Perturbación de pensar por el afecto
Hemos debido admitir que la perturbación del proceso psíquico normal tenía dos condiciones:
1) que el desprendimiento sexual se anudara a un recuerdo y no a una vivencia, y
2) que el desprendimiento sexual sobreviniera prematuramente. Parece que en virtud de estos dos aditamentos es causada una perturbación que rebasa la medida normal, pese a lo cual está prefigurada también dentro de lo normal. Es de experiencia enteramente cotidiana que un desarrollo de afecto inhiba el decurso de pensar normal, y ello de diversas maneras. La primera, por olvidarse muchos caminos de pensar que de otro modo se considerarían -esto es semejante, pues, a lo que sucede en el sueño . Por ejemplo, me ha ocurrido, en la excitación de un gran aprieto, olvidar servirme del teléfono, que hacía poco me habían instalado. La vía reciente sucumbió en el estado de afecto.
La facilitación, es decir, la antigüedad, llegó a prevalecer. Con este olvido, en total semejanza a lo que ocurre en el sueño, desaparecen la selección, la adecuación al fin y la lógica del decurso. La segunda, sin mediar olvido, por recorrerse unos caminos que de ordinario se evitarían, en particular caminos de descarga, acaso unas acciones [ejecutadas] dentro del afecto. En conclusión, el proceso afectivo se aproxima al proceso primario desinhibido. De aquí se pueden inferir muchas cosas. En primer lugar, que a raíz del desprendimiento de afecto la representación desprendiente misma cobra un refuerzo, y, en segundo lugar, que la operación principal del yo investido consiste en prevenir nuevos procesos afectivos y en rebajar las antiguas facilitaciones de afecto. Sólo de la siguiente manera puede uno representarse la situación. Originariamente, una investidura-percepción ha desprendido displacer como heredera de una vivencia de dolor, se ha reforzado con la Q h desprendida y ahora es proclive a la descarga por los caminos de decurso en parte prefacilitados. De un modo que nos es consabido , luego que se hubo formado un yo investido, se desarrolló la «atención» hacia nuevas investiduras-percepción, y ahora ella seguiría, con investiduras colaterales, el decurso que parte de la percepción. Por ese medio se habría limitado cuantitativamente el desprendimiento de displacer; su comienzo, en efecto, sería para el yo la señal de emprender una defensa normal ; así se habría prevenido que nuevas vivencias de dolor, con sus facilitaciones, se generaran tan fácilmente. Sin embargo, mientras más intenso sea el desprendimiento de displacer, tanto más difícil es la tarea para el yo, que, con sus investiduras colaterales, sólo hasta cierto límite puede ofrecer un contrapeso a las Q h , y así no tiene más remedio que admitir un decurso primario. Además, mientras mayor sea la cantidad que quiere alcanzar decurso, más difícil será para el yo el trabajo de pensar, que, según todos los indicios, consiste en un desplazar (descentrar} tentativo de pequeñas Q h . El «reflexionar» es una actividad del yo que demanda tiempo, y no puede realizarse con intensas Q h en el nivel de afecto. De ahí, en el afecto, la premura y la selección de los caminos, semejante esta última al proceso primario. Entonces, para el yo se trata de no consentir ningún desprendimiento de afecto, porque así consentiría un proceso primario. Su mejor herramienta para esto es el mecanismo de la atención. Si una investidura que desprende displacer pudiera escapar a la atención, el yo llegaría demasiado tarde para contraponérsele. Ahora bien, este es justamente el caso de la proton pseudos histérica. La atención está acomodada hacia las percepciones que de ordinario dan ocasión al desprendimiento de displacer. Aquí no es ninguna percepción, sino una huella mnémica, la que inesperadamente desprende displacer, y el yo se entera demasiado tarde; ha consentido un proceso primario porque no lo esperaba. No obstante, también en otros casos sucede que unos recuerdos desprendan displacer. Por cierto que es lo que sucede con toda normalidad a raíz de recuerdos frescos. Ante todo, cuando el trauma (vivencia de dolor) sobreviene en la época en que ya existe un yo (los primerísimos [traumas] se sustraen por completo al yo), acontece un desprendimiento de displacer, pero he ahí al yo simultáneamente activo para crear investiduras colaterales. Si la investidura-recuerdo se repite, también se repite el displacer, pero también preexisten las facilitaciones yoicas, y la experiencia muestra que la segunda vez el desprendimiento resulta menor, hasta que con una ulterior repetición se reduce a la intensidad, grata para el yo, de una señal. Por eso, sólo se trata de que la inhibición por el yo no esté ausente en el primer desprendimiento de displacer, y el proceso no trascurra como una vivencia de afecto primaria póstuma, que es justamente lo que se cumple cuando, como, en el caso de la proton pseudos histérica, el recuerdo ocasiona por primera vez el desprendimiento de displacer. Así quedaría apreciada en su significación una de las condiciones citadas, que la experiencia clínica brinda: El retardo de la pubertad posibilita unos procesos primarios póstumos. 5 de octubre de 1895 [1] Los procesos llamados secundarios tienen que poder ser explicados mecánicamente por el efecto que una masa de neuronas investida de manera continuada (el yo) ejerce sobre otra, de investiduras variables. En primer lugar intentaré la figuración psicológica de tales procesos. Si por un lado tengo al yo, y por el otro percepciones -es decir, investiduras dentro de y desde f (del mundo exterior)-, me hace falta un mecanismo que mueva al yo a seguir las percepciones e influir sobre ellas. Lo descubro en esto: según mis premisas, una percepción siempre excita w , o sea, libra signos de cualidad. Dicho con más exactitud, excita conciencia en w (conciencia de una cualidad), y la descarga de la excitación w , [como] cualquier descarga, brindará una noticia hacia y , que es justamente el signo de cualidad. Conjeturo entonces que son estos signos de cualidad los que interesan a y , para la percepción. Este sería el mecanismo de la atención psíquica. Me resulta difícil explicar su génesis de manera mecánica (automática). Por eso creo que está condicionada biológicamente, vale decir, queda como secuela en el curso del desarrollo psíquico porque cualquier otra conducta de y ha sido excluida por un desarrollo de displacer. El efecto de la atención psíquica es la investidura de las mismas neuronas que son portadoras de la investidura-percepción. Ese estado tiene un modelo en la vivencia de satisfacción, tan importante para todo el desarrollo, y en sus repeticiones, los estados de apetito, que se han desarrollado como estados de deseo y estados de expectativa. He dicho que estos estados contienen la justificación biológica de todo pensar. La situación psíquica es ahí la siguiente: Dentro del yo impera la tensión de apetito, y como consecuencia es investida la representación del objeto amado (la representa ción-deseo). La experiencia biológica ha enseñado que esta representación no tiene que ser investida con tanta intensidad que pueda ser confundida con una percepción, y que es preciso posponer la descarga hasta que desde la representación aparezcan los signos de cualidad, como prueba de que ella ahora es real, es una investidura-percepción. Si llega una percepción que es idéntica a la representación o semejante a ella, encuentra sus neuronas preinvestidas por el deseo -es decir, o bien todas ellas investidas, o bien sólo una parte-, justamente hasta donde llega la concordancia. La diferencia entre la representación y la percepción adviniente da luego la ocasión para el proceso de pensar, que alcanza su término cuando, por un camino que se ha descubierto, las investiduras-percepción excedentes son trasladadas a investiduras-representación; se habrá alcanzado en tal caso la identidad. La atención consiste, entonces, en establecer la situación psíquica del estado de expectativa aun para percepciones que no coinciden tampoco parcialmente con investiduras-deseo. Es que ha cobrado importancia enviar una investidura al encuentro de todas las percepciones, pues entre ellas podrían encontrarse las deseadas. La atención está biológicamente justificada; por eso, sólo se trata de aleccionar al yo sobre cuál investidura de expectativa debe establecer, y para ello sirven los signos de cualidad. Tal vez se pueda estudiar con más exactitud el proceso del acomodamiento {Einstellung; «actitud», «postura»} psíquico. Supongamos que al comienzo el yo no está preparado. Se genera una investidura-percepción y, sobre ella, su signo de cualidad. La facilitación estrecha entre ambas noticias acrecentará más la investidura-percepción, y entonces se producirá la investidura-atencíón de las neuronas de percepción. La percepción siguiente del mismo objeto traerá por consecuencia (con arreglo a la segunda ley de la asociación) una investidura más vasta de la misma percepción, y sólo esta será la percepción psíquicamente utilizable. (Ya este fragmento de la exposición ofrece una tesis en extremo sustantiva: La investidura-percepción es muy poco intensiva la primera vez, con escasa Q; la segunda vez, con preinvestidura y , es cuantitativamente mayor. Ahora bien, la atención en principio no ha modificado nada en cuanto al juicio sobre las propiedades cuantitativas del objeto. Consecuentemente, la Q exterior de los objetos no se expresa en y mediante Q h psíquica. La Q h psíquica significa algo por entero otro, no subrogado en la realidad objetiva, y la Q exterior se expresa, en efecto, en ip mediante algo otro, mediante complejidad de las investiduras. Pero por esa vía la Q exterior se mantiene apartada de y .) Todavía más satisfactoria es la siguiente exposición: Es un resultado de la experiencia biológica que la atención y esté vuelta de continuo hacia signos de cualidad. Así, estos se producen sobre neuronas preinvestidas y con una cantidad suficientemente grande. Estas noticias de cualidad, así reforzadas, refuerzan por su facilitación las investiduras-percepción, y el yo ha aprendido a hacer que sus investiduras-atención sigan el curso de este movimiento asociativo desde el signo de cualidad hasta la percepción. Por ese medio es guiado para investir las percepciones correctas o su contorno. Más aún: si uno supone que es la misma Q h desde el yo la que migra sobre la facilitación desde el signo de cualidad hasta la percepción, habrá conseguido explicar mecánicamente (automáticamente) la investidura-atencíón. La atención abandona entonces los signos de cualidad para volverse hacia las neuronas de percepción, ahora sobreinvestidas Supongamos que por alguna razón fracasara el mecanismo de la atención; en ese caso estaría ausente la investidura y de las neuronas de percepción, y la Q ahí llegada se propagaría siguiendo las mejores facilitaciones (de manera puramente asociativa), hasta donde lo consintieran las proporciones entre resistencias y cantidad de la investidura-percepción. Es probable que un decurso así alcance pronto su término, pues la Q se distribuye, y enseguida, en una neurona próxima, se volverá demasiado pequeña para seguir corriendo. Bajo ciertas condiciones, el decurso de la cantidad-percepción puede con posterioridad {nachträglich} excitar atención o no excitarla. En este caso termina, inadvertida, como investidura de neuronas vecinas cualesquiera, sobre cuyo destino no tenemos noticia. He ahí un decurso perceptivo sin atención, como cotidianamente no puede menos que ocurrir innumerables veces(600). No puede llegar lejos, según lo mostrará el análisis del proceso de la atención, y de ahí se puede inferir la pequeñez de las cantidades-percepción. En cambio, si una [neurona] percepción ha recibido su investidura-atencíón, pueden ocurrir muchas cosas, entre las cuales se pueden destacar dos situaciones: la del pensar común y la del pensar meramente observador. Este último caso parece ser el más simple; corresponde, por ejemplo, al estado del investigador que hace una percepción y se pregunta: ¿Qué significa esto? ¿Adónde lleva esto? En tal caso, él procede así. (En aras de la simplicidad, ahora tengo que sustituir la investidura-percepción compleja por la de una neurona singular.) La neurona de percepción está hiperinvestida; la cantidad compuesta por Q y Q h se drena siguiendo las mejores facilitaciones y, con arreglo a las respectivas resistencia y cantidad, supera algunas barreras e inviste nuevas neuronas asociadas; otras barreras no serán superadas porque el cociente que les corresponde está por debajo del umbral Seguramente ahora serán investidas más neuronas y más distantes, que a raíz del mero proceso asociativo sin atención. Por fin, también aquí la corriente se agotará en ciertas investiduras termínales, o en una sola. El resultado de la atención será que en lugar de la percepción aparecerán una o varias investiduras-recuerdo (conectadas con la neurona de partida por asociación). En aras de la simplicidad, supongamos que sea una sola imagen mnémica. Si esta a su vez pudiera ser investida desde ip (con atención), se repetiría el juego: la Q volvería a entrar en flujo y por el camino de la mejor facilitación investiría (despertaría) una nueva imagen mnémica. Ahora bien, es evidente que está en el propósito del pensar observador tomar noticia, hasta la mayor distancia posible, de los caminos que parten de la percepción; con ello, desde luego, se tomará exhaustiva noticia sobre el objeto-percepción. Advertimos que la modalidad del pensar aquí descrita lleva al discernir. Por ello, hace falta otra vez una investidura y para las imágenes-recuerdo alcanzadas, pero también un mecanismo que guíe esa investidura a los lugares correctos. Pues, de otro modo, ¿cómo sabrían las neuronas y dentro del yo adónde guiar la investidura? Ahora bien, un mecanismo de atención como el antes descrito presupone también unos signos de cualidad. ¿Se generan estos durante el decurso de la asociación? Según nuestras premisas, no es así de ordinario. Empero, se pueden obtener mediante un nuevo dispositivo, que presenta el siguiente aspecto. Signos de cualidad normalmente sólo vienen de la percepción; se trata entonces de obtener una percepción del decurso de Q h . Si al decurso de Q h se anudara una descarga (además de la circulación), ella, como todo movimiento, brindaría una noticia de movimi ento. Después de todo, los signos de cualidad mismos son sólo noticias de descarga (quizá más adelante [sabremos] de qué índole) Ahora bien, puede acontecer que durante el decurso de Q se invista también una neurona motriz, que entonces descargue Q h y brinde un signo de cualidad. Sólo que en tal caso se trata de recibir tales, descargas de todas las investiduras. No todas son motrices, y entonces para este fin tienen que ser puestas en una facilitación segura con neuronas motrices. Cumple este fin la asociación lingüística. Consiste en el enlace de las neuronas kp con neuronas que sirven a las representaciones sonoras y poseen ellas mismas la asociación más íntima con imágenes lingüísticas motrices. Estas asociaciones aventajan a las otras en dos caracteres: son cerradas (pocas en número) y exclusivas. De la imagen sonora, la excitación alcanza siempre a la imagen-palabra, y de esta, a la descarga. Si entonces las imágenes mnémicas son de tal índole que una corriente parcial pueda ir desde ellas hasta las imágenes sonoras e imágenes motrices de palabra, la investidura de las imágenes mnémicas se acompañará de noticias de descarga que serán signos de cualidad, y por eso también signos-conciencia del recuerdo. Y si ahora el yo preinviste estas imágenes-palabra como antes a las imágenes de descarga w , se habrá procurado el mecanismo que guíe la investidura y sobre los recuerdos que afloran en el decurso Q h . Este es el pensar observador, conciente. La asociación lingüística, además de posibilitar el discernimiento, obra algo importante. Las facilitaciones entre las neuronas y son, como sabemos, la «memoria», la figuración de todos los influjos que y ha recibido del mundo exterior. Ahora notemos que el yo mismo emprende de igual modo investiduras de las neuronas ip, que con seguridad dejarán como huellas unas facilitaciones. Y bien, y no tiene ningún medio para distinguir estas consecuencias de procesos de pensar de las consecuencias de procesos perceptivos. Tal vez los procesos perceptivos se puedan discernir y reproducir por la asociación con descargas w , pero de las facilitaciones que el pensar ha creado sólo resta el resultado, no una memoria. Esta misma facilitación de pensar pudo generarse por un proceso intenso o por diez menos enérgicos. No obstante, los signos de descarga lingüística remedian este defecto, equiparan los procesos de pensar a los procesos perceptivos, les prestan una realidad objetiva y posibilitan su memoria. Merece ser considerado también el desarrollo biológico de esta asociación en extremo importante. La inervación lingüística es originariamente una vía de descarga que opera a modo de una válvula para y , a fin de regular las oscilaciones de Q h ; es un tramo de la vía hacia la alteración interior, que constituye la única descarga mientras la acción específica esté todavía por descubrirse. Dicha vía cobra una función secundaria, pues llama la atención del individuo auxiliador (por lo común, el objeto-deseo mismo) sobre el estado anhelante y menesteroso del niño, y a partir de entonces sirve para el entendimiento {co municación}, siendo así incluida dentro de la acción específica. Al comienzo de la operación de juicio, cuando las percepciones interesan por causa de su posible vínculo con el objeto-deseo, y sus complejos (como ya fue descrito) se descomponen en una parte inasimilable {no comparable} (la cosa del mundo) y una consabida para el yo por su propia experiencia (propiedad, actividad) -lo que se llama comprender-, se producen dos enlaces para la operación de lenguaje. En primer lugar, se encuentran objetos -percepciones- que lo hacen gritar a uno porque excitan dolor, y cobra enorme sustantividad que esta asociación de un sonido (que también incita imágenes de movimiento propio) con una [ imagen- ]percepción, por lo demás compuesta, ponga de relieve este objeto como hostil y sirva para guiar la atención sobre la [imagen] percepción. Toda vez que ante el dolor no se reciban buenos signos de cualidad del objeto, la noticia del propio gritar sirve como característica del objeto. Entonces, esta asociación es un medio para hacer conciente, y objeto de la atención, los recuerdos excitadores de displacer: ha sido creada la primera clase de recuerdos concientes. De aquí a inventar el lenguaje no hay mucha distancia. Existen otros objetos que de manera constante producen ciertos fonemas, y dentro de cuyo complejo de percepción, entonces, un sonido desempeña cierto papel. En virtud de la tendencia a la imitación que aflora a raíz del juzgar, es posible hallar la noticia de movimiento para esta imagen sonora. También esta clase de recuerdos pueden ahora devenir concientes. Todavía resta asociar sonidos deliberados con las percepciones, y entonces los recuerdos, cuando se registren los signos de descarga sonora, devendrán concientes como las percepciones y podrán ser investidos desde y . Así, hemos averiguado que lo característico del proceso del pensar discerniente es que en él la atención está vuelta de antemano hacia los signos de la descarga del pensar, los signos de lenguaje. Como es sabido, en efecto, el llamado «pensar conciente» se cumple con un leve gasto motor. El proceso de perseguir el decurso de Q a través de una asociación puede así prolongarse indefinidamente, por lo común hasta unos eslabones terminales asociativos «plenamente consabidos». La fijación de este camino y de las estaciones terminales contienen luego el «discernimiento » de la percepción eventualmente nueva. Ahora uno querría saber algo cuantitativo sobre este proceso de pensar-discernimiento. Sin duda, la percepción está sobreinvestida aquí por comparación con el proceso asociativo ingenuo; el proceso mismo consiste en un desplazamiento de Q h regulado por la asociación con signos de cualidad; en cada estación la investidura y es renovada y, por último, se genera una descarga desde las neuronas motrices de la vía de lenguaje. Uno se pregunta: ¿Pierde mucha Q h el yo a raíz de este proceso, o el gasto de pensar es relativamente escaso? Proporciona un indicio para la respuesta el hecho de que las inervaciones de lenguaje que se drenan a raíz del pensar son evidentemente muy escasas. No se habla realmente, como uno no se mueve realmente cuando se representa una imagen de movimiento. Pero el representar y el mover sólo se diferencian cuantitativamente, como nos lo han enseñado las experiencias sobre lectura del pensamiento. Es cierto que con un pensar intenso se hablará también en voz alta. Pero si es así, ¿cómo es posible producir descargas tan pequeñas, puesto que Q h pequeñas no pueden correr y Q h grandes se nivelan en masse por las neuronas motrices? Es probable que en el proceso de pensar tampoco las cantidades de desplazamiento sean grandes. En primer lugar, el gasto de Q h más grandes es para el yo una pérdida que debe limitarse en todo lo posible, puesto que Q h está destinada a la exigente acción específica. En segundo lugar, una Q h grande andaría de manera simultánea por varios caminos asociativos y no dejaría tiempo al investir-pensar, y también causaría un gasto grande. Entonces, con el proceso de pensar sin duda correrán Q h pequeñas. No obstante(614), según nuestro supuesto, la percepción y el recuerdo tienen que ser sobreinvestidos, en el pensar, con más intensidad que en la percepción simple. Además, sin duda existen intensidades diferentes de atención, lo que sólo podemos traducir como diferentes acrecentamientos de las Q h invistientes. Y entonces justamente con una atención más intensa sería más difícil el perseguir observador, lo cual es tan desacorde con el fin que no se puede suponerlo. Se está, pues, frente a dos requisitos en apariencia contrapuestos: investidura fuerte y desplazamiento débil. Si uno quiere reunirlos, llega al supuesto de un estado ligado , por así decir, dentro de la neurona, que con una investidura elevada, empero sólo permite una corriente pequeña. Uno puede conferir verosimilitud a este supuesto si repara en que dentro de una neurona la corriente está influida, evidentemente, por las investiduras que la circundan. Y bien, el yo mismo es una masa así de neuronas que retienen su investidura, es decir, están en el estado ligado; y sin duda esto sólo puede acontecer por su injerencia recíproca. Entonces, uno puede representarse que una [neurona de] percepción investida con atención, es a raíz de ello provisionalmente [englobada] dentro del yo, por así decir, y ahora está sometida a la misma ligazón de Q h que todas las neuronas yoicas. Si es investida con más intensidad, por ese medio la cantidad de corriente se puede reducir, no necesariamente será aumentada. Y uno podría pensar, tal vez, que por esta ligazón la Q externa permanece libre para la corriente, mientras que la investidura-atencíón está ligada; relación esta que, desde luego, no necesita ser permanente. Por ese estado ligado, que reúne investidura elevada con corriente escasa, se caracterizaría entonces, en términos mecánicos, el proceso de pensar. Son concebibles otros procesos en que la corriente vaya paralela a la investidura, procesos con descarga desinhibida. Espero que el supuesto de un estado ligado de esa índole resulte sostenible en términos mecánicos. Querría esclarecer las consecuencias psicológicas de este supuesto. En primer lugar, parece adolecer de una contradicción interna. Si ese estado consiste en que, dada una investidura de esa índole, sólo restan pequeñas Q para el desplazamiento, ¿cómo puede englobar {einbeziehen} neuronas nuevas, o sea, hacer migrar grandes Q a neuronas nuevas? Y remontando más atrás esta misma dificultad, ¿cómo ha podido desarrollarse un yo compuesto de esa manera? Henos aquí, de manera totalmente inesperada, ante el problema más oscuro, la génesis del «yo»; es decir, de un complejo de neuronas que retienen su investidura y entonces por breves lapsos es un complejo de nivel constante. El abordaje genético será el más instructivo. El yo consiste originariamente en las neuronas del núcleo que reciben la Q h endógena mediante conducciones y la descargan sobre el camino que lleva a la alteración interior. La vivencia de satisfacción ha procurado a este núcleo una asociación con una percepción (la imagen-deseo) y una noticia de movimiento (de la porción reflectoria de la acción específica). En el estado de repetición del apetito, en la expectativa , sobreviene la educación(618), y desarrollo de este yo inicial. Aprende, en primer lugar, que no tiene permitido investir las imágenes-movimiento, de suerte que se suceda la descarga, mientras no estén cumplidas ciertas condiciones del lado de la percepción. Además, aprende que no tiene permitido investir la representación-deseo más allá de cierta medida, pues de lo contrario sufriría un espejismo alucinatorio. Entonces, si ha respetado estas dos barreras y vuelto su atención hacía las percepciones nuevas, tiene perspectivas de alcanzar la satisfacción buscada. Resulta claro, entonces, que las barreras que impiden al yo investir imagen-deseo e imagen-movimiento más allá de cierta medida son el fundamento de una acumulación de Q h dentro del yo y acaso lo constriñan a trasferir su Q h hasta ciertas fronteras sobre las neuronas a él asequibles. Las neuronas del núcleo, sobreinvestidas, lindan, en último lugar, con las conducciones que vienen del interior y que se han vuelto pasaderas por su continuo llenado con Q h ; y aquellas, como continuación de estas, tienen que permanecer de igual modo llenas. La Q h dentro de ellas se drenará con arreglo a la medida de las resistencias que se encuentren en el camino, y hasta que las resistencias siguientes sean más grandes que el cociente de Q h disponible para la corriente. Pero desde entonces toda la masa de investidura está en equilibrio, mantenida por un lado por las dos barreras contra motilidad y deseo, y por el otro mediante las resistencias de las neuronas más externas y, hacia el interior, por la presión constante de la conducción. Dentro de esta ensambladura yoica, la investidura en modo alguno será igual por doquier; sólo es preciso que sea igualmente proporcional, o sea, en proporción a las facilitaciones. Cuando el nivel de investidura se acreciente en el núcleo yoico, la extensión yoica podrá ampliar su círculo; cuando aquel disminuya, el yo se estrechará concéntricamente. Dados cierto nivel y cierta extensión del yo, nada obstará para una desplazabilidad dentro del ámbito de investidura. Ahora sólo es preciso preguntar: ¿Cómo se establecen las dos barreras que garantizan el nivel constante del yo, en particular la barrera contra imágenes-movimiento, que impide la descarga? Llegamos aquí a un punto decisivo para concebir la organización íntegra. Sólo se puede decir que cuando esta barrera aún no existía, y junto con el deseo sobrevenía también el aligeramiento motor, por lo general se echaba de menos el placer esperado y la perduración del desprendimiento {desligazón} de estímulo endógeno terminaba por provocar displacer. Sólo esta amenaza de displacer que se anuda a la descarga prematura puede constituir las barreras en cuestión. Después, en el curso del desarrollo, la facilitación tomó sobre sí parte de la tarea. Pero sigue establecido que la Q h dentro del yo no inviste sin más las imágenes-movimiento porque la consecuencia de ello sería un desprendimiento de displacer. Todo cuanto yo llamo adquisición biológica del sistema de neuronas lo pienso constituido por una amenaza de displacer como la indicada, cuyo efecto consiste en que no se investirán aquellas neuronas que llevan al desprendimiento de displacer. Es la defensa primaria, una consecuencia entendible de la tendencia originaria del sistema de neuronas . El displacer sigue siendo el único medio de educación. Es cierto que no sé indicar cómo se figuraría en términos mecánicos la defensa primaria, la no investidura por amenaza de displacer. Para lo que sigue, me permito prescindir de la figuración mecánica de reglas biológicas como las que descansan sobre la amenaza de displacer; en lo sucesivo, me contentaré sí puedo permanecer fiel a un desarrollo intuible. Una segunda regla biológica, abstraída del proceso de expectativa , será sin duda dirigir la atención sobre los signos de cualidad, porque estos pertenecen a percepciones que pueden llevar a la satisfacción, y entonces uno puede dejarse guiar desde el signo de cualidad hasta la percepción que aparece. En suma, el mecanismo de la atención deberá su génesis a una regla biológica de este tipo; [ese mecanismo] regulará el desplazamiento de las investiduras yoicas. Ahora se puede objetar: un mecanismo tal, que recurre al auxilio de los signos de cualidad es superfluo. El yo podría haber aprendido biológicamente a investir él mismo el ámbito de percepción en el estado de la expectativa, en lugar de ser movido a hacerlo solamente por los signos de cualidad. No obstante, cabe alegar dos cosas para justificar el mecanismo de la atención: 1) que el ámbito de los signos de descarga de co es evidentemente más pequeño, abarca menos neuronas que el de la percepción, o sea, que el de todo el manto de y que mantiene vínculos con los órganos de los sentidos , de suerte que el yo se ahorra un extraordinario gasto si mantiene investidos, en lugar de la percepción, los signos de descarga; y 2) que los signos de descarga o signos de cualidad son, ante todo, también signos de realidad objetiva, destinados justamente a servir para distinguir las investiduras-percepción real-objetivas de las investiduras-deseo. Por tanto, no se puede eludir el mecanismo de la atención. Ahora bien, en cualquier caso él consiste en que el yo invista aquellas neuronas donde ya ha aparecido una investidura. Para el yo, entonces, la regla biológica de la atención reza: Si un signo de realidad objetiva entra en escena, corresponde sobreinvestir la investidura-percepción simultáneamente presente. Es la segunda regla biológica; la primera era la de la defensa primaria. [2] De lo anterior se obtienen algunos indicios generales para la exposición mecánica, como aquel primero según el cual la cantidad externa no puede ser figurada por Q h , cantidad psíquica. En efecto, de la exposición del yo y sus oscilaciones se sigue que tampoco la altura del nivel posee nexo alguno con el mundo exterior, que una degradación o elevación generales no cambia nada (normalmente) en la imagen del mundo. Puesto que la imagen del mundo exterior descansa en facilitaciones, esto quiere decir que unas oscilaciones generales del nivel no cambian nada en las facilitaciones. Ya se mencionó un segundo principio, a saber: que con un nivel elevado, cantidades pequeñas son más fácilmente desplazables que con un nivel bajo. Estos son algunos de los puntos por los que deberá transitar la caracterización del movimiento neuronal, enteramente ignoto todavía. Volvamos ahora a la descripción del proceso del pensar observador o discerniente , que se distingue del proceso de expectativa por el hecho de que las percepciones no recaen sobre ínvestiduras-deseo. En este caso, pues, los primeros signos de realidad llaman la atención del yo sobre el ámbito de percepción que es preciso investir. El decurso asociativo de la Q conllevada se consuma por neuronas preinvestidas, y la Q f que se desplaza se torna flotante una y otra vez. Durante ese decurso, se generan los signos de cualidad (del lenguaje), a consecuencia de los cuales el decurso asociativo se vuelve conciente y reproducible. Otra vez se podría aquí poner en entredicho la fecundidad de los signos de cualidad. Es que su único rendimiento -se dirá- es mover al yo para que envíe una investidura allí donde aparece una investidura dentro del decurso. Pero ellos mismos no brindan estas Q h invistientes, sino a lo sumo una contribución a ellas. Y ocurre, se argüirá, que el yo, sin ese apoyo, puede hacer migrar su investidura a lo largo del decurso de Q. Por cierto, ello es correcto. Sin embargo, no es de ninguna manera superfluo tomar en cuenta los signos de cualidad. En efecto, cabe poner de relieve que la regla biológica de la atención, antes citada, se abstrajo de la percepción, y en principio sólo rige para signos de realidad. Los signos de descarga del lenguaje son en cierto sentido también signos de realidad, signos de la realidad del pensar, pero no de la externa; y tal regla en modo alguno se estatuyó para ellos, porque a su vulneración no se anudaría ninguna amenaza constante de displacer. El displacer por descuido del discernimiento no es tan manifiesto como el que sobreviene si se ignora el mundo exterior, aunque en el fondo son el mismo. Y efectivamente, existe también un proceso de pensar observador en que los signos de cualidad no son despertados o lo son sólo de manera esporádica, y que es posibilitado por seguir el yo el decurso automáticamente con sus investiduras. Y este proceso de pensar es, con mucho, el más frecuente, sin ser anormal; es nuestro pensar común, inconciente, con ocasionales ocurrencias {Einfall} dentro de la conciencia: el llamado pensar conciente con eslabones intermedios inconcientes, a los cuales, empero, se puede hacer que devengan concientes. No obstante, es incuestionable la utilidad de los signos de cualidad para el pensar. En primer lugar, los signos de cualidad despertados refuerzan las investiduras en el decurso, y aseguran la atención automática que evidentemente se anuda -no sabemos cómo- a la aparición de investidura. Después (y esto parece más importante), la atención sobre los signos de cualidad asegura la imparcialidad del decurso. En efecto, es muy difícil para el yo trasladarse a la situación del mero «investigar». El yo tiene casi siempre investiduras-meta o investiduras-deseo cuya presencia mientras se investiga influye, como veremos, sobre el decurso asociativo, y da como resultado una noticia falsa de percepciones. Ahora bien, no existe mejor protección contra este falseamiento del pensar que si al [¿por el?] yo es dirigida una Q h de ordinario desplazable, sobre una región que no puede exteriorizar tal desvío del decurso. Hay un solo expediente para ello, a saber: que la atención se vuelva hacia los signos de realidad, que en modo alguno son representaciones-meta, y cuya investidura, por el contrario, realza con más intensidad el decurso asociativo mediante aportes a la cantidad de investidura. El pensar con investidura de los signos de realidad objetiva del pensar, o de los signos de lenguaje, es entonces la forma más alta y segura, del proceso del pensar discerniente. Dada la indudable utilidad de un despertar de los signos del pensar, es lícito esperar que haya unos dispositivos que aseguren ese despertar, Es que los signos del pensar no se generan, como los signos de realidad objetiva, de manera espontánea, sin contribución de y . Aquí la observación nos dice que estos dispositivos no rigen para todos los casos de procesos del pensar, como rigen para los del pensar investigador. Condición necesaria para que se generen los signos del pensar, en general, es su investidura-atencíón; se generan entonces según la ley de que entre dos neuronas conectadas y al mismo tiempo investidas se facilita la conducción. No obstante, el llamado producido por la preinvestidura de los signos del pensar tiene sólo cierta fuerza para combatir otros influjos. Por ejemplo, toda investidura que esté situada fuera, en la cercanía del decurso (investidura-meta, investidura-afecto), entrará en competencia y volverá inconciente el decurso. Igual efecto tendrán (como la experiencia lo corrobora) unas Q de decurso de mayor magnitud, que producirán una corriente más grande y, así, un apresuramiento del decurso íntegro. La afirmación corriente, «algo se consumó en uno de manera tan rápida que uno no se dio cuenta», es totalmente correcta. Asimismo, es bien sabido que el afecto puede perturbar el despertar de los signos del pensar. Para la exposición mecánica de procesos psíquicos resulta de aquí una nueva tesis, a saber: el decurso, que no es alterado por la altura del nivel, ha de ser influido por la Q corriente misma. En general, una Q grande recorre dentro de la red de facilitaciones otros caminos que una Q pequeña. No me parece difícil ilustrar esto. Para cada barrera existe un valor de umbral, por debajo del cual la Q sencillamente no pasa, y menos aún un cociente de ella; una Q pequeña como esta se distribuirá entonces por otros dos caminos, para cuya facilitación la Q es suficiente. Si ahora la Q se acrecienta, entrará en cuenta el primer camino y promoverá sus cocientes; y ahora, tal vez, pueden hacerse valer también unas investiduras situadas más allá de la barrera ahora superable. Y hasta quizá cobre significatividad otro factor. Se podría suponer que no todos los caminos de una neurona son igualmente receptivos para Q, y designar como anchura del camino a esta diversidad. La anchura del camino es en sí independiente de la resistencia, que por cierto es alterable por las Q de decurso, mientras que la anchura del camino permanece constante. Supongamos ahora que a raíz de una Q creciente se abra un camino que pueda hacer valer su anchura; se intelige entonces la posibilidad de que el decurso de Q sea radicalmente alterado por la elevación de la Q corriente. La experiencia cotidiana parece sustentar de manera expresa justamente esta conclusión. Ahora bien, el despertar de los signos del pensar parece anudarse al decurso con Q pequeñas. Esto no quiere decir que cualquier otro decurso tenga que permanecer además inconciente, pues el despertar de los signos de lenguaje no es el único camino para despertar conciencia. ¿Cómo puede uno, entonces, figurarse de manera intuible el pensar con devenir conciente interrumpido, las ocurrencias repentinas? Nuestro pensar habitual carente de meta, aunque bajo preinvestidura y atención automática, no atribuye por cierto valor alguno a los signos del pensar. Es que biológicamente no ha resultado que fueran indispensables para el proceso. Empero, ellos suelen generarse: 1) cuando el decurso parejo ha llegado a un término o ha chocado con un obstáculo, y 2) cuando ha despertado una representación que, por otras razones, evoca signos de cualidad, es decir, conciencia. Es lícito interrumpir aquí esta elucidación. [3] Es evidente que existen otras modalidades del proceso de pensar que no tienen en vista la meta desinteresada del discernir, sino alguna otra meta práctica. El estado de expectativa, del que el pensar mismo ha partido, es un ejemplo de esta segunda modalidad del pensar. En él es retenida una investidura-deseo, y junto a ella es perseguida, bajo atención, una segunda investidura-percepción emergente. Pero aquí el propósito no es averiguar adónde conduce esta, sino los caminos que llevan a reanimar la investidura-deseo entretanto retenida. Esta modalidad del proceso de pensar, biológicamente más originaria, es fácil de exponer con arreglo a nuestras premisas. Sea V+ la representación-deseo que se mantiene investida en particular, y ‘W la percepción que es preciso perseguir(631); entonces el efecto de la investidura-atencíón de V será, primero, que la Q f se escurrirá hacia la neurona a, mejor facilitada; desde allí seguirá otra vez la mejor facilitación, y así sucesivamente. Ahora bien, esta tendencia a ir hacia la mejor facilitación será perturbada por la presencia de investiduras colaterales. Si desde a parten tres caminos, ordenados b, c, d, según su facilitación, y d está en la vecindad de la investidura-deseo +V, el resultado puede ser que la Q f , a pesar de las facilitaciones, no corra hacia c y b, sino hacia d, desde allí hacia +V, y así descubra W-a-d- +V como el camino buscado. Opera aquí el principio, que hace tiempo hemos reconocido, de que la investidura puede descaminar la facilitación, y por tanto ejercer un efecto contrario a ella, con lo cual una investidura colateral modificará el decurso de Q h . Como las investiduras son alterables, el yo es libre de modificar el decurso desde W hacia una investidura-meta cualquiera. Por investidura-meta no se entiende aquí una de medida igual, como la que recae sobre todo un ámbito bajo la atención, sino una realzante, que sobresale por encima del nivel del yo. Probablemente se tenga que admitir el supuesto de que, a raíz de este pensar con investiduras-meta, al mismo tiempo migra también Q h desde +V, de suerte que el decurso de W pueda ser influido no sólo por +V, sino también por sus ulteriores estaciones. Sólo que a todo esto el camino +V… es consabido y fijado, y el camino de W… a… se debe buscar. Como nuestro yo en verdad siempre mantiene investiduras-meta, a menudo simultáneamente en número múltiple, se comprende por sí misma la dificultad de un pensar puramente discerniente, como también la posibilidad, en el caso del pensar práctico, de que en diferentes épocas y bajo diversas condiciones, personas distintas alcancen los más diversos caminos. A raíz del pensar práctico se pueden apreciar también las dificultades del pensar, de que uno tiene noticia por propia sensación. Para retomar el ejemplo anterior, en que la corriente Q f , de acuerdo con la facilitación, se escurriría hacia b y c, mientras que d se destaca por la conexión cercana con la investidura-meta o una representación que de ella se siga, el influjo de la facilitación en favor de b c L puede ser tan grande que sobrepuje en mucho a la atracción d. . .+V . Para guiar, empero, el decurso hacia +V, la investidura de +V y de sus representaciones tributarias tendría que ser aumentada todavía más, quizá también alterada la atención sobre W, a fin de alcanzar una ligazón mayor o menor y un nivel de corriente que sea más propicio para el camino d. . . +V . Ese gasto destinado a superar facilitaciones buenas, a fin de llamar la Q por caminos peor facilitados pero más próximos a la investidura-meta, corresponde a la dificultad de pensar. El papel de los signos de cualidad en el pensar práctico se distinguirá poco del que desempeñan en el pensar discerniente. Los signos de cualidad aseguran y fijan el decurso, pero no son indispensables para este. Si uno pone complejos en lugar de las neuronas, y complejos también en lugar de las representaciones uno se topa con una complejidad del pensar práctico que ya no podría figurar, y concibe que sea aquí deseable una tramitación rápida. Ahora bien, durante un decurso así las más de las veces los signos de cualidad no serán despertados de manera completa, y por cierto que su desarrollo contribuirá a volver más lento el decurso y complicarlo. Toda vez que el decurso desde cierta percepción hacia unas definidas investiduras-meta haya acontecido ya repetidas veces y esté estereotipado por facilitaciones de memoria, casi nunca habrá ocasión para el despertar de los signos de cualidad. La meta del pensar práctico es la identidad , la desembocadura de la investidura Q f desplazada {descentrada} dentro de la investidura-deseo que entretanto se retiene. Ha de tomarse en términos puramente biológicos que con ello cese el constreñimiento a pensar y a cambio se permita la inervación plena de las imágenes-movimiento tocadas por el camino y que constituyen un fragmento accesorio, justificado por las circunstancias, de la acción específica. Puesto que durante el decurso esta imagen-movimiento fue investida sólo de manera ligada, y puesto que el proceso de pensar ha partido de una imagen-percepción que luego fue perseguida sólo como imagen-recuerdo, el proceso íntegro de pensar puede independizarse del proceso de expectativa y de la realidad objetiva y progresar hasta la identidad de una manera por completo inalterada. Parte, entonces, de una mera representación, y no lleva a la acción ni siquiera después de consumado, pero ha dado por resultado un saber práctico aplicable cuando se presente el caso real-objetivo. Es que demuestra ser acorde al fin no tener que iniciar el proceso del pensar práctico sólo cuando a uno lo fuerza la realidad objetiva, sino tenerlo ya preparado. Es hora de restringir una formulación que antes hicimos , a saber, que una memoria de los procesos de pensar sólo sería posibilitada por los signos de cualidad porque de otro modo sus huellas no se distinguirían de las huellas de las facilitaciones de percepción. De esa tesis retendremos que la memoria real-objetiva no puede correctamente ser modificada por ningún pensar acerca de ella. Por el otro lado es innegable que el pensar sobre un tema deja unas huellas extraordinariamente sustantivas para un siguiente pensar-sobre , y es muy discutible que esto sólo lo opera el pensar con signos de cualidad y conciencia. Por tanto, tienen que existir facilitaciones de pensar, no obstante lo cual no está permitido que sean borradas las vías asociativas originarias. Como sólo puede existir una clase de facilitaciones, se creería que ambas conclusiones son inconciliables. Sin embargo, tiene que hallarse una conjugación y explicación en la circunstancia de que todas las facilitaciones de pensar han sido creadas sólo con un nivel elevado, y es probable que vuelvan a hacerse valer con un nivel elevado, mientras que las facilitaciones de asociación, generadas en decursos totales o primarios tornan a resaltar cuando se establecen las condiciones del decurso no ligado. Ahora bien, con esto no se niega alguna posible injerencia de las facilitaciones de pensar sobre las facilitaciones de asociación. De este modo obtenemos esta otra característica para el ignoto movimiento neuronal: La memoria consiste en las facilitaciones. Las facilitaciones no son alteradas por una elevación del nivel, pero existen facilitaciones que sólo valen para un determinado nivel. La dirección del decurso no es alterada en principio por un cambio de nivel, pero sí lo es por la cantidad de corriente y por investiduras colaterales. Dado un nivel grande, son desplazables más bien Q pequeñas. Junto al pensar discerniente y al práctico, es preciso distinguir un pensar reproductor, recordante, que forma parte del pensar práctico, pero no lo agota. Este recordar es la condición previa de todo examen emprendido por el pensar crítico; persigue un proceso dado de pensar en dirección inversa, hacia atrás, quizás hasta una percepción; carece además de meta, a diferencia del pensar práctico, y a todo esto se sirve en profusión de los signos de cualidad. En esta persecución hacia atrás, el proceso choca con eslabones intermedios que hasta entonces eran inconcientes, no habían dejado como secuela ningún signo de cualidad, pero que producen con posterioridad sus signos de cualidad. De ahí se sigue que el decurso de pensar en sí y por sí, sin signos de cualidad, ha dejado huellas. En muchos casos parece, en verdad, que uno sólo colegiría ciertos tramos de camino porque sus puntos de partida y de llegada están dados por signos de cualidad. En todo caso, la reproducibilidad de los procesos de pensar rebasa con mucho sus signos de cualidad; estos han de ser hechos concientes con posterioridad, aunque quizá deje huellas con más frecuencia el resultado del proceso de pensar que sus estadios. (ver nota)(636) Dentro del decurso de pensar pueden suceder toda clase de cosas que merecen ser expuestas, trátese de un pensar discerniente, examinador o práctico. El pensar puede conducir al displacer o a la contradicción. Estudiemos el caso en que un pensar práctico con investiduras-meta conduzca al desprendimiento de displacer. La experiencia más común enseña que este suceso da por resultado un obstáculo para el proceso de pensar. ¿Cómo llega a producirse? Si un recuerdo desarrolla displacer a raíz de su investidura, ello tiene como su fundamento más general que la percepción correspondiente había despertado displacer en su tiempo, vale decir, pertenece a una vivencia de dolor. Tales percepciones, según la experiencia, atraen sobre sí una atención elevada, pero excitan menos sus signos de cualidad propios que los de la reacción a que dan ocasión; se asocian con las exteriorizaciones propias de afecto y defensa. Si se persigue el destino de tales percepciones como imágenes-recuerdo, se advierte que las primeras repeticiones despiertan siempre tanto afecto cuanto displacer, hasta que con el tiempo pierden esa capacidad. Simultáneamente, se consuma con ellas otra alteración. Al comienzo retuvieron el carácter de las cualidades sensibles: cuando dejan de ser capaces de afecto, pierden también este carácter y se equiparan a otras imágenes-recuerdo. Si el decurso de pensar choca con una de estas imágenes-recuerdo no domeñadas todavía, se generan los signos de cualidad de ella (a menudo de naturaleza sensorial), una sensación de displacer e inclinaciones a la descarga, cuya combinación distingue a un afecto determinado, y el decurso de pensar queda interrumpido. ¿Qué sucede entonces con los recuerdos susceptibles de afecto, hasta que son domeñados? No se intelige que el «tiempo», la repetición, pudiera debilitar su capacidad de afecto, pues este factor [la repetición] de ordinario contribuye a reforzar una asociación. Sin duda que dentro del «tiempo», en las repeticiones, ha de suceder algo que procure ese sometimiento, y no puede ser sino esto: que un vínculo con el yo o con investiduras yoicas cobre poder sobre el recuerdo. Si ello lleva más tiempo que de ordinario, es preciso descubrir una razón particular, y sin duda se la hallará en el origen de este recuerdo susceptible de afecto. Como huellas de vivencias de dolor, han sido investidos (según nuestro supuesto sobre el dolor por unas Q f hipertróficas y han adquirido una facilitación hiperintensa para el desprendimiento de displacer y de afecto. Hará falta una ligazón repetida y particularmente grande desde el yo hasta contrabalancear esa facilitación de displacer. Que el recuerdo muestre carácter alucinatorio durante un tiempo tan largo reclama también su explicación -sustantiva para la concepción de la alucinación-. Es sugerente aquí suponer, que esa capacidad de alucinación, como la capacidad de afecto, son indicios de que la investidura yoica no ha cobrado todavía ningún influjo sobre el recuerdo, que en este prevalecen las direcciones de escurrimiento primarias y el proceso total o primario. Estamos constreñidos a ver en el devenir-alucinado una corriente retrocedente de Q hacia f y, por tanto, hacia(639) w ; una neurona ligada no admitiría esa corriente retrocedente. Cabe preguntar, además, si es la cantidad hipertrófica de investidura del recuerdo lo que posibilita la corriente retrocedente. Sólo que aquí es preciso recordar que una Q así, grande, está presente sólo la primera vez, a raíz de la vivencia eficiente de dolor. En la repetición sólo(640) estamos frente a una investidura de recuerdos, de intensidad habitual, que, no obstante, instaura alucinación y displacer; no podemos sino suponer que ello sucede en virtud de una facilitación de intensidad desacostumbrada. De aquí se sigue que la cantidad f común basta para la corriente retrocedente y la excitación de descarga, y el efecto inhibidor de la ligazón yoica cobra significatividad. Al fin se conseguirá investir el recuerdo-dolor de tal suerte que no pueda exteriorizar ninguna corriente retrocedente y que sólo desprenda un displacer mínimo; queda entonces domeñado, y ello en virtud de una facilitación de pensar tan intensa que exterioriza ese efecto permanente y que a raíz de cada repetición ulterior del recuerdo vuelve a ejercer ese efecto inhibidor. Entonces, por la falta de uso del camino hacia el desprendimiento de displacer, poco a poco aumentará su resistencia. Es que las facilitaciones están expuestas a la caducidad progresiva (olvido). Sólo entonces es [el] recuerdo un recuerdo domeñado como cualquier otro. Ahora bien, parece que este proceso de sometimiento del recuerdo deja como secuela una consecuencia permanente para el decurso de pensar. Puesto que antes, con la reanimación del recuerdo y el despertar de displacer era perturbado cada vez el decurso de pensar, surge una tendencia a inhibir también ahora el decurso de pensar tan pronto como el recuerdo domeñado desarrolla su huella de displacer. Esta tendencia es muy útil para el pensar práctico, pues un eslabón intermedio que conduce al displacer no puede situarse sobre el camino buscado hacia la identidad con la investidura-deseo. Se genera así la defensa de pensar primaria, que en el pensar práctico toma el desprendimiento de displacer como señal para abandonar cierto camino -o sea, para dirigir hacia otra parte la investidura-atencíón-. Aquí, de nuevo, displacer guía la corriente de Q h , como en la primera regla biológica. Se podría preguntar por qué esta defensa de pensar no se ha dirigido contra el, recuerdo todavía susceptible de afecto. Pero tenemos derecho a suponer que lo impidió la segunda regla biológica, que demandaría atención toda vez que un signo de realidad estuviera presente, y el recuerdo no domeñado fuera todavía capaz de arrancar signos de cualidad real-objetivos. Según se ve, ambas reglas se concilian y son acordes al fin. Es interesante ver cómo el pensar práctico se deja guiar por la regla biológica de defensa. En el [pensar] teórico (discerniente, examinador), la regla ya no es observada. Esto se comprende, puesto que en el pensar-meta se trata de un camino cualquiera, y entonces pueden ser segregados los aquejados de displacer, mientras que en el [pensar] teórico se deben discernir todos los caminos. [4] Ahora se plantea la pregunta: ¿Cómo se puede generar error sobre el camino de pensar? ¿Qué es error? Tenemos que considerar ahora con más precisión el proceso de pensar. El pensar práctico, el origen de todos los procesos de pensar, sigue siendo también su meta última. Todas las otras variedades se han desprendido de él. Es una manifiesta ventaja que el traslado de pensar {Denküberführung}, que sobreviene en el pensar práctico, no se produzca sólo cuando se produce el estado de expectativa, sino que haya acontecido; en efecto, 1) así se ahorra tiempo para la plasmación de la acción específica, y 2) el estado de expectativa no es particularmente propicio para el decurso de pensar. Se advertirá el valor de la prontitud en el, breve intervalo entre percepción y acción si se tiene en cuenta que las percepciones se alternan con rapidez. Si el proceso de pensar ha durado demasiado, su resultado se volvió entretanto inutilizable. Por eso se «premedita». El comienzo de los procesos de pensar así escindidos es la formación de juicio, a que el yo llega mediante un hallazgo dentro de su organización -mediante la coincidencia, ya parcialmente mencionada, de las investiduras-percepción con noticias del cuerpo propio. Por esa vía los complejos perceptivos se separan en una parte constante, no comprendida, la cosa del mundo, y una variable, comprensible, la propiedad o movimiento de la cosa. Como el complejo-cosa retorna en conexión con diversos complejos-propiedad, y estos retornan en conexión con diversos complejos-cosa, surge una posibilidad de retrabajar, por así decir, de un modo universalmente válido y prescindiendo de la percepción real en cada caso, los caminos de pensar que llevan desde estas dos clases de complejos hasta el estado-cosa deseado. El trabajo de pensar con juicios, en vez de pensar con complejos de percepción singulares no ordenados, es entonces un gran ahorro. Queda sin elucidar si la unidad psicológica así ganada es subrogada también por una unidad neuronal en el decurso de pensar, y por una unidad neuronal otra que la representación-palabra. En la creación del juicio puede colarse ya el error. En efecto, los complejos-cosa o complejos-movimiento no son del todo idénticos, y entre los ingredientes que se desvían pueden hallarse algunos cuyo descuido perturbe el resultado en la realidad. Este defecto del pensar proviene del afán, imitado por nosotros aquí, de sustituir el complejo por una neurona única, a lo cual constriñe precisamente la enorme complejidad. Son espejismos del juicio o fallas de las premisas. Otro fundamento del error puede residir en que las percepciones de la realidad objetiva no fueran percibidas de manera completa porque no se encontraban dentro del campo sensorial. Estos son errores por ignorancia, inevitables en todos los seres humanos. Donde esta condición no está presente, la preinvestidura psíquica, puede ser defectuosa (por desvío del yo respecto de las percepciones) y dar por resultado percepciones inexactas y decursos de pensar incompletos; estos son errores por atención deficiente. Si ahora tomamos como material de los procesos de pensar los complejos juzgados y ordenados en lugar de los ingenuos, se obtiene una oportunidad para abreviar el propio proceso del pensar práctico. Es esta: si ha resultado que el camino desde la percepción hasta la identidad con la investidura-deseo pasa por una imagen-movimiento M, está biológicamente asegurado que, luego de producida la identidad, esta M se inerve en su totalidad. Por la simultaneidad de la percepción y esta M, se genera una facilitación intensa entre ambas, y una imagen-percepción que sobrevenga a continuación despertará la M sin más decurso asociativo. En todo caso cabe suponer, desde Juego, que en todo momento es posible establecer una conexión entre dos investiduras. Lo que originariamente fue una conexión de pensar arduamente establecida pasa a ser después, por investidura total simultánea, una facilitación vigorosa, acerca de la cual sólo se plantea esta duda: si se consuma siempre a lo largo del camino hallado en primer lugar, o si puede transitar por una conexión más directa. Esto último parece más probable, y también más acorde al fin, porque ahorra la necesidad de fijar unos caminos de pensar que deberían permanecer libres para otras conexiones, las más diversas. Si respecto del camino de pensar [originario] falta la repetición, tampoco cabe esperar de él facilitación alguna, y el resultado se fijará mejor por conexión directa. Es verdad que quedamos en la incertidumbre sobre la proveniencia del nuevo camino. Si ambas investiduras, percepción y M, mantuvieran una asociación común con un tercer término, la tarea resultaría simplificada. El fragmento de decurso de pensar que va de la percepción hasta la identidad a través de una M se puede también realzar y ofrece un resultado semejante si luego la atención fija la M y la pone en asociación con la percepción, que igualmente tornó a ser fijada. También esta facilitación de pensar se sintonizará luego en el caso real. A primera vista no se advierten errores posibles a raíz de esta [clase de] trabajo de pensar, pero se puede seguir un camino de pensar desacorde con el fin y poner de relieve un movimiento dispendioso, porque la selección en el pensar práctico sólo depende, en efecto, de las experiencias reproducibles. Con el enriquecimiento de recuerdos se ofrecen cada vez nuevos caminos de desplazamiento. Por eso se ha comprobado que es ventajoso perseguir por completo las percepciones singulares a fin de hallar, entre todos los caminos, los más propicios, y este es el trabajo del pensar discerniente, que por cierto, entra en escena como preparación del [pensar] práctico, si bien de hecho sólo tardíamente se desarrolla desde este. Los resultados de este [trabajo] son luego utilizables para más de una clase de investidura-deseo. Los errores del pensar discerniente son palmarios: la parcialidad, si no se evitaron investiduras-meta, y la fragmentariedad, si no se recorrieron todos los caminos. Es claro que aquí constituye una enorme ventaja que simultáneamente se despertaran signos de cualidad; registrando dentro del estado de expectativa estos procesos de pensar realzados, el decurso de asociación puede ir del eslabón inicial al eslabón final mediante los signos de cualidad, en lugar de ir mediante la serie entera de pensar; y para ello, ni siquiera hace falta que la serie de la cualidad se corresponda en todos sus términos con la serie de pensar. En el pensar teórico, el displacer no desempeña papel alguno, y por eso es posible aun con un recuerdo domeñado. Tenemos que considerar todavía una modalidad del pensar, el crítico o examinador. Este es ocasionado cuando, no obstante haberse observado todas las reglas, el proceso de expectativa, con la acción específica subsiguiente, llevan al displacer y no a la satisfacción. El pensar crítico procura, sin meta práctica, en ocio y bajo evocación de todos los signos de cualidad, repetir el decurso íntegro de Q h para comprobar una falla de pensar o una falta psicológica. Es un pensar discerniente con objeto dado, a saber, una serie de pensar. Ya sabemos en qué pueden consistir estas últimas [¿las faltas psicológicas?]: ¿pero en qué consisten las fallas lógicas? Dicho brevemente: en no tomar en cuenta las reglas biológicas para el decurso de pensar. Estas reglas enuncian adónde tiene que dirigirse en cada caso la investidura-atención, y cuándo es preciso detener el proceso de pensar. Tales reglas están protegidas por amenazas de displacer, son obtenidas por la experiencia, y se pueden trasponer sin más a las reglas de la lógica, cosa que será menester probar en detalle. El displacer intelectual de la contradicción, a raíz de la cual el decurso de pensar examinador se detiene, no es entonces más que el [displacer] almacenado para proteger las reglas biológicas, que el proceso de pensar incorrecto Pone en movimiento. La existencia de tales reglas biológicas se demuestra, justamente, a partir del sentimiento de displacer por fallas lógicas. En cuanto a la acción, no podemos representárnosla de otro modo que como la investidura total de aquellas imágenes-movimiento que fueron puestas de relieve a raíz del proceso de pensar, y quizá también de aquellas (cuando hubo un estado de expectativa) que pertenecían a la parte voluntaria de la acción específica. Aquí hay una renuncia al estado ligado, y un repliegue de las investiduras de atención. La primera se cumple por sí sola, pues con el primer decurso desde las neuronas motrices el nivel dentro del yo desciende de manera irresistible. Por cierto que no cabe esperar un aligeramiento completo del yo a raíz de acciones aisladas, sino sólo a raíz de actos de satisfacción de la índole más pródiga. Es instructivo que la acción no acontezca por inversión de la vía que ha aportado las imágenes-movimiento, sino por caminos motores particulares; entonces el efecto-movimiento no es sin más el querido, como tendría que serlo si se tratara de la inversión de la misma vía. Por tanto, durante la acción tiene que producirse una comparación nueva entre las noticias de movimiento que llegan y los [movimientos] preinvestidos; así se obtiene una excitación de inervaciones correctoras hasta conseguir la identidad. Aquí se repite el mismo caso que se producía del lado de la percepción, sólo que con una menor diversidad, una rapidez mayor y una descarga continuada total, en tanto que allá acontecía sin tal descarga. Ahora bien, nótese que la analogía se presenta entre pensar práctico y actuar con arreglo al fin. Por esto se intelige que las imágenes-movimiento son sensibles. Pero la peculiaridad de que en el actuar se sigan caminos nuevos, en lugar de la inversión, tanto más simple, parece mostrar que la dirección conductiva de los elementos neuronales está tal vez fijada, y hasta, quizá, que aquí como allí el movimiento neuronal puede tener otros caracteres. Las imágenes-movimiento son percepciones, y como tales tienen desde luego cualidad y despiertan conciencia; es asimismo indudable que a veces atraen sobre sí gran atención. Sólo que sus cualidades son poco llamativas, probablemente no son tan diversas como las del mundo exterior, y no están asociadas con representaciones-palabra; antes bien, sirven ellas mismas en parte a esta asociación. Pero no provienen de órganos sensoriales de elevada organización; su cualidad es sin duda monótona.