Biografía Frinl Horace W. (1883-1935)
Frinl Horace W. (1883-1935) Psiquiatra y psicoanalista norteamericano
Si Sigmund Freud fue muchas veces acusado injustamente de todo tipo de torpezas imaginarias, y sobre todo de haber disfrazado de éxitos los fracasos terapéuticos, o de haber «explotado» a pacientes, es preciso reconocer que con Horace Frink se comportó de una manera verdaderamente desastrosa. En el encuentro con este hombre afectado de una grave psicosis maníaco-depresiva cristalizó sin duda todo el horror consciente e inconsciente que a Freud le inspiraban la sociedad norteamericana, su puritanismo respecto de la sexualidad, sus dólares, y esa manera de transformar el psicoanálisis en higienismo psiquiátrico («la criada para todo servicio de la psiquiatría», como dijo en el curso del debate sobre ¿Pueden los legos ejercer el análisis?). Fue Paul Roazen quien narro por primera vez la historia de esa triste experiencia analítica. Psiquiatra brillante, Horace Frink, primero analizado por Abraham Arden Brill, viajó a Viena en 1920 para realizar una nueva cura con Freud, quien, en esa época, vivía en gran parte del dinero de los norteamericanos que llegaban para hacerse analizar por 61: Clarence Oberndorf, Leonard Blumgart (1881-1959), Monroe Meyer (18921939), Albert Polon, y otros. Muy pronto Freud depositó en Frink una confianza desmesurada, al punto de querer convertirlo en su principal delegado en los Estados Unidos: se trataba entonces de contrapesar el poder excesivo de Brill en Nueva York. Durante la cura, Frink se enamoró de una de sus ex pacientes, rica heredera y millonaria: Anjelika Bijur. Apoyado por Freud, se casó con ella, después de divorciarse de su primera mujer, y a continuación la llevó a Viena. Freud la recibió y le explicó que existía el peligro de que Frink se convirtiera en homosexual si ella lo abandonaba. Después le propuso a Frink que participara económicamente en la expansión del movimiento psicoanalítico. Estalló el escándalo: el marido de Anjelika estuvo a punto de demandar a Freud por haber manipulado a su mujer y roto su matrimonio, pero murió antes de hacerlo, en el mismo momento en que fallecía la primera esposa de Frink. Frink cayó pronto en la melancolía, y fue atendido por Adolf Meyer, quien lo hizo hospitalizar y aconsejó a Anjelika que le diera su apoyo. Anjelika se negó, y se separó de él, reprochándole retroactivamente a Freud que la hubiera manipulado. En 1935 Frink se casó por tercera vez. Pero, después de un nuevo ataque melancólico, fue internado de nuevo y murió en el hospital. El diagnóstico de Freud había sido erróneo; no advirtió la locura del paciente, a quien tomaba por homosexual reprimido. Molesto, le costó reconocer francamente su error. Este asunto demuestra la dificultad que experimentaba para enfrentar la psicosis. En todo caso, esa dificultad contribuyó a desacreditar el psicoanálisis en los Estados Unidos. Cuando Abram Kardiner le habló de Frink a Freud, éste respondió con su lucidez habitual: «Usted dijo un día que el psicoanálisis no podía hacerle mal a nadie. Y bien, permítame mostrarle algo.» Sacó entonces dos fotografías de Frink, una tomada antes del análisis, y la otra después. En la primera, tenía un aspecto normal, mientras que en la segunda se lo veía extraviado, demacrado, devastado. En 1988 la hija de Frink encontró entre los papeles de Adolf Meyer la correspondencia de su padre con Freud, y varios documentos cuyo contenido reveló en una revista, acusando al maestro de Viena de haber sido un charlatán. Muchos partidarios de la historiografía revisionista aprovecharon el hecho para acusar a Freud de haber manipulado a todos sus pacientes, convertidos de pronto en víctimas de la perfidia del psicoanálisis.