Biografía Freud Alexander (1866-1943)
Freud Alexander (1866-1943), hermano de Sigmund Freud
Nacido en Viena, Alexander fue el octavo y último vástago de Jacob y Amalia Freud, su tercer hijo varón y el hermano más joven de Sigmund Freud, quien siempre se mostró muy paternal con él y nunca dio muestras de tenerle celos. De carácter jovial, se parecía a la madre. Como experto en transportes, a menudo se ocupaba de los viajes que realizaban él y su hermano, y acompañó a Sigmund a sus dos países predilectos: Italia y Grecia. En 1909 se casó con Sophie Schreiber, de la que tuvo un único hijo, Harry. Fue designado profesor en la Exportakademie, una escuela de comercio ubicada en la Berggasse, y dirigió la revista Tarifanzeiger. En marzo de 1938 logró salir de Austria hacia Suiza, y después emigró con su mujer a Canadá, donde ya se encontraba Harry Freud. Éste, naturalizado norteamericano, volvería a Europa en las filas del ejército de liberación para ocupar Berlín. Después vivió en Nueva York y siguió muy apegado a su tfa Anna Freud. Fue Sigmund, a la edad de 10 años, quien eligió el nombre de Alexander para ese hermano, en recuerdo de Alejandro de Macedonia (cuando el propio Freud se convirtió en padre, a sus los hijos les puso nombres de héroes que admiraba). Esa elección había tenido su significado. En primer lugar, porque Alejandro Magno era el hijo de Felipe de Macedonia, y el medio hermano de Sigmund se llamaba Philipp Freud, y en segundo término, porque confirmaba la identificación de Freud con conquistadores: Aníbal, Alejandro, Napoleón, Cristóbal Colón. En una carta enviada a Romain Rolland en 1936, cuando éste cumplía sesenta años, Freud narró un recuerdo de juventud relacionado con un viaje que había hecho a Atenas acompañado por Alexander, en 1904. En esa jornada había experimentado un sentimiento de inquietante extrañeza al descubrir que la ciudad no era un fantasma. En otro tiempo, en la escuela, se había negado a admitir la realidad histórica de la Acrópolis, y el encuentro con las piedras del Partenón le reveló la naturaleza de la represión. La perturbación experimentada era comparable a la de una persona que se enferma porque se ha realizado su deseo: el éxito era de algún modo la marca de un fracaso. Freud le explicó a Rolland que en su juventud había dudado de la existencia de Atenas porque tenía miedo de no ver nunca la Acrópolis. Al relatar ese recuerdo, Freud señalaba que el hijo debe superar al padre, incluso que Aníbal tuvo que vengar a Amílcar, humillado por los romanos: Jacob Freud, humillado en otro tiempo por un antisemita, nunca había tenido acceso a la cultura griega. Ante el Partenón, Sigmund, convertido en un intelectual que dominaba a la perfección la cultura predominante (grecolatina), pudo entonces volverse hacia Alexander y preguntarle: «¿Qué habría dicho nuestro padre?» Ese gesto era idéntico al de Bonaparte, que también se había vuelto hacia su hermano en el momento de la coronación, pronunciando las mismas palabras. Finalmente, ese pensamiento expresaba de modo condensado la historia misma de esa judeidad vienesa que estaba en el corazón del nacimiento del psicoanálisis, la historia de esos hijos de la burguesía comerciante judía que se emanciparon de su condición y su familia, convirtiéndose en intelectuales y adoptando una nueva cultura, extraña al judaísmo.