Carta 101 (3 y 4 de enero de 1899)
Primero: he conquistado un pequeño fragmento de autoanálisis, y me corrobora que las fantasías son productos de épocas posteriores, proyectadas hacia atrás, desde el presente respectivo hasta la primera infancia; y el camino por el cual ello acontece ha resultado ser, de nuevo, una conexión-palabra.
A la pregunta por lo que ocurrió en la primera infancia, la respuesta reza: Nada, pero había ahí un germen de moción sexual. La cosa sería linda y redonda para contarla, pero escribirla demandaría medio pliego, y entonces queda para el congreso de Pascuas junto a otras noticias sobre mi historia de juventud.
En segundo lugar: he asido un nuevo elemento psíquico que considero de universal sustantividad y concibo como un grado previo del síntoma (incluso anterior a la fantasía).
(4 de enero.) Ayer estaba fatigado y hoy no puedo seguir escribiendo en la dirección intentada, porque la cosa crece. En torno de eso hay algo. Eso despunta. Seguramente en los próximos días se agregará algo más. Te escribiré, pues, cuando se haya vuelto trasparente. Sólo te revelaré que el esquema del sueño es susceptible de la más universal aplicación, que en el sueño reside efectivamente, al mismo tiempo, la clave para la histeria. Ahora comprendo, también, por qué no he concluido [el libro sobre] el sueño, a pesar de mis empeños. Si aguardo un trecho, podré exponer el proceso psíquico en el sueño de suerte que incluya el proceso que sobreviene a raíz de la formación histérica de síntoma. Esperemos, pues.