, está en la base de la aparición de histeria en muchachos (por herencia materna). Todos los otros factores ocupan un segundo plano frente a la herencia, y desempeñan el papel de unas causas ocasionales cuyo significado se suele sobrestimar en la práctica (7). Sin embargo, las causas accidentales de la histeria son importantes, puesto que desencadenan la emergencia de estallidos histéricos, de histerias agudas. Como factores aptos para propender al desarrollo de una predisposición histérica, cabe mencionar: educación afeminadora (histeria en hijos únicos), despertar prematuro de la actividad intelectual en niños, excitaciones frecuentes y violentas.

Todos estos influjos son igualmente aptos para hacer madurar neurosis de otra índole (p. ej., neurastenia), de suerte que en esto resalta el decisivo influjo de la predisposición hereditaria.

Como factores que producen estallidos de afección histérica aguda, corresponde consignar: traumas, intoxicaciones (plomo, alcohol), preocupaciones, emociones, enfermedades agotadoras y, en suma, todo cuanto sea capaz de ejercer un vigoroso efecto nocivo. Otras veces, unos estados histéricos se desarrollan a menudo con ocasiones ínfimas u oscuras, Por lo que atañe al influjo predominante, tantas veces aseverado, de unas anormalidades de la esfera sexual sobre la génesis de la histeria, es preciso decir que su significatividad suele sobrestimarse. En primer lugar, se halla histeria en niñas y niños sexualmente inmaduros, y por otra parte la neurosis aparece también con todos sus signos distintivos en el sexo masculino, sólo que es muchísimo más rara en este (1:20). Además, se ha observado histeria con insuficiencia total de los genitales, y todo médico habrá visto una serie de casos de afección histérica en mujeres cuyos genitales no mostraban ninguna clase de alteración anatómica -y, a la inversa, la mayoría de las mujeres con afecciones en los genitales no padecen de histeria-.

No obstante, se debe admitir que unas constelaciones funcionales relativas a la vida sexual desempeñan un gran papel en la etiología de la histeria (así como de todas las otras neurosis), y ello a causa de la elevada significatividad psíquica de esta función, en particular en el sexo femenino. El trauma es una causa ocasional frecuente de afecciones histéricas, en doble dirección: en primer lugar, un fuerte trauma corporal, acompañado de terror y parálisis momentánea de la conciencia, despierta una predisposición histérica inadvertida hasta entonces; y, en segundo lugar, por convertirse la parte del cuerpo afectada por el trauma en sede de una histeria local. Así por ejemplo, en ciertos histéricos, tras un accidente con leve contusión de una mano, se desarrolla una contractura de esta mano o, bajo condiciones análogas, una coxalgia dolorosa, etc. Tener noticia sobre estas pertinaces afecciones posee el máximo valor para los cirujanos, cuya intervención en tales circunstancias sólo puede ser nociva. No siempre es fácil el diagnóstico diferencial de estos estados, en particular en el caso de las afecciones articulatorias. Los estados provocados por traumas generales graves (accidentes ferroviarios y similares), conocidos como «railway spine» y «railway brain» (8),» son concebidos por Charcot como histeria, en lo cual concuerdan autores norteamericanos cuya autoridad en esta materia es indiscutible. Esos estados suelen presentar el aspecto más sombrío y grave, van unidos a una depresión y una desazón melancólica, y al menos en una serie de casos muestran combinación de síntomas histéricos con neurasténicos y orgánicos.

Charcot ha demostrado también que la encefalopatía del saturnismo pertenece a la histeria, y que muchas anestesias de los alcohólicos no constituyen una afección particular, sino que son síntomas de histeria. A pesar de ello, se opone a postular otras tantas subvariedades de histeria (traumática, alcohólica, de saturnismo, etc.); sostiene que la histeria es siempre la misma, sólo que es despertada por diferentes causas ocasionales. También en una sífilis reciente se ha observado un estallido de síntomas histéricos.

Nota:
1- [Habitualmente, Charcot menciona cuatro fases de los grandes ataques histéricos. Véase, por ejemplo, «Sobre la teoría del ataque histérico» (1940d), y la misma «Comunicación preliminar» (1893a), AE, 2, pág. 39. No siempre Charcot las separa en forma definida, omitiendo a veces la cuarta fase (la del «delirio terminal). Véase, por ejemplo, en obras traducidas por Freud, estas dos descripciones distintas: «cuatro períodos agudamente diferenciados» (Freud, 18861, pág, 212), y «toda la serie de las tres fases» (Freud, 1892-94, pág. 135).]
2- [a «Observación de un caso severo de hemianestesia en un varón histéríco» (1886d)]
3- [Esta sección guarda correspondencia con el tema principal abordado por Freud en su trabajo en francés sobre las parálisis orgánicas e histéricas (1893c), probablemente escrito en su mayor parte en el mismo año que el presente artículo, aunque se publicó cinco años después. Véase mi «Nota introductoria» a dicho trabajo]
4- [Sobre este fenómeno, véase el prólogo a la traducción de Bernheirn, De la suggestion … (Freud, 1888-89)]
5- [Una réplica casi literal de esta oración es uno de los famosos enunciados del trabajo en francés]
6- [Las concepciones contenidas en este párrafo, acerca de la importancia de la distribución de las magnitudes de excitación en el sistema nervioso, son corrientes en los escritos freudianos de esta época. (Véase, por ejemplo, los últimos párrafos de su prólogo a la traducción de Bernheim (Freud, 1888-89). Esta oración final, donde nos dice que un excedente de excitación puede manifestarse como inhibidor o como estimulante, parece anticipar el «principio de constancia».]
7- [El presente pasaje es una mera enunciación de las opiniones de Charcot, con su hincapié en la herencia, su doctrina de la «famille névropathique» y su relegación de todos los demás factores a la categoría de «agents provocateurs». No pasarían muchos años antes de que Freud atacara estas opiniones; lo hizo, verbigracia, en las notas que agregó a su traducción de las Leçons du mardi de Charcot (Freud, 1892-94); en su nota necrológica a Charcot (Freud, 1893f), AE, 3, págs. 22-3, y, por último, en su trabajo en francés sobre «La herencia y la etiología de las neurosis» (1896a), AE. 3. págs. 139 y sigs.]
8- [Cf. «Informe sobre mis estudios en París y Berlín» (1956a),]