Melanie Klein: EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS MANIACO-DEPRESIVOS (1940)

EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS MANIACO-DEPRESIVOS (1940)

Una parte esencial del trabajo de duelo, tal como lo señaló Freud en «Duelo y melancolía», es el juicio de realidad. Dice: «En la aflicción, explicamos este carácter, admitiendo un cierto lapso para la realización paulatina del mandato de la realidad, labor que devolvía al yo la libertad de su libido, desligándola del objeto perdido » y luego: «Cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto, es sucesivamente sobrecargado, realizándose con él la sustracción de la libido. No nos es fácil indicar por qué la transacción que supone esta lenta y paulatina realización del mandato de la realidad, ha de ser tan dolorosa. Tampoco deja de ser singular que el doloroso displacer que trae consigo, nos parezca natural y lógico «. Y en otro pasaje: «No nos es posible dar respuesta a esta objeción, que refleja nuestra impotencia para indicar con qué medios económicos lleva a cabo la aflicción su labor. Quizá pueda auxiliarnos aquí una nueva sospecha. La realidad impone a cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen puntos de enlace de la libido con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el yo, situado ante la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la influencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a abandonar su ligamen con el objeto destruido. Podemos, pues, suponer que este abandono se realiza tan lenta y paulatinamente, que al llegar a término, ha disipado el esfuerzo necesario para tal labor». Desde mi punto de vista, hay una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos mentales tempranos. Creo que el niño pasa por estados mentales comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que se reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El método más importante para que el niño venza estos estados de duelo es, desde mi punto de vista, el juicio de realidad. Este proceso es, tal como Freud lo señaló, parte del trabajo de duelo. En mi artículo » Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos «, introduje el concepto de posición depresiva infantil, y mostré allí la conexión entre esta posición y los estados maníacodepresivos. Ahora, para hacer más clara la relación entre la posición depresiva infantil y el duelo normal, me referiré primeramente a algunos de los conceptos que desarrollé en ese artículo y que ampliaré aquí. En el curso de mi exposición trataré también de dar una contribución para una mayor comprensión de la conexión entre el duelo normal por una parte y el duelo patológico y los estados maníaco-depresivos por otra. Dije que el niño experimenta sentimientos depresivos que llegan a su culminación antes, durante y después del destete. Este es un estado mental en el niño que denomino «posición depresiva» y sugiero que es una melancolía en statu nascendi. El objeto del duelo es el pecho de la madre y todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la mente del niño: amor, bondad y seguridad. El niño siente que ha perdido todo esto y que esta pérdida es el resultado de su incontrolable voracidad y de sus propias fantasías e impulsos destructivos contra el pecho de la madre. Otros dolores en relación con esta pérdida inminente (en este momento de ambos padres) surge de la situación edípica que se instala tan tempranamente y que está tan íntimamente relacionada con las frustraciones del pecho que en sus comienzos está dominada por impulsos y temores orales. El circulo de los objetos amados que son atacados en la fantasía y cuya pérdida por lo tanto se teme, se amplía debido a la relación ambivalente del niño con sus hermanos y hermanas. La agresión fantaseada contra hermanos y hermanas a los que se ataca en el interior del cuerpo de la madre hacen también surgir sentimientos de culpa y pérdida. El dolor y la preocupación por la pérdida temida de los «objetos buenos», es decir, la posición depresiva, es, según mi experiencia, la fuente más profunda de los conflictos dolorosos en la situación edípica, así como en las relaciones de todo niño con su medio ambiente general. En el desarrollo normal estos sentimientos de dolor, aflicción y temores, se vencen mediante varios métodos. Junto con la relación del niño, primero con su madre y pronto con el padre y otras personas, se produce el proceso de internalización que he subrayado tanto en mi obra. El niño, al incorporar a sus padres, los siente como personas vivas dentro de su cuerpo, del modo concreto en que él experimenta estas fantasías inconscientes. Ellas son, en su mente, objetos «internos» o «internalizados», tal como los he denominando. Así se edifica un mundo interno en la mente inconsciente del niño, correspondiendo a las experiencias reales y a las experiencias del mundo exterior, aunque alterado por sus propias fantasías e impulsos. Si lo que rodea al niño es predominantemente un mundo de personas en paz unas con otras y con su yo. resulta de esto una integración, una armonía interior y un sentimiento de seguridad. Hay una constante interacción entre las ansiedades relacionadas con la madre «externa» -tal como la he denominado, en contraste con la madre interna- y las que se relacionan con la madre «interna» Los métodos usados por el yo para tratar con estos dos grupos de ansiedades también están correlacionados íntimamente. En la mente del niño la madre «interna» está ligada a la «externa» de la que es un «doble», aunque alterado por los procesos de internalización; es decir, su imagen está influida por sus fantasías y por los estímulos y experiencias internas de toda clase. Cuando las situaciones externas se internalizan -y sostengo que es así desde los primeros días de vida en adelante- siguen este mismo patrón: se hacen «dobles» de las situaciones reales y son luego alteradas por las mismas razones. El hecho de que estos objetos internalizados, personas, cosas, situaciones y acontecimientos -el total mundo interno del niño que se está construyendo- se haga inaccesible a la observación exacta del niño y a su discernimiento y no pueda ser verificado por los medios de percepción de que dispone en relación con el mundo externo, tangible y palpable, tiene una gran importancia en la naturaleza fantaseada de su mundo interno. Las dudas, incertidumbres y ansiedades consiguientes, actúan en el niño pequeño como un continuo incentivo para observar los objetos del mundo externo -mundo del cual surge su mundo interno- y adquirir seguridad sobre ellos para poder así comprender mejor lo interno. La madre que él ve, la madre real, le da así pruebas continuas de cómo es la «interna», de si lo quiere o está enojada, de si lo ampara o si es vengativa. La extensión en la que la realidad externa es capaz de refutar ansiedades y penas en relación con la realidad interna varía en cada individuo pero puede ser tomada como un crit erio para juzgar la normalidad. En niños que están en tal forma dominados por su mundo interno que sus ansiedades no pueden ser suficientemente refutadas y contrarrestadas aun por los aspectos agradables de sus relaciones con la gente, son inevitables serios trastornos mentales. Por otra parte, una cierta cantidad de acontecimientos displacientes son importantes en el juicio de realidad, si el niño, venciéndolas, siente que puede retener sus objetos así como el amor de ellos y el suyo por ellos, y así preservar o restablecer la vida interna y la armonía frente a peligros. Todas las alegrías que el niño vive a través de su relación con la madre, son pruebas para él de que los objetos amados, dentro y fuera de su cuerpo, no están dañados y no se transformarán en personas vengadoras. El aumento de amor y confianza y la disminución de los temores a través de experiencias felices, ayuda al niño paso a paso a vencer su depresión y sentimiento de pérdida (duelo). Lo capacitan para probar su realidad interior por medio de la realidad externa. Al ser amado y a través de la alegría y comodidad que experimenta en la relación con el mundo, se fortalece su confianza en su propia bondad, así como en la de las personas que lo rodean, aumenta su esperanza de que los objetos buenos y su propio yo puedan salvarse y preservarse, y disminuye al mismo tiempo su ambivalencia y sus temores a la destrucción del mundo interno. Las experiencias desagradables y la falta de experiencias gratas, en el niño pequeño, especialmente la falta de alegría y contacto íntimo con los seres amados aumenta la ambivalencia, disminuye la confianza y la esperanza y confirma sus ansiedades sobre la aniquilación interna y la persecución externa; además, lentifica y a veces detiene permanentemente el proceso beneficioso a través del cual, a la larga, se logra una seguridad interior. En el proceso de adquisición de conocimientos cada nueva experiencia debe ajustarse a los moldes suministrados por la realidad psíquica que prevalece en el momento; y al mismo tiempo, la realidad psíquica del niño está influida gradualmente por cada paso en el conocimiento progresivo de la realidad exterior. Cada uno de estos pasos es paralelo al establecimiento cada vez más firme de sus objetos «internos» buenos, y es utilizado por el yo como medio de vencer su posición depresiva. En otras ocasiones he expresado mi opinión de que todo niño experimenta ansiedades que son de contenido psicótico, y de que la neurosis infantil 8 es el medio normal de tratar y modificar estas ansiedades. Como resultado de mi trabajo sobre la posición depresiva infantil, puedo ratificar esta afirmación con más exactitud, ya que me ha llevado a la creencia de que es la posición central en el desarrollo del niño. En la neurosis infantil se expresan las primeras posiciones depresivas, se elaboran y gradualmente se superan; y ésta es una parte importante del proceso de organización e integración, la cual, junto con el desarrollo sexual 9 caracteriza los primeros años de vida. Normalmente, el niño pasa a través de una neurosis infantil y entre otros acontecimientos llega paso a paso a una buena relación con la gente y con la realidad. Sostengo que una buena relación con el mundo depende del éxito logrado en la lucha contra el caos interior (la posición depresiva) y en haber establecido con seguridad objetos «buenos» internos. Ahora consideraremos más detenidamente los métodos y mecanismos a través de los cuales se logra este desarrollo. En el niño los procesos de introyección y proyección -ya que son dominados por la agresión y ansiedades que se refuerzan unas a las otras-, conducen a temores de persecución de objetos terroríficos; a estos miedos se agrega el temor a la pérdida de los objetos amados y es así como surge la posición depresiva. Cuando al principio introduje el concepto de posición depresiva, sugerí que la introyección de todos los objetos amados hace surgir la preocupación y el dolor por temor de que estos objetos puedan ser destruidos (por los objetos «malos» y el ello) y de que estos sentimientos penosos y temores agregados a los temores paranoides y sus defensas, constituyen la posición depresiva. De este modo existen dos grupos de temores, sentimientos y defensas, que no obstante su variación y el estar ligados los unos a los otros, pueden, con propósitos teóricos, aislarse unos de otros. Los sentimientos y fantasías del primer grupo son persecutorios y están caracterizados por temores relacionados con la destrucción del yo por perseguidores internos. La defensa contra estos temores es predominantemente la destrucción de los perseguidores por métodos secretos y violentos. He tratado estos miedos y defensas en detalle en otros artículos.

Coninúa en ¨EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS MANIACO-DEPRESIVOS (1940)¨, parte II