Obras de S. Freud: La bibliografía científica sobre los problemas del sueño

La bibliografía científica sobre los problemas del sueño. (1)

En las páginas que siguen demostraré que existe una técnica psicológica que permite interpretar sueños, y que, si se aplica este procedimiento, todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de sentido al que cabe asignar un puesto determinado dentro del ajetreo anímico de la vigilia. Intentaré, además, aclarar los procesos que dan al sueño el carácter de algo ajeno e irreconocible, y desde ellos me remontaré a la naturaleza de las fuerzas psíquicas de cuya acción conjugada o contraria nace el sueño. Llegada a este punto, mi exposición se interrumpirá, pues allí el problema del sueño desemboca en cuestiones más amplias, cuya solución debe acometerse en otro material. Antepongo un panorama de las opiniones de autores que me precedieron, así como del estado actual de los problemas del sueño en el pensamiento científico. Lo hago porque en el curso de la exposición misma no tendré muchas ocasiones de volver sobre ello. A pesar de un esfuerzo más que milenario, la comprensión científica del sueño ha avanzado muy poco. Esta opinión es tan general entre los autores que parece superfluo avalarla con citas aisladas. En las obras que incluyo como bibliografía al final de este trabajo se encontrarán muchas observaciones sugerentes y un rico e interesante material sobre nuestro tema, pero poco o nada que acierte con la naturaleza del sueño o resuelva definitivamente sus enigmas. Y menos todavía, desde luego, es lo que ha pasado al conocimiento de las personas cultas.

¿Qué concepción (2) se tuvo del sueño en las épocas iniciales de la humanidad, entre los pueblos primitivos, y qué influencia pudo ejercer el sueño sobre sus intuiciones acerca del mundo y del alma? He ahí un tema de tan alto interés que sólo a disgusto excluyo su tratamiento del presente texto. Me remito a las conocidas obras de Sir John Lubbock, Herbert Spencer, E. B. Tylor y otros, y sólo he de agregar que no podremos apreciar el alcance de estos problemas especulaciones sino después que hayamos resuelto la tarea que tenemos por delante, la «interpretación de los sueños». En las ideas que los pueblos de la Antigüedad clásica tenían sobre el sueño resuena manifiestamente un eco de la concepción primitiva (3). Suponían que los sueños estaban en relación con el mundo de seres sobrehumanos en que ellos creían, y que traían revelaciones de los dioses y los demonios. Además, estaban convencidos de que contenían un mensaje importante para quien los soñaba: por regla general le anunciaban el porvenir. La extraordinaria diversidad del contenido de los sueños y de la impresión que dejaban volvió muy difícil, por añadidura, formarse una concepción unitaria acerca de ellos, y obligó a establecer múltiples distingos y a crear grupos de sueños de acuerdo con su valor y su confiabilidad. Desde luego, el juicio que cada uno de los filósofos de la Antigüedad se formó acerca del sueño no fue independiente de la posición que estaba dispuesto a conceder a la mántica en general. En los dos escritos de Aristóteles donde se trata del sueño, este ya se ha convertido en objeto de la psicología. Se nos dice que no es un envío de los dioses, no es de índole divina, sino demoníaca; en efecto, la naturaleza misma es demoníaca y no divina, vale decir: el sueño no surge de una revelación sobrenatural, sino que obedece a las leyes del espíritu humano (que, por otro lado, está emparentado con la divinidad). El sueño es definido como la actividad anímica del durmiente en cuanto duerme (4). Aristóteles conoce algunos de los caracteres de la vida onírica. Por ejemplo, que el sueño amplifica pequeños estímulos que sobrevienen durante el dormir («se cree estar atravesando un fuego y abrasarse en él, cuando en verdad sólo ocurre un calentamiento insignificante de este o de aquel miembro» (5)). Y de esta conducta extrae la conclusión de que los sueños bien pueden revelar al médico los primeros indicios, todavía imperceptibles durante el día, de una alteración corporal incipiente (6). Como es sabido, antes de Aristóteles los antiguos no tenían al sueño por un producto del alma soñante, sino por una inspiración de los dioses. Ya desde la Antigüedad, entonces, se impusieron las dos corrientes opuestas de apreciación de la vida onírica que hemos de encontrar en todas las épocas. Se distinguía entre sueños veraces y valiosos, enviados al durmiente para ponerlo en guardia o anunciarle el porvenir, y sueños vanos, engañosos y nimios, cuyo propósito era precipitarlo en el error o refirmarlo en su perdición. Gruppe (7) (1906, 2, pág. 390) reproduce una de estas clasificaciones de los sueños siguiendo a Macrobio y Artemidoro [Daldiano]: «Los sueños se dividían en dos clases. La primera sólo era influida por el presente (o por el pasado), pero carecía de significación para el futuro; comprendía los eunpuia , insomnia, que reproducían directamente la representación dada o su contrario, por ejemplo, el hambre o su apaciguamiento, y los cpavrdoliaca, que ampliaban en la fantasía la representación dada, como la pesadilla, ephialtes. En cambio, la otra clase se consideraba significativa para el porvenir; a ella pertenecen: 1) el augurio directo que se recibe en sueños Freud, bibliografía cientifica sobre los problemas del sueño-1 , oraculum ) ; 2) la predicción de un acontecimiento inminente (Freud, Bibliografía científica sobre los problemas del sueño-2 , visio), y 3) el sueño simbólico, que requería explicitación (Freud, Bibliografía científica sobre los problemas del sueño-3 , somnium). Esta teoría se ha mantenido durante muchos siglos». La tarea de una «interpretación de los sueños (8)» se plantea en conexión con esta alternancia en su apreciación. Puesto que de los sueños se esperaba obtener importantes esclarecimientos, pero no todos eran directamente comprensibles, y no podía saberse si un sueño determinado, incomprensible, no anunciaba sin embargo algo importante, tenía que nacer el empeño por remplazar el contenido incomprensible del sueño por otro trasparente y, por tanto, pleno de significado. En la Antigüedad tardía se consideró como la máxima autoridad en interpretación de sueños a Artemidoro Daldiano, cuya minuciosa obra [Oneirocritical ha de resarcirnos de los escritos del mismo tenor que por desgracia se han perdido (9). La concepción precientífica de los antiguos sobre el sueño armonizaba sin duda perfectamente con su cosmovisión general, que solía proyectar al mundo exterior como realidad aquello que sólo la tenía dentro de la vida anímica. Además, respondía a la impresión dominante que provoca el sueño en la vida de vigilia cuando su recuerdo perdura al despertar: en el recuerdo, el sueño se presenta como algo ajeno, por así decir procedente de otro mundo y contrapuesto a los otros contenidos psíquicos. Por lo demás, sería erróneo creer que la doctrina del origen sobrenatural de los sueño s no encuentra partidarios en nuestros días. Prescindamos de todos los publicistas místicos y pietistas, que sin duda tienen derecho a ocupar lo que resta del reino de lo sobrenatural, antes tan extenso, mientras la ciencia natural no logre conquistarlo por completo con sus explicaciones; pero aun hombres de agudo ingenio y reacios a todo lo extraordinario se empeñan en defender su fe religiosa en la existencia e intervención de fuerzas espirituales suprahumanas invocando, precisamente, el carácter inexplicable de los fenómenos oníricos (cf. Haffner, 1887). El modo en que muchas escuelas filosóficas, como la de Schelling, aprecian la vida onírica es una clara supervivencia del carácter divino del sueño, indiscutido en la Antigüedad. Y tampoco ha terminado la controversia sobre la virtud adivinatoria del sueño en cuanto anunciador del porvenir: los intentos de explicación psicológica no bastan para dominar el material reunido, no importa cuán definidamente las simpatías de quienes han abrazado el pensamiento científico se inclinen por rechazar semejante tesis (10). Muy difícil es escribir una historia de nuestro conocimiento científico sobre los problemas oníricos. La razón es que, por valioso que sea en algunos puntos, en él no se observa progreso alguno siguiendo líneas determinadas. No se ha llegado a la formación de una infraestructura de resultados seguros, sobre la cual pudiera seguir construyendo un investigador que viniese después, sino que cada autor acomete los mismos problemas por así decir desde el principio. Si quisiera atenerme al orden cronológico de los autores y resumir las opiniones de cada uno sobre los problemas oníricos, tendría que renunciar al esbozo de un cuadro de conjunto sobre el estado actual de los conocimientos acerca del sueño; por eso he preferido exponer los temas en lugar de seguir a los autores, y con relación a cada uno de los problemas oníricos mencionaré el material que para su solución contenga la bibliografía. Puesto que no está a mi alcance dominar toda la bibliografía sobre este asunto, tan desperdigada y que tanto se superpone con la consagrada a otros temas, he de rogar a mis lectores que se conformen con que en mi exposición no se pierda ningún hecho fundamental y ningún punto de vista importante. Hasta hace muy poco, la mayoría de los autores se veían movidos a tratar juntos el dormir y el soñar, añadiendo por regla general la consideración de estados análogos que abundan en la psicopatología, así como procesos semejantes al sueño (v. gr., las alucinaciones, visiones, etc.): En cambio, en los trabajos más recientes se advierte el esfuerzo por restringir el tema y tomar como objeto, por ejemplo, un problema particular del ámbito de la vida onírica. Quiero ver en este cambio una expresión del convencimiento de que en asuntos tan oscuros no es lícito buscar ilustración y acuerdo sino mediante una serie de investigaciones de detalle. No otra cosa que una de estas, y por cierto de naturaleza psicológica especializada, es lo que puedo ofrecer aquí. Poca ocasión he tenido de ocuparme del problema del dormir, pues es esencialmente fisiológico, aunque en las características del estado del dormir tiene que estar contenida la alteración de las condiciones de funcionamiento del aparato psíquico. Por eso hemos omitido también la bibliografía sobre el dormir. El interés científico por los fenómenos oníricos en sí lleva a plantearse los problemas que a continuación trataremos, y que en parte se superponen.

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con la vida de vigilia

Notas:
1- [Nota agregada en las ediciones segunda a séptima:] Hasta la fecha en que se publicó por primera vez este libro (1900).

2- [Este párrafo y el siguiente se agregaron en 1914.]

3- [Nota agregada en 1914:] Lo que sigue se basa en la cuidadosa exposición de Büchsenschütz (1868).

4- [De divinatione per somnum, II, y De somniis, III. – En la primera edición, este párrafo estaba redactado de la siguiente manera: «El primer escrito donde se trata al sueño como objeto de la psicología parece ser el de Aristóteles (De los sueños y su interpretación). Aristóteles declara que los sueños son de naturaleza «demoníaca» pero no «divina»; sin duda esta distinción tiene su importancia, si supiéramos traducirla correctamente». El párrafo siguiente terminaba con la frase: «Debido a la insuficiencia de mis propios conocimientos y a la falta de ayuda especializada, no pude penetrar más profundamente en el tratado de Aristóteles». La forma actual de estos pasajes data de la edición de 1914; y una nota en GS, 3 (1925), pág. 4, señala que en realidad Aristóteles escribió no una sino dos obras sobre el tema.]

5- [De divinatione, I.]

6- [Nota agregada en 1914:] El médico griego Hipócrates se ocupa dc la relación entre el sueño y las enfermedades, en un capítulo, de su famosa obra [El viejo arte de curar, X; cf. también Régimen, IV, 88, passim].

7- [Este párrafo se agregó como nota al pie en 1911, y fue incorporado al texto en 1914.]

8- [Este párrafo se agregó en 1914.]

9- [Nota agregada en 1914:] Sobre la historia ulterior de la interpretación de los sueños en la Edad Media, véase Diepgen (1912) y las monografías de Fórster (1910 y 1911), Gotthardt (1912), etc. Almoli (1848 [lº ed., 16371), Arnram (1901) y Löwinger (1908) estudiaron la interpretación de los sueños entre los judíos; también lo hizo, más recientemente y tomando en cuenta el punto de vista psicoanalítico, Lauer (1913). Tenemos información sobre la interpretación de los sueños entre los árabes a través de Drex1 (1909), Schwarz: (1913) y el misionero Tfinkdji (1913); entre los japoneses, a través de Miura (1906) e Iwaya (1902); entre los chinos, a través de Secker (1910), y entre los hindúes, a través de Negelein (1912).

10- [Freud volvió una y otra vez sobre el tema del ocultismo en los sueños. Cf. Freud, 1922a, 1925i (sección C) y 1933a (30º conferencia). Un sueño supuestamente premonitorio es analizado en un trabajo de 1899 (Freud, 1941c), que se incluye como apéndice de esta obra]