Biografía Langer Marie Nacida Glas (1910-1987)
Langer Marie Nacida Glas (1910-1987) Psiquiatra y psicoanalista argentina
Figura eminente del movimiento psicoanalítico latinoamericano, Marie Langer, llamada Mimí por sus allegados, abrazó las tres grandes doctrinas del compromiso intelectual del siglo XX: el Freudismo, el marxismo y el feminismo. Altiva, inteligente y valiente, así como sensible al sufrimiento físico y la miseria económica, durante toda su vida luchó contra el fascismo y la esclerosis del Freudismo ortodoxo, sin perder sus cualidades de clínica. Nacida en Viena, en el seno de una familia de la gran burguesía judía asimilada, Marie Glas perteneció a esa generación de jóvenes austríacos cuya infancia fue marcada por la guerra y la lenta agonía del mundo austro-húngaro. La madre, una mujer cultivada, sufría su judeidad al punto de que, aunque no podía bautizarla, le puso un nombre católico. Según Marie, su madre se parecía a la Dora de Sigiriund Freud (Ida Bauer). Como era amante de Eugen Steinach, un amigo del marido, se divertía manteniendo la confusión acerca del verdadero padre de su hija. Tratada de bastarda, durante mucho tiempo Marie pensó que su padre legal no era quien verdaderamente la había engendrado. De todos modos, a los 13 años entró en rebelión contra su familia, y después de una crisis religiosa se volvió resueltamente atea. Con el respaldo del padre, estudió en una escuela privada dirigida por una mujer excepcional, Frau Schwarzwald, militante feminista y socialdemócrata formada en Zurich, a principios de siglo, entre los revolucionarios rusos en el exilio. El contacto con esta mujer llevó a Marie a empezar a leer a Freud y Marx. Después de dos relaciones amorosas, aceptó un matrimonio expeditivo con un joven de la burguesía católica y conservadora, mientras su familia se encontraba arruinada por la gran crisis de 1930. Inició entonces estudios de medicina, escandalizando a su ambiente por sus ideas y su comportamiento de mujer libre. De vuelta en Viena en 1932, después de un viaje a Alemania, se divorció y posteriormente adhirió al Partido Comunista Austríaco, en el momento mismo en que la organización pasaba a la clandestinidad. En efecto, desde los tumultos socialistas de 1927, y bajo la presión de la extrema derecha y de las milicias fascistas, el gobierno populista de la joven República Austríaca había puesto fuera de la ley a todos los partidos de izquierda. Marie pasó a la lucha clandestina. Primero anestesista, más tarde se orientó hacia la psiquiatría en el servicio de Heinz Hartmann, a quien le pidió que la tomara en análisis. Aduciendo el precio muy elevado de sus sesiones, éste la derivó al diván de Richard Sterba. En el curso de esa primera formación didáctica, Marie participó en los trabajos de la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV), de la cual nunca fue miembro en razón de sus actividades políticas. Para no chocar con el régimen dictatorial del canciller Dollfuss (1892-1934), que perseguía a los militantes clandestinos, Paul Federn había prohibido todo compromiso político a los alumnos de la WPV, bajo pena de exclusión, aceptando incluso que un policía asistiera a las reuniones. Marie se negó a someterse a ese diktat. Denunciada por una analizante, no tardó en ser excluida de las filas de los alumnos, a pesar de la intervención en su favor de Kurt Eissler. Viajó entonces a Berlín para seguir el seminario de Helene Deutsch y realizar un control con Jeanne Lampl-De Groot. Pero el nazismo la obligó a exiliarse; se iniciaba la guerra civil en España, ella decidió continuar allí su combate, como médica anestesista de las Brigadas Internacionales. En el frente conoció a su segundo marido, Max Langer, cirujano militar encargado de varios hospitales de campaña. A continuación de la derrota de los republicanos, partieron juntos hacia el Uruguay, después de un rodeo por el sur de Francia. Su trayectoria de Freudiana y marxista en Latinoamérica la llevó primero a Montevideo, donde dio conferencias en el marco del Comité de Solidaridad con los Republicanos Españoles, y más tarde en Buenos Aires, donde se instaló en 1942. Desde su llegada tomó contacto con Ángel Garma, quien también, a su salida de España, había pasado dos años en Francia. Integrada al grupo argentino, participó con Garma, Celes Cárcamo y Enrique Pichon-Rivière, en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la cual fue miembro durante veintinueve años. Para no entrar en conflicto con la APA como antes lo había estado con la WPV, decidió separar radicalmente sus actividades políticas de su práctica clínica. Sólo Pichon-Rivière, en razón de su antigua simpatía por la República Española, fue informado de los vínculos clandestinos de Marie con el Partido Comunista Argentino. Después de un segundo análisis de control con Cárcamo, ella se lanzó al trabajo clínico. Madre de un primer varón, llamado Tomás (tendría más tarde otros tres vástagos, Martín, Ana y Verónica), Marie Langer se interesó por la condición de las mujeres de su generación, ansiosas de conciliar su doble deseo de emancipación y maternidad. En 1951 publicó Maternidad y sexo, que se convertiría en un clásico de la literatura psicoanalítica argentina. Allí narró en especial el caso de una paciente estéril que, después de nueve meses de tratamiento, había quedado encinta. Pero, fundamentalmente, en ese libro se entregaba a una extensa reflexión histórica y teórica sobre la sexualidad femenina. Tomando en cuenta las posiciones de Karen Horney y del culturalismo, se distanciaba del relativismo en provecho de una concepción unitaria del cuerpo biológico y el cuerpo psíquico, basada en la medicina psicosomática y el kleinismo. Contra todas las tesis feministas de la segunda mitad del siglo, 1 legó a la conclusión de que, desde el punto de vista del inconsciente, en la mujer existe una relación constante entre la aceptación del orgasmo y el placer, por un lado, y el deseo de maternidad por el otro. Según ella, sólo el psicoanálisis podía mediar entre la cultura y el determinismo biológico. A partir de ese trabajo Marie Langer abrazó la causa del feminismo, estudiando en particular los mitos que rodeaban la vida de Eva Duarte de Perón (1919-1952), la legendaria Evita. Personalidad rebelde, Marie no cesó de criticar la esclerosis de la institución, reclamando que el psicoanálisis no se limitara a ejercicios formales destinados a reproducir generaciones de terapeutas conformistas. Como Wilhelm Reich en otro tiempo, deseaba que el Freudismo estuviera en el corazón de todas las transformaciones sociales del siglo. Entre 1959 y 1970, mientras el caudillismo florecía entre golpes de Estado y derrocamientos de coroneles, ella desempeñó un papel considerable en el seno de la APA, despertando las conciencias o formando alumnos en la impugnación del orden dominante. En 1966, Ana, su hija mayor, le pidió que participara en un encuentro universitario de ex combatientes de la Brigadas Internacionales. Para la joven, convertida en militante como la madre, el objetivo era organizar comités de solidaridad con Vietnam, que luchaba contra el «imperialismo norteamericano». Marie aceptó. Tres años más tarde formó parte del grupo Plataforma, que, a impulso de las grandes rebeliones estudiantiles, apuntaba a transformar a fondo la política del psicoanálisis y las modalidades de formación de los terapeutas. En 197 1, en el Congreso de la IPA reunido en Viena, su ciudad natal, pronunció una conferencia titulada «Psicoanálisis y/o revolución—, en la cual llamaba a una transformación radical de la sociedad: «Esta vez -dijo-, no renunciaremos ni a Freud ni a Marx». Fue severamente criticada por Hanna Segal, guardiana de la ortodoxia kleiniana, y la dirección de la IPA se negó a publicar esa conferencia. Marie renunció entonces a la APA, junto con treinta didactas y veinte alumnos en formación del grupo Documento. La escisión fue un desastre para el Freudismo argentino: en efecto, se produjo en el momento en que en el país se radicalizaba la lucha contra el dominio militar. A partir del retorno al poder de Juan Domingo Perón (1895-1974) en 1973, grupos paramilitares comenzaron a perseguir a los opositores políticos, practicando el secuestro y la tortura. Marie Langer trató entonces de sumar su acción a través del psicoanálisis. Supervisó el trabajo de un estudiante de psiquiatría detenido que quería dar sostén a los presos torturados. Él exponía la situación en cartas codificadas que enviaba a la madre, y Marie las descifraba, respondiéndole con instrucciones por la misma vía. Amenazada por un escuadrón de la muerte después de la vuelta de Perón al poder, emigró a México para continuar la lucha. A partir de 1976 la Argentina cayó en el terror bajo la férula del general Videla. En 1981 Marie formó la Brigada México-Nicaragua de Internacionalistas para la Salud Mental, y lanzó un plan de desarrollo de métodos curativos inspirados en el psicoanálisis. Como lo ha subrayado Nancy Caro Hollander, este trabajo de solidaridad se extendía a todas formas de represión que hacían estragos en América latina: Marie Langer y su equipo documentaron los efectos psicológicos de la represión política y el exilio forzado. Entre los refugiados, observaron la multiplicación de casos de lo que ellas llamaron «dolor congelado». Las personas afectadas eran incapaces de llorar la pérdida de sus seres queridos.» De hecho, presentaban síntomas múltiples: despersonalización, trastornos psicosomáticos, etcétera. Finalmente, en 1986, Marie Langer viajó a Cuba y se encontró con Fidel Castro para organizar en la isla un coloquio sobre el psicoanálisis y el suicidio: «¡Tú eres la amiga de Freud -exclamó él-, la famosa austríaca!». Y le pidió que preparara un strudel. Marie comenzó a amasar, pero renunció: «Yo soy feminista y tú Me haces cocinar. Además, has dicho que leíste las obras de Freud, y no es cierto.» Afectada de un cáncer de pulmón, regresó a morir a Buenos Aires, donde su amigo Fernando Ulloa, compañero de todas las luchas, fue su último confidente.