Carta 72 (27 de octubre de 1897)
He podido encarrilar todos mis casos algo enmaraados mediante un pensamiento sobre la resistencia, de suerte que ahora avanzan satisfactoriamente. La resistencia que termina por rehusar el trabajo {anal tico) no es otra cosa que el antiguo carcter del ni o, el carcter degenerativo que se ha desarrollado o se habr a desarrollado a raz de aquellas vivencias que uno halla como concientes en los casos llamados degenerativos, car cter que aqu, empero, tiene sobre s un estrato superpuesto por obra del desarrollo-represin. Mediante el trabajo yo lo exhumo, l se revuelve; el hombre al comienzo tan noble y leal se pone vulgar, mentiroso o desafiante, un simulador, hasta que yo se lo digo y as hago posible superar ese car cter. De ese modo, la resistencia se me ha vuelto palpable como cosa concreta {sachlich}, y yo querra tener ya, en lugar del concepto de represi n, la cosa concreta {Sache} que tras l se esconde.
Este car cter infantil se desarrolla en la poca de la a oranza, luego que el nio est sustrado de las vivencias sexuales. La a oranza es el principal rasgo de carcter de la histeria, como la anestesia actual (si bien s lo de manera facultativa) es su sntoma principal. Durante el mismo per odo de la aoranza son plasmadas las fantas as y (de manera regular?) se cultiva la masturbacin, que luego cede a la represi n. Si no cede, justamente no se genera histeria alguna; la descarga de la excitacin sex ual cancela en buena parte la posibilidad de la histeria.
Acerca de diversos movimientos compulsivos, se me ha vuelto claro que significan un sustituto de los movimientos masturbatorios abandonados.