Biografía Federn Paul (1871-1950)
Federn Paul (1871-1950) Psiquiatra y psicoanalista norteamericano
Quinto miembro adherente de la Sociedad Psicológica de los Miércoles, este brillante discípulo de las primeras horas del Freudismo se comparaba de buena gana con el apóstol Pablo o con «un oficial subalterno del ejército psicoanalítico». Admiraba el orden y la disciplina de la cultura alemana y, en el primer grupo vienés, fue no sólo un clínico notable, sino también un formador de alumnos. Muchos, más jóvenes que él, pasaron por su diván para convertirse a su vez en didactas de las generaciones posteriores. Nieto de rabino e hijo de un médico generalista muy reputado en Viena, Federn provenía de la burguesía judía liberal. Su madre, una mujer muy hermosa, pertenecía a una familia de comerciantes ricos. Desde su juventud padeció un humor depresivo, lo que no le impidió ser un fogoso oficial de la caballería imperial, amar a las mujeres y tener éxitos con ellas. Su estatura imponente, su voz atronadora, sus ojos vivos y su gran barba negra le daban el aspecto de un califa de Las mil y una noches. Y como no vacilaba en pasearse por las calles de Viena con un gran sombrero, le pusieron el sobrenombre de Harún Al-Rachid. Obedeciendo al padre, que obligó a sus dos hijos a orientarse hacia su misma carrera, Paul Federn estudió medicina, a pesar de que le gustaba la biología. En 1902 se instaló como médico internista en Viena y, dos años más tarde, se casó con Wilma Bauer, a quien conocía desde el momento en que la había atendido, en una edad precoz, por un reumatismo articular. Ella provenía de una familia protestante, cercana a la de Hermann Nothnagel, quien le presentó a Sigmund Freud. Como muchos judíos vieneses, Federn proyectaba convertirse, y educó a sus tres hijos en la religión de la madre. Con Freud realizó una especie de análisis avant la lettre en cuyo transcurso logró controlar su humor melancólico. Las crisis depresivas fueron menos frecuentes, pero en caso de recaída pensaba suicidarse. En el seno de la Sociedad de los Miércoles, de la cual fue uno de los pilares, se consagró a la enseñanza, dando un seminario particularmente rico sobre La interpretación de los sueños. También se interesó por la telepatía, y en el seno de la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV) se desempeño como administrador y organizador. En 1914 viajó a los Estados Unidos para dar una serie de conferencias, y tuvo cierta importancia al tomar en análisis a Clarence Oberndorf y Smith Ely Jelliffe. Médico militar durante la Primera Guerra Mundial, suscribía los ideales patrióticos del Imperio, y tenía una fe inconmovible en la victoria de Alemania. Después de la derrota, se afilió al Partido Socialdemócrata, y comenzó a interesarse, con August Aichhorn, Siegfried Bernfeld y Willi Hoffer, en la delincuencia juvenil, la educación sexual y la emancipación de las mujeres. En el seno de la familia Federn, Wilma desempeñaba un papel eminente. Ernst, el hijo de Paul, que se convertiría en psicoanalista después de una cura con Hermann Nunberg, cuenta que Freud comparaba a la señora Federn con Mussolini y a Paul con el rey Víctor Manuel: «En esa época -añade-, nadie ignoraba que el rey era un fantoche bajo el gobierno del dictador. Eso le valió a mi madre que la bautizaran Mussolina, sobrenombre que ella aceptó con una cierta satisfacción.» Si bien Federn siguió fiel a la doctrina clásica, en el período de entreguerras, lo mismo que muchos Freudianos de la segunda generación, se comprometió en la revisión de la teoría del yol- y en la reestructuración de la segunda tópica, trabajo que desembocó en la distinción entre el yo (ego) y el sí-mismo (self), primer paso hacia la Self Psychology. Lo afectó mucho el hecho de que no fuera verdaderamente reconocido por los representantes de la Ego Psychology, que no citaban sus trabajos. De hecho, él elaboró su concepción de las «fronteras del yo» a partir de una reflexión sobre el narcisismo y la clínica de las psicosis. Consideraba la psicosis, y sobre todo la esquizofrenia, como una disminución de las investiduras del yo, que llevaba al sujeto a no conocer ya sus fronteras, no saber ya distinguir sus percepciones o sus sentimientos. Desarrolló la idea, cara a la psiquiatría clásica, de que el delirio es la expresión de una «falsedad del juicio». Por otra parte, él mismo trató a pacientes psicóticos y se interesó por el progreso de la quimioterapia. Este interés en la locura no carecía de relaciones con su situación personal. En efecto, su primer hijo, Walter, nacido en 1910, se convirtió muy pronto en un niño difícil. A pesar de sus brillantes estudios de egiptología, que le permitieron realizar una exitosa carrera universitaria, se hundió progresivamente en la esquizofrenia. En 1938, Paul Federn emigró con su familia a los Estados Unidos. Después de repetir sus estudios de medicina y obtener un nuevo diploma, se integró a la New York Psychoanalytical Society (NYPS), cuyas reglas rígidas impugnó, al punto de que él, un Freudiano ortodoxo, fue considerado «desviacionista». Unos meses antes de emigrar, su hijo Ernst había sido arrestado por la Gestapo en razón de sus actividades políticas, y después deportado al campo de Buchenwald, donde conoció a Bruno Bettelheim. Ernst y Paul sólo volvieron a encontrarse, del otro lado del Atlántico, en 1946. En esa fecha, afectado de un tumor maligno en la vejiga, Paul debió sufrir una primera intervención quirúrgica. La recaída se produjo después de la muerte de Wilma. Él no quiso padecer una agonía atroz, y decidió poner fin a sus días según la más pura tradición antigua. El 3 de mayo de 1950 ordenó sus asuntos, dejó instrucciones estrictas a su amigo Edoardo Weiss, y retiró de su banco una pistola cuidadosamente guardada en un cofre. La cargó con dos balas. Durante todo el día recibió normalmente a sus analizantes, e incluso bromeó con su ama de llaves sobre las diferentes maneras de darse muerte. En mitad de la noche redactó una carta para su hijo Walter; le advertía que tuviera cuidado: quedaba una bala en el cargador; a las tres de la madrugada, sentado en su sillón de analista, le bastó un disparo. «Hasta su último aliento -subrayó Ernst-, se preocupó más por los otros que por él mismo.- En 1968, Walter Federn se suicidó, dejándose morir de hambre.