Biografía Cooper David (1931-1986)
Cooper David (1931-1986) Psiquiatra inglés. Creador de la palabra antipsiquiatría y principal representante de esa corriente, junto con Ronald Laing, David Cooper nació en Cap en una familia que él calificó de «común». Después de estudiar música, se orientó hacia la medicina, y obtuvo su diploma en 1955. Ejerció entonces en un centro médico reservado a los negros, adhiriendo por otra parte al Partido Comunista clandestino. Instalado después en Londres, se casó con una francesa, con la que tuvo tres hijos; más tarde, durante cierto tiempo, fue el compañero de Juliet Mitchell, mascarón de proa del movimiento feminista anglosajón y especialista en el pensamiento lacaniano. En 1962 creó el célebre Pabellón 21, en el interior de un vasto hospital psiquiátrico de la periferia de Londres. Basándose en las tesis sartreanas, y más en general en la fenomenología existencial, en ese lugar inaugural puso en obra una práctica de impugnación de la nosografía psiquiátrica que iba a llevarlo a rechazar radicalmente la tradición occidental heredada de Eugen Bleuter. Como todos los artífices de la antipsiquiatría, él veía en la locura, y sobre todo en la esquizofrenia, no una enfermedad mental, sino una «experiencia», un «viaje», un «pasaje». También comenzó de manera muy pragmática a pedirle al personal tratante que «ya no hiciera nada». En una oportunidad le dijo a un paciente internado: «Le doy este truco llamado Largactil para que podamos ocuparnos de cosas más urgentes». Finalmente, decidió permitir que en los corredores y habitaciones del establecimiento se acumularan los desperdicios. Gracias a ese pasaje al acto, los enfermos podían descender al infierno, hacer una regresión, manosear sus excrementos, volver a encontrar una especie de estado arcaico, y después ascender hacia el mundo de los vivos. Cooper propuso que ex enfermos se convirtieran en enfermeros y que los internados tuvieran derecho a la sexualidad. A pesar de los fracasos y conflictos, la experiencia fue concluyente. En todo caso, demostró que en ciertas condiciones particulares, la esquizofrenia, considerada incurable, se podía curar. En 1965, convertido en el jefe del movimiento antipsiquiátrico internacional, Cooper creó con Laing y Aaron Esterson la Philadelphia Association and Mental Health Charity, así como el Hospital de Kingsley Hall, donde se recibía a esquizofrénicos. Dos años màs tarde, con Gregory Bateson, Stokeley Carmichaël y Herbert Marcuse, participó en Londres en el gran congreso mundial denominado «de dialéctica y liberación», y destinado a poner de manifiesto el «progreso del infierno en el mundo». El coloquio duró dieciséis horas, e inscribió a la antipsiquiatría en la sensibilidad libertaria. Reunió a negros norteamericanos, feministas, estudiantes rebeldes de Berlín occidental y representantes de todos los movimientos tercermundistas. De tal modo, la utopía cooperiana de una locura destrabada encontró una nueva bandera: la de los oprimidos del mundo, en lucha por su reconocimiento. Muy pronto Cooper asumió la defensa de los disidentes soviéticos, víctimas de internaciones abusivas, y propuso la creación de un gran movimiento de «disidencia intelectual- basado en una nueva definición de la actividad creadora. A partir de 1972 se instaló en París, donde numerosos psicoanalistas de la corriente lacaniana y del movimiento de psicoterapia institucional habían acogido favorablemente sus tesis: entre ellos Maud Mannoni, Octave Mannoni y Félix Guattari. Negándose a practicar la psiquiatría o a integrarse en cualquier institución normativa, vivió de recursos circunstanciales y participó en todos los combates de la izquierda intelectual francesa en favor de los homosexuales, los locos, los disidentes y los presos, junto a Michel Foucault (1926-1984), Robert Castel o Gilles Deleuze (1925-1995). Pero, identificado con los marginales y los excluidos de todas partes, experimentó sobre sí mismo las formas de errancia propias de esa gran época contestataria. Alcohólico y glotón, durante los últimos años de su corta vida no vaciló en pasear su silueta de gigante barbudo y obeso donde existiera la posibilidad de dar batalla al orden establecido. Murió de una crisis cardíaca después de haber afirmado en voz alta: Romper de manera suficientemente clara con el sistema equivale a arriesgar todas las estructuras de seguridad de la propia vida, así como el cuerpo, el espíritu, los bienes y el piano».