Biografía Malinowski Bronislaw (1884-1942)
Malinowski Bronislaw (1884-1942) Antropólogo inglés
Fundador de la antropología funcionalista moderna, creador de la investigación de campo y defensor de los principios del culturalismo, Bronislaw Malinowski provenía de una familia católica de la gran burguesía polaca. Nacido en Cracovia, y por lo tanto súbdito del Imperio Austro-Húngaro, comenzó a estudiar física, matemática y filosofía en su ciudad natal, bajo la autoridad de maestros formados en la tradición positivista de Ernst Mach (1838-1916) y Richard Avenarius (1843-1896). Después de haber seguido en Leipzig los cursos de psicología experimental de Wilhelm Wundt (1833-1920), se orientó hacia la etnología. Contra ese maestro alemán, que privilegiaba la «psicología de los pueblos», él comenzó a estudiar, en las fuentes escritas disponibles, el funcionamiento de la familia entre los aborígenes australianos. Partió entonces a Inglaterra, donde se desarrollaban los grandes debates fundadores de este nuevo dominio. En la Universidad de Cambridge, en 1910, fue alumno de Charles Seligman (1873-1940), Williams Rivers (1864-1922) y Edward Westermarck (1862-1939). Partidario de una concepción neopositivista de la unidad de la ciencia, marcado por los trabajos de Émile Durkheim (1858-1917), quien había llevado al primer plano el estudio del funcionamiento de las sociedades, renunciando a la metafísica de sus orígenes, Malinowski rechazaba el modelo del evolucionismo darwiniano en el que se había basado Sigmund Freud al escribir Tótem y tabú. Al escoger el empirismo, privilegiaba un método fundado en la descripción correcta y exacta de los hechos, conservando la idea cara a Durkheim de que cada sociedad es un sistema integrado en el que cada elemento (costumbre, institución, norma, etcétera) desempeña un papel «funcional». No obstante, para estudiar ese funcionamiento, al joven Malinowski le faltaba la experiencia de campo. Gracias a su maestro Seligman logró reunir los fondos necesarios para organizar una misión etnográfica a Nueva Guinea, y salió de Inglaterra en el momento en que estallaba la Primera Guerra Mundial. Como ciudadano austríaco, se había convertido brutalmente en «enemigo» de los ingleses. Sobre todo, en el momento mismo en que realizaba el sueño de unirse a ese mundo melanesio tan extraño al suyo, se encontró enfrentado a la gran querella de las naciones que iba a transformar totalmente la sociedad occidental. Para Malinowski, la experiencia de campo entre pueblos llamados «primitivos» fue una verdadera búsqueda de identidad. Lejos del frente de batalla, pensaba en la Europa desgarrada: a veces se sentía polaco y odiaba a Inglaterra, identificándose con las minorías oprimidas o colonizadas, y otras, por el contrario, rechazaba a su Polonia natal para afirmar su anglofilia. Como lo demuestra su Diario, publicado mucho tiempo después de su muerte, durante cuatro años, primero en la región de los mailú, y después en las islas Trobriand, se entregó a una especie de autoanálisis. Solo «en el corazón de las tinieblas—, observó en sí mismo tanto los deseos eróticos que le suscitaban las mujeres indígenas o sus amantes lejanas, como la sensación de estar frente a fuerzas instintivas comunes a todos los hombres. En ese contexto, se convenció de la futilidad de las hipótesis de Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939) sobre la mentalidad primitiva, y renunció al postulado de una conciencia colectiva, en favor de un nuevo humanismo basado en el análisis del hombre vivo. Completó este análisis con la elaboración del método de la «investigación participante», verdadero programa para la etnología moderna, centrada en la experiencia de campo. Para Malinowski, el trabajo del antropólogo no se resumía ya en una búsqueda erudita del origen de los mitos y las religiones, a la manera de James Frazer (1854-1941): se convertía en una ciencia de la observación, vinculada a una aventura iniciática en la cual el investigador ponía en juego su propia subjetividad, en una relación transferencia] con el objeto observado . De allí la proximidad con el psicoanálisis. Mientras Malinowski era iniciado en el campo por el deseo, el fantasma y el sue ño, Seligman descubría al psicoanálisis atendiendo neurosis de guerra. En 1917 le envió una documentación a su discípulo, pidiéndole que pusiera a prueba con sus indígenas la validez de la tesis Freudiana de que el sueño es la expresión de un deseo reprimido. Pero en ese momento Malinowski se aprestaba a abandonar las islas Trobriand. Al volver a Londres, totalmente transformado por su experiencia en Oceanía, fue designado «encargado de cursos» de antropología social. A lo largo de una importante carrera universitaria, que después lo llevaría a los Estados Unidos, desempeñó una parte activa en el debate sobre las relaciones entre la antropología y el psicoanálisis, criticando las tesis enunciadas por Freud en Tótem y tabú. Apasionado por la vida sexual de los melanesios, Malinowski abordó la obra Freudiana sin la menor reticencia. Buscando aplicar los conceptos del psicoanálisis a la antropología, pero modificándolos a la luz de los datos de la etnografía, se deslizó hacia una crítica y una revisión de la doctrina del Edipo y del universalismo Freudiano. Entre los trobiandeses había observado la existencia de una estructura social de tipo matrilineal que llevaba al no-reconocimiento del papel del padre en la procreación: el niño era concebido por la madre y por el espíritu del antepasado, mientras que el lugar del padre quedaba vacío. En consecuencia, la figura de la ley era encarnada por el tío materno, en el que se concentraba la rivalidad del niño. La prohibición del incesto se refería a la hermana, y no a la madre. Malinowski no negaba la existencia de un complejo nuclear, pero afirmaba su variabilidad en función de la constitución familiar en las diferentes formas de sociedad. De tal modo anulaba las hipótesis Freudianas del Edipo universal y del parricidio original. La primera sólo se aplicaba a sociedades de tipo patrilineal, y la segunda no explicaba la diversidad de las culturas, puesto que, en efecto, ninguna transición de la naturaleza a la cultura podía explicar semejante diversidad. Ernest Jones, por invitación de Seligman, se encargó en 1924 de criticar las posiciones de Malinowski. Le objetó que la ignorancia de la paternidad entre los trobriandeses era sólo una negación tendenciosa de la procreación paterna. En consecuencia, el complejo de Edipo descrito por Freud era universal, puesto que el sistema matrilineal, con su complejo avuncular, expresaba de modo negativo una tendencia edípica reprimida. Esta defensa ortodoxa de las tesis Freudianas no solucionaba el problema de las relaciones entre la antropología y el psicoanálisis, ni la cuestión de la universalidad del Edipo, ni la oposición entre el patriarcado y el matriarcado. Y Jones perdía la batalla en cuanto no estaba en su poder cuestionar la autoridad etnográfica que Malinowski había adquirido con su trabajo de campo y con sus métodos de investigación. Para que el debate pudiera lanzarse sobre bases nuevas hubo que aguardar los trabajos de Geza Roheim, primer psicoanalista que se convirtió en etnólogo: es decir, hubo que aguardar que se adquiriera la competencia necesaria para cuestionar las tesis culturalistas y funcionalistas a partir de una experiencia de campo. A pesar de la dureza de los conflictos, Malinowski tuvo siempre una actitud respetuosa con Freud, y cuando éste llegó a Londres, en 1938, el polaco fue uno de los primeros científicos de la comunidad inglesa que le manifestaron su admiración y trataron de ayudarlo. Poco tiempo después se instaló en los Estados Unidos, donde murió súbitamente de un ataque cardíaco.