Biografía Deutsch Helene (1884-1982)
Deutsch Helene Nacida Rosenbach (1884-1982) Psiquiatra y psicoanalista norteamericana
La que fue llamada «niña querida de Sigmund Freud, y a quien Abram Kardiner, haciendo alusión a su belleza, comparó con Helena de Troya, había nacido en Przernysl, Polonia, en una familia de la burguesía judía asimilada. última en nacer entre los cuatro hermanos, la pequeña Hala, seis años menor que su hermana Gizela, fue la preferida del padre, jurista brillante, decepcionado por la mediocridad de su hijo Emil, diez años mayor que Helene. Todo permite pensar que Regina Rosenbach, la madre, una mujer autoritaria, conformista y poco afectuosa, era sobre todo insatisfecha, lo cual, curiosamente, su hija, convertida en psicoanalista y pionera de la emancipación femenina, parece no haber querido tomar nunca en consideración. A los catorce años, a pesar de su inteligencia y su belleza, Helene era depresiva, y estaba marcada por la hostilidad de la madre respecto de ella y por el intento de violación del que la había hecho objeto su hermano. Para gran escándalo de la familia, se hizo entonces amiga de un hombre casado y conocido en toda la ciudad: Herman Lieberman. Este eminente dirigente socialista, que iba a ser ministro del gobierno polaco en el exilio, en Londres, en 1940, le presentó a Rosa Luxemburgo, figura histórica de la que Helene seguiría hablando con entusiasmo y con admiración en el crepúsculo de su vida, a los ochenta y cinco años. En 1907, la pareja se instaló en Viena, donde Helene emprendió estudios de medicina. Pero, sintiéndose sin futuro, puso fin a esa relación violenta y tumultuosa que duró cuatro años; Herman sufrió por esa ruptura durante mucho tiempo. En 1911, Josef Reinhold, un amigo neurólogo que más tarde ella no logró arrancar a las garras de los nazis, le dio a leer La interpretación de los sueños. Al mismo tiempo, Helene conoció a Felix Deutsch, un joven médico atraído por las ideas Freudianas, con quien se casó al año siguiente. En febrero de 1914, cuando ella iniciaba su especialización en psiquiatría, se integró al servicio de Emil Kraepelin, en Múnich, donde chocó con la hostilidad de la hija del jefe, preludio de su rivalidad futura con Anna Freud. En abril volvió a Viena e integró el prestigioso servicio de Julius Wagner-Jauregg, sucesor de Richard von KrafftEbing. Deseosa de seguir el camino del psicoanálisis, frecuentaba al mismo tiempo el seminario de Viktor Tausk, quien se hizo amigo de la pareja Deutsch. En los años siguientes se inició el despliegue de su notoriedad. En 1917, después de una sucesión de abortos espontáneos y dificultades conyugales crecientes, nació Martin, quien sería su único hijo, y de quien nunca se conoció con certidumbre la verdadera filiación. ¿El padre fue Felix, o Paul Barnay, amigo íntimo de Helene, actor y director de teatro? De modo que tanto los problemas personales como el interés teórico y clínico impulsaron a Helene a acercarse al grupo Freudiano. A partir de 1918 asistió regularmente a las reuniones de la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV), de la que pasó a ser miembro el 13 de marzo de 1918. En el otoño inició un análisis con Freud, y advirtió muy pronto que esa opción la obligaba a abandonar el servicio de Wagner-Jauregg. Seducido por la inteligencia y los conocimientos de la joven, Freud quiso hacer de ella su principal discípulo, y aceleró el curso de las cosas. Al cabo de un año interrumpió la cura, pretextando que necesitaba su hora cotidiana para un paciente extranjero, que resultó ser Serguei Constantinovich Pankejeff, el Hombre de los Lobos. En el contexto de este reconocimiento precipitado, Freud envió a Tausk a analizarse con Helene, después de haberlo tenido él mismo en su diván. Freud supervisaba el trabajo de su discípula, pero el embrollo terminó con el suicidio de Tausk. Por otra parte, aunque su análisis no había contribuido a la resolución de sus problemas, Helene puso cada vez más interés en la causa del Freudismo, de la cual dirá, con referencia a sus ideales socialistas, que ésa fue su «última revolución», la más «profunda». A partir de 1922, estimulados por el ejemplo berlinés, los vieneses abrieron un policlínico en cuya dirección participaba Felix Deutsch, convertido en médico personal de Freud. Cuando Freud quiso crear un instituto en Viena, siguiendo el modelo del de Berlín, fue Helene quien aseguró su fundación y lo dirigió desde 1924 hasta su partida a los Estados Unidos. Antes había ido a Berlín para informarse, pero sobre todo para alejarse de Felix y retomar un análisis con Karl Abraham. Tuvo entonces una relación con Sandor Rado. Inquieto por lo que él sentía como un intento de emancipación, Freud no vaciló en escribirle a su fiel discípulo y pedirle que cuidara que esa cura no fuera a desembocar en la separación de Helene y su marido. Dócil, Abraham obedeció al mandato del maestro, trabando de tal modo el desarrollo normal del análisis de su paciente. Durante su estada en Berlín, Helene escribió su primer trabajo sobre la psicología de la mujer. Lo presentó en el Congreso de la International Psychoanalytical Association (IPA) de Salzburgo, el 21 de abril de 1924. Después se abocó a su primer libro, Psicoanálisis de las funciones sexuales de la mujer, preludio a su obra maestra, Psicología de las mujeres, que en 1949 iba a ser la principal referencia psicoanalítica de Simone de Beauvoir (1908-1986) en El segundo sexo. La posición de Helene Deutsch sobre la sexualidad femenina, inspirada en la tesis de la libido única y del falicismo, se inscribe perfectamente en la corriente de la escuela vienesa, también representada por Jeanne Lampl de Groot, Ruth Mack-Brunswick y Marie Bonaparte. A esta corriente se opondrá la de la escuela inglesa, basada en el dualismo central, y representada por Ernest Jones, Melanie Klein y Josine Müller (1884-1930). En 1935 Helene Deutsch advirtió el peligro nazi y, a pesar de las nuevas presiones de Freud, decidió exiliarse con su marido y su hijo al otro lado del Atlántico. Allí se integró a la Boston Psychoanalytic Society (BoPS), de la que fue una de las más brillantes personalidades. Las muchas décadas que siguieron (vivió hasta los noventa y ocho años) fueron escandidas por las tensiones y conflictos de una vida conyugal insatisfactoria, y por la nostalgia de la pasión amorosa que había marcado su juventud. Sin duda hay que ver en ello una de las razones de su apego a la Polonia natal. Helene la ponía de manifiesto en su fuerte acento, por el cual sus amigos decían que ella «hablaba cinco idiomas, todos en polaco». La gran dama de un Freudismo sin concesiones, que criticaba tan severamente la Ego Psychology como la estandarización a la americana del análisis didáctico, desprovisto a sus ojos del espíritu militante al que ella había adherido apasionadamente en su juventud, fue entonces reconocida y celebrada en el continente americano.