Biografía Bernays Minna (1865-1941)
Bernays Minna (1865-1941) Cuñada de Sigmund Freud
En la historia de la vida privada de Sigmund Freud, Minna Bernays, hermana menor de Martha Freud (nacida Bernays), ocupa un lugar decisivo, no sólo por los vínculos íntimos que mantuvo con el cuñado (y que duraron toda la vida), sino porque esa amistad se convirtió en una de las grandes cuestiones de la historiografía Freudiana, sobre todo para la corriente revisionista. En 1882, cuando Freud se enamoró de Martha, también se sentía muy atraído por Minna, cuya inteligencia y espíritu cáustico le encantaban. Le escribió cartas muy íntimas, en las cuales le hacía numerosas confidencias, llamándola «mi tesoro, mi hermana». En esa época, la joven estaba de novia con un amigo de Freud, Ignaz Schönberg (1856-1886), quien contrajo tuberculosis y murió a principios del año 1886! Minna decidió entonces permanecer soltera, y se ocupó de la madre en Hamburgo, mientras trabaja intermitentemente como dama de compañía. En 1896 se instaló en Viena, en la casa de la hermana y el cuñado, el departamento de la Berggasse 19, donde ocupó una habitación sin entrada independiente: para llegar a ella, tenía que pasar continuamente por el dormitorio de la pareja Freud. Con el paso de los años se convirtió en «tía Minna» para los cinco hijos de la familia, a los cuales consagraba mucho tiempo y toda su energía. Mientras que Freud mantenía a su mujer y sus hijos alejados de su vida profesional, confiaba sus dudas, sus interrogantes y sus certidumbres a la cuñada tiernamente amada. Incluso viajó varias veces en su compañía, sobre todo a Italia. En sus cartas la mantenía informada de todos los asuntos de familia, hablándole tanto de Martha como de sus descubrimientos intelectuales. Ella respondía con la seguridad de una mujer que ocupaba una posición sólida en el corazón de la casa. En 1938, ya enferma y casi ciega, llegó a exiliarse en Londres, donde murió dos años después que el cuñado. Carl Gustav Jung, quien rechazaba la teoría Freudiana de la sexualidad, tenía sin embargo un gusto acentuado por las anécdotas picarescas de la vida privada. Como él mismo había tenido varias aventuras extraconyugales (entre otras, una con Sabina Spielrein), no vacilaba en divulgar rumores, verdaderos y falsos, sobre relaciones carnales de sus amigos y de sus contemporáneos. Él fue el primero del entorno de Freud que le atribuyó una relación amorosa con la cuñada. En 1957, en una entrevista con John Billinsky, contó que, en marzo de 1907, Minna Bernays, muy «desamparada», le había confesado que Freud estaba enamorado de ella, y que su «relación era verdaderamente muy íntima». Dijo recordar el «suplicio» que fue para él escuchar esa «revelación». Con mucho menos que eso se podía conmover a la comunidad Freudiana y reactivar las acusaciones al psicoanálisis: esa doctrina, que veía sexo en todas partes, ¿había sido finalmente sorprendida en flagrante delito de incesto, en la persona misma de su hipócrita fundador? Ernest Jones, el biógrafo oficial del maestro, afirmó repetidamente que el gran hombre había sido «monógamo en una medida inhabitual», pero no pudo impedir que el rumor hiciera estragos. Tanto más cuanto que la correspondencia entre Minna Bernays y su cuñado seguía siendo inaccesible a todos los investigadores, celosamente custodiada por el ortodoxo Kurt Eissler, responsable de los Archivos Freud depositados en la Library of Congress de Washington. A fines de 1970, el historiador revisionista Peter Swales retomó el asunto, dándole un contenido teórico. Con la inquietud por encontrar la huella original de todas las felonías cometidas por el padre fundador, comenzó a investigar la cuestión, y en noviembre de 1981 pronunció en Nueva York una conferencia que tuvo una gran repercusión. Tomando como punto de partida la confidencia de Jung, explicó que Freud había tenido una relación sexual con Minna, que incluso la había embarazado, y después obligado a abortar. Pero el método de investigación no aportaba la menor prueba sobre la realidad de esa presunta relación. Se trataba de una especie de parodia de interpretación psicoanalítica, que pretendía encontrar en la obra de Freud «revelaciones» autobiográficas capaces de perfilar con toda exactitud los actos de su vida privada. A este delirio de interpretación, el historiador Peter Gay, nuevo biógrafo de Freud, respondió describiendo la turbación que él mismo había experimentado al consultar, en la Library of Congress, la correspondencia entre Freud y Minna Bernays: más exactamente, al verificar la existencia de un blanco entre 1893 y 1910 en la numeración de las cartas. Ahora bien, era precisamente en ese período cuando podría haber tenido lugar la relación sexual. Gay no creía en la existencia de esa escena incestuosa original, y señaló que los herederos legales, al censurar la vida privada de los pensadores, suprimían datos inútilmente, con lo cual favorecían la difusión de las interpretaciones más fantasiosas. Según Albrecht Hirschmüller, especialista alemán en la publicación de la correspondencia de Freud con los miembros de su familia, Gay cometió un error, y la numeración de las famosas cartas no presenta ningún salto. Hirschmüller dice que la correspondencia de Freud con la cuñada no contiene ningún elemento que demuestre la existencia de semejante relación: «La correspondencia es muy abierta e íntima. Demuestra que las relaciones de Freud con la cuñada formaban parte de una red de relaciones familiares [ … ]. Una relación carnal habría creado demasiados problemas y destruido el vínculo con Martha, que era fundamental para Freud, pero diferente del que mantenía con Minna. Ésta es la opinión que me he formado después de haber examinado detenidamente todo lo que encontré en los archivos de Freud sobre la familia Bernays.» De modo que la relación carnal fue inventada por Jung a partir de un testimonio de Minna mal interpretado, antes de convertirse en un fantasma principal de la historiografía revisionista y antiFreudiana.