Biografía Bonaparte Marie (1882-1962)
Bonaparte Marie (1882-1962). Princesa de Grecia, psicoanalista francesa
Hija de Roland Bonaparte (1858-1924), a su vez nieto de Lucien, hermano del emperador, Marie Bonaparte (nacida en Saint-Cloud) era por lo tanto sobrina bisnieta de Napoleón Bonaparte (1769-1821). La madre había muerto al nacer ella, que tuvo una infancia y una adolescencia trágicas. Criada por el padre, que no se interesaba más que por sus actividades de geógrafo y antropólogo, y por la abuela paterna, verdadera tirana doméstica, ávida de éxito y notoriedad, Marie tiene todos los rasgos de un personaje novelesco. Su matrimonio concertado con el príncipe Georges, de Grecia (1869-1957), un homosexual al mismo tiempo libertino, alcohólico y conformista, hizo de ella una alteza real colmada de honores y celebridad, pero siempre obsesionada por la búsqueda de una causa noble, y en particular por el problema de su frigidez. Cuando visitó a Freud en Viena, en 1925, por consejo de René Laforgue, estaba al borde del suicidio, y acababa de publicar, bajo el seudónimo de Narjani, un artículo en el cual ponderaba los méritos de una intervención quirúrgica, de moda en esa época, que consistía en acercar el clítoris a la vagina, a fin de transferir el orgasmo clitoridiano a la zona vaginal. Ella creía que de tal modo se podía remediar la frigidez, y no vaciló en experimentar la operación en su propio cuerpo, sin obtener el menor resultado. Gracias al minucioso trabajo de Celia Bertin, la única entre los autores que tuvo acceso a los archivos de la familia, conocemos ahora la vida de esta princesa, querida por Sigmund Freud, que reinó como ama en la Société psychoanalytique de Paris (SPP), de la que fue, en 1926, miembro fundador, junto con René Laforgue, Adrien Borel, Rudolph Loewenstein, Édouard Pichon, Raymond de Saussure, René Allendy, etcétera. Traductora infatigable de la obra Freudiana, organizadora del movimiento francés, que financió en parte con su dinero, Marie Bonaparte consagró su vida al psicoanálisis con un entusiasmo y un coraje que le envidiaron todos sus contemporáneos. Luchó en favor del análisis profano y, frente al nazismo adoptó una actitud ejemplar, rechazando todo compromiso. Pagó un rescate considerable para arrancar a Freud de las garras de la Gestapo; salvó sus manuscritos y se instaló en Londres con la familia de él. Su actividad sin desfallecimiento al servicio de la causa le valió un lugar central en Francia, y llegar a ser una de las personalidades más respetadas del movimiento Freudiano. Después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una especie de monstruo sagrado, incapaz de captar las ambiciones, los sueños y los talentos de dos nuevas generaciones francesas (la segunda y la tercera). En el curso de la primera escisión (1953) y en vísperas de la segunda (1963), ella se opuso fanáticamente a Jacques Lacan, a quien detestaba, y quien la trataba habitualmente de «cadáver ionesquiano». En efecto, él la desposeyó de su papel de jefa de escuela, arrastrando tras de sí a la juventud psicoanalítica francesa. A pesar de su abundancia, la obra escrita de Marie Bonaparte es bastante mediocre, excepción hecha de algunos textos muy hermosos, entre ellos una obra monumental sobre Edgar Allan Poe (1809-1849), ilustración de los principios Freudianos de la psicobiografía, un artículo de 1927 sobre Marie-Félicité Lefebvre (un caso de locura criminal), y los famosos «cuadernos»: los Cinco cuadernos de una niña, en los cuales ella comenta su análisis y sus recuerdos de infancia, y los Cuadernos negros, diario íntimo donde recoge todos los detalles de su vida, y las confidencias que le hizo Freud sobre diversos temas. A diferencia de las curas de otros discípulos, la de la princesa fue interminable. Se desarrolló en alemán e inglés, en etapas sucesivas, entre 1925 y 1938: de cinco a seis meses los primeros años, de uno a dos meses los años siguientes. Desde el inicio, Marie tuvo derecho a una fuerte interpretación. A continuación de un sueño en el que se veía en la cuna presenciando escenas de coito, Freud le afirmó en tono perentorio que ella no sólo había oído esos actos, como la mayoría de los niños que duermen en la habitación de los padres, sino que los había visto a pleno día. Aturdida y siempre preocupada por las pruebas materiales, la princesa rechazó esta afirmación, y adujo que no había tenido madre. Freud se mantuvo firme, y objetó que sí había tenido nodriza. Finalmente, ella decidió interrogar al medio hermano de su padre, que se ocupaba de los caballos en la casa de su infancia. A fuerza de hablarle del alto alcance científico del psicoanálisis, le hizo confesar su antigua relación con la niñera. Un poco avergonzado, el anciano le contó entonces que había hecho el amor a pleno día delante de la cuna de Marie. De modo que ella había visto escenas de coito, felación y cunnilingus. Con esa mujer que lo colmaba de regalos, Freud dio prueba de su extraordinario genio clínico. La quería tanto que, para recompensar su fidelidad, le ofreció, lo mismo que a Lou Andreas-Salomé, uno de los famosos anillos reservados a los miembros del Comité Secreto. Lou era la Mujer, la amiga, la igual, la encarnación de la libertad, la belleza, la inteligencia y la creatividad; Marie fue la alumna, la discípula sumisa, la admiradora, la analizante, la embajadora devota. En el curso del análisis, él le evitó una relación incestuosa con su hijo, e impuso ciertos límites a sus experiencias quirúrgicas, pero sin llegar a impedirle el pasaje al acto. Hay que decir que su situación contratransferencial era difícil: durante todo este análisis, él mismo padeció temibles operaciones en el maxilar, destinadas a combatir el progreso de su cáncer. En tales condiciones, ¿cómo podía interpretar el goce experimentado por Marie con el manipuleo del bisturí? Desde la publicación en 1931 del artículo de Freud sobre la sexualidad femenina, la princesa tomó parte del debate de una manera muy personal, transformando la doctrina psicoanalítica en una tipología de los instintos biológicos. Extrajo de ella una psicología de la mujer, en la que aparecía evacuado el inconsciente. Distanciándose a la vez de la escuela vienesa y la escuela inglesa, distinguía tres categorías de mujeres: las reivindicadoras (que intentan apropiarse del pene del hombre), las aceptadoras (que se adaptan a la realidad de sus funciones biológicas o de su rol social), y las renunciadoras (que se desprenden de la sexualidad). Estas tesis no tuvieron mucho eco en Francia, donde el debate sobre el tema fue conducido primero por Simone de Beauvoir (1908-1986), y después por los alumnos de Lacan (François Perrier y WIadimir Granoff) y por Françoise Dolto. En la SPP, fue Janine Chasseguet-Smirgel quien las cuestionó, introduciendo las tesis de Melanie Klein. Afectada de una leucemia fulminante, Marie Bonaparte murió con toda lucidez, después de haber dado prueba de un coraje ejemplar, demasiado pronto para asistir a la derrota de Lacan. Durante diez años, ella había luchado con todas sus fuerzas para impedir la integración de la Société françoise de psychanalyse (SFP, 1953-1963) a la International Psychoanalytical Association (IPA).