Carta 56 (17 de enero de 1897)
¿Qué dirías, por otra parte, si te señalara que toda mi nueva historia primordial de la histeria era cosa ya consabida y publicada cientos de veces, y aun varios siglos atrás? ¿Te acuerdas que siempre dije que la teoría de la. Edad Media y de los tribunales eclesiásticos sobre la posesión era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y la escisión de la conciencia? Pero, ¿por qué el diablo, tras posesionarse de esas pobres, comete con ellas unas lascivias de las más asquerosas? ¿Por qué las confesiones en el potro son tan semejantes a las comunicaciones de mis pacientes en el tratamiento psíquico? Pronto me sumergiré en la bibliografía sobre este tema. Las crueldades permiten además comprender algunos síntomas de la histeria, hasta ahora oscuros. Los alfileres, que salen a la luz por los más raros caminos; las agujas, por causa de las cuales las pobres se dejan desollar los pechos y que no se ven con rayos X, pero sí se encuentran en la historia de seducción. [ … ]
Ahora los inquisidores vuelven a punzar con agujas para hallar los stigmata díaboli, y dentro de esa situación semejante, a las víctimas se les ocurre en imágenes poéticas (apoyadas quizá por unos disfraces del seductor) la vieja y cruel historia. Así, no sólo las víctimas, también los verdugos se acordarían de su primera infancia.