Biografía Jung Carl Gustav (1875-1961)
Jung Carl Gustav (1875-1961) Psiquiatra suizo, fundador de la psicología analítica
Fundador de una escuela de psicoterapia, amigo y discípulo de Sigmund Freud entre 1907 y 1913, introductor con Eugen Bleuler del psicoanálisis en la Suiza germana, especialista en psicosis y fascinado por el orientalismo, Carl Gustav Jung dejó una obra tan abundante como la de Freud; su traducción francesa está lejos de haberse completado. Sobre Jung se han escrito decenas de libros, artículos y comentarios, y el junguismo se ha implantado en varios países: Gran Bretaña, los Estados Unidos, Italia, Brasil. Nacido el 26 de julio de 1875 en Kesswill, en el cantón de Thurgovie, Carl Gustav Jung descendía de un largo linaje de pastores. Su abuelo paterno, Carl Gustav Jung (1799-1864), llamado el Mayor, médico originario de Mannheim, había encontrado refugio en Suiza en 1819, llegando a ser rector de la Universidad de Basilea. Según una leyenda tenaz, era hijo natural de Johann Wolfgang Goethe (1749-1832). En la familia se contaba que Sophie Ziegler-Jung había tenido una relación con el escritor, y que el hijo ¡legítimo que resultó de esa aventura fue más tarde reconocido por su marido Franz Ignaz Jung, el padre de Carl Gustav el Mayor. Samuel Preiswerk (1799-1871), abuelo materno de Carl Gustav (el menor), también era pastor y adepto al espiritismo. El joven Carl Gustav solía dedicarse también él al espiritismo, junto con su prima, Héléne Preiswerk, y su madre, Émilie Preiswerk-Jung (1848-1923). En 1895 Jung inició en Basilea sus estudios de medicina. En 1900 se convirtió en asistente de Bleuler en la Clínica del Burghölzli y, dos años más tarde, defendió su tesis sobre el caso de una joven médium, que después se descubrió que se trataba de Héléne Preiswerk. En 1903 viajó a París para seguir la enseñanza de Pierre Janet y, a su regreso se casó con Emma Rauschenbach, hija de un rico industrial de Schaffhouse que le dio cinco hijos: Agathe, Anna, Franz, Marianne y Emma. Emma Rauschenbach-Jung (1882-1955) se convirtió en discípula de su marido después de haber sido analizada por él. En 1905 Jung fue nombrado Privatdozent, en el momento en que, en contacto con Bleuler, experimentaba con el test de asociación verbal que iba a llevarlo al psicoanálisis. En abril de 1906 le envió a Freud sus Diagnostich Assoziationsstudien (Estudios diagnósticos de asociación), iniciando de tal modo una copiosa correspondencia: trescientas cincuenta y nueve cartas en total. Para Freud, ese encuentro era de una importancia crucial, puesto que le abría al psicoanálisis el «nuevo continente» de las psicosis. Pronto se inició un gran debate entre Freud, Jung y Bleuler sobre el estatuto de la esquizofrenia (que aún se denominaba dementia praecox), así como sobre la cuestión del autoerotismo, y después del autismo. Cuando conoció a Freud, Jung tenía ya una concepción del inconsciente y del psiquismo: la había heredado de Théodore Flournoy, de Janet y de todos los artífices de la subconciencia. No sólo no compartía las hipótesis vienesas, sino que estaba en desacuerdo con la concepción Freudiana de la sexualidad infantil, del complejo de Edipo y de la libido. Lo que lo acercaba a Freud era por una parte la fascinación de una obra en la cual creía encontrar la confirmación de sus hipótesis sobre las ideas fijas subconscientes, las asociaciones verbales y los complejos y, por otro lado, el atractivo de un ser excepcional con el cual podría finalmente medirse. Jung era un hombre de poderosa inteligencia, con un mundo interior hecho de sueños, introspección, búsqueda de sí mismo y gusto por las cosas ocultas. Estaba dotado de una gran fuerza psíquica, apreciaba los contactos humanos, los ejercicios corporales y la frecuentación de las mujeres; de buen grado se reconocía como bígamo. Interesado desde siempre en los espíritus, los locos, los marginales, los excéntricos, amaba a los personajes fuera de lo común. También le gustaba mucho narrar historias, propagar rumores, confundir razón y sinrazón, hacer girar mesas espiritistas, construir mitos, erigir interpretaciones. Y si tomó partido por Freud, lo hizo ante todo porque consideraba que los adversarios del vienés eran médicos retrógrados, incapaces de concebir una nueva teoría psíquica. Durante siete años se entusiasmó con el aspecto espiritual de la aventura psicoanalítica. Pero al contacto con el movimiento elaboró una doctrina totalmente extraña al sistema de pensamiento Freudiano, aunque se nutriera en él. Y es evidente que ese encuentro le permitió a Jung clarificar sus divergencias con el Freudismo. En cuanto a Freud, el apego y el amor que tuvo por Jung atestiguan una voluntad salvaje de salvar al psicoanálisis del gueto de la judeidad vienesa. Si bien Sandor Ferenczi era para él el mejor de los hijos y uno de los que más quiso Ounto con Otto Rank), a Carl Gustav Jung le reservaba otro destino. Ajeno a la tribu vienesa, pero de cultura alemana (y por lo tanto mucho más cercano a él que Ernest Jones), fue verdaderamente visto como un hijo por fin capaz de reinar sobre la causa analítica, incluso de conducirla a otras conquistas. Sin ninguna duda, Freud sospechó que Jung era antisemita. Pero, por las necesidades de la causa, quería absolutamente reconciliar a los judíos y los antisemitas, como escribió en una carta a Karl Abraham del 23 de julio de 1908: «Presumo que el antisemitismo contenido de los suizos se vuelca un poco sobre usted [ … ]. Como judíos, tenemos que [ … ] dar prueba de un poco de masoquismo, estar dispuestos a dejarnos lastimar un poco.» Entre 1907 y 1909, convertido en el príncipe heredero de la causa, Jung fundó la Sociedad Sigmund Freud de Zurich, y el Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen; además animó el debate sobre la demencia precoz a través del caso «Otto Gross», enfrentó las peripecias de su pasión por Sabina Spielrein, y finalmente acompañó a Freud en su gira de conferencias en los Estados Unidos. Por otra parte, volvió a ese país en 1912 y obtuvo un gran éxito. En 1909 dejó el Burghölzli para dedicarse a su clientela privada, y se retiró a una hermosa casa espaciosa construida según sus planos, y situada en Küsnacht, sobre el lago de Zurich. Allí permaneció toda su vida. En 1910, en Nuremberg, fue elegido primer presidente de la Internationale Psychoanalytische Vereinigung (IPV), la futura International Psychoanalytical Association (IPA). A los vieneses, celosos, Freud les dijo lo siguiente: «Ustedes son en su mayoría judíos, y por ello incapaces de ganar amigos para la nueva doctrina. Los judíos deben contentarse con el modesto papel que consiste en preparar el terreno. Es absolutamente esencial que yo establezca vínculos con ambientes científicos menos restringidos. Ya no soy joven y estoy cansado de estar en la brecha. Todos estamos en peligro, los suizos nos salvarán, me salvarán a mí, y también los salvarán a ustedes.» Fritz Wittels recogió estas palabras en su biografía de Freud. En 1912, la fractura entre los dos hombres se hizo evidente cuando Jung preparaba la publicación de Transformaciones y símbolos de la libido (obra que tuvo múltiples reediciones). Había un desacuerdo completo sobre la teoría de la libido. Pero fue un acontecimiento menor el que encendió la mecha. Freud visitó a Ludwig Binswanger, operado de un tumor maligno, sin pasar por Küsnacht, que sólo está a cincuenta kilómetros de Kreuzlingen (donde residía Binswanger). Jung interpretó ese gesto como una ofensa. Después de varias escaramuzas, en cuyo transcurso Jung trató sobre todo de convencer a Freud de la necesidad de que desexualizara su doctrina (sólo sería, dijo, para que se la comprendiera mejor), la ruptura se consumó en 1913. Freud tomó la iniciativa después de haberse desmayado en Múnich, en la cena del Congreso de la IPA. A partir de 1914, Jung fue renunciando progresivamente a todas sus funciones. En las sociedades psicoanalíticas ya formadas, los junguianos se separaron de los Freudianos, para organizar su propio movimiento. Pero éste no tuvo nunca la amplitud del de Freud. Después de un prolongado período de crisis interior y depresión, coincidentes con la Primera Guerra Mundial, Jung emprendió la elaboración de su obra. Denominó psicología analítica a la corriente de pensamiento en la que basaba su método de psicoterapia. Con ese nombre quería significar que la psique no tiene ningún sustrato biológico. En cuanto a la clínica que se desprende de ese enfoque, tiene por objetivo llevar al sujeto a la realidad, y liberarlo de sus «secretos patógenos», según la expresión de Moriz Benedikt. De modo que el método junguiano releva a las antiguas «curas de alma» de los pastores protestantes. En 1919 Jung elaboró la noción de arquetipo, proveniente de la de imago, para definir una forma inconsciente preexistente, que determina al psiquismo y provoca una representación simbólica que aparece en los sueños, el arte o la religión. Los tres arquetipos principales son el animus (imagen de lo masculino), el anima (imagen de lo femenino) y el selbst (sí-mismo), verdadero centro de la personalidad. Los arquetipos constituyen el inconsciente colectivo, base de la psique, estructura inmutable, especie de patrimonio simbólico de toda la humanidad. Esta representación de la psique se completa con «tipos psicológicos», es decir, caracteres individuales articulados en torno a la alternancia introversión / extraversión, y con un proceso de individuación que lleva al ser humano hacia la unidad de su personalidad a través de una serie de transformaciones (los estadios Freudianos). De este modo el niño emerge del inconsciente colectivo para dirigirse a la individuación, pasando por la asunción del anima y el animus. Con la noción de arquetipo, Jung se distanciaba radicalmente del universalismo Freudiano, aunque pretendía volver a encontrar lo universal en las grandes mitologías religiosas. En realidad, el arquetipo se debe comparar más bien con la idea de pattern, cercana a la de los culturalistas. Y, por otra parte, Jung la profundizó, interesándose cada vez más en el estudio etnológico de las civilizaciones llamadas «arcaicas». En varios viajes, que lo llevaron al terreno de tribus indias americanas, o africanas (México, Kenia), adoptó las tesis de la psicologías de los pueblos, afirmando que existen diferencias radicales entre las «razas», las culturas y las mentalidades. En esa época se creó en Ascona, cerca del lago Mayor, un grupo de intercambio entre las filosofías orientales y occidentales. Tomó el nombre de Eranos, y cada año reunía en torno a Jung a científicos, psicólogos, historiadores de las religiones y las ciencias: entre ellos Lancelot White, Henry Corbin (1903-1978), Mircea Eliade (1907-1986). En 1933, convertido en jefe de escuela, Jung aceptó reemplazar a Ernst Kretchmer en la presidencia de la Allgemeine Ärztliche GeselIschaft für Psychotherapie (AÄGP o Sociedad Alemana de Psicoterapia). La AÄGP, que agrupaba a miembros de varios países pero tenía su base en Alemania, y estaba por lo tanto bajo el control nazi, se convirtió con Jung en una asociación verdaderamente internacional. Los psicoterapeutas judíos podían adherir a ella a título individual, aunque estaban excluidos de la filial alemana. De tal modo, Jung pretendía protegerlos. No obstante, en enero de 1934, en un texto titulado «La situación presente de la psicoterapia» («Zur gegenwärtigen Lage der Psychotherapie») y publicado en la Zentralblattfür Psychotherapie (ZFP), adoptó posiciones claramente antisemitas. Esa revista de la AÁGP acababa de pasar al control de Matthias Heinrich Göring. Después de distinguir el inconsciente «ario» del inconsciente «Judío», Jung subrayaba que el primero posee un «potencial superior al segundo», y añadía que el judío «tiene algo de nómade y es incapaz de crear una cultura propia: todos sus instintos y sus dones exigen para desarrollarse un pueblo-anfitrión más o menos civilizado». Jung le reprochaba a la psicología médica que le hubiera aplicado a los alemanes categorías judías. Finalmente, recordando a Freud, observó que éste sospechaba que él, Jung, era antisemita: «Esta sospecha emanaba de Freud. Ahora bien, Freud no comprendía en absoluto la psique alemana, como tampoco la comprendían sus epígonos germánicos. El grandioso fenómeno del nacionalsocialismo, que el mundo entero contempla con ojos sorprendidos, ¿los ha iluminado?» Atacado en febrero de 1934 por el psiquiatra suizo Gustav Bally (1893-1966), quien se sorprendía de que Jung pudiera presidir una asociación destinada a eliminar a los judíos y a los opositores al nacionalsocialismo, él trató de justificarse, en marzo de ese mismo año, en un artículo titulado «Zeitgenössisches», en el que se refirió a las diferencias entre las «razas» y las «psicologías»: «¿Se debería verdaderamente pensar que una tribu que ha atravesado la historia desde hace miles de años como pueblo elegido de Dios no ha sido llevada a esa idea por una disposición psicológica particular? En fin, si no hay ninguna diferencia, ¿a qué se debe que uno reconozca a los judíos? Entre todas las naciones y todas las razas hay diferencias psicológicas, incluso entre los habitantes de Zurich, Basilea y Berna [ … ]. Por ello combato toda psicología uniformizante, como las de Freud y Adler por ejemplo, cuando pretenden la universalidad.» La trayectoria de Jung quedó maculada por este episodio. Al basar sus hipótesis doctrinarias en una tipología psicológica, no pudo evitar que su discurso se tiñera de racismo y judeofobia. Y si bien su antisemitismo no tomó nunca la forma de un compromiso militante, sus afirmaciones antiigualitarias lo llevaron a convertirse en instrumento de la política de nazificación de la psicoterapia alemana. La cuestión de la responsabilidad de Jung dividió más tarde a la comunidad internacional junguiana; y a Andrew Samuels, psicoterapeuta junguiano, miembro de la Sociedad Londinense de Psicología Analítica, le corresponde el mérito de haber redactado en 1992 uno de los comentarios más notables sobre este episodio doloroso de la historia. Sin dejar de situarse él mismo en el culturalismo, demostró que el intento de instaurar una psicología de las naciones fue lo que llevó a Jung a adherir a la ideología nazi, y exhortó a los «posjunguianos» a reconocer la verdad. En Francia, en el número especial de los Cahiersjungiens de psychanayse consagrado a este episodio, el artículo de la Zentralblatt de enero de 1934 («Zur gegenwürtigen Lage der Psychotherapie») fue suprimido de la lista llamada «completa» de las declaraciones de Jung entre 1933 y 1936, lo que les permitió a los diversos comentadores limpiar a Jung de toda sospecha de antisemitismo. Carl Gustav Jung murió en su casa de Küsnacht el 6 de junio de 1961. Sus cenizas fueron depositadas en el panteón familiar, que él mismo había decorado. En esa época, sus adversarios seguían tratándolo de colaboracionista, mientras que sus amigos y allegados afirmaban que nunca había adoptado ni una ínfima posición en favor del nazismo o el antisemitismo.
(Kesswil, Turgovia, 1875 -Küsnaeht, cerca de Zurich, 1961). Al terminar sus estudios de medicina (1900), pasa a ser asistente de E. Bleuler en el Burghölz1i, clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich. Bleuler le hace conocer los trabajos de Freud, con quien Jung establece relaciones estrechas tras encontrarse con él en Viena en 1907. Participa en el primer congreso de psicoanálisis en Salzburgo (1908) y acompaña a Freud en su viaje a los Estados Unidos (1909). Es el primer presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, creada durante el segundo congreso de psicoanálisis en Nuremberg (1910). En esa época, Jung es considerado el delfín de Freud. La publicación de Metamorfosis y símbolos de la libido (1912) pone de manifiesto las primeras divergencias con las tesis Freudianas, concernientes especialmente a la naturaleza de la libido, que en Jung deviene la expresión psíquica de una «energía vital» que no es de origen sexual únicamente. En 1913, la ruptura con Freud queda consumada y Jung da a su método el nombre de «psicología analítica». Más allá del inconciente individual, Jung introduce un inconciente colectivo, noción que profundiza en los Tipos psicológicos (1920). El inconciente colectivo, que representa la acumulación de las experiencias milenarias de la humanidad, se expresa a través de los arquetipos: temas privilegiados que reencontramos inalterados tanto en los sueños como en los mitos, los cuentos o las cosmogonías. Entre los arquetipos, Jung concede importancia particular al anima (principio femenino que se encuentra en todo hombre), al animus (principio masculino que se encuentra en toda mujer) y a la sombra, imagen onírica caracterizada por un atributo negro que expresa al inconciente individual. El objetivo de la terapia junguiana, mucho menos codificada que el método Freudiano y en la que el terapeuta es directivo, es permitir a la persona volver a enlazarse con sus raíces, acceder a ella misma, es decir, tomar conciencia de las exigencias de los arquetipos, exigencias reveladas por los sueños. Contrariamente a Freud, Jung no reconoce a la infancia un papel determinante en la eclosión de los trastornos psíquicos de la edad adulta, que define según una dialéctica de la persona con el mundo exterior. La publicación, en 1944, de Psicología y alquimia, marca la segunda época de la vida de Jung, en la que, abandonando la clínica, se interesa en la etnología, la filosofía de las religiones y la alquimia. En 1958 se fundó la Sociedad Internacional de Psicología Analítica, que agrupa a los partidarios del método de Jung.