AGORAFOBIA Y PÁNICO. Edad de comienzo y curso

AGORAFOBIA Y PÁNICO.
Arturo Bados López
5 de diciembre de 2005 (universidad de Barcelona)

EDAD DE COMIENZO Y CURSO
La edad media de comienzo de la agorafobia es 28 años; la amplitud de la edad de comienzo ha ido de 5 a 58 años (Öst, 1987). La agorafobia puede comenzar antes de los 16 años en el 10% de los casos y después de los 40 años en el 15%. El grupo de edad entre 45 y 64 años tiene un menor riesgo de desarrollar agorafobia y este riesgo es aún mucho menor a partir de los 65 años. Los ataques de pánico en general y el trastorno de pánico con o sin agorafobia en particular se dan en niños, aunque, según parece, raramente; la frecuencia es mucho mayor en adolescentes (véase Ollendick, 1998). La mediana de la edad de comienzo para el trastorno de pánico sin agorafobia es 24 años; el pico de la edad de comienzo de los ataques de pánico en pacientes adultos se sitúa en los 15-19 años. En una revisión de estudios con pacientes de 7 a 28 años (M = 14 años), la edad media de comienzo de los ataques de pánico fue 11,6 años (amplitud = 4-18 años) (Sandín, 1997).
Los ataques de pánico y la evitación agorafóbica comienzan antes en personas que presentaron ansiedad por separación en la infancia, fobia escolar o neuroticismo alto. La agorafobia suele comenzar bien con una intensa ansiedad o ataques de pánico bien con episodios de ligera ansiedad que va creciendo gradualmente en intensidad a través de sucesivas ocurrencias hasta convertirse frecuentemente en un ataque de pánico. Por lo general, los agorafóbicos no pueden identificar la causa de sus síntomas somáticos de ansiedad y suelen interpretarlos como indicadores de grave peligro o catástrofe. Esta atribución catastrófica lleva a los agorafóbicos a consultar al médico de asistencia primaria y a diversos especialistas en medicina que, por lo general, no les encuentran nada anómalo. Finalmente, los agorafóbicos, especialmente aquellos con ataques de pánico u otros problemas importantes, terminan por solicitar ayuda psiquiátrica y/o psicológica.
La evitación agorafóbica puede darse sin ataques de pánico, puede preceder a los mismos o –lo que parece más frecuente, al menos en la práctica clínica– puede seguirlos ya sea de un modo relativamente inmediato o después de meses o incluso años. Comience cuando comience la agorafobia, en muchos casos el número de situaciones agorafóbicas evitadas aumenta gradualmente. Una vez establecidos, los problemas agorafóbicos pueden fluctuar marcadamente, con remisiones (generalmente parciales) y recaídas de duración variable, las cuales parecen ser más frecuentes en las mujeres. Una recuperación relativamente estable es improbable si no ha habido tratamiento o este no ha sido del tipo adecuado. Una remisión espontánea sólo se da en un máximo del 20% de los agorafóbicos no tratados (Marks y Herst, 1970, citado en Marks, 1987; Wittchen, 1991, citado en Ehlers, 1995). La remisión es más probable cuando la duración del trastorno es inferior a 1 año.
Las fluctuaciones de los miedos y evitación agorafóbicos pueden ser debidas a múltiples factores: compañía de una persona, animal u objeto en quien se confía, ocurrencia de eventos estresantes, preocupaciones y enfermedades, estado emocional, cambios hormonales, toma de alcohol, fármacos o drogas, época del año (el calor y la lluvia pueden ser agravantes).
Conviene distinguir la agorafobia de comienzo tardío de la fobia a los espacios. Marks (1987) ha definido esta fobia como un miedo a caerse o a los espacios abiertos en ausencia de apoyo visoespacial cercano; no todos aquellos con miedo a caerse son fóbicos a los espacios y no todos estos fóbicos tienen miedo a caerse; por ejemplo, algunos temen básicamente las señales de espacio y profundidad al conducir. Los fóbicos a los espacios necesitan apoyos visuales más que soporte físico para caminar o conducir por espacios abiertos. Así, para atravesar una habitación, caminan cerca de las paredes, aunque sin necesidad de tocarlas o de hacer servir un apoyo físico; sin apoyo visual cercano, los pacientes pueden llegar a gatear para cruzar un espacio. Los sujetos pueden llegar a perder su trabajo o acabar confinados en una silla de ruedas. La fobia a los espacios es una condición muy poco frecuente que se da sobretodo en mujeres y que se caracteriza por una edad tardía de inicio (M = 55 años); ausencia o frecuencia mínima de depresión, ansiedad no situacional, ataques de pánico o problemas de personalidad; y patología en las vértebras cervicales, laberinto, cerebro posterior o sistema cardiovascular. La fobia a los espacios no parece responder a la terapia de exposición a los espacios, aunque falta investigar la eficacia de la exposición a las señales audiovestibulares o sensaciones de mareo, combinada probablemente con rehabilitación neuropsicológica.

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