Introducción del «yo»
Ahora bien, de hecho, con el supuesto de la «atracción de deseo» y de la inclinación a reprimir hemos tocado ya un estado de ψ aún no elucidado; en efecto, estos dos procesos indican que en ψ se ha formado una organización cuya presencia perturba decursos que la primera vez se consumaron de manera definida [o sea, acompañados de satisfacción o de dolor]. Esta organización se llama el «yo», y se la puede figurar fácilmente si se reflexiona en que la recepción, repetida con regularidad, de Qη endógenas en neuronas definidas (del núcleo), y el efecto facilitado que de ahí parte, darán por resultado un grupo de neuronas que está constantemente investido , y por tanto corresponde al portador del reservorio requerido por la función secundaria. Cabe entonces definir al yo como la totalidad de las respectivas investiduras ψ, en que un componente permanente se separa de uno variable. Como se intelige con facilidad, las facilitaciones entre neuronas ψ, como unas posibilidades de indicar al yo alterado por dónde habrá de ampliarse en los momentos que siguen, pertenecen también al patrimonio del yo.
Mientras que el afán de este yo tiene que ser librar sus investiduras por el camino de la satisfacción, ello sólo puede acontecer influyendo él sobre la repetición de vivencias de dolor y de afectos, por el siguiente camino, que en general se define como el de la inhibición.
Una Qη que desde alguna parte irrumpa dentro de una neurona se propagará siguiendo la barrera-contacto de máxima facilitación, y provocará una corriente dirigida hacia ahí. Dicho con más exactitud: la corriente Qη se distribuirá por las diversas barreras-contacto en proporción inversa a la resistencia, y toda vez que una barrera-contacto sea alcanzada por un cociente que esté por debajo de su resistencia, prácticamente nada atravesará por ahí. Para cada Qη dentro de la neurona esta proporción fácilmente se puede plasmar de manera diversa, toda vez que se generen cocientes que sobrepujen el umbral de otras barreras-contacto. Así, el decurso es dependiente de unas Qη y de la proporción entre las facilitaciones. Pero hemos tomado conocimiento del tercer poderoso factor . Si una neurona contigua es investida simultáneamente, esto produce el mismo efecto que una facilitación temporaria de las barreras-contacto situadas entre ambas y modifica el decurso, que de otro modo se habría dirigido por una barrera-contacto f acilitada. Una investidura colateral es entonces una inhibición para el decurso de Qη . Representémonos al yo como una red de neuronas investidas, bien facilitadas entre sí, de la siguiente manera: Una Qη que desde fuera ( Φ ) penetra en [la neurona] a, y que en ausencia de influjo habría ido hacia la neurona b, es influida de tal modo por la investidura colateral en a, α , que sólo libra hacia b un cociente, y eventualmente no llega nada a b. Por tanto, si existe un yo, por fuerza inhibirá procesos psíquicos primarios.
Ahora bien, esa inhibición es una neta ventaja para ψ . Supongamos que a sea un recuerdo hostil, b una neurona llave para el displacer; entonces, primariamente, sí a despierta se desprenderá displacer, un displacer que quizá carezca de finalidad, o al menos carezca de ella por su monto total. Con un efecto inhibitorio desde α, el desprendimiento de displacer será muy escaso, y al sistema de neuronas, sin perjuicio ulterior, se le ahorrará el desprendimiento y la descarga de Q. Uno puede ahora imaginar fácilmente que, con auxilio de un mecanismo que oriente la atención del yo sobre la adviniente investidura nueva de la imagen-recuerdo hostil, el yo consiga, mediante una vasta investidura colateral -que si es necesario se puede reforzarinhibir el decurso que va de la imagen-recuerdo al desprendimiento de displacer. Y aun, si uno supone que el desprendimiento inicial de Qη -displacer es recibido por el yo mismo, se tiene ahí la fuente para el gasto de que ha menester el yo para su investidura colateral inhibidora.
Entonces, la defensa primaria será tanto más intensa cuanto más intenso sea el displacer.